domingo, 26 de junio de 2011

Noticias del espíritu y avisos del alma... ¿no les suena?

“El héroe, en todas las tradiciones, es ante todo fuerte, y ser fuerte significa algo asombrosamente parecido en la mayoría de las culturas: ser fuerte es ser intrépido y generoso. No temer la destrucción física por encima de todas las cosas, no retroceder ante lo que puede y debe ser hecho, no someterse a lo que le es extraño e injustamente hostil, no querer ensalzarse con la humillación del otro, renunciar a todo el botín de la victoria con triunfal alegría, conceder la paridad de la nobleza a quien ya no la espera, a quien aún no la merece. La fuerza del héroe es el cumplimiento de lo que nos prometemos con la virtud.”
Fernando Savater

“No puede el héroe pensar que la vida auténtica esté en parte alguna fuera de en él mismo y por tanto no siente la comezón de castigar ni de atisbar ni de reprimir. Incluso cuando luche contra lo que fuera de él o en él encarne lo que considera bajo un aspecto determinado el Mal, lo hará sabiendo que nadie es realmente culpable del Mal, pero en cambio jubilosamente consciente de que gracias al Mal puede haber héroes.”
Fernando Savater



“Imposible, es decir: impensable. Fallan las categorías, la razón sigue su carril inexorable y se separa de la evidencia. No se puede pensar el movimiento, ni el heroísmo: lo que se piensa es inmutable y necesario, no móvil y libre. Pero ahí está el movimiento y ahí están los héroes: Diógenes pasea y larga de vez en cuando un puntapié a una piedra; Aquiles, no contento con alcanzar a la tortuga, conquista Troya. ¿Cómo puede ser? No puede ser, pero es.”
Fernando Savater

viernes, 24 de junio de 2011

Le parecemos bajas colaterales, Señor?


Lo que ha hecho Javier Sicilia es extraordinario...

sábado, 18 de junio de 2011

WATER FOR ELEPHANTS

Vengo hoy sábado de una comida "Pantagruélica" (eso sí, no me vayan a pedir recetas de cocina por favor! he he he, dejémoslo en recetas para buenas bebidas, por cierto: el otro día vendí un ecualizador de 30 bandas por canal que tenía a un Barman y chavo que pone la música en un antro que está chingón, pero que tiene un nombre horrible: "El club de Toby" Hablé con el dueño y le dije: "no mame, así no va a venir la gente, póngale de perdida el club de max" Y se quedó pensativo, y al barman tuve qué explicarle cómo se conectan los cables, ya hasta le quería cobrar de más) y después me fuí a ver en los CINEMEX de Hot Waters "AGUA PARA ELEFANTES" Una historia supuesta de un circo en Estados Unidos en la época de la depresión. No soy crítico de cine, ese oficio lo tenemos todos, pero las piernas y las tetas de Ressee Whiterspoon valen la pena para que aguanten toda la película. Salut mundano(a)s, pasen la noche junto al galán o la galana, que mañana es día del bueno.

viernes, 10 de junio de 2011

LA NUEVA DOS FILOS No. 113

Chéquense las palabras de Sergio Mondragón y Jaime Augusto Shelley por recibir el Premio Internacional de Poesía Zacatecas 2010, además lo de Claudia Santa-Ana (muy buena poeta Aquicalidense, ya lo he dicho aquí), además los poemas de Luis Gorge Boone, se ve que el libro entero de Los Animales Invisibles ha de estar muy bueno. Ya nos gustaría ver ern la sección de radiografías musicales -que son el inolvidable sello de las portadas de DOS FILOS, algo sobre King Krimson ó Dire Straits mejor, o si no es mucho pedir, algo sobre la obra de un gran Genio: Ian Anderson, creador de Jethro Tull... salut mundanas y mundanos... hasta otra.

miércoles, 8 de junio de 2011

Woody Allen Sobre BERGMAN

La Jornada Semanal, domingo 22 de junio del 2003 núm. 433


Woody Allen

 
Vida de un genio

¡La voz del genio! "Día tras día me llevaban o me arrastraban, gritando de angustia, al colegio. Vomitaba encima de cualquier cosa, desfallecía y perdía el sentido del equilibrio." Sobre su madre: "Intenté abrazarla y besarla, pero me apartó con una bofetada." Sobre su padre: "Las palizas brutales eran su argumento favorito." "Me pegó, y yo le devolví el golpe. Se tambaleó, y acabó sentado en el suelo." "Llevaron a mi padre al hospital, para operarle de un tumor maligno en el esófago. Mi madre quería que yo fuese a visitarle. Le contesté que no tenía tiempo ni ganas." Sobre su hermano: "Mi hermano tenía escarlatina... (naturalmente, yo esperaba que se muriera. La enfermedad era peligrosa en aquellos días)." "Cuando mi hermano abrió la puerta, le golpeé con la garrafa en la cabeza. La garrafa se hizo añicos y mi hermano se desplomó mientras la sangre manaba de la herida. Alrededor de un mes más tarde, me agredió sin previo aviso, y me saltó dos dientes. Respondí pegándole fuego a la cama mientras dormía." Sobre su hermana: "Mi hermano mayor y yo, normalmente enemigos mortales, hacíamos las paces y tramábamos planes para asesinar a ese diablillo repulsivo." Sobre él mismo: "Una o dos veces en mi vida he acariciado la idea de suicidarme."

Un entorno religioso: "La mayor parte de nuestra educación se basaba en conceptos tales como el pecado, la confesión, el castigo, el perdón y la gracia. Este hecho bien pudo contribuir a nuestra sorprendente aceptación del nazismo." Y finalmente, una evaluación de la vida: "Se nace sin objeto, se vive sin sentido... Y al morir, no queda nada."

Con esos antecedentes uno tiene que ser un genio. O eso, o hacer muecas en una celda cerrada a cal y canto y con paredes almohadillas con cargo al Estado. No me inspiraban motivos precisamente nobles cuando vi mi primera película de Ingmar Bergman. Los hechos fueron así: yo era un adolescente que vivía en Brooklyn, y corrió la voz de que iban a dar en un cine del barrio una película sueca, donde una muchacha se bañaba completamente desnuda. Raras veces he pasado la noche en la calle para ser el primero en la cola de una película, pero cuando Un verano con Mónica se estrenó en el cine Jewel, en Flatbush, un chico pelirrojo con gafas de negra montura fue visto atropellando a ciudadanos respetables en su afán por conseguir la butaca más selecta y discreta.

Yo no sabía quién era el director de la película, ni me importaba, ni tenía sensibilidad entonces para apreciar su fuerza: la ironía, las tensiones, el estilo expresionista alemán con su poética fotografía en blanco y negro y los toques eróticos sadomasoquistas. Yo salí pensando únicamente en el momento en que Harriet Andersson se quita la ropa, y aunque era mi primer contacto con un director que acabaría considerando con fervor como el mejor de todos, no lo comprendí entonces. Hasta que unos pocos años más tarde, en busca de algo más estimulante que una tarde de minigolf, la chica con que me había citado y yo fuimos paseando para ver una película titulada Noche de circo. Yo era un poco mayor y empezaba a sentir un más amplio interés por el cine, y la experiencia fue decididamente más profunda esta vez. El sentido alemán seguía siendo su influencia principal y había una paliza tremenda, sádica en el clímax; aunque el argumento no estaba del todo centrado, la película había sido dirigida con tan inmenso talento, que estuve en vilo en mi butaca hora y media, con los ojos como platos. Realmente, la secuencia en la que Frost, el payaso, va a buscar a su casquivana esposa, que chapotea desnuda en el agua para divertir a unos cuantos soldados, era tan magistral en su planificación, ritmo de montaje e inspirada evocación de la humillación y el dolor, que había que retroceder hasta Eisenstein para hallar una fuerza cinematográfica comparable. Esta vez, desde luego, anoté el nombre del director, que era sueco y que, como me pasaba siempre entonces, archivé y olvidé.

Hasta fines de los cincuenta, cuando llevé a la que era mi mujer entonces a ver una película muy comentada y con el título no muy prometedor de Wild Strawberries (Fresas silvestres) no comenzó lo que se convertiría en una adicción de por vida a las películas de Ingmar Bergman. Todavía me acuerdo que la vi con la boca seca y el corazón latiendo con fuerza desde la primera y misteriosa secuencia inicial del sueño hasta el sereno primer plano final. ¿Quién podría olvidar tales imágenes? El reloj sin agujas. El carruaje tirado por un caballo que se atasca. El sol cegador y el rostro del viejo arrastrado al ataúd por su propio cadáver. Evidentemente, había ahí un maestro con un estilo inspirado y personal; un artista de profunda inquietud e intelecto, cuyas películas se revelarían a la altura de la gran literatura europea. Poco después vi El mago, una audaz dramatización en blanco y negro de ciertas ideas de Kierkegaard presentadas como un cuento de ocultismo, potenciadas por una cámara hipnótica, original, cuyo estilo hallaría su crescendo años más tarde en la onírica Gritos y susurros. La referencia a Kierkegaard no acarrea que la película sea árida o didáctica en exceso. Tengan la plena seguridad, por favor, de que El mago, como la mayoría de las películas de Bergman, posee un brillante sentido del espectáculo.

Porque, además de todo eso –y quizá lo más importante– Bergman sabe entretener, es un gran narrador de historias que jamás pierde de vista un hecho: sean cuales fueren las ideas que desea comunicar, las películas tienen que emocionar al público. Su teatralidad es realmente inspirada, e imaginativo su empleo de la iluminación gótica, pasada de moda, y las elegantes composiciones. El exagerado surrealismo de sueño y símbolos, el montaje inicial de Persona, la cena de La hora del lobo, y en La pasión de Ana, el descaro de parar a intervalos el absorbente relato, para que los actores expliquen al público lo que intentan expresar, constituyen momentos de gran espectáculo.

El séptimo sello fue siempre mi película favorita, y me acuerdo de cuando la vi, con no mucho público, en el viejo cine New Yorker. ¿Quién podría imaginar que un tema semejante pudiese proporcionar una tan agradable experiencia? Si tuviese que explicar el argumento, para convencer a un amigo de que la viese conmigo, ¿qué podría yo decir? "Bueno, transcurre en una Suecia medieval azotada por la peste y explora los límites de la fe y de la razón a partir de conceptos filosóficos daneses y hasta cierto punto alemanes." Eso no guarda gran relación con lo que se entiende por pasar un rato divertido, pero está todo contado con imaginación, suspenso y olfato tan pasmosos, que uno se queda clavado como un niño oyendo un desgarrador cuento de hadas. La negra silueta de la Muerte aparece de pronto en una playa, y el Caballero de la Razón la desafía a una partida de ajedrez, intentando ganar tiempo y descubrir algún sentido en la vida. La fábula arranca y se despliega con siniestra inevitabilidad. ¡Y las imágenes, una vez más, quitan el aliento! Los flagelantes, la quema de la bruja (digna de Carl Dreyer), y el final, con la Muerte que conduce el baile de los condenados al infierno, en uno de los planos más memorables de todos los tiempos.

Bergman es prolífico, y las películas que siguieron a sus primeras obras han sido ricas y variadas, según sus obsesiones se desplazaron del silencio de Dios a las torturadas relaciones de almas llenas de angustia que tratan de comprender sus sentimientos. (En realidad, las películas descritas no son exactamente sus primeras, sino obras medias, porque había dirigido algunas películas, desconocidas hasta que su estilo y reputación fueron generalmente reconocidos. Estas primeras películas son muy buenas, pero sorprendentemente convencionales, sabiendo adónde irían a parar.) En los cincuenta había asimilado sus influencias, al tiempo que su genio se afirmaba. Los alemanes todavía le impresionaban. Yo veo a Fritz Lang en su obra, y a Carl Dreyer, el danés. Y también a Chéjov, Strindberg y Kafka. Yo divido sus películas entre las que son sencillamente soberbias (Detrás de un vidrio oscuro, Luz de invierno, El silencio, La fuente de la doncella, La pasión de Ana, por citar algunas) y las obras maestras verdaderamente notables (Persona, Gritos y susurros y Escenas de la vida conyugal), junto con otras que había visto antes. Hay también películas atípicas como Vergüenza y Fanny y Alexander, que proporcionan sus propios placeres particulares, e incluso algún traspié ocasional como El huevo de la serpiente o Cara a cara.

Pero hasta en los experimentos menos afortunados de Bergman hay instantes memorables. Ejemplos: el sonido de una sierra fuera de la ventana durante una escena íntima entre los amantes adúlteros en El toque, y el momento en que Ingrid Bergman enseña a su patética hija cómo debe interpretarse al piano cierto preludio en Sonata de otoño. Sus fracasos son con frecuencia más interesantes que los logros de otros. Y pienso ahora en De la vida de las marionetas y Después del ensayo.

Una digresión sobre el estilo. El ámbito predominante en las películas acostumbraba a ser el mundo físico, externo. Sin duda, así ha sido durante años. Ahí están las películas cómicas y los westerns, y las películas de guerra, y las de persecución, y las películas de gángsters, y las películas musicales, para atestiguarlo. Pero, al afirmarse la revolución freudiana, sin embargo, el ámbito más fascinante del cine derivó hacia lo interior, y las películas se encontraron con un problema. La psique no es visible. ¿Y qué hay que hacer cuando las batallas más interesantes se libran en el corazón y en la mente? Bergman desarrolló un estilo para abordar el interior del hombre, y es el único director que ha explorado los campos de batalla del alma hasta el último confín. Impunemente, ha escrutado con su cámara los rostros hasta perder la conciencia del tiempo, mientras sus actores y actrices lidiaban con su propia angustia. Y veías grandes interpretaciones en tremendos primeros planos que duraban mucho más tiempo del que los libros de texto consideran conveniente para el arte del cine. Los rostros lo son todo para Bergman. Primeros planos. Más primeros planos. Extremados primeros planos. Creó sueños y fantasías, para combinarlos con tanta delicadeza con la realidad, que gradualmente un cierto sentido de la interioridad humana salió a la superficie. Y empleó enormes silencios con increíble eficacia. El territorio de las películas de Bergman es diferente del de sus contemporáneos. Hace juego con las playas desoladas de la isla rocosa donde habita. Ha encontrado un medio para mostrar el paisaje del alma. (Ha dicho que ve el alma como una membrana, una membrana roja, y así la mostró en Gritos y susurros.) Al rechazar la norma de acción convencional establecida en el cine, ha permitido que en el interior de los personajes bramen guerras tan agudamente visuales como los movimientos de un ejército. Vean Persona.

Por si esto fuera poco, damas y caballeros, Bergman es un director barato. Es rápido, sus películas cuestan poco, y su minúscula banda de colaboradores es capaz de completar una verdadera obra de arte en la mitad del tiempo y por una décima parte del dinero que muchos dilapidarían en un suntuoso desperdicio de celuloide. Y, además, escribe los guiones él solito. ¿Qué más se puede pedir? Significado, profundidad, estilo, imágenes, belleza visual, tensión, instinto narrativo, rapidez, economía, fecundidad, innovación, una dirección de actores sin par. A todo eso me refiero cuando digo que es el mejor. Tal vez otros directores le superan en áreas aisladas, pero nadie es un artista tan competo como él.

De acuerdo, volvamos a Linterna mágica, su libro. Habla mucho de problemas del estómago. Pero es interesante. Es informal, anecdótico. No es cronológico, como se supone que debería ser la historia de la vida de uno. No se monta una saga acerca de cómo empezó y, poco a poco, dominó el teatro y el cine de Suecia. La narración da saltos, hacia delante y hacia atrás, aparentemente a capricho de la inspiración del autor. Contiene extrañas anécdotas y sentimientos tristes. Una extraña anécdota: de niño se quedó encerrado en un depósito de cadáveres, donde le fascinó el cuerpo desnudo de una muchacha. Un sentimiento triste: "Mi mujer y yo vivimos muy próximos. Uno de los dos piensa, y el otro responde, o al revés. No sé cómo definir nuestra afinidad. Pero un problema es insoluble. Algún día un golpe caerá para separarnos. Y ningún dios afable nos convertirá en árboles que den sombra a la granja." Omite cosas que uno creía que iba a considerar. Sus películas, por ejemplo. Bueno, tal vez no las omita exactamente, pero dice mucho menos de lo que cabía esperar, considerando que ha hecho más de cuarenta. Tampoco se habla mucho de sus esposas en este libro. Las ha tenido en abundancia. (Y montones de hijos también, aunque apenas se les mencione.) Entre ellas está Liv Ullmann, que vivió años a su lado, fue la madre de unos de sus hijos, y una gran estrella en sus películas. Tampoco se dice mucho sobre los actores y las actrices de sus películas.

¿Y qué hay entonces? Pues hay muchas revelaciones apasionantes, pero sobre su infancia en la mayor parte. Y sobre su trabajo en el teatro. Detalle interesante, dibuja cada escena antes de ensayarla. Y hay un relato emocionante de cómo dirigía a Anders Ek, un actor en varias de sus películas, enfermo de leucemia y que utilizaba su miedo a la muerte próxima para interpretar un personaje de Strindberg. Bergman adora el teatro. Es su verdadera familia. De hecho, la cálida, entrañable familia de Fanny y Alexander nunca existió en la realidad, es un símbolo del teatro. (Eso no está en el libro. Pero lo sé.) Bergman habla también de sus enfermedades: "He padecido varias dolencias indefinibles, y no puedo decir a ciencia cierta si deseaba sobrevivir o no." Y sobre sus funciones corporales: "En todos los teatros donde he trabajado un cierto tiempo, he tenido siempre mi propio retrete."

Su crisis mayor también está aquí, el escándalo de los impuestos. Uno se queda hipnotizado leyendo su recuento. En 1976, Bergman fue groseramente sacado de un ensayo y llevado a la jefatura de policía para declarar sobre el dinero que debía al gobierno, porque su declaración era incorrecta. Eso es algo que puede pasar cuando uno recurre a un gestor, presume que él lo llevará todo estupenda y abiertamente, y descubre luego que, confiadamente, ha firmado papeles sin entenderlos, o siquiera leerlos. La cuestión está en que Bergman era inocente de la acusación de fraude premeditado, pero la hacienda sueca no evitó que las autoridades le trataran de forma desabrida y cerril. El resultado fue una depresión nerviosa, una hospitalización, y un exilio autoimpuesto en Alemania, entre sentimientos de rabia y profunda humillación.

En fin, la imagen que uno saca es la de una personalidad altamente emotiva, no fácilmente adaptable a la vida en este mundo frío y cruel, pero muy profesional y productiva, y desde luego un genio del arte dramático. A juzgar por la traducción, Bergman escribe muy bien y, con frecuencia, sus descripciones prenden y emocionan. Yo devoré cada página, pero no se me puede hacer demasiado caso, porque siento el mayor interés hacia este artista particular. Se me hace difícil creer que ha cumplido ya los setenta años. En su libro recuerda que, cuando tenía diez años, le regalaron una linterna mágica, que proyectaba sombras en la pared. Eso despertó en él una pasión amorosa por el cine, conmovedora en la intensidad de su sentimiento. Ahora que su fama es mundial y ya no hace más películas, escribe lo siguiente: "La butaca es cómoda, la habitación acogedora, se hace la oscuridad y las primeras imágenes tiemblan en la pantalla blanca. Todo está en calma, el proyector susurra débilmente en la insonorizada sala de proyección. Las sombras se mueven, vuelven sus rostros hacia mí, quieren que preste atención a sus destinos. Han pasado sesenta años, pero la emoción sigue siendo la misma."

martes, 7 de junio de 2011

QUÉ HORAS SON? HEY MANO DAME TU HORA?

Sí señor, cómo no, es más, es la hora que usted quiera....

sábado, 4 de junio de 2011

ESCÁNDALO POR IMBÉCILES CHARLATANES, EL AÑO PASADO CREEN O NO CREEN?

Escándalo alrededor del FONCA,


MARCOS GARCÍA CABALLERO.

CAARTA DIRIGIDA A SAÚL IBARGOYEN:



El día 10 de diciembre de 2010 apareció en el periódico La Jornada y en otros periódicos, los nombres de los ganadores del Sistema FONCA de CONACULTA.

Esto es un hecho.

Para empezar a explicar éste caso es intrincado y complejo lo que yo deseo plasmarte y manifestarte Saúl. Es mi verdad única como persona en activo filósofo en calidad de aspirante de la UNIVERSIDAD VIRTUAL DE CHIUHUAHUA, que depende de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIHUAHUA, ex maestro IBARGOYEN; y recién egresado de dos cursos: Primero: EL ENSAYO LITERARIO, coordinado por el maestro Ricardo Pérez Ávila en el CENTRO CIELA FRAGUAS de Aguascalientes con CONSTANCIA. Segundo: CURSO DE GUIÓN CINEMATOGRÁFICO por parte de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE AGUASCALIENTES, egresado con CONSTANCIA. Además deseo expresarte, querido ex Maestro que soy practicante de YOGA. Mi situación como residente en la ciudad de Aguascalientes a tenido muchos aspectos, resido en el estado desde 2006. He estudiado, he sido Becario estatal del ICA (Instituto Cultural de Aguascalientes) como creador literario con trayectoria y trabajador como Maestro en distintos sitios como el Programa PRO-ARTE y soy ya, a estas alturas, un escritor con trayectoria reconocido, hasta tanto que, gracias a internet no se puede saber cuántos y de cuántos Países me han leído ó, de dónde son muchos de mis lectores.

Soy practicante de Yoga. El Yoga es un deporte que combina aspectos espirituales de la persona y aspectos físicos, no soy creyente de la religión católica en ningún grado. Pero pienso, asimismo, que ignorar la influencia del catolicismo en nuestro país sería estúpido he irresponsable. La mente en estados normales sin altos rendimientos de concentración atrae lo que repele y lo que agradece, ya sean personas, objetos o ideas, esto es un hecho comprobado. No es de mi interés polemizar al respecto, pero te aseguro Saúl, que esto se muestra muy claramente al momento de practicar YOGA, como quien dice, en el momento de ejecutar la YOGA combate dentro y fuera de la persona el EROS Y EL TÁNATOS y, al final, uno encuentra un estado de PAZ INTERNA. Soy una persona trabajada y leída Saúl, cuento con amplios reconocimientos como escritor y, tengo el Premio Salvador Gallardo Dávalos por mi primer texto largo novela, EDAD EN EL ALBA, además antes saqué y presenté en el corazón del Zócalo de la ciudad de México mi primer libro de Poesía titulado INFINITOS DISPERSOS que tú prologaste, según recuerdo en el año 2001.

Saúl, escucha esto: Si una persona cuyo destino y posición social me provoca y me amenaza con patanerías prepotentes y desconozco dónde está, ¿lo podría encarar? Creo que lo puedo encarar de frente, pero si mediante el YOGA esa persona se me revela como una entidad mental que busca someterme, estoy perfectamente seguro que es su mala conciencia la que actúa, yo lo evado y sigo en mi ejercicio, pero si en mi vida diaria esa persona adquiere una entidad ó una sombría presencia, puedo afirmar que desea hacerme daño, yo te lo confieso Saúl: YO NO DESEO HACERLE DAÑO A NADIE, pero sé muy bien de dos personas que buscan perturbarme de una manera más allá de parámetros normales de actitud y conducta. Una de esas personas es, desgraciadamente, un escritor, Heriberto Yépez y el otro es un tal vecino mío que presumiblemente se llama Juan, la verdad: su nombre y su vida no me interesa, pero él me ha demostrado, mediante actos grotescos y no lo niega en su actitud, que es una especie de supuesto DIOS personal para mí que día a día me hostiga y que, cuando llega la hora seria de la sensatez, se revela como un verdugo y ¡¡¡él lo asume y así lo ha hecho desde hace años!!!

Ésta persona, Saúl, se quiso enterar si yo tenía, en primer lugar, enemigos, como no los encontró, pero el escritor Heriberto Yépez juega fanfarronamente a que somos de verdad enemigos, te lo digo así Saúl: un tiempo le seguí el juego, pero en momentos fuertes en los que uno se juega su cordura y su salud mental, yo dije: esto ya no. Y no solamente esto ya no, sino que decidí dejar de leer cualquier artículo que él publicara o sus libros, de los cuales tengo 3, o cualquier publicación electrónica suya. Creo que eso de los enemigos literarios con esto, es más REAL que la PROPIA COMPETENCIA entre los escritores, bueno.

Te COMENTO y voy al meollo de ésta carta dirigida a ti SAÚL: estaba yo esperando el fallo de la convocatoria del FONCA para la que salieron sus resultados hace poco. Yo creo que tú entenderías que estaba al pendiente de dichos resultados, pero la cosa Saúl, es que yo, además de estar en esos 2 CURSOS, estaba haciendo un curso propedéutico para entrar a la FILOSOFÍA EN LÍNEA.

Éstas personas Saúl, para decirlo rápido, me coaccionaron, me arrinconaron, me dispararon como disparan los que no tienen balas, me forzaron a que yo, mediante sus golpes bajos… ¡Qué padre es dar un golpe bajo!! ¿Es lo más fácil verdad?!! Pero qué difícil conseguir dos constancias de estudio literario y, al mismo tiempo, hacer un curso propedéutico para hacer FILOSOFÍA VIRTUAL VERDAD??? Eso es algo que saben bien éstas personas y por eso, unos días antes de que se diera el fallo del jurado del FONCA, donde yo competía con mi trabajo, éstas dos personas me acorralaron con tal saña en mi propiedad que me coaccionaron a que, número uno: se convirtieran en el asunto más importante de mis momentos esos días y descargaron su furia con la forma que ellos ya sabían que podían acorralarme en mis cosas, mis bienes y mi hogar para que esas personas lograran que yo creyera de antemano que el reconocimiento lo tenía asegurado pero, ese mismo día, en la noche, cuando se dieron los resultados, regresando de mi último curso con la Constancia, me quedé meditando en un café céntrico sobre esos actos y esos procederes mentales, (Yépez es filósofo Saúl) que parece que en pura apariencia no existen, pero negar esto es como negar los fundamentos del catolicismo, no en tamaño, pero sí en igual grado, te diría Saúl, yo creo que uno busca su bienestar en el YOGA y lo mejor para su comunidad con su estudio esa noche en el café, sus trucos no funcionaron y al no funcionar, cerca del lugar donde está la iglesia de San Antonio y su sacristía, se evidenció que buscaban asegurarse de que yo fuera descalificado como candidato a la BECA DEL FONCA 2010-2013.



Tú sabrás que comentario te merece esto SAÚL, estoy convencido de que hubo fraude parta mí en ese dictamen.



12 de diciembre de 2010.



MARCOS GARCÍA CABALLERO.

Mi amistad Saúl IBARGOYEN y todo mi respeto MAESTRO DE MAESTROS.

A VER.. QUIERO VER EL NOMBRE DEL QUE LE DIGA TRAIDOR A ÉSTE CUENTO, HA MEN? QUIERO VER... YO SÍ LO QUIERO VER: AHÍ TE VA: "LOS PRESOS"

L O S  P R E S O S.
Por Marcos García Caballero

A Joaquín Castro.
Para estar boca arriba en el camastro de la celda, Martín giró la espalda y tomó su plato del suelo. Había dormido durante todo el medio día y la tarde a pierna suelta, soñando que manejaba su Ford por la recta de una carretera junto a su guapa ex mujer, y que habían especulado con interés y todavía con gran pasión entre los dos, sobre cuál sería la causa de que las montañas a lo lejos tomaran un pigmento azuloso o francamente gris, incluso un poco más gris que el patio de la cárcel que, solamente por algo ambiguo que podríamos llamar “suerte”, hoy no había tenido el infortunio ni la rutina odiosa de contemplar.

El día anterior, del que ahora sólo se asomaba el cansancio aún a pesar del sueño, había trabajado sus ocho horas obligatorias en los talleres del presidio haciendo tornillos y sus compañeros, la mayoría desconocidos de los que no le importaba ni sus nombres ni sus motivos de reclusión, al saber la noticia, se habían despedido de él mostrándole una solidaridad sobre la que no deseaba cuestionarse si era efectivamente sincera o sólo un modo de mostrarla solemnemente en ocasiones como ésta; tal vez él hubiera actuado de la misma manera y no le habría importado nada, de hecho la noticia lo había hecho verse a sí mismo como si fuera otra persona, con una suerte menos irrevocable, menos inmediata, cuestión muy difícil de imaginar en otras circunstancias, pero que era el comienzo de lo que no había asimilado totalmente, pues verse como otro, soñar que otro es el que correrá con esa suerte, es lo que indudablemente al principio, elabora en soledad el condenado a la silla eléctrica.

Si no hubiera sido por el hambre, no se hubiera despertado del camastro y habría dejado pasar el tiempo hasta que se apagara la luz de las celdas y vinieran a buscarlo, pero recapacitó y se dijo que comer un plato de frijoles alumbrado por luz eléctrica era mejor a aceptar llanamente la muerte y seguir durmiendo tan tranquilo como si nada fuera a ocurrirle. Se sentó sobre el catre, notando inmediatamente el cambio de temperatura de su cuerpo y recordó la dulzura de su madre, a la que imaginó bajo la luz que se estampaba sobre la pared que lo dividía de la celda contigua. La imagen estaba ahí y se esforzó por no olvidarla, aunque por momentos se convertía en la del sueño, la de su ex esposa mirando a lo lejos las montañas azules y hablándole con el tono que suelen hablar los recuerdos felices de hace muchos años, en caso de que los haya.

Al escuchar el sonido de la cuchara raspando el plato, Saúl entendió que su vecino de celda había despertado y, a pesar de que el tema había sido motivo de muchas pláticas anteriores, sintió deseos de hablar con su amigo por última vez y, mediante un susurro que en realidad deseaba gritar, preguntó con vergüenza:

—¿Martín?

Aquél seguía comiendo y contemplando la imagen de su madre y su ex esposa subida en el Ford alejándose por la carretera, hasta que en sus muelas empapadas de caldo frío descubrió con dolor una piedra insignificante. Con una sonrisa miró al vacío y dijo:

—¿Qué quieres?

A Saúl se le iluminó el rostro al escuchar las palabras de Martín. Se arrastró por el piso hasta la pared que separaba las celdas y pegó su cara en los barrotes. Abrió la boca pero se dio cuenta que francamente, no tenía nada que decir y trató de disculparse diciendo después de aquél silencio:

—Martín, oye, mira amigo, lo siento, de verdad...

Martín oyó ese farfullar de palabras de poco peso mirando su plato de frijoles y con cierto hartazgo, sólo atinó a decir:

—A ver, ¿qué cosa?

—Bueno, ya sabes, este... sólo quería decirte... ¡sólo quería decirte lo que ya sabes! No sé qué decir a parte de todo lo que ya hemos hablado.

Saúl sacó la mano por entre los barrotes y dijo en ese mismo balbuceante tono:

—Dame la mano, amigo.

Martín vio la mano, se bajó de la cama y se acercó a gatas a la pared que los dividía donde podía tomar la mano temblorosa que se le ofrecía, estuvo a punto de soltar el plato de frijoles pero dijo:

—Mira, ¡qué bueno que me das la mano! ¡En este momento necesito una mano, alguien a quien darle algo como recuerdo de mi vida, algo que haga que nadie en este pinche mundo me olvide! Déjame darte este regalo...

Del otro lado de la celda, Saúl puso cara de extrañamiento, se le arrugó la piel en medio de las cejas, dobló las piernas cruzándolas una sobre la otra y tomó el regalo que le daba Martín. Regresó su mano y adentro de su celda abrió el puño, donde descubrió la piedra que Martín había encontrado en el plato de frijoles. Escuchó que éste soltaba una risita y dijo:

—Pinche Martín...

—Bueno —aseguró Martín—, es la hora de la verdad ¿no?

Del otro lado de la pared no se escuchó voz alguna y Martín de pronto se sumió en la tristeza, porque de verdad era triste el silencio antes de la muerte, era como un estúpido presagio que no trae ya nada más que la pesadez y el fracaso de la ilusión humana. Se puso el plato de frijoles entre las piernas y dijo:

—Saúl, hermano del alma, mi único amigo desde mi llegada a este asqueroso lugar, antes de que vengan por mí y me veas partir tenemos que rematar... (se arrepintió de esta palabra y dijo riendo): bueno, olvídalo, tenemos que jugar la última partida, la partida definitiva... y si quieres mientras tanto platicamos de lo que quieras.

Saúl sabía perfectamente a lo que se refería Martín y se emocionó mientras corría por su descuidado lápiz con el que algunas veces se entretenía haciendo dibujos. Puso la punta sobre el suelo y dijo con orgullo:

—Mira Martín, no tengo que decírtelo, escoge tú.

Del otro lado de la celda, Martín dijo con la boca llena de frijoles:

—Pues por esta vez creo que me tocan las negras ¿no? —Y se echó a reír de nuevo.

Saúl garabateó con su lápiz en el piso un bosquejo de tablero y dijo entusiasmado:

—Me parece buena idea: Peón cuatro Dama.

—Bueno... pues Caballo tres Alfil Rey— contestó Martín, dejando el plato a un lado y se golpeó con la cuchara en la cabeza recordando aquella imagen de su tierna madre y la de su ex esposa.

Saúl dibujó en su tablero el próximo movimiento suyo y dijo:

—Alfil Dama cuatro Rey.

—Tu acostumbrada salida ¿eh? —dijo Martín, golpeándose de nuevo la cabeza al recordar el viento fresco y tonificante de la carretera soñada—, Peón cuatro Dama.

—Peón tres Alfil Dama —contestó Saúl.

—Peón tres Rey.

—Caballo tres Torre Dama.

—Pues ante tan suculenta oferta me lo como: Alfil por Caballo.

Saúl trataba de dibujar lo más rápido posible para que Martín no se diera cuenta que hacía trampa y dijo al fin:

—Peón por Alfil.

—Esto se pone interesante —dijo Martín—, enroque corto.

—Peón tres Rey —contestó Saúl inmediatamente.

—Dama dos Rey— dijo Martín chupando la cuchara de nuevo.

—¿Qué traes contra mi pobre Peón? —dijo Saúl con un chillido para que Martín no escuchara las rayaduras de su lápiz en el piso—, Dama tres Dama.

—Así es el Ajedrez —dijo Martín cerrando los ojos para concentrarse—, Caballo cuatro Torre Rey.

—Caballo tres Alfil Rey.

—Pues Caballo por Alfil.

—Peón por Caballo —dijo Saúl perdiéndose cada vez más, hasta que preguntó donde había dejado su Dama.

—Tu Dama no sé donde esté, pero te aseguro que muy lejos de aquí... y la que estás buscando está todavía más lejos: en el fondo de tu pinche imaginación —dijo Martín antes de recordarle que estaba en la tercera casilla de su propia columna y agregando:

—Dama por Peón.

—Caballo cinco Caballo Rey —dijo Saúl, imaginando que era una gran jugada.

—Peón tres Caballo Rey —Escuchó Saúl del otro lado de la pared, observando en el suelo cómo su gran ataque se iba desmoronando.

—Alfil dos Rey —dijo.

—Peón tres Caballo Dama —volvió a escuchar.

—Alfil cinco Torre Rey —dijo con desesperación y escuchó de nuevo la cuchara raspando el plato y la voz de Martín que decía:

—Dama siete Caballo Dama.

—Enroque corto —dijo Saúl conteniendo las ganas de gritar al garabatear su jugada, camuflando el ruido del lápiz con un chiflido.

De inmediato escuchó la voz exaltada de Martín que decía: —¡No huyas maldito cobarde! ¡Alfil tres Torre Dama! Y la consecuente risita que con el silencio de Saúl, Martín disfrutó aún más.

Humillado, Saúl dijo: —Torre Rey uno Caballo Dama.

Del otro lado de la celda, Martín tomó de nuevo el plato de frijoles para inspirarse en la próxima jugada, ya que, por lo menos, él pensaba que era la jugada que valía la partida. Dejó pasar un rato, volvió a comer y entre sus quijadas descubrió otra piedra en los frijoles, entonces maldijo en silencio a los cocineros de la prisión y aventó la piedra a la pared donde veía aparecer y desaparecer a las únicas mujeres de su vida, que nosotros sabemos ya bien quienes son. Las protestas de Saúl no se hicieron esperar, pero Martín respondió que era una jugada importante y que lo dejara meditar.

—A propósito —dijo— ¿Cómo van tus dibujos? Hace tiempo que no me cuentas nada sobre ellos.

Del otro lado, la voz de Saúl reclamó que volvieran al juego.

—Tú lo has dicho —dijo Martín observando ahora hacia la luz eléctrica del techo— Alfil por Dama.

—Torre por Dama—, escuchó que decía la voz de Saúl.

—Peón por Alfil —dijo Martín rápidamente.

—Torre uno Dama —Dijo Saúl.

—Alfil cuatro Alfil Rey.

—Peón tres Alfil Rey.

—Rey dos Caballo.

—Caballo tres Torre Rey.

—Rey tres Alfil.

—Caballo cinco Caballo Rey —dijo la voz de Saúl cada vez más angustiada.

—Pues Peón tres Torre Rey, gracias a tu insistencia —dijo Martín con serenidad.

—Pues ya qué —dijo Saúl—, Caballo tres Torre Rey.

—Ya ves como soy —dijo Martín—, me lo como: Alfil por Caballo. Supongo que irás a Peón por Alfil ¿no es así?

—Pues yo creo sí —dijo Saúl con desánimo.

—Entonces para agilizar las cosas ahí te va: Rey cuatro Alfil.

Saúl se equivocó y quiso hacer una jugada con la Dama que ya no tenía. Martín le contestó que le hacía una sugerencia: Rey uno Torre para evitar el jaque. Saúl estaba tan perdido a esas alturas que no le quedó más remedio que aceptar, ya que el peón era insalvable.

—Pues Rey por Peón —dijo Martín metiéndose un frijol seco a la boca imaginando que no era un simple frijol sino otra cosa, un manjar más apetitoso como una fruta, una uva tal vez... ¡pero él cómo lo podía imaginar! Estaba condenado a muerte y esas cosas no se piensan en la víspera, tenía la oportunidad de imaginar una rica y suculenta uva jugosa morada, imaginar que la apachurraba y veía salir el jugo; tenía esas y muchas otras opciones, pero mientras le caía por la garganta el frijol previamente masticado, siguió pensando que era un frijol seco y nada más.

Del otro lado de la celda, Saúl hacía enormes esfuerzos por no perder el hilo de la partida, aunque sabía que a estas alturas iba perdiendo posición. Le quedaba un dejo de malicia lo suficientemente fuerte para vencer a su amigo aún en el día que iba a ser ejecutado. En el fondo no quería, por supuesto, la muerte de su amigo, pero sabía que el hecho daría mucho de qué hablar en el patio con los demás presos y eso, en verdad, era demasiado importante en esas circunstancias.

—Torre tres Dama —dijo—, pensando en proteger al Peón que iba detrás del otro recién perdido.

—Torre uno Caballo Rey —contestó Martín.

—Torre cuatro Caballo Dama.

—Caballo dos Dama.

—Peón cuatro Alfil Dama.

—Me extraña que siendo araña te subas por el elevador —dijo Martín—, Peón cuatro Torre Dama.

Tratando de abrirse paso, Saúl contestó: —Torre cinco Caballo Dama.

—Sabes —dijo Martín— por eso es que me gusta la frase: ¡No pasarán! ¡Ni ahora ni nunca esas pinches torres! Pero ahí te va otro regalito para que te rompas la cabeza: Peón tres Alfil Dama.

Con las manos en la frente primero, y luego tapándose la boca, Saúl exclamó:

—No me queda de otra mas que Torre dos Caballo Dama.

—Ya vas comprendiendo compadre —dijo Martín contando los frijoles que le quedaban en el plato: eran veinte aproximadamente y dijo en el mismo tono: —Peón por Peón.

—Torre tres Alfil Dama —exclamó Saúl sintiendo de nuevo la angustia.

—Eso entonces: Peón cuatro Caballo Dama y... ¡ahí te voy! —gritó Martín.

—Torre dos Caballo Rey —dijo Saúl cerrando un ojo. Ya sabía cual era la respuesta antes de hacer la jugada y ahora su angustia fue un poco convirtiéndose en furia cuando escuchó:

—Pues me la como: Torre por Torre y tu vas a Rey por Torre por fuerza, así que ahí voy de nuevo:

—Peón cuatro Rey.

No le quedaba mas que el humillante Peón por Peón y eso hizo.

Martín continuó bajando el número de frijoles del plato y Saúl escuchaba el maldito ruido de la cuchara cada vez con más odio y empezó a cuestionarse si en verdad le importaba o no la muerte de su amigo, que más pronto que nada dijo:

—Pues me lo como: Caballo por Peón.

—Rey dos Alfil.

—Torre uno Rey.

—¿Ya qué hago maldita sea! —chilló Saúl—, Peón tres Torre Rey.

—Tienes muchas cosas que hacer, sólo piensa amigo —dijo Martín pegándose de nuevo con la cuchara en la cabeza y riendo—, no creas que todo está perdido, déjame ayudarte: Caballo seis Dama y jaque.

—Rey dos Caballo —dijo Saúl sintiendo la derrota.

—Torre siete Rey y jaque, —balbuceó Martín y probó una cucharada más de frijoles aunque, por supuesto, no le supieron precisamente a gloria.

Del otro lado, Saúl no quería admitir la derrota y no pensaba rendirse con facilidad. Mientras pensaba con su lápiz cuál sería la mejor jugada para escaparse de aquella emboscada, comenzaron a sonar varias pisadas aproximándose sobre el corredor de la cárcel y al escucharlas, Martín apresuró las cucharadas de frijoles fríos y se quedó con ganas de comer más, de aferrarse a la vida por el alimento, tal vez sin imaginar, o mejor dicho, sin poder imaginar que esa sería la última comida que habría de tocarle. Con algo de histeria y desesperación que pensó que jamás le afloraría desde que supo la noticia, le gritó a Saúl:

—Apúrate mi hermano, que ya me voy, me voy...

A esas alturas, Saúl ya estaba pensando lo bien que se lo pasarían mañana a la hora de salir al patio él y los demás presos al comentar la muerte de Martín y por eso dejó que se acercaran más aquellas pisadas, pero luego volvió a pensar en su amigo y le dio rabia, rabia por su muerte y rabia por su derrota en éste que era el único deporte que esporádicamente compartían. Abatido, nervioso, dijo casi al azar:

—Rey uno Alfil.

—¡Rey por Peón! —gritó histéricamente Martín sintiendo que le abrían el telón de la muerte y que, aunque estaba perdiendo la calma evidentemente, no quería dejar escapar la visión que tenía del tablero y la imagen de las dos mujeres de su vida, que ahora las imaginaba juntas manejando su Ford y despidiéndose de él por la recta de la carretera. Aunque era el momento ideal para pensar en qué había hecho durante toda su vida, reflexionar o recordar un momento alegre y feliz, como las discusiones sobre por qué las montañas eran azules a lo lejos junto a su ex esposa, le dio rabia sentir que las dos se fueran en su viejo Ford y lo dejaran varado en medio de la nada. Pensando en todo esto volvió a decir:

—Saúl, Saúl, te lo ruego, tira por favor... ¡por favor...!

Cuando Saúl dijo su tirada, que era una jugada imposible (Peón cuatro Torre Rey porque ya estaba otro Peón en esa posición), los tres oficiales y un cura estaban ya frente a la celda de Martín y Saúl comenzó a llorar. Lloraba porque se sentía confundido, porque había perdido, en efecto, y porque iba a despedirse de su amigo de esta forma tan amarga, y también lloró porque el día de mañana, cuando la celda de al lado estuviera vacía después de llegar al patio, lo único que le quedaría en realidad sería un mal sabor de boca, un mal sabor en la boca, precisamente, como cuando se muerde una piedra en medio de un plato de frijoles y esa piedra era, lo único que su mejor amigo había querido regalarle.

Los oficiales sacaron a Martín de la celda y lo esposaron, el cura le susurró un par de palabras al oído y antes de que se lo llevaran a la silla eléctrica, Martín pidió que le dejaran ver el rostro de su amigo. Se paró encorvado frente a los barrotes de la celda de Saúl, lo vio llorando y le dijo:

—Bueno, camarada, aquí termina esta triste historia: Torre ocho Rey y jaque mate —dijo ensombrecido, casi abatido por su propio orgullo que poco a poco lo iba abandonando.

Saúl lo miró unos segundos y después bajó la cabeza, en un gesto de sumisión y superioridad a la vez, casi metiéndola entre sus piernas cruzadas sobre el piso. Rompió el lápiz a la mitad y después tomó la piedrita que Martín acababa de regalarle y se la mostró:

—Por fin...—dijo—, por fin has hecho una metáfora en tu vida, esta piedrita lo atestigua...

Martín sonrió amargamente diciendo con las manos esposadas tras la espalda y encogiéndose de hombros:

—Pues sí, tal vez tengas razón, por cierto, ¿no sabes por qué a la distancia las montañas se ven azules?

—Es sólo una ilusión óptica, estúpido —dijo Saúl bebiéndose sus lágrimas.

—Creí que era otra cosa —dijo Martín con calculada inocencia y mirando hacia el pasillo por donde ya salían algunas manos que empezaban a aplaudir en señal de solidaridad.

—Tal vez querías hacer una metáfora —dijo Saúl.

—Quizá tienes razón pero bueno, tú eres la única persona que he matado y que sigue con vida con esto del ajedrez mental ¿a poco no? Mi madre y mi ex esposa no corrieron con la misma suerte —dijo Martín mientras se lo llevaban los oficiales por el pasillo y las palmadas de las otras celdas comenzaban a sonar cada vez más fuerte.

miércoles, 1 de junio de 2011

22 años ya!


Hace 22 años ya desde que salió a la venta esta OBRA... ¡Carajo cuántas cosas no han pasado ya! Pero la desintegración permanece... ¿o no mundanas?