lunes, 30 de agosto de 2021

HABLA MARCEL DUCHAMP (-FRAGMENTO-)

ELOGIO DE LOS INDIVIDUOS REBELDES


SI EL ARTE FALLA HOY EN ESTE PAÍS, Y APARENTEMENTE TAMBIÉN EN FRANCIA, SE DEBE A QUE NO HAY ESPÍRITU DE REBELDÍA; NO HAY IDEAS NUEVAS QUE SURJAN DE LOS ARTISTAS JÓVENES. ESTOS PRETENDEN LO MISMO QUE SUS PREDECESORES; SI BIEN INTENTANDO SUPERARLOS. EN ARTE; LA PERFECCIÓN NO EXISTE. Y SIEMPRE SE PRODUCE  UNA PAUSA ARTÍSTICA CUANDO LOS ARTISTAS DE UN PERÍODO DETERMINADO SE CONTENTAN CON REANUDAR EL TRABAJO DE UN PREDECESOR EN EL PUNTO DONDE ESTE LO HA ABANDONADO Y CON INTENTAR PROSEGUIR LO QUE HACÍA.
DE OTRO LADO, CUANDO UNO ELIGE ALGO QUE PERTENECE A UN PERIODO ANTERIOR Y LO ADAPTA A SU PROPIO TRABAJO, ESTA LÍNEA PUEDE RESULTAR CREADORA. NO ES NUEVO EL RESULTADO; AUNQUE SÍ ES NUEVO EN LA MEDIDA EN QUE PROCEDE DE UNA LÍNEA ORIGINAL. 

EL ARTE VIENE PRODUCIDO POR UNA SERIE DE INDIVIDUOS QUE SE EXPRESAN PERSONALMENTE; NO ES UNA CUESTIÓN DE PROGRESO. EL PROGRESO NO ES MÁS QUE UNA PRETENSIÓN EXORBITANTE POR PARTE NUESTRA.


DUCHAMP (FRANCÉS NACIONALIZADO NORTEAMERICANO (1887-1968)

ARTISTA PROVOCADOR; AJEDRECISTA DE GRAN NIVEL, TEÓRICO DEL ARTE 

sábado, 21 de agosto de 2021

PRINCIPIO DE LA GRAN!!! ÚNICA!!! NOVELA DE CHILE CON CUBETA!!!! VERDAD QUE ES DE ÉSTE LADO!!!???? POR MARCOS GARCÍA!!!

 

De puerco, pidió el huésped italiano cuando arribó a México por el aeropuerto internacional de la ciudad, eso vio al pasar a las mujeres francesas que lo acompañaban, por eso le dijeron que era mejor decirle suadero, sesos, pastor, cabeza, costilla, o lechón, al degustar el plato, lejos ya del bullicio del aeropuerto, al probar el taco, supo que había llegado a México, era eso éste país con Cabezas colosales en Xalapa, era eso, éste país de donde en su zona central hubo chichimecas, eso era estar, simultáneamente, en el desierto de Sonora, el desierto de real de catorce, los océanos de las famosas costas turísticas de México, eso era, lo que él sabía que eran 500 años de catolicismo, de chingas al pueblo de México, eso era lo que los filósofos marxistas del pasado llamaban ethos barroco, eso y no otra cosa era la belleza extraña de éste país, pensó el italiano, al sentir el picor de la salsa y el chile de México, eso le ofrecieron muchos muchachos en la taquería, estaba solo, pero supo al instante, que era su oportunidad, de estudiar la pista de los ancestros que él creía que estaban ahí, tierra tras tierra, noche tras noche, en algún lugar del centro de éste país, hacia donde él se dirigiría al día siguiente, le pareció la vista de la noche estrellada (siempre en orión le dijeron), que éste sería el viaje de su vida, el sueño que él siempre había acariciado, ¿cuántos antes que él? Muchos, desde Ambroce Bierce el gringo que se perdió en México en los inicios de la revolución mexicana por los desiertos de Chihuahua, ¿cuántos antes de él? Muchos, muchos europeos, argentinos, de todas las latitudes, hasta los chinos que supo, su presidente les pidió perdón por los bárbaros mexicanos que en Sinaloa, los habían matado a balazos, fue algo que él supo, él se miró así, con sus treinta y nueve años, yendo hacia esas tierras, de las zonas desérticas de México, toda su tesis de Giordano Bruno, la miró en todo su esplendor, “qué he hecho?” pensó, éste país es Giordano Bruno, éste país es una alta abstracción que José Emilio Pacheco le dedicó “alta traición”, ésos amigos suyos de Italia los llevaba en el corazón, en la inmortalidad de la existencia que él soñaba, él quería salir de su altura europea, éste país maltratado le pareció excelente, pagó la cuenta del restaurante y le dijeron: son $200 pesos, pagó, y dejó dos pesos de propina, fue siempre hacia el norte de la ciudad de México donde lo esperaba su amigo el editor de una novela vieja que hacía mucho tiempo había sido un éxito en México, “Diablo Guardián” dijo él, “más o menos” contestó Roberto Quevedo, en realidad son muchos por ese libro, una centena de gente, algo le decía que él lo llevaría hacia Giordano Bruno, el principio de la búsqueda. Roberto sabía que decían, en el medio literario mexicano, como un rumor, como algo palpable, que existía un cuento inédito de Giordano Bruno y otro de Guy de Maupassant, en el centro de México. Pues a eso vino el italiano, estaba seguro que ésos cuentos podría encontrarlos con la ayuda de Roberto, eso, era eso, y al día siguiente también desayunó carne de puerco, en casa de Roberto, mientras él atendía la oficina de su editorial. Comió hasta hartarse, hasta eructar, hasta soñar con puercos en el frío departamento de Roberto, sonó el celular, era su gente de Italia, que querían saber cómo había llegado, “estoy bien, me siento excelente” respondió. Después de todo, ser un extranjero italiano en México era de buen gusto y bien visto por quien fuera en éste país, se puso su saco y abrió la lap top hacer espire que tenía entonces y entonces entró al internet que Roberto robaba al vecino. Qué desmadre, que loco era México, todos los días temblaba en la capital y la provincia estaba perdida, según decía Roberto, “ a éste país lo a saqueado 100 años de porfiriato” dijo Roberto, “ve las noticias”. El italiano se sintió extrañado, en Italia parecía perdida la batalla contra el sars cov 2 ese maldito bicho salido de la ultratumba de Mao tsé tung y refriteado en un laboratorio, ¡el mundo entero se había contagiado! ¡Maldita sea! Y eso que la comida China era muy querida por los mexicanos, los mass-media no sabían mucho del virus, éste país carga tantos rezagos, éste país está tan sediento de justicia y la gente quiere juzgar expresidentes mexicanos. Roberto volvería a las tres, a comer con él, le dejó la llave del departamento 202 del multifamiliar dónde residía éste amigo suyo, y checó la correspondencia de su lap, “te llevaré la mejor carne de lechón y puerco de tu vida”, le dijo Roberto, él se instalaba, él pensaba en su precario español, pero no había tenido problema en la aduana, y estaba vacunado con Astra zeneca, doble inyección, y órele! A viajar a la provincia central de México, todo sea por Giordano Bruno y Guy de Mauppassant, en el centro de México estaba la respuesta, chilló un perro en el tejado del vecino, y el italiano supo que su aventura apenas comenzaba, tenía que tomar notas, ¿notas? Por supuesto, él quería el final de Giordano Bruno y Guy de Mauppassant para su doctorado en la Universidad de Milán, sabía que el alcohol tenía que dejarlo para más tarde, con Roberto, mucho después, en la carretera, con el Volkswagen de Roberto modelo 1995, que él tenía bien conservado, iría hacia allá, donde decían, era territorio comanche, indios crucifijos y ancianas tortilleras con hijos de perra en cada esquina, y que ahí, en cierto lugar, reposaban ésos manuscritos, pura idiotez circundante, pero ahí, tendrás que buscar doctor Italiano, ahí está la sagrada tinta de tus ancestros, devuélvela a tu familia, piensa en todo lo que dejaste para venir a México, entrevístalo a Roberto y a quien se deje, así darás con soltura a esos arrabales de ésta pinche provincia que desgrana mierda abstracta de políticos y estudiantes, año con año, siglo tras siglo, flores jodidas y quinceañeras zombies, ahí irás a buscar, en esos pueblos de provincia mexicana, ahí, debajo de un zombie, puede que encuentres un poco de huellas de Maupassant, ya te digo, así está. “Mierda” “aquí si no los matan los sicarios se duermen y en sueños se los comen las cucarachas”, que terrible lugar, y allá es peor, se dijo asomándose a la ventana ¿Parecía Veracruz? Parecía un montón de ciudades perdidas, sí, pero perdidas entre otras ciudades perdidas y así sucesivamente, que la ciudad es Hot Waters, dijo Roberto, que ahí encuentres a tus autores y ten cuidado con las lluvias, se caen del cielo todos los cangrejos expiatorios de quién sabe qué chingados, te dejaré en Querétaro ¿ok? “Perfecto” dijo, “recuerda las quesadillas de sesos” ja, ja, ja, era un mamotreto esa teoría del ethos barroco mexicano, pero encantadoramente en palabras de un par de mujeres que yo te dejaré conocer allá, dijo Roberto, eso elevará tus expectativas, tendrás deseo de atravesar la república entera, los ladrones de información cibernética te van a encantar, todos están libres y pedorreándose en el lodo, Blaise Cendrarse tuvo aquí, también después Antonin Artaud comió peyote con los rarámuris, los indígenas de pies corredores, ¡madera hombre! Éste país espera tus investigaciones, sí Roberto, lo sé, sé que el futuro de mi tierra depende de eso, de mi propia tierra prometida, quiero desenmascarar hasta a los clientes de los taxis uber de Hot Waters city, sin embargo me asaltaba la pregunta, por qué ése pinchurriento pueblo, por qué ahí tan insistente indicaba toda esa cauda de rumores, ahí, en ese rugir de mercados, de caníbales de libros, de aguacates traídos de Chiapas, notas, notas, dame más notas cuando llegues Roberto, sí, de cerdo me parece fabuloso, es que acaso son retrasados mentales los que ahí viven, no, no viven, no sienten esa idea, el gobierno los tiene enajenados, un movimiento en falso y zas! Te convierten en cerdo, lechón, pastor, cabeza, y te enseñan a rezarle a la Guadalupe, ni modo, tú quisiste venir, sí Roberto, es mi deseo, es mi proyecto, qué asco Europa, qué asco México, es la pandemia, date cuenta, obvio, lo que éste país necesita está en los asquerosos hocicos de los cazadores de brujas, los derechos humanos están vandalizados, las mujeres están hartas de ésta clase de machos históricos que adoran eso, de puerco, sudoríparos de quincena, y es provincia donde guy de Mauppassant espera que lo rescates.

miércoles, 11 de agosto de 2021

EL POEMA DE HOY MIERCOLES 11 DE AGOSTO 2021 POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 ÉSTOS TRAJES ENTRE RELATOS,

ÉSTOS RELATOS ENTRE CIUDADES,

ÉSTAS CIUDADES ENTRE MISERIAS,

ÉSTAS MISERIAS SIEMPRE PRESENTES 

ÉSTOS PRESENTES QUE SON MUCHOS,

ÉSTOS MUCHOS QUE SOMOS

UNA INMENSA MINORÍA

TAMBIÉN ALGO SALVADOS

PODRÍA.... ¿ENTONCES?

SIGNIFICADO PLENO

DOLOR QUE NOS JUEGA

Y JUGAMOS CON EL AJENO DOLOR 

Y NOS IMPORTA, ESTÁ AQUÍ Y VOLVERÁ

COMO LA PALABRA,

QUE TAMBIÉN VOLVERÁ.

lunes, 9 de agosto de 2021

“¿Te acordarás de mí?” Dijo la gordita. Por Marcos García Caballero. junio 2004

 

La invitación a la presentación de mi libro de ensayos se hizo por internet y la  Casa de cultura donde lo presenté también hizo bien lo que le correspondía en lo tocante a la difusión impresa y de boca en boca y por tanto, de lo que cabía esperarse, eran mínimo 20 personas, pero como fueron cerca de cuarenta, todavía puede decirse que la cultura en este país no hay que darla por muerta. “Es que hay que hacerlo por México”, me dijo por teléfono uno de los presentadores de mi libro y antiguo maestro mío de un curso sobre la vida y obra de Charles Bukowski. Así que entiendo que si presento un libro de ensayos donde propongo espacios para la discusión de ideas y el público y los presentadores me dicen: “polémico”, “revolucionario”, “subversivo”, pues es que me lo tengo bien ganado y respetuosamente guardando las diferencias entre Gastón Bachelard y yo, cerré mi participación invitando a un vino tinto barato que me costó varias horas nalga en el Instituto de Geofísica de la UNAM, guardando archivos en la computadora sobre las diatomeas de las cuales, por lo que he llegado a saber, se han realizado importantes estudios de diversas universidades principalmente por lo que respecta a México, en el lago de Chalco, pues de ahí se tienen los indicios de los primeros pobladores del Valle de México a nivel pre-civilizatorio y de ahí se explica la curiosidad de los geofísicos a este lugar y los coloquios a nivel internacional que se han realizado y de los que debería yo estar al tanto para saberme de memoria el programa de la computadora y no tener que consultar libros científicos porque, dicho sea de paso y no como una infaltable lista de quejas al gremio como al que pertenecen Bachelard o Bukowski (que de por sí son muy lejanos), prefiero que me digan “revolucionario” a que me miren como un metiche que no sabe nada de Geofísica.

Si que asistan cerca de cuarenta personas a una presentación de un libro de un autor como yo (sombrero ocasional, trabajo ocasional, novias ocasionales y felicidad escasa) que se vendan cerca de 20 ejemplares es un milagro rotundo, ahí es donde me doy cuenta que mis depauperados afanes pequeño burgueses no se ven mermados, pues a pesar de todo, sigo firmando autógrafos y que, a pesar de los tiempos amargos que corren, la gente se interesa. Lástima que no estaba el editor que conspiró junto conmigo para sacar ese libro, porque a él también le hubiera dado un gusto enorme y vaya, las felicitaciones sobraron, nadie me preguntó que porqué escribía ni que porqué publicaba; el único incidente fastidioso fue que a un amigo que se le subieron las copas y andaba padeciendo males de amores, se dejó caer con elegancia (es decir, sin vomitar ruidosamente) hacia el suelo y pedir ayuda. La fiesta pasaba ni por enterada, la gente hablaba de lo suyo, sólo yo, el festejado, fui a sacarlo del apuro penosamente diciéndole: “respira, respira” y redundando algunas palmaditas en su espalda. Al poco rato este ya estaba respirando y chupando de nuevo y el director de la casa de cultura no hizo mayores aspavientos, así que me aboqué a saludar a muchos conocidos y desconocidos: “Oye, qué padre lo que dijiste”. Otra: “Hace mucho que no veo a fulano, ¿qué anda haciendo?” Otro: “¡Ya tienes chamba cabrón!” Una bola de amigos: “¡Felicidades wey!” Y más y más vértigo y vino hasta que los siete que quedábamos, como traía dinero por los libros vendidos, les dije que siguiéramos el reventón en mi casa, tres de ellos dijeron que no podían y se fueron, los otros tres, que ni los conocía y que me veían como si yo fuera de pronto Tomás Eloy Martínez, dijeron que sí, así que agarré la caja de los ejemplares y nos fuimos caminando.

Llegando a mi casa dejé los ejemplares a un lado pensando en ya basta de tanta literatura, puse un compact disc de Pearl Jam y me enteré de que la gordita con la que había estado hablando todo el camino hacia mi casa ya la conocía desde antes. “En el curso de Bukowski, ¿no te acuerdas?” Me decía con una sonrisa de admiración, como diciendo: “Eres un chingón, escribes libros.” A los otros dos los mandé por un cartón de cerveza, así que la gordita se aventuró conmigo contándome que había participado en un comercial de televisión y que estaba estudiando cine.

            —¿Y qué pasó con Bukowski? —Le dije.

            —No, Bukowski es super chingón, pero escribir es muy difícil, luego ni te publican, yo por ahí tengo dos poemas…

            Como odio que me digan ese rollo de que escribir es un suicidio (¡Como si no lo supiera uno ya bastante!) le cambié de tema.

            —Te acuerdas cuando Guillermo nos puso esa película…

            —¿Cuál?

            Sabía perfectamente qué película, más bien quería saber si íbamos a entrar en la misma sintonía la gordita y yo, me imaginaba que antes de que se fueran los tres por lo menos tal vez le podría insertar una tanda de besos.

            —Esa película, ya sabes, sobre su vida, que sucede en Los Ángeles, con éste actor, ¿cómo se llama? Y que hasta en una escena sale el mismo Bukowski. Es el mismo actor de Nueve semanas y media, que se la pasan chupando y en el inframundo y la miseria…

            La gordita nada más no captaba.

            —¡Ha sí! ¡Barfly! ¡Cómo no! Es la neta esa película.

Y otra vez me sonrió, pero como yo no quise que se viera tan obvio, le dije:

            —¿Te gusta daughter?

            —¿Qué es eso?

            —La canción que suena.

            —¡Ha sí! ¡Pearl Jam! Cómo no, son bien chidos ja —y después me sonrió de nuevo con su sonrisa obvia y yo empecé a dilucidar conmigo mismo: “Ha güevo que le robo unos besos, luego le saco el teléfono, pero la neta, está muy gordita, no me gusta tanto.”

En ese momento sonó el timbre y les fui a abrir a los dos que venían con las cervezas. Ellos ni me conocían, pero parece que se sabían el libro de memoria o por lo menos habían prestado mucha atención a los cometarios de los presentadores: “¡Claro —decía uno— No eres Gastón Bachelard Marcos, pero tu libro está bien chingón, te voy a presentar a un amigo de la revista Nexos…!”

            —No leo Nexos, es aburridísima, pero preséntamelo, haber qué sale…

            Seguía increpando al ritmo de Pearl Jam: —Por ejemplo: ¿lo de “las habitaciones internas” es idea tuya o de Bachelard?

            —Yo hice una síntesis de esa idea, porque es muy larga —respondí.

            El otro individuo bebía ahora secreteándose con la gordita mientras los dos me veían. El otro seguía cuestionándome:

            —¿Si o no quieres que te presente al de Nexos?

            —Ya te dije, preséntamelo.

            El que se había secreteado unos instantes con la gordita dijo hacia todos: —Bueno, ahora Marcos nos va a poner la canción que oye cuando está solo, la canción con la que patalea y da gritos, ja, ja, ja. —entonces me miró— ¿si o no pinche Marcos?

            —Ya no hago eso wey. (¿Los pendejos de verdad creerían que yo era Tomás Eloy Martínez y que vivía de mis libros? ¿No se habrían enterado de que su Presidente quería gravar con IVA a los libros y que en este país si uno no es Paco Ignacio Taibo II la neta, la verdad la neta no más cómo re puta madre se va a vivir de la venta de los libros  uno como autor? ¿Se les había olvidado que en la presentación se vendieron sólo 20 ejemplares? No… no se les olvidó, pensé, lo que pasa es que eso ni siquiera ellos pueden hacer, por eso se portan conmigo como bufones y la gordita…)

            —Ya en serio Marcos, ¿Qué canción pones cuando te sientes solo? —dijo la gordita cerrándome un ojo.

            —Pues déjame ver… mmm… ya sé: “Quisiera ser alcohol” de Jaguares.

            —¿Por qué no la pones? —dijo la gordita mirándome con certeza y en una pausa dijo: —o si quieres la pongo yo…

            —¡No! ¡No! ¡Claro! ¡Se las pongo! —saqué del estuche el disco, lo agité entre los dedos hasta la charola del etéreo y comenzó a sonar: “Si mis plegarias…”

            —“ESO ES TODO” —Dijeron los tres a un tiempo, y empezaron a cantar, y así como si nada terminó la canción y seguimos brindando y platicando y brindando y hablando de política y de cine y literatura y cantando, en dado momento, ya con la seguridad en la palma de la mano a excepción del momento, sabía que besaría a la gordita, lo que no sabía es que cuando estábamos bailando me dijo al oído:

            —Llévame a tu cuarto.

            Entonces como por arte del chamanismo puse mi cara más sincera: la del idiota que se volvió inteligente y la del inteligente que se volvió idiota, las dos al mismo tiempo, chamanismo puro: —¿De verdad? Dije mientras le besaba el cuello.

            La gordita fue tajante con sus jadeos: —quiero conocer tus habitaciones internas.

            Los otros dos, de borrachos parranderos, comenzaron a poner cara de espera al instante en que la gordita y yo subíamos las escaleras.

            En el pasillo la detuve, le quise meter la mano entre las piernas eh imaginé que mi mano recorrería un largo trecho hasta que la vería  asomando por su garganta saludándome, pero la gordita me detuvo.

            Entramos a mi cuarto y prendí la luz, la gordita dijo:

            —No, no quiero ver tu desmadre, ven, acá en mi bolsa traigo los condones, quítate la ropa.

Se trataba de un momento levemente solemne, tanto como cada quien asuma el sexo por supuesto; una ocasión leí en La Jornada que Agustín Pinchetti dijo que aproximadamente 400, 000 parejas hacen el amor diariamente en la ciudad de México.

            —¿No quieres oír música? —Le dije e inmediatamente prendí la luz para ver un instante desnudo a ese cuerpo gordito-de-la-gordita que se espantó con la luz y entonces, respetándola, la apagué, pero con ese maldito morbo masculino de pensar “ya sé cómo son tus tetas”.

            —¿Te pongo el condón?— Me dijo.

            La dejé que pensara en la oscuridad, yo parado frente a ella, con mi falo a unos escasos treinta centímetros de su cara.

            —Ja, ja, ja. —Soy muy mala para eso— dijo.

            —Quiero que seamos felices —reclamé.

            —Bueno, conste.

            Desafortunadamente no pude pensar en nada, no podría describir aquella sensación como una fructífera sensación de placer: todo oscuro, ella moviéndose, yo pensando en la última vez que me había masturbado y joder! Era mi día! Así lo había dicho el director de la Casa de la cultura, pero con el exceso de los tragos, el tener que quedar como un intelectual que se sabe al dedillo la obra de Gastón Bachelard, Cortázar y versiones y diversiones sobre poesía y filosofía, yo sentía que era mi día, claro, en los labios de esta gordita acariciándome, recorriendo mi miembro y dejándome a solas con la conciencia alta, lo que pasa es que a veces uno no se da cuenta de que a veces también lo bueno le toca a uno…

Después de un rato, me acosté encima de ella, con el condón puesto, pero de pronto dijo: —Híjole cabrón, ¿te acordarás de mi?

—¿Quieres que prenda la luz? —Contesté.

            —No bueno, tú síguele, busca, …—la penetré— ahí… ahí… ¿te gusta? ¿dime, te gusta?

            —Sí, claro.

            Así estuvimos dándole como cerca de 15 minutos, porque ya sé que con el alcohol me cuesta trabajo venirme, y cuando me vine, la gordita me abrazó y sentí su cariño, de cierta forma incómodo, de cierta forma imprevisto, de cierta forma quizá olvidable, quizá…

            —Ya vístete

            —¿No quieres tus condones? ¿Quién se los queda?

            —¿Porqué hablas en voz tan baja?

            —Al cuarto de al lado está mi madre.

            —Ah! ¡Yo! ¡Yo me los llevo! Sí, sí, bajo la voz…

            Bajamos las escaleras y los que esperaban platicaban. Me imaginé que sobre mi nuevo futuro en la revista Nexos y tal cual, porque uno me dijo:

            —Sí te voy a dejar el teléfono del de Nexos.

            —Órale, déjamelo, ¿qué? ¿ya se van? ¿Por qué no se quedan? Han de ser como las cuatro de la mañana.

            —Ya nos vamos— dijo risueñamente la gordita dando un último trago de cerveza.

* * *

Como el cuento es cuento de nunca acabar, resulta que a la mañana siguiente también hay cuento. En el cuento de la mañana siguiente, después de la noche desaforada de la otra parte del cuento, me levanté con alucinaciones alcohólicas de esas que no se le suelen recomendar ni a los enemigos. Como a las 2 de la tarde entré en completa razón y decidí marcar el número de la persona que me había dejado el tipo, es decir, el teléfono del personaje que trabajaba en Nexos, la revista.

Marqué

Todavía me duele la cabeza,

(reponte)

(sal del hoyo)

(ya está)

—¿Diga?

—Sí bueno? Me puede comunicar con Fulano de tal, hablo de parte de fulano a secas, bueno, no sé cómo lo tome usted señor, pero yo soy escritor ya no tan principiante y quisiera ver si con usted puedo platicar sobre la posibilidad de trabajar para Nexos.

—Si, ejem, ese soy yo, ¿fulano le dijo que yo trabajaba ahí?

—Sí.

—Pues sí, pero mire, eso fue hace muchos meses, ahora ya no tengo nada qué ver con el gremio editorial, no sé en qué pueda ayudarle.

—Ha, pues si es así, discúlpeme y hasta luego.

—No tenga porqué.

—CLIC.

—CLIC.

Miro el cielo por mi ventana, pero no tengo por qué verlo tan gris.

 

 

LA MIRADA DEL JAGUAR Y OTRO TEXTO POÉTICO DE MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

LA MIRADA DEL JAGUAR

 

 

                            Hace  tiempo  que una nieve de cristal

                                    se suicidó en tus ojos,

                                    y que los lobos  recorren  las cadencias   de tu sangre.

Y todo   por aquella mirada del felino  bebiendo del río,

                                    esa mirada que tú sentiste en el rostro,

cuando fuiste al centro de la selva y por

un azar emocionante te comprendiste en un instante,

                                    y porque bajo alguna extraña consigna, de regreso

                                    incendiaste  definitivamente los globos de tu infancia.

                                    Te buscabas un porvenir,

                                    una razón vital para tanta vuelta,

                                    para tanto devaneo, escarceo.

                                    Pero siempre llegaste al centro de ti misma,

                                    removiendo la hojarasca de las dudas masculinas

                                    y las contradicciones y lugares comunes de tu propia existencia.

                                    Yo ahora te pregunto en estas mutuas resonancias,  

por esa razón hidráulica

de tu silueta, por el pez del amor, por esas redes sociales y

                                    esa   memoria   tuya sujetada en tus sandalias,

                                    que me navega en  los pensamientos

como si fuera un amigo que viene de aguas transparentes

y lleno de  noticias.

                                    Mientras yo mastico el  discurrir de una áspera tortura,

el tiempo que me arrastra con la nube a la altura de mi propia circunstancia.

                                    Y ahora estamos aquí:

                                    a la intemperie de nosotros mismos,

                                    de cara al tiempo, al ser, al pánico del futuro.

¿Qué es el ser sino una máscara hundida en la memoria, en el tulipán, en la flauta, el escarabajo y lo sacro?

                                    Estamos rascando los sepulcros de los dioses y los jaguares,

                                    contemplando las palabras no dichas que se  alejan

                                    como los barcos en la distancia…

¡Mon Chéri! ¡Todo este  amor! ¡Caray! Que temo y las deseo estas       sensaciones hechas de lluvia,

estas caricias que son la lumbre sobre los lagos en reposo,

que son suaves en la custodia de tu pelo,

tus fragancias  y tus murmullos que llegan como un arco iris

hasta mi piel y hasta mi sombra, hasta el oleaje y la orquesta

de una sombra nada más, pero que aparte,

viene siendo la mía, mon chéri, lo que yo llamo mi propia advocación. O como tú dirías con tu risa:

“algo  que viene a ser como tu infancia de escritor  pero sin un destino cifrado.”

 

 

 

TU MATERIA IMPRESENTABLE

 

                            Para pronunciarte necesito

                            meterme en poema de once varas.

                                    La leve oportunidad para acariciar

                                    un sueño tuyo,

                                    una nube de caoba que discurre

                                    en un cielo pedregoso.

                                    Ahora la memoria es un ventanal

                                    de maderas rotas, pelambre de ilusiones,

                                    la autenticidad, la gloria,

la estrellita en la frente y la derrota.

Un surco que se lleva mis huesos a la intemperie,

cuando la memoria es todo eso que abarca lo que me separa de ti. Solamente queda descansar

                                    como un volcán herido en las comisuras,

                                    como un viejo bastón en la estampa de la lotería

o una emoción hace tiempo deseada

                                    cuyo contenido es la plenitud del amor vuelto mueca

                                    irreconocible.

                                    No me invade el temor de no encontrarte, sin embargo,

                                    a menos que tú no te encuentres, en la lluvia,

                                    en los carriles del viento,

                                    en el divorcio de la niña con la mujer,

y en el arrancar perpetuo que es

una intuición de crecer con el tiempo suspendido.

                                    Allá en los cueros del alba, en la raíz del ser,

                                    en los sepulcros de una edad adormecida

                                    cuya columna vertebral es el vals de las despedidas

                                    del hambre y el vacío.

                                    La fiebre avanza por tu cuerpo, pero no es la fiebre:

                                    es mi sombra que se quema en tu centro.

                                    Ahí te puedo mirar con la agresividad lírica de mi ingratitud

y con la paradoja

                                    del ser amado, que no se ama por lo que da, sino

                                    por su materia prima fatal, que nos es desconocida,

impresentable, pero deliciosa al fin

y al cabo.       

OBSERVACIÓN

 Mi amigo y mi primo Sergio Vicario promotor cultural de muchas batallas, autor de libros de poesía y ensayo, estará presentando mañana mi libro EL ROSETÓN DE PLATA, en la alcaldía Venustiano Carranza, el ha sido muy responsable por un montonal de cultura en la delegación, cosa que yo como escritor le agradezco mucho, siempre hemos conversado con altura sobre pensamiento y cultura mexicana, es todo por ahora

HABLA AQUÍ FERNANDO DEL PASO AUTOR DE PALINURO DE MÉXICO PARA MIS LECTORES.

DISCURSO DE FERNANDO DEL PASO PREMIO CERVANTES 2016

Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá, Señora Presidenta de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, querida esposa–oíslo-e hijos, queridos parientes y amigos que me acompañan, queridos todos, Señoras y Señores:

La del alba sería, cuando timbró el teléfono de mi casa y yo pensé que si no era una tragedia la que me iban a anunciar, sería la malobra de un rufián que deseaba perturbar mis buenas relaciones con Morfeo, o quizás el mago Frestón. Pero no fue así, por ventura: era mi hija Paulina quien desde Los Cabos, Baja California, me anunciaba haberse enterado que me habían otorgado este premio, lo cual colmome de dicha pese a que desde ese instante las múltiples llamadas telefónicas que recibí por parte de amigos, parientes y periodistas, incluyendo los de España, para ratificar la gran nueva, no me dejaron volver a pegar el ojo. Yo, ni tardo ni perezoso acometí de inmediato la empresa de despertar a cuanto amigo y pariente tengo para informarles lo que me habían comunicado.

En marzo del año pasado, cuando tuve el honor de recibir en la ciudad mexicana de Mérida el Premio José Emilio Pacheco a la Excelencia Literaria, hice un discurso que causó cierto revuelo. Sé muy bien que esas palabras despertaron una gran expectativa en lo que se refiere a las palabras que hoy pronuncio en España. Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar, continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, lo abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo. Criticar a mi país en un país extranjero me da vergüenza. Pues bien, me trago esa vergüenza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación en el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tanto públicos como de las personas. Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema. Esto pareciera tan solo el principio de un estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza.

Quizá debí haber comenzado este discurso de otra forma y decirles que yo nací en el ámbito de la lengua castellana el 1º de abril de 1935 en la ciudad de México. “Felicidades señora, es un niño”, dicen que dijo el médico que estaba exhausto de maniobrar una y otra vez con los fórceps, antes de ponerme no de patitas sino de orejitas en el mundo y quién al ver por primera vez mis entonces diminutos órganos reproductores, coligió con gran perspicacia que yo era un varón, rollizo no, pero tampoco escuálido: yo no quería nacer y a veces todavía pienso que no quiero nacer.

Me cuentan que lloré un poco y ¡Oh, maravilla! lloré en castellano: y es que desde hace 81 años y 22 días, cuando lloro, lloro en castellano; cuando me río, incluso a carcajadas, me río en castellano y cuando bostezo, toso y estornudo, bostezo, toso y estornudo en castellano. Eso no es todo: también hablo, leo y escribo en castellano.

Pancho y Ramona, el Príncipe Valiente, Lorenzo y Pepita, Tarzán y Mandrake, fueron mis primeros personajes favoritos, y yo no podía esperar a que mi padre despertara para que me leyera las historietas dominicales a colores, de modo que me di priesa en aprender a leer en lapre-primariaen la que me inscribieron mis padres, dirigida por dos señoritas que no eran monjas pero sí muy católicas y tan malandrines que me daban con grandes bríos y denuedo reglazos en la mano izquierda–yosoy zurdo- cuando intentaba escribir con ella, sin obtener su objetivo: no soy ambidextro, soy ambisiniestro. Más tarde mi mano izquierda se dedicó a dibujar y fue así como se vengó de la derecha. Pero aprendí a leer con los dos ojos, y con los dos ojos y entre los rugidos de los leones me las vi con don Quijote de La Mancha. En efecto, un hermano de mi padre que tenía una gran biblioteca virgen–nadiela leía: compraba los libros pormetro-,me invitó a pasar quince días en su casa, muy cercana al zoológico, desde donde se escuchaban a distintas horas del día los estentóreos rugidos de los leones y yo me dije: ¿leoncitos a mí? y me zambullí en la literatura de los clásicos castellanos: desde entonces estoy familiarizado con todos ellos: Tirso de Molina, Lope de Vega, Garcilaso, Góngora, el Arcipreste de Hita, Quevedo, Baltasar Gracián y varios otros. Fue allí también, en la casa de mi tío donde me enfrenté con Don Quijote en desigual y descomunal batalla: él, las más de las veces jinete en Rocinante o a horcajadas en Clavileño y yo, en miserable situación pedestre. No obstante mi Señor y Sancho Panza estaban ilustrados por Gustave Doré y eso me sirvió de báculo. Salí de su lectura muy enriquecido y muy contento de haber aprendido que la literatura y el humor podían hacer buenas migas. De esto colegí que también los discursos y el humor podían llevarse.

De ahí continué leyendo, apasionado, a numerosos y muy buenos escritores españoles. Antonio Montaña Nariño, un escritor colombiano ya fallecido, entró a la agencia de publicidad donde yo trabajaba y me presentó a su amigo, elhispano-mexicanoJosé de la Colina. Pronto ellos se transformaron en mis primeros mentores literarios y me dieron a conocer a Benito Pérez Galdós, Ramón Menéndez Pidal, Ramón Gómez de la Serna, Ramón María del Valle Inclán, Antonio y Manuel Machado, Rafael Alberti y otros autores que me hicieron enamorarme profundamente de la lengua. En aquél entonces yo me regocijaba mucho leyendo a estilistas como Gabriel Miró. Antonio y José me dieron también a conocer a Joyce, Faulkner, Dos Passos, Erskine Caldwell, Julien Green, Marcel Schwob y otros muchos grandes autores de las literaturas anglosajona y francesa.

También desde luego a excelentes escritores españoles como Rafael Sánchez Ferlosio, Juan José Armas Marcelo, Juan Marsé, los hermanos Goytisolo, Fernando Savater, Camilo José Cela, Javier Marías, Arturo Pérez- Reverte y a quién detonó toda mi vocación literaria: el poeta Miguel Hernández, autor de El rayo que no cesa.

Recuerdo que hace algunos años en una universidad francesa, cuando comencé a dar una lista de los escritores que según yo me habían influido, una persona del público señaló que yo no había mencionado a ningún escritor español y me dijo que cómo era posible. Yo le contesté: los españoles no me han influido, a los españoles los traigo en la sangre, y agregué a la enumeración aquellos latinoamericanos que son parte de mis lecturas más importantes y por lo tanto de mi vida como Borges, Onetti, Carpentier, Lezama Lima, Cortázar, Asturias, Vargas Llosa, García Márquez, Neruda, Huidobro, Gallegos, Guimarães Rosa y César Vallejo y entre los mexicanos Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, sin olvidar a Fernández de Lizardi y a nuestra amada monja Sor Juana Inés de la Cruz.

Los maravillosos sonetos de Miguel Hernández me motivaron a escribir Sonetos de lo diario, publicados por Juan José Arreola en “Cuadernos del Unicornio” en 1958. Pero en realidad mi primera incursión en el mundo castellano tuvo lugar cuando era yo muy peque: “Nano Papo quiee cuca pan quiquía”, que mi madre interpretaba fielmente: “Nano Papo” era: “Fernando del Paso”, “quiee cuca pan quiquía” quería decir “quiere azúcar pan y mantequilla”. Algunas tías malhumoradas, pronosticaron que yo no iba a dar pie con bola con el lenguaje. Se equivocaron de palmo a palmo. Poco después, al parecer insatisfecho con el eufemismo familiar que se le asignaba a los glúteos, los llamé “las guinguingas” y pronto este neologismo fue adoptado por toda la familia. La publicación de los Sonetos me sirvió para conocer a Arreola y a Juan Rulfo, quien sabía todo lo que había que saber sobre novela mexicana, española, rusa, inglesa, italiana, alemana, y, en fin, sobre novela mundial. Comencé entonces a escribir José Trigo, un libro reflejo de mi obsesión por el lenguaje, mi fascinación por la mitología náhuatl y que obedecía a tantos otros propósitos, que lo transformaron casi en un despropósito. Pero ahí está, tan campante, a sus 50 años de edad: fue publicado en 1966. Seguí después con Palinuro de México, una especie de autobiografía inventada, una recreación literaria de mi vida como niño y adolescente, conjugada en varios tiempos verbales: lo que fui, lo que yo creí que era, lo que no fui, lo que hubiera sido, lo que sería, etc. Y después vino Noticias del Imperio, la novela sobre los emperadores Maximiliano y Carlota en la que me propuse darle a la documentación el papel de la tortuga y a la imaginación el de Aquiles. Desde muy peque el melodrama de estos dos personajes, el saber que habíamos tenido en México un emperador austriaco de largas barbas rubias al que fusilamos en la ciudad de Querétaro y una emperatriz belga que vivió, loca, hasta 1927, cuando Lindbergh cruzó el Atlántico en avión, me había fascinado. Por supuesto, en cuanto ganó Aquiles la novela quedó terminada. He escrito también libros de poesía, libros para niños y dos obras de teatro. Una de ellas que he soñado que algún día se represente o se lleve a escena en este país: La muerte se va a Granada, sobre el asesinato de Federico García Lorca.

Toda mi vida ha continuado la riña entre mi mano izquierda y mi mano derecha. Ninguna de las dos ha triunfado y esto ha significado para mí un conflicto muy profundo. Sin embargo mi mano derecha se ha impuesto, no sé si soy escritor, pero sé que no soy pintor, nunca he dejado de escribir para dibujar y siempre he dejado de dibujar para escribir.

Sin embargo la lucha más prolongada que he sostenido en la vida ha sido contra mi propia salud. Desde que era muy peque y me operaron de algo que se llama “adenoides” hasta el momento actual, en que supero las secuelas, largas y dolorosas, de dos series de infartos al cerebro de carácter isquémico, he estado cuando menos quince veces en el quirófano: por una apendicitis, por dos hernias, dos tumores benignos, un desgarre en el corazón, un stent en la arteria femoral superficial de la pierna derecha, otro en la arteria coronaria izquierda, dos oclusiones intestinales y entre otras cosas dos operaciones de las que llaman “a corazón abierto”. Además de recurrentes ataques de gota y una fractura del tobillo derecho. Tan mal he estado en los últimos tiempos que cuando alguien me vio me dijo: “pero hombre, ¿así va usted a ir a España?” y yo le contesté: “yo a España voy así sea en camilla de propulsión a chorro o en avión de ruedas”.

¿Dije antes que "todavía pienso que no quiero nacer"? ¡Pamplinas! Fue una bravuconada. La vida ha sido bastante cuata conmigo. Quise escribir y escribí. Nunca escribí para ganar premios, pero ya ven ustedes, aquí estoy. Quise casarme con Socorro y me casé con ella. Quisimos tener hijos y tuvimos hijos. Quisimos tener nietos y tuvimos nietos. Y desde hace unos dos años tenemos una bisnieta: Cora Kate McDougal del Paso. Espero que algún día sus padres le recuerden que su bisabuelo le deseó que ella agradezca haber venido al mundo a compartir la vida con todos nosotros, aunque no sé en que lengua lo hará, puesto que nació en la tierra de James Joyce, Irlanda, y parece destinada a vivir en ese país. También desde aquí le mando mil besos a nuestra otra casi bisnieta, Ximena, a quien le digo casi bisnieta porque es la nieta de un casi nuestro hijo, Arturo. Hay más, les voy a contar una historia. Seré breve, es la misma historia que conté en la Caja de las Letras: Hace mucho tiempo el joven poeta mexicano tabasqueño, José Carlos Becerra, obtuvo una beca Guggenheim y con ella se fue a Londres con el propósito de comprar un automóvil con el cual recorrer toda Europa. Una madrugada, camino a Bríndisi, en Italia, no se sabe qué sucedió: tal vez se quedó dormido al volante, el caso es que se desbarrancó y se mató. Yo llegué también con mi beca Guggenheim a Londres pocos meses después y me alojé en la casa del mismo amigo mutuo, Alberto Díaz Lastra, en donde él se había alojado. Allí, José Carlos olvidó una camisa que yo heredé. Desde entonces, cada vez que yo sentía pereza de escribir, desánimo o escepticismo, me ponía la camisa y comenzaba a trabajar. Consideré que yo tenía un deber hacia aquellos artistas, hombres y mujeres, cuya muerte prematura les impidió decir lo que tenían que decir. Por eso esa camisa tiene tanta importancia en mi vida. Depositarla en la Caja de las Letras no significa que no vuelva yo a escribir: la magnificencia e importancia del Premio de Literatura Española Cervantes, me obliga moralmente a hacerlo y así lo haré: me pondré la camisa, así sea metafóricamente, una y otra vez, hasta que se acabe (no la camisa sino mi vida).

Pero no vine aquí para contar mi vida y mis obras, ni para comentar mis penas. Tampoco a hablar de las guinguingas de nadie, ni siquiera de las de Don Quijote, aturdidas y compungidas como debieron estar, tras tantas tan tremendas tundas que le propinaron durante su azarosa profesión caballeril. Vine y estoy aquí hoy, 23 de abril de 2016, en el que se conmemora el aniversario número 400 de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, discurso en ristre y con los colores de España en el pecho, muy cerca del corazón, para agradecer: a sus majestades los Reyes de España Felipe VI y doña Letizia, por su muy generosa hospitalidad; por su hospitalidad también a la ciudad de Alcalá de Henares, a su Alcalde, y al Rector de esta Universidad; al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte así como al Instituto Cervantes; al jurado del Premio Cervantes por su decisión, riesgosa diría yo, en la medida en que juzgó como tal a mi literatura. Agradezco también a mis amigos y familiares presentes, a oíslo Socorro y a mis hijos: Fernando que descanse en paz, a Alejandro, Adriana y Paulina el gran apoyo que me han dado toda la vida. Socorro: perdóname si alguna vez te hice daño: te pido perdón en público. Asimismo y profundamente a la Providencia, a la casualidad o a la causalidad el haberme hecho súbdito de la lengua castellana, a mi país México y a mis padres por haberme dado este lenguaje y sobre todo, gracias a ti, España, mil gracias.

Por cierto, también sueño en español.

Vale.

Fernando del Paso

 

 

martes, 3 de agosto de 2021

UNA DE LAS FRASES CARAS SOBRE LO POÉTICO PARA UN SERVIDOR, PIENSENLA

En el verso algo le ha sucedido a la inteligencia.

En la prosa la inteligencia ha encontrado un objeto

para sus observaciones. El fenómeno poético preexiste.

 

EZRA POUND

 

  

POETRY DEL GREMIO DE LOS POETS

 

Gira y gira fuera de la órbita,

la [cabeza-bocina],

el mandatario del mundo y la galaxia infinita.

Afuera, un albañil suelda fierros día tras día,

adentro un recuerdo se pudre y un libro resucita.

El tomo cuarto de la enciclopedia británica

nos enseña que…

[Pras, una fotografía]

El arte es un juguete para prostituir exactamente lo único

inprostituible,

la cadena alimenticia.

Hace casi 200 años nació Baudelaire.

Un aspaviento, una mala noticia, una sangre en este pueblo de millones.

Tori Amos canta.

Mi novia está encantada, pero en su casa no la escuchan.

La calle está vacía de tristeza, un ojo humano coloca la emoción y se va.

Hay que trabajar, hay que estudiar… hace cientos de años

Veracruz fue descubierto por los españoles.

Ahora el corrupto es ese perro que ambiciona y sólo sabe ambicionar,

Ese perro quisiera morirse ambicionando la muerte misma, pero no la suya sino la ajena.

Luego está Dios.

Aristóteles educó a Alejandro Magno.

Estas cosas se saben…

¿Pero qué dicen las novelas?

¿Eso también se sabe?

Tori Amos acaba de cantar…

La autopista donde bebí cerveza hace años sigue siendo

la autopista donde bebí cerveza hace años…

y eso no se sabe ni tiene por qué saberse,

la dualidad del pensamiento es la dualidad del péndulo,

es la dualidad de lo razonable y después la síntesis del tiempo.

El tiempo es la única palabra que no cabe en ningún lado,

aunque tenga su reloj y tenga su sexo y su corazón

y esas cosas se saben…

¿Entonces si el poema no nos remite a la sorpresa

es una condena porque pretende ser inmortal? Ja.

Saquemos los viejos discos de Metallica,

leamos los labios de nuestras mujeres,

seamos paraísos de nuevo en cada esquina, en cada cuarto,

en cada silla interminablemente escrita por el escritor que la destruye,

en cada página de Kundera, en cada filosofía,

en cada ciudad, en cada tamaño, en cada seno,

incluso, hasta se podría decir que te estoy tomando el pelo.