domingo, 11 de febrero de 2024

LA DESAPARICIÓN DEL POETA MALDITO COMO CONDICIÓN VITAL


POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

Desmedida sin par la vocación de flexibilidades,

ahorcado en su propia silla mientras escribía su poema,

al poeta le tiembla la carrocería entre palabra y palabra

para no condenarse, entre sus fauces hay dos grillos en medio de sus colmillos

y astillas de whisky y su pobre conciencia del poeta,

lo que más le atormenta, lo que puede decirse sin mencionar sus

más que desventuras de la vida, es su parte medular,

la simbiosis parada en el eco del doliente regreso pasajero entre ciudades,

sin ser retruécano de tintes verdes o vértebras inútiles,

blandiendo sus caballos negros de la locura y el premiado y heroico sexo

de flor o fruto para deletrear la próxima pesadilla.

Es ahí, en ese pequeño logro, en ese atisbo de sagacidad cautiva,

donde el que decide ser poeta vuelve a nacer y resurge el habla:

por medio de ese ente vivo llamado lenguaje, él nos dice,

parte médium, parte casualidad, su primitiva voz es plenamente moderna.

Asqueado del caos busca a tientas entre su historia y

el hallazgo se vuelve mutua comprensión de soledades, de pares,

de silencios pares

entre dos océanos de aguas perpendiculares, y es que cuando

uno lee buena poesía…

 

 

LA INVOCACIÓN DE LA MUSA

A ELLA, QUE SABE COMO DISCURRO

POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

Musa mía: presiento que sería ya muy miserable

de mi parte tratar de aumentar la gloria de tu hermosura 

con más poesía debido a la constancia de la guerra

que me ha sido impuesta, como si fuera culpa mía  este amor mío

que te envío a toda hora y eso de gratis por parte de los

enanos canallas que apoyan a los grandes.

Es por eso que de una buena vez toco tus labios y siento en lo más

profundo de mis vísceras tus ojos y tu rostro que a éstas alturas

es ya  una leyenda en mi vida desdichada.

Pero no me quedo en eso, sé que nos veremos, sé que andaremos,

sé que viviremos, sé que nos desearemos, sé que nos ataremos,

sé que nos desnudaremos, sé que nos vestiremos, sé que nos leeremos,

sé que pasearemos, sé que se volverán a introducir

los racimos de frutas, paraísos, vinos finos y toda una primavera en

nuestras vidas. Sé que de toda esta ignominia no quedará nada, no

tiembles corazón prodigioso y pulseras brillantes, estamos, aún sin que

lo sepamos, más cerca que nunca, este cerro hermoso sabe lo que dice, y

ya no veas cómo me pongo, porque te adoro interminablemente, con esa

pasión y voluntad que funda futuros,

hasta que los malos augurios sean solo recuerdos. 


LA INVOCACIÓN DE LA MUSA II

POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

A ELLA, QUE SABE COMO DISCURRO

 

Vistes de pantalón y blusa blanca,

Te veo sentada,

Murmurándome cosas a la distancia.

En algunas ocasiones, un fin de semana por ejemplo.

Quizá después de una comida en el centro de la ciudad.

Caminando con un agua de Jamaica en la mano

Comienzo a sentirte porque finalmente es inevitable.

Comienzan a correr entre nosotros

Las paletas de limón y la música

De Lacrimosa o So far away so close y poco a poco nos vamos

Saludando: tú con tu identidad en mi conciencia,

Y mi conciencia llena de tus ojos; de una forma tan brutal y tan

Hermosa que parece una despedida en medio del gentío,

Cuando todo comenzaría a reagruparse bello como

Cuando el Sol se pone.

Y así en la calle, con tu fuerza

Y tu energía te siento preguntándome cosas, es curioso ¿sabes?

Es como si lo entendiera todo o tal vez nada: Alegría pura y

El milagro ocurre, y sí porque es tu voz y tus ojos

Habitándome por completo.

Buscando ciertos elementos en mi pensamiento,

Tratando de encontrar el fondo de mi ser

Y entre la gente voy con el agua de Jamaica y tú

A 450 kilómetros de distancia…

Hacemos un duelo de espadas, y ya no sé si la fruta es naranja

O tal vez fresa, porque he vivido estos años con tanta guerra,

Que parece que entiendo que tu algún día o quizá yo, te pida

De rodillas que veas televisión, en vez de matrimonio.

 

DECLARACIÓN DE AMOR II


 

A Efraín Huerta

El lagarto, in memoriam

 

POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

Cuando te beso, te guardas

en una espina candente,

cuando te toco, palpo la flama de la fe

que arde en tu mejilla silenciosa,

te guardo entonces en la constelación

de la inexorable patria que te has chupado tu misma,

ciudad, en una explosión de ira, desempleo y policías

que atracan tus glorias viejas…,

¿sabes que parecerías mejor sin ser tú, ciudad,

sino plomo y chapopote que escurre en el horizonte

de nuestras verdades y nuestros silencios?

¿Quién sino tú, para devolverte, para atestiguarte

en el cause marino de tu primavera, de tu testamento?

Dime ciudad, sino te amo cuando accedo a recoger

un pedazo de tu estómago filoso,

de tu diente que te arrastra sin decirnos nada,

de tu sueño moderno,

de lo que palpita en tus graffittis queriendo ser qué cosa?

Fundamento de nuestra realidad,

aquí y ahora, ciudad, no una tregua,

sino un cambiante presentir que no resbalamos a tu tumba,

sino que nos la asediamos,

sin pedirnos permiso, para volver a ser portadores

de individualidad, de arte, filosofía y matemáticas,

clases de inglés de 5 a 7, y recorrer todos tus submúltiplos

que son siempre dos que tres oasis para dejar la cabeza un rato.

Ahora ciudad, en el presentimiento de que te asalto

con éste poema, que no es mío sino de nadie,

ni de la esperanza, ni de la desdicha,

sino parte de tu historia que yo, como un lenitivo,

como un antídoto, me coloco bajo el brazo

cual periódico o bolsa de mandado,

tú que has hecho de mi sueño un gis que se borra interminablemente,

te digo: te odio, puta ciudad, pero te detesto, pero te amo.

 

 

 

 

 

SOBRE IVÁN RÍOS GASCÓN Y

SU ÚLTIMO LIBRO BROADWAY EXPRESS.

POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

Buenas tardes a todos los aquí presentes. Es para mí un gusto y un honor presentar el último libro de mi amigo Iván Ríos aquí en Aguascalientes, pues debo decir que cuando yo volví a vivir aquí en el año 2006, Iván se encontraba en Nueva York redactando, gracias a una beca, este libro que ahora él viene a ofrecerles a la feria del libro más grande del estado.

Antes de referirme propiamente a la obra, tenemos que establecer que Iván Ríos es uno de los nuevos protagonistas de la cultura juvenil y de los medios de comunicación en general:  Ya desde 1994  él era locutor de radio en la estación legendaria Rock 101, publicaba en el suplemento cultural de Excélsior y había  sacado su primera novela Tu imagen en el viento en la que decodificaba a esos personajes que se dejaban ver en la plaza de Coyoacán como en el Hijo del Cuervo y que tenían pretensiones artísticas he intelectuales. Fue al año siguiente en 1995 cuando yo lo conocí: fui a buscarlo a las oficinas  de Excélsior con 300 cuartillas del borrador de mi primera novela. Él me recibió con gusto y nos quedamos de ver en una semana; para mi buena sorpresa, me invitó un par de cervezas con sus amigos y al escucharlo hablar inmediatamente me identifiqué con él, se veía inteligente, profesional y bajo los aires de la locura favorable que han hecho de él un conocedor de cine y música alternativa, literatura de culto, pintura, plástica, etcétera. Iván conoce detalles curiosos sobre un variopinto grupo de autores y artistas, por ejemplo del pintor Francis Bacon, de John Kennedy Toole, el celebrado autor de La conjura de los necios, y lo que sucedió después de la publicación del libro;  de Henry Miller y el juicio que  enfrentó  acusado de pornografía por sus célebres y ya clásicos Trópicos, asimismo, Iván es colaborador actualmente de la revista The Rolling Stone en su espacio para reseñas literarias, por ejemplo, ahí apareció una buena nota para recordar a Carlos Fuentes, también Iván mantiene una bitácora en Internet (no les diré la dirección porque está en el libro). En fin, Iván ha logrado ya desde hace tiempo, un estilo propio para sus comentarios sobre la cultura posmoderna y la no tan moderna.

En el año 2004 entrevisté a Iván a propósito de otra novela que él había sacado en el 2003, LUZ ESTÉRIL (editorial Praxis) en la que también volvió a retratar a los jóvenes pretenciosos de excesos de sexo, drogas, alcohol, intelectualismo y anhelos artísticos. Pero ésta novela, cuyo ancestro aparente se encontraría en Gustavo Sáinz, José Agustín y toda la llamada “literatura de la onda”, tal como la definió desde entonces Margo Glantz, resultaba de inmediato otro tipo de registro, otra visión totalmente diferente; es decir, Iván hurgó en la vida underground de la Ciudad de México en las vidas de los treintañeros de los bajos fondos y de las clases más altas y no había nada en su texto  que ver con “la onda”, se podría decir que éramos nosotros los retratados, en una historia en la que, curiosamente, la construcción misma de los personajes y sus propios conflictos internos brillaban más que la historia por sí misma: se trataba en esa acertada visión narrativa, de que los jóvenes entendieran a los personajes como sus posibles pares; con toda esa gran exploración interior, Iván no toma recursos prestados a José Agustín, ni siquiera hace mención al  caló propio de la Ciudad de México como otros escritores gustan de hacerlo; más bien reinventa a la juventud porque la onda pasó hace casi 50 años, en cambio nosotros fuimos jóvenes apenas ayer. Y si Iván ya lo había hecho de algún modo en Tu imagen en el viento, en Luz Estéril me parece que logró llegar a una cima con la suficiente tenacidad he inteligencia narrativa que ahora es una obra que definitivamente no puede ser pasada por alto. (Recuerdo que por entonces los comentarios a Iván eran: “¡Qué caray Iván, ya consíguete una novia!” Se lo decían porque el libro es largo, pero además Iván también tiene sus admiradoras).

Y ahora, para que nadie se vaya de aquí sin su ejemplar de Broadway Express, voy a hablar bien del libro: ¿Recuerdan algunos de ustedes La Poética de Aristóteles? Más o menos una de las tantas reglas que el estagirita impone en ese texto clásico a las obras literarias es buscar contar algo creíble pero imposible, en vez de algo posible pero increíble. En lo personal no le hago mucho caso al alumno de Platón, pero Iván lo logra con soltura y amenidad, desde la postura de un narrador omnisciente, crea atmósferas híper modernas salpicadas de glamour, cenas y coktails en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, por decir algo. Sus personajes se enamoran, se embriagan y tienen fiestas en restaurantes donde Robert de Niro es el dueño… Se trata de una obra compuesta al modo de la Trilogía de Nueva York de Paul Auster, o el Quinteto de Buenos Aires de Manuel Vázquez Montalbán en una serie afortunada de relatos entremezclados donde abunda el buen gusto de lugares,  y registros  cercanos a Broadway pero ésta vez los personajes son más vacíos, o algunos buscan la autodestrucción inconscientemente como en el relato Sometihn’ stupid, título prestado de una canción de Frank Sinatra donde se cuenta la mejor parte de una mala noche para mejor olvidar.   Los personajes, treintañeros ricachos de Nueva York, se ven envueltos en parábolas que dejan entrever el vacío existencial y un poco el sentimiento de orfandad que se vive en las grandes metrópolis sin dejar de mostrar su lado tragicómico y en especial el último relato, para mi gusto el mejor del libro, donde estamos en presencia de una desesperada relación erótica arrolladora que culmina en algo creíble pero imposible.  Iván deja ver claro, que sus personajes nunca dejarán de buscar el amor o el sexo y el alcohol, pero que el amor a estas alturas es ya casi una utopía irrealizable. Pero ésta mención no debe de entenderse como una falta de exploración en la condición humana: todo lo contrario, quizá esa sea la dimensión trágica que viene anunciando Iván: que la gloria del amor y de la vida buena puede o está cerca de acabarse, como buen creador consciente de su tiempo histórico, Iván Ríos Gascón sabe que el mundo siempre está peor que nunca… y respecto a esos placeres de los que habla, cabría recordar al  filósofo griego Demócrito: “¡Hay que agarrar con las uñas esos placeres que la vida nos va quitando!” Y ¿por qué no? Uno de esos placeres es la literatura de Iván Ríos Gascón.

Muchas gracias, 22 de septiembre de 2013.

Casa De La Cultura “Víctor Sandoval”, Aguascalientes, Ags.

 

 

EL INEXISTENTE

 

POR VÍCTOR GARCÍA MOTA

 

Su voz retumbaba, hable y hable, no paraba, seguía y seguía, ya llevaba horas hablando, parecía estar dirigiéndose a otra persona, a un público; pero nada, hablaba con voz en cuello, para que le escucharan; pero sus palabras solo rebotaban en la obscuridad del vagón porque el ruido del tren, el chaca, chaca y el jaloneo de vagones, trituraban esas palabras dichas en voz alta, perdidas en esa sinfonía de la ruta del diablo. ¿Cuántos viajes a la frontera? ¿Cuántas veces he retornado por esta ruta del infierno? ¿Tres, cuatro, cinco? Su memoria se estiraba, buscando entre tantos escombros del tiempo olvidado, una larga travesía para los migrantes centroamericanos al llegar a la frontera es caminar por la vía del tren, que desde 2005 debido a un huracán, no permite circular a los trenes de carga. Esta vía del tren garantiza que no encontrarán en su camino los tormentosos puestos de migración y que por lo menos hasta llegar a Arriaga no serán deportados a su país; pero para ello deben caminar bajo el sol aproximadamente 300 Kilómetros, tardando hasta una semana en hacer este camino, y ya en México la larga marcha de la muerte se inicia generalmente en Tapachula, en Chiapas, a menos de 10 kilómetros de Guatemala; entrar por Tapachula, Chiapas, y tomar el tren en el municipio de Arriaga,  y al llegar a Arriaga, luego de caminar casi una semana, los migrantes encuentran un albergue que les dará hospedaje y alimentación hasta tres días, además de orientación migratoria y la posibilidad de denunciar los constantes atropellos que han tenido que vivir en solo una décima parte del largo camino que les espera hasta la frontera de Estados Unidos; por ello con mucha razón que tiene el padre Rigoni al afirmar que la verdadera frontera de Estados Unidos está en Chiapas y los viajeros tardarán entre 20 y 25 días en llegar a la frontera norte, en los que habrán desembolsado “como mínimo” US$1 mil 130, y llevar ese dinero que les exigen los coyotes o “polleros” para cruzar a Estados Unidos; un viaje que solo parece gratis, pero a medida que avanza la bestia, su precio va subiendo, de tramo en tramo, sobornos, asaltos, secuestros, todo lo que se trae de valor va quedando hasta el punto de que a veces el pago de este viaje es dejar la vida en el camino. Así es este viaje que parte del sur de México frontera con Guatemala hacia Estados Unidos. El hombre que hablaba parecía estar siendo arrullado por el chaca, chaca del tren, es la Bestia, la temida máquina que miles de centroamericanos abordan para intentar cruzar México, también apodada la Devoradora de migrantes; y  la ruta del Pacífico parece menos peligrosa que la del Golfo eso, no significa que sea un camino de rosas ya que el 70% de los inmigrantes que la cruzan sufren algún tipo de abuso que en la mayoría de los casos es violento y todo empieza cuando hay que subirse a un tren que pasa a 20 kilómetros por hora es difícil para un adulto, ahora imagínate para una mujer o para un niño y ya arriba empieza lo mejor: se viaja a la intemperie, con riesgos de caerte, sol, hambre, por lugares remotos, te puede tumbar una rama de árbol, te puedes caer por sueño, te pueden bajar del tren y secuestrarte o extorsionar, y claro la sed y el hambre te acompañarán por todo el camino; entre sueños que eran vivas pesadillas, buscó sus cicatrices en las costillas, el navajazo en la pierna, solo parecían tatuajes, pero era la huella de esas batallas, esa resistencia para proseguir por la ruta maldita, que era igual, al maldito lugar que me había expulsado, al maldito lugar donde llegué a trabajar con horarios de esclavo, escondido para que la migra no me atrapara y me devolviera, era igual cuando en Tijuana, en Ciudad Juárez, me secuestraron y me bajaron todo lo que había ganado al otro lado. Igual que ahora, su voz parecía rechinar, como si estuviera aullando, como un lobo solitario gritándole a la luna y en ese desierto, el alma caritativa del férreo defensor, el sacerdote Alejandro Solalinde, director del albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec, hace todo lo que puede para atenuar ese sin fin violación de derechos humanos, ese costal de carencias que carga cada inmigrante, atenuar tanta impunidad, tanta prepotencia contra estos inexistentes expulsados allá como aquí, de todo posibilidad de mejorar sus vidas.

 

El hombre, ahí, con la mirada perdida. No sabía a ciencia cierta si su mirada estaba en la bruma de sus sueños o en la bola de recuerdos que venían como un montón de imágenes sin fecha. Una mirada escondida, chiquita como impidiendo la salida de un chisguete de tristeza, una gota de llanto, como el último esfuerzo para no doblarse. Todo eso, ya lo sabía, esa había sido su terapia, sacudirse el dolor y el sufrimiento de dejar a la familia, su mujer y sus hijos, esa era su autocuración, como las viejas de la patrona la habían gritado, aquel día cuando estirando la mano para agarrar la botella de agua, le dijeron en voz alta, es para la sanación. “Las Patronas”, un grupo de más de 20 mujeres que desde hace 17 años lanza comida a los migrantes que pasan en el veloz tren de La Bestia; mujeres, sin esperar nada a cambio, han podido construir una red de solidaridad a nivel nacional que les permite preparar 20 kilos diarios de arroz y frijol, además de algunas conservas, tortillas, frutas y pasteles para alimentar a las personas migrantes hambrientas y sedientas que no han podido comer y beber durante días.

 

El hombre estaba curtido, por ese ir y venir de aquí para allá, cruzar la frontera, volver de regreso, y una vez más cruzar la frontera. Retornar aquí, donde todo sigue igual, como allá. ¿Vengo o voy? ¿Cuál es la diferencia, Reynosa, Texas, California, Tijuana, Nicaragua, El Salvador, Guatemala? Esto parecía confundirlo, todo igual como por toda esa ruta, tantas veces recorrida. Una larga ruta miserable, atravesando la miseria de estos pueblos, cubriendo todo el presente de miseria, avanzando hacia este futuro miserable. Una travesía, que ya se la sabía de memoria y como si estuviera viendo el mapa de México visualizando las principales rutas que los inmigrantes siguen para llegar a Estados Unidos. Son cuatro. Los principales destinos son dos ciudades fronterizas al este Reynosa y Nuevo Laredo, la sempiterna Ciudad Juárez y Tijuana, al otro extremo del país; y ahora, ir por la ruta del Pacífico, Guadalajara, Jalisco, al oeste de México, la cuna de los mariachis, los charros y el tequila. La sede de la feria del libro más grande en habla hispana. Hasta hace poco no era una escala en el mapa de los 500.000 centroamericanos que cada año cruzan México para intentar llegar a EE UU., pero en los últimos años el número de inmigrantes que pasan por la segunda ciudad más grande del país se ha triplicado. Desde la matanza de 72 personas en San Fernando, Tamaulipas en el 2010, cada vez son más los que eligen la ruta del Pacífico: el camino más largo, pero el menos peligroso; y que atraviesa este sitio. Se les ve por los cruceros cercanos a la vía del tren, sentados en la calle, dormidos en la acera. Se han convertido en un quebradero de cabeza para las autoridades locales y han agitado prejuicios en una sociedad en la que los inmigrantes eran invisibles hasta antes de ayer.

 

¿Había enloquecido ó solo deseaba sacarse tantas palabras no dichas, tanto silencio? Si tu lo vieras, no lo podías creer; toda una vida, jalando aquí como allá, siempre pensando que dejó a su familia, a sus crías que cuando retornaba, siempre las encontraba creciendo. Un hombre que ya mordía los sesenta años, áspero, de pocas palabras. Un típico centroamericano, que en la bola, parecía otro nicaragüense más, otro guatemalteco, otro salvadoreño más y al cruzar las fronteras, seguro tu dirías, es un típico mexicano prieto, duro y curtido y entre esa ola de los que van en busca del sueño norteamericano dirías solo es otro inmigrante más que va para el norte, todos son iguales, sean de El Salvador, Guatemala, Honduras, Colombia, Ecuador, República Dominicana o de México. ¿Quién va a saber de donde eres en esta bola de 500,000 inmigrantes que cruzan por año? ¿A quien le importa tu vida o tu origen? ¿A quien le importa si eres Juan o Pedro? Y si das tu nombre te expones al soborno por eso te ocultas en el anonimato y por eso eres otro INEXISTENTE entre tantos inexistentes.

 

La bestia seguía avanzando por esa ruta innombrable a pleno sol. Mientras el hombre arrinconado en el vagón, seguía musitando palabras, parecía estarle hablando a otro, pero no, el le hablaba al otro de si mismo: un soliloquio cruzando los tiempos. Cuando su padre lo llevó, ese fue el primer cruce de fronteras, fueron años de ir a recoger cosechas en la California. Desde los seis años anda en ese trajinar de fronteras, a quien le importaba si tú eras de ese pueblo desconocido llamado Metapa anclado en el territorio de Nicaragua, pueblo al que después se llamaría la Ciudad Darío, en honor a la grande poeta, Rubén Darío y de esas tierras del gran Augusto César Sandino el liberador, patriota y revolucionario de Nicaragua. A nadie le importó nunca, porque tampoco tú sabías de donde venían tantos hombres, mujeres y niños llenos de sus historias, con sus familias, con sus penas y solo cargando es costal de carencias.

 

Había despuntado el sol, un viento fuerte y frío. El hombre que toda la noche se la había pasado gritando palabras inconexas, ahora estaba sumido en si mismo, absorto, ensimismado. Mascullando para si esa noticia que había corrido por todos los que venían montados en la bestia, aquellos otros iguales a ellos, inmigrantes de África buscando llegar a Europa, o aquellos otros que salieron del Medio Oriente y a punto de llegar a las tierras de Europa se ahogaron, porque la barcaza en que iban trescientos, niños, mujeres y hombres, todos se hundieron; a todos estremeció la noticia, todos se sintieron iguales a ellos, la pequeña diferencia, era tan frágil, tan débil, que no valía la pena mencionarla. Ahora estaban a salvo, pero el destino, aún no decía la última palabra, la Frontera era la prueba de fuego y eso, tampoco era garantía para llegar a donde cada uno deseaba llegar para trabajar, porque todos eran iguales sin papeles y tendrían que aceptar todas las condiciones impuestas para trabajar como esclavos escondidos. Es una inmensa ola de miles y miles de inmigrantes ilegales que cruzan el mundo, de aquí para allá, provienen de África, Medio Oriente, de Asia; y de Asia, China, Filipinas e India, y de Europa, Polonia y los estados que formaban parte de la Unión Soviética, igual que aquí, todos buscando enchufarse a la poderosa maquinaria de la producción globalizada en este mundo miserable tan igual a sí mismo.

 

 

POESÍA Y LOCURA. UN HOMENAJE A LEOPOLDO MARÍA PANERO UN HONOR DE UN PSICOANALISTA Y POETA QUE PUDE CONOCER.


POR PABLO VARGAS ÁNGELES

 

El poeta Español, Leopoldo María Panero, nace en 1948 y muere el 6 de marzo de 1914. Era un pájaro de canto negro que fue poseído por vivientes hablantes, rebeldes y desquiciados. Su poesía es un canto de cuervo por milenos transferido. Poe, Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, Artaud y muchos otros hicieron su vida y su voz maldita. Tomaron su cuerpo.

 

Su voz tomó mi cuerpo como un estado de sitio. Panero es metáfora de mi nombre propio. Es Pablo con Eros. La fascinación por su obra se convirtió en una invención de mi propia vida. Su fantasma ya me rondaba antes de su muerte.

 

Con Panero experimenté una vivencia de hechizo o posesión demoniaca. “La operación poética -dice Octavio Paz, hablando sobre el ritmo- no es diversa del conjuro, el hechizo y otros procedimientos de la magia…la actitud del poeta es muy semejante a la del mago.”[1] Quien lea a Panero, puede quedar poseído por el canto maldito de un excepcional brujo.

 

Ahora soy un demonio que escribe de otro demonio. Los poetas son demonios que están entre el cielo y la tierra, son el verbo de Eros aguzando los oídos de mortales; inventores de la pasión humana; del canto de la carne. Me congratulo con el embrujo y me dejo llevar por él.

 

Panero enloqueció muy joven y la psiquiatría lo mantuvo bajo las drogas hasta el final de su vida. Leopoldo padeció de la locura y escribió sobre ella, en una estética literaria muy singular, sorpresiva para España en 1970.

 

Panero se quiso matar por primera vez a los 19 años. “Una mañana de febrero no se levantó…En el domicilio familiar, Felicidad [su madre], extrañada, entra en el dormitorio…y lo encuentra tumbado en el lecho con una respiración dificultosa, de extraños estertores…Leopoldo dejó una nota de despedida…Debajo de la cama había dos cajas de fármacos vacías…Somatarax, unos comprimidos para los insomnios de origen psíquico, para impedir la propensión a las pesadillas”.[2] Después de ese evento, tuvo su primer internamiento el 22 de febrero de 1968 en la Clínica Nuestra Señora de la Paz, de los Hermanos de San Juan de Dios en Madrid, hospital psiquiátrico. Años después comentará: “Supongo que en realidad lo hice para llamar la atención y para que me atendiera mi madre, que no hablaba jamás conmigo y de repente me encuentro en un manicomio con un psiquiatra en lugar de con mi madre, que es con quien quería estar.”[3] Las cosas cambiaron para el poeta maldito español. Constantes internamientos, fugas, reingresos, drogas, alcohol, vagancia, otros intentos de suicidio, delirios y alucinaciones y el abandono de su estado físico. Antes del psiquiátrico, la cárcel por participar en manifestaciones comunistas, por alboroto urbano, por tráfico y consumo de mariguana. Después, un largo recorrido por manicomios. Dicen que conoció todos los psiquiátricos de la España franquista y pos franquista. Varias fugas y reingresos voluntarios. Y entre tanto escribía, como conjuros para la locura su poesía, narrativa, traducciones, recopilaciones, prólogos, ensayos y artículos. Su obra en prosa es rica en teorizaciones sobre la locura.

 

Habló públicamente de la locura en diversos espacios culturales y medios de comunicación como en museos, casas de cultura, en radio y televisión. Fue hecho un bufón muchas veces, entretenimiento televisivo para una audiencia sedienta de morbo; poco interesó su discurso. Escribe: “La locura es una estetización de una realidad adversa, y no sólo no carece de sentido sino que su función, por ejemplo en la paranoia, es dar sentido a lo que no lo tiene.”[4] Investigó con intensidad y ese afán lo llevó a ser punta de lanza a finales de la dictadura, en el estudio y divulgación de la obra de Lacan, Deleuze -entre otros- sobre el psicoanálisis, la antipsiquiatría y sus explicaciones de la psicosis y el malestar humano.

 

El poeta de generación, Luis Antonio de Villena, entrevistado al día siguiente de la muerte de su amigo, comentó para el periódico la Vanguardia: “era una persona que buscaba la muerte…Siguió un camino de autodestrucción que podía ser malo, podría estar uno de acuerdo con él o no, pero era el que había elegido. Y si le hubieran dejado seguir este camino, habría muerto hace mucho…prisionero de la medicina legal, debería provocar una reflexión sobre hasta qué punto la sociedad puede hacer lo que ha hecho con él…En esos años nunca mejoró, se le podía considerar un preso de la medicina. Si en el manicomio le hubieran curado, todo habría tenido sentido, pero simplemente le contuvieron, e iba lentamente a peor…Panero se convierte en una metáfora terrible contra todos...”. Y concluye Antonio de Villena: “Deseo de ser un piel roja, aunque es un poema muy juvenil, de alguna forma estaba muy dentro de él.”[5] Significaba ser un hombre no civilizado.

 

Sitting Bull ha muerto y no hay tambores

para hacerlo volver desde el reino de las sombras.

Deseo de ser piel roja.

Cruzó un último jinete la infinita

llanura, dejó tras de sí vana

polvareda, que luego se deshizo en el viento.

Deseo de ser piel roja.

En la Reservación no anida

serpiente cascabel, sino abandono.

DESEO DE SER PIEL ROJA.

(Sitting Bull ha muerto, los tambores

lo gritan sin esperar respuesta.)[6]

 

Panero piensa la locura como efecto de una sociedad e historia que niegan la animalidad humana, y adopta en su escritura el concepto de forclusión de Jacques Lacan para hablar de la sociedad que forcluye al salvaje, pero que siempre vuelve porque la animalidad no puede ser abolida, incide cíclicamente como una parte maldita que “Está al otro lado de la historia, como lo que se opuso a ella desde su principio. Y sin embargo, la historia no tiene otro futuro que ese: su aniquilación momentánea, semejante a un orgasmo. Y nosotros, esperar al héroe que, seduciendo nuestra parte histórica o social, nos lleve a la guerra y a la muerte, a la anti-historia. No hay pues, espiral ni progreso alguno. La historia es un retorno cíclico a su desaparición.”[7] A partir de 1973, toda su escritura estará minada de referencias y explicaciones breves, complejas, contradictorias y luminosas sobre la locura. A Leopoldo, le hubiera gustado ser piel roja en el mundo contemporáneo, pero el hombre piel roja o está en una reservación o en un hospital psiquiátrico.

 

Contra el conocimiento formal y la academia, Panero escribe en una intertextualidad y yuxtaposición entre filosofía, sociología, antropología, psicoanálisis, magia, literatura, esoterismo y poéticas, que la locura es un producto de lo social, no llueve del cielo: “No hay locos, sino enloquecidos. La locura es una reacción normal ante determinadas situaciones de jaque mate social o microsocial.”[8]

 

“Esta es toda la sabiduría que había en los antiguos –escribe María Panero-, aquélla que se resume en nombrar a la locura, en lugar de con paradigmas psiquiátricos, con epítetos que no disimulen ni ataquen su extrañeza. Es norma de modestia reconocer que lo que se ignora es un misterio, no un absurdo. Por el contrario, la psiquiatría, la única y verdadera forclusión, sella de antemano y para siempre las puertas del manicomio: el saber de la locura como algo que no existe, ya que la palabra esquizofrenia no es sino una denegación simbólica, aquello que Lacan llamara forclusión o exclusión definitiva del campo del lenguaje. Por el contrario, cuando se afirma que el loco es un ser humano, se está diciendo que nada de lo humano es extraño, y que el hombre no es exterior al hombre…el género humano no soporta demasiada verdad. Que el arte nos salve de aquélla, que la palabra nos esconda, que muramos dormidos en el agujero del sueño.”[9]

 

Leopoldo María Panero, murió dormido cerca de la media noche: fallo multiorgánico. Muchos años de dolor, de medicamento psiquiátrico, de cigarro, coca-cola y un cuerpo mortificado.

 

Para qué despertar si afuera me espera

Otra vez el hombre miserable

Prefiero ver dormido cómo mueren los ojos

Y cómo se desnudan las claras doncellas

Esclavas de la nada

De la nada que brilla con pie desnudo en el silencio…[10]

 

Panero fue un piel roja hospitalizado como en una reserva de pieles rojas en Dakota del sur. Gozaba de régimen abierto para salir y entrar, con algunas reglas; al parecer, lo trataban bien en general. ¿Qué hacer con la locura? Aunque siempre detestó el sitio siempre regresó. No podía sobrevivir en sociedad. Nunca pudo estar mucho tiempo fuera, de inmediato se metía en problemas. Sus conocidos más cercanos hablan de él como una persona dócil, tierna, obediente. Un paciente tranquilo; solitario se le veía pasear por los cafés y librerías de Palma de Mallorca. Recibió abundantes visitas y generosamente aceptó hacer entrevistas y participar en varios proyectos literarios y artísticos en conjunto.

 

Su obra es una poética del desamor, la animalidad, la locura y sus efectos: el vacío, la violencia, el odio, el terror, el cuerpo en fragmentos hinchado en sus orificios, con sus fluidos desbordados, el excremento, la orina, la saliva, el semen. Su lenguaje era el de la destrucción, el sin sentido, el neologismo, la repetición, el collage. En el ritmo de su escritura podemos ver la forma de su cuerpo, la dimensión de su ser. Fue poseído por Lacan y su teoría de la forclusión y por Freud, Jung, Ferenzcy, Deleuze -por mencionar algunos de los más importantes- y los hacía converger, soportar su conjetura del mal entre contradicciones y analogías. “La teoría lacaniana de la forclusión es lo que más claramente explica este interdicho: aquel hombre que se halla fuera del cogito devenido ley imperativo no es capaz ya para siempre de sentido o de razón, y no es un hombre. El neurótico sí, es “medio-hombre” y puede hacer como Torrebruno, el papel de payaso en la comedia psicoanalítica –la <>- buscando en vano acceder a un signo todopoderoso…Ningún delirio tiene más estructura que la de la esperanza, la de <> como apunta Lacan…”[11]

 

Con Panero se experimenta una sensación fugaz de comprender qué es la locura. Fugaz porque enseguida se oscurece su escritura en un tejido intertextual complejo, abundante, repetitivo y caótico de gran riqueza filosófica e imaginativa. Por unos instantes, la verdad sobre la condición humana y su tragedia aprehendemos. Es un espejo metafórico donde todos tienen su retrato:

 

“Todo hombre es en sí un continente, no una isla. El deseo del hombre es deseo del otro. Por ello cuando alguien cae caemos todos con él. Por ello ninguna tragedia es concebible en solitario, llovida del cielo. Es más, la soledad es imposible: está poblada de fantasmas… Y viceversa, de mi tragedia tu oscuridad emana. No eres un hombre, estás marcado por la oscuridad. Por no haberte arriesgado a perder el sentido, he aquí que careces de él.”[12]

 

El canto maldito de Panero no perecerá con su muerte, viene de milenarios cuervos y nuevos herederos de estos cantos vomitan nuevos versos. Irrumpe su voz ahora y trae la gracia y la luz al Golem.