jueves, 25 de agosto de 2022

MI PRIMERA NOVELA (FRAGMENTO DOS AÑO 1997) POR MARCOS GARCÍA CABALLERO


"En la cantina me di cuenta porqué habíamos visto las calles tan desiertas: Tal vez los pistoleros del pueblo habían salido a vacacionar y habían delegado las responsabilidades a los borrachos, que la verdad cumplían al pie de la letra con el mandato abarrotando el lugar con sus pláticas, gritos, demostraciones, y demás parafernalia pueblerina.

Pedimos cervezas y nos sentamos en una mesa junto a una rockola, al principio se sintió nerviosa de ser la única mujer en medio de puros borrachos sudorosos y yo le recordé que en gran parte eso era andar de aventura y que la vida sin riesgo no vale la pena ser vivida y que a eso habíamos venido y que por cierto, ella traía los cigarros. Detrás del cantinero y la pequeña barra había en el centro de la pared ocupando el lugar de mamá Guadalupe un poster gigante de colección de Julio César Chávez apañando a dos nenas en bikini y bebiendo coronas, hicimos algunos comentarios irónicos sobre el tema y le mostré mi verde envidia, tomamos de las cervezas cruzándonoslas por los brazos y un borracho de pantalón negro y cara ceniza nos abordó para pedirle a Guerda que si quería bailar un ‘pieza’, insistió educadamente a pesar de la negativa y después se fue mostrándonos las palmas de las manos: “está bien, está bien, ya no interrumpo a los enamorados, adiós.” Le dije que no se hubiera negado a bailar con Antonio Rodríguez para que yo les tomara la fotito del recuerdo, ella bajó la mirada, tomó un limón de la mesa y fingió exprimírmelo sobre la cara. Así era Guerda, siempre tonteando y distraída parpadeando dos veces, aunque también luego yo no le veía ni el polvo y se me escabullía. Hice un rápido viaje al servicio de baño atravesando un patio lleno de gallinas y en la pared leí unas palabras: “Aquí nos cogimos a Alfredo el chilango, agosto 93.” Ja, después de los patios de gallinas siempre se encuentra uno con testimonios como estos; bueno, ¿yo que quieren que haga? Mejor vayan al departamento de paquetería: “Canal 5 al servicio de la comunidad, se solicita su ayuda para localizar a las siguientes personas...” Yo quise poner mi graffyti también: “Nunca podrás caminar a través de los espejos ni nadar por las ventanas.” Una frase de Morrison, pero el pedazo de ladrillo se deshizo y solo llegué a “Nunca podrás.” Me le quedé viendo mientras me abrochaba el cierre y me reí, la frase inacabada finalmente acabó por gustarme, porque me sonaba macabra. “Nunca podrás.” Porque también suena retadora, las cervezas me habían pegado y me sentí borracho, así que me reí de nuevo: ¡Ja, ja, ja! Regresé a nuestra mesa pensando que el ‘Nunca podrás’ no se puede aplicar en mi persona y Guerda buscaba una canción en la rockola, programó una de José Alfredo Jiménez y cuando se sentó no dudó valientemente para cantármela, se sabía toda la letra y a mí empezó a darme vergüenza, volteaba a verla a ella y volteaba a ver a la rockola; era un ruido ensordecedor y chillante, la demás gente también lo cantaba, pedimos otra ronda y la carita de Guerda comenzó a ponerse colorada, sus párpados sucumbían, el pelo se le desordenaba, yo tenía que pararme del asiento para besarla, de repente le dije: “oye mujer, ya dejémonos de pendejadas.” (una frase muy directa para el tono en que hasta ese momento nos habíamos tratado, y la impacté con eso, según dijo después de unos días: “David, me asombraste, nunca creí que...”). Etcétera, luego alguien programaba otra canción ranchera, luego otra ronda, luego dos cervezas; era una vida agradable la nuestra y yo empezaba a acostumbrarme a la idea de que nos quedáramos ahí hasta el fin del mundo o hasta que terminara el sexenio, que como ahora todos sabemos, no eran ideas precisamente encontradas. Guerda echó un soplido por sus labios resecos y divinos y estiró las manos sobre la mesa como si quisiera guardársela debajo de la playera, tuve que darle un golpe con el pie. “oye, aliviánate, que va a decir la gente, que nunca te saco a pasear o qué.” Y ya se estaba emborrachando delante de mis ojos atónitos, no había ido a dar su clase de danza por estar conmigo, estaba sola, sola en Dolores Hidalgo con una mochila casi rota y con un poeta que lo único que quería era escabechársela, abría la boca para decir algo pero no decía nada, bajaba la cabeza, (¿Qué voy a hacer con una mujer borracha a estas horas?), su voz sonó como a doscientos kilómetros: “Oye... tú me quieres...?” Y Julio César Chávez me sonreía... “Oye, ja, ¿qué quieres decir con eso? Claro que te quiero pero...” “Tú me quieres...oye, tu no eres como el Pantera, yo no sé cómo le hacen para ser amigos.” (ha, ajá, ahora yo soy quien sabe qué, ¡me estaba comparando! ¡Me había estado comparando todo este rato!). Me había comparado con ese pedazo de mosca y por tanto me sentí encabronado, celoso, di una rápida ojeada a los últimos acontecimientos para examinarlos con ojo clínico, no sabía si ellos se habían visto durante toda la semana o solo el día que llegaron a mi casa, pero obviamente con el no había tenido una experiencia como esta, y esto era lo que más quería ella, vivencias, vivencias, acumular una tras otra vivencia para volverse inalcanzable, ja, (y ¿porqué me río?), por tanto me sentí seguro del todo otra vez y le dije una crueldad: “acábate la chela no? y vámonos.” Y no solo terminó con la suya sino se empinó la mitad de la mía y cuando salimos a la calle casi se va de cuernos sobre una señora que vendía collares exóticos: “eres un gacho, ayúdame.” Dijo mientras yo iba a mitad de la calle y ella se fue por la banqueta.

 

“Debería ser Emilia la que estuviera aquí maestro.” Pensé después de meditarlo mucho, y en ese momento dos sujetos de pinta brava le chiflaron y me puse en guardia inmediatamente sin friquearme, el laberinto de calles y la lejanía mexicana se ceñía sobre nosotros desde todas direcciones, las sombras de las casas crecían, una mujer soltó unas monedas que al caer hicieron un eco tan escandaloso como si hubiera tirado al suelo toda la lana de ‘pégale al gordo’, era la combinación perfecta: ella borracha y yo sin moneda. De repente tuve la visión espantosa de que todo esto podría terminar en una horrible pesadilla, (violación, asesinato, despellejamiento), ideas que me pasaron zumbando la cabeza como luces de carretera en la noche, uy, que me achuté, y me asusté en serio, regresamos a la misma banca frente a los libros usados y la población de la calle aumentaba, los focos de la plaza se prendieron, una maraña de nervios se enredó en mi cabeza: “¿Cuánto dinero traes eh?” “una madre...” (¡Hip!) “¿Qué hacemos?” “Pus tú guapa, no puedes ni caminar, qué hacemos?” Me sentí como un imbécil al preguntar eso he inmediatamente la levanté diciéndole: “Pus vamos a meternos a ese hotel a ver qué vemos.” Era el hotel Posada Coco-macán, que estaba al lado derecho de la catedral y se veía de aspecto muy caro, del tipo de hoteles con arreglos a la mexicana para atraer a los gabachos, ¡y el mexican quite curious! Yo no tenía la mínima esperanza de rentar un cuarto pero por lo menos esperaría a que la borrachera se le bajara, algo bueno pasaría como siempre pasa. Ya enfrente de la puerta dudamos como inditos tehuanos, entonces la abrasé, la rodeé con mi brazo derecho sobre su Levis vieja, (¿Porqué carajos no?): Estábamos lejos de casa y yo pensando que la única causa por la que vale la pena no suicidarse es el desmadre, hacer lo que te da la gana, así que me llené de valor y ella se sonó la nariz haciendo un escándalo, entramos al hotel por su gran puerta de madera con la gloria del ejército Trigarante; cruzamos un pasillo lleno de dudas y de ecos misteriosos como el bosque de árboles con caras de Dorotea, un mostrador al lado derecho, un restaurante al otro, un jardín central lleno de árboles enfrente de nosotros. Dije “buenas tardes” a la señorita con una sonrisa de millonario y ya estábamos adentro de esa atmósfera lejana, “uooooauuu.” empezamos a captarlo todo, miré de reojo pero la mujer ya estaba ocupada en otros asuntos tecleando una computadora; lo que se me hizo raro pero seguimos adentrándonos, al lado del jardín por donde entraban ya las pocas hebras de luz nos topamos con unas escaleras; “órale no, vamos a ver qué honda.” Y la excitación aumentaba y nos sentíamos de peluche y de tripas corazón y de hecho primero nos dividimos y yo me fui por abajo, un mesero pasó por ahí y me saludó, lo que me dio a entender que nadie nos vería como raros especímenes y también lo saludé, “ándale córrele” no le dije, pero estuve a punto, porque yo que he sido mesero sé lo que más les repatea. Anduve por ahí hablando solo y regresé a las escaleras donde ella estaba tratando inútilmente de arreglar su mochila, se veía guapa toda desgreñada como una vagabunda, me dijo que le dolía la cabeza y le pasé la mano por el pelo: “Güey, i can’t belive you, estás bien guapa... ...pus no sé que hacer, espérate tantito, es por las cervezas, ahorita se te pasa.” “...mmme estás dessspeinaaando...” “te voy a despeinar, pero metafísicamente.” Pensando para mis adentros: “qué descarada.” “Ay sí, -me dijo-,juar, juar, juar.” “Ya verás, ya verás...” Subimos las escaleras y no había nadie, n-a-d-i-e, “cáaaamara” “a ver películas.” Avanzamos a pasos lentos como francotiradores y cruzamos como sombras por todo el pasillo, nos detuvimos en la esquina donde la puerta del cuarto 28 estaba entreabierta y “a ver aguanta, échame aguas.” Le dije mientras echaba una ojeada en la habitación y como no había nadie nos metimos de inmediato como si estuviéramos a punto de arrancar en una camioneta robada.

En la habitación reinaba obscuridad total y olor a sábanas limpias, aguzamos nuestros sentidos y los pocos ruidos que hacíamos los empezamos a oír como si salieran de las bocinas de un estadio en un concierto de Metallica, como si desbaratáramos hojas secas a cada paso que dábamos, y eso que pisábamos con mucho cuidado para que la vieja del mostrador no nos oyera, porque estábamos exactamente arriba de ella y su computadora, aunque de hecho estábamos mucho más arriba de todo el hotel, estábamos en nuestro propio hotel. Un hotel descarado y poético podríamos decir. Algo que ya traíamos, algo que ya estaba en sus ojos y yo se lo leía en voz alta porque no podía hacer otra cosa, porque a los recuerdos hay que meterles palabras, porque cuando me acogía en sus brazos sin que se lo pidiera y sentirlos tan amables y tan cálidos en mi cuello era como regresar de nuevo a la senda del mundo, era vencer, instantáneamente, al olvido, a la muerte, a las paredes grises que escurren explicaciones vanas.

 

La poca visibilidad nos hizo tropezar con los muebles y una jarra de agua se tambaleó sobre una mesa, estuvo a punto de caer pero no cayó de puro churro, respiramos y nos reímos como duendecillos traviesos y dejamos nuestras mochilas en una de las camas. ‘Prende-la-luz’, le dije entre murmullos asomándome por la ventana y pensando mil cosas; en la calle la noche ya era más que evidente y clara, la gente transitaba alegremente por su pueblo natal y se notaba un claro ambiente de fiesta pueblerino. Mi respiración quedó impregnada en el vidrio; afuera también teníamos un balconcito de poca madre.

 

Del otro lado de las cortinas la habitación se llenaba de bosque, se llenaba de la textura de nuestras emociones. Guerda no prendió la luz como yo descuidadamente le dije, su borrachera empezaba a disiparse y ya pensaba con más claridad, me dijo que así era mejor para ahorita, aunque yo le reclamé que me hiciera caso y le hice que me diera su explicación solo para ver si estaba segura de lo que decía, haciéndome el enojado y riéndome al mismo tiempo cuando escuchaba sus tiernos y francos razonamientos. Me acerqué a la puerta para ver si escuchaba pasos o si alguien nos había seguido pero nada, el avión de la paranoia se me fue cuando vi que todo estaba tranquilo.

 

“Vamos ganando muñeca... -murmuré-, hay que celebrar.” Quisimos acercarnos pero como todavía no nos acostumbrábamos a la falta de luz me dio un manotazo que me cayó de lleno en la cara, “ay, órale hija, tienes la mano pesada como los albañiles.” Luego nos abrazamos y nos besamos y le dije: “Lo que tú no sabías... (le di un beso)...es que yo tenía esto planeado desde el principio...(otro beso)...viajecito a Dolores Hidalgo con todos los gastos pagados, acá, ja, ja, ja...yea, vamos ganando baby...,When Love Comes To Town.”

 

Se acostó sobre la cama sin hacer ruido y yo me asomé otra vez por la ventana para vigilar, una excitación vibrante me sacudía, sentí mi ropa puesta, sentí las africanas puestas y pensé en mis amigos, pensé en sus luchas y sus soledades, sus pendejadas también, en la calle un carrito avanzaba como un pato y por un alta voz anunciaba que en famoso tugurio habría una fiesta sensacional a las diez de la noche; “¡Mis amigoooos de Doloreees!” Guerda me preguntó: “¿Qué hay afuera?” “Un planeta re feo.” Era por fin nuestra primera nochecita juntos.

 

Me acosté junto a ella, me acarició los brazos con sus manos de niña y nos quedamos un rato como zombies mirando el techo obscuro de barras de madera del que colgaba un candelabro, sin hablar para nada pero con las mechas bien encendidas. De repente nos sacudió de nuevo el: “¡mis amigooos de Doloreees!” Lo más desesperante era que no podíamos hablar en voz alta; cada que escuchábamos pasos y voces en el pasillo nos callábamos pero no pasaba nada; eran turistas, camareras trabajando, yo todavía no creía que habíamos burlado el sistema de seguridad y los radares anti gorrones pero así era. Se me ocurrió una cosa y suavemente la empujé para pasar encima de ella y tomar el teléfono de la cómoda, hice girar el disco como si llamara a la recepción para quejarme del roomservice, porque la verdad era pésimo, ja, ja, todavía no nos traían de cenar.

 

“Bueno, como los del roomservice na’ más se hacen mosca parece que tendremos que sobrevivir a base de pura agua, como Gandhi.” Me paré a la mesa y serví los dos vasos, los dejé sobre la cómoda y prendí una vela. Se zampó toda el agua de un solo trago por su crudita y me pidió más, quité una funda de la almohada y me la coloqué en el antebrazo, fui por la jarra y le serví de nuevo. “¿Desea algo más señorita?” “mmm...pues no sé, ¿qué más tienen?” “mm, oh...tenemos un servicio especial...es solo para señoritas como usted.” (todo esto dicho en voz muy baja y tierna). Dejó el vaso y estiró los brazos hacia mí diciendo solamente: “ven.” Y yo ya era el hombre más feliz del mundo o por lo menos me sentía dentro de esa secta de imbéciles, a-ha, pero a mi manera... ‘in my way...’ como diría Harry el sucio. Me quité las dos playeras y me subí a la cama, comencé a besarla y le descubrí el ombligo, se lo besé alrededor pensando: “oh diablos, la carne, la carne siempre asombra (me expliqué a mí mismo el significado de la carne, esa estupidez filosófica de la dicotomía entre alma y cuerpo, espíritu y materia, blanco y negro, Pepsi y Coca-cola y demás anatemas),no me la voy a acabar.” Subí otra vez hasta su rostro, a través de la cortina la luz de la plaza entraba suavemente iluminándole la cara, sus ojos grandes de mujer catalana me observaban con una expresión burlona y ambigua, Guerda se estaba transformando en un felino y yo pensé: “aquí me quedo maestro, de aquí soy.” Hicimos el amor una vez bajo el candelabro, y luego otra vez, y otra, y ya nada más porque así era suficiente.

 

Algo más tarde, a tooodos nuestros amigooos de Doloreees sonó por última vez, y en las bocinas de la pared comenzó a sonar una musiquita ambiental a lo Raif Connif que a Guerda no le pareció porque estaba fumando recargada en mi hombro y dijo volteando hacia la puerta como si hablara con otra persona: “Oye, que poca, nos tratan re mal no es justo, pongan a Dead Can Dance.”

 

miércoles, 24 de agosto de 2022

UNA VERDAD CONTUNDENTE QUE CRUZA SIGLOS Y HA LLEGADO HASTA NOSOTROS


 

 

“El hombre debería saber que del cerebro, y no de otro lugar vienen las alegrías, los placeres, la
 
risa y la broma, y también las tristezas, la aflicción, el abatimiento, y los lamentos. Y con el 

mismo órgano, de una manera especial, adquirimos el juicio y el saber, la vista y el oído y 

sabemos lo que está bien y lo que está mal, lo que es trampa y lo que es justo, lo que es dulce y 

lo que es insípido, algunas de estas cosas las percibimos por costumbre, y otras por su 

utilidad… Y a través del mismo órgano nos volvemos locos y deliramos, y el miedo y los 

terrores nos asaltan, algunos de noche y otros de día, así como los sueños y los delirios 

indeseables, las preocupaciones que no tienen razón de ser, la ignorancia de las circunstancias 

presentes, el desasosiego y la torpeza. Todas estas cosas las sufrimos desde el cerebro”

Hipocrates de Cos (Ἱπποκράτης ὁ Κῷος), c. 460 a. C. - Tesalia c. 370 a. C., fue un médico de la Antigua Grecia que ejerció durante el llamado siglo de Pericles. Es considerado una de las figuras más destacadas de la historia de la medicina y muchos autores se refieren a él como el «padre de la medicina» en reconocimiento a sus importantes y duraderas contribuciones a esta ciencia como fundador de la escuela que lleva su nombre. Esta escuela intelectual revolucionó la medicina de la Antigua Grecia, estableciéndola como una disciplina separada de otros campos con los cuales se la había asociado tradicionalmente

  

lunes, 22 de agosto de 2022

MI CARLOS FUENTES MÁS CERCANO: INQUIETA COMPAÑÍA

 

Inquieta Compañía es un libro de cuentos del Carlos Fuentes que a mí y a mi generación nos es más cercano. El libro salió publicado en 2003 y consiste en cuentos de misterio y cuentos de terror. Ahora que está de moda otra vez H.P. Lovecraft, pues yo hablo de mi libro favorito de terror y de miedo: Inquieta Compañía de Carlos Fuentes, Y qué decir pues de éste libro: Pues así: es uno de los libros que con la lógica de buscar terror en las páginas, pues obviamente se convierte en un libro muy visual, hay un pasaje ahí, de la historia de una mujer, un Sanborns por la basílica de Guadalupe y todo eso, y mientras, el que nos procura terror es el novio de ella, es enormemente visual como lo veo desayunando junto a un cadáver conservado en la casa de ella. Pues el instinto no le falla a Fuentes, conmueve y provoca terror, pero es de notarse que Inquieta Compañía es de relatos largos y sin ninguna concesión al lector, en el año 2003 Fuentes estaba en uno de sus mejores momentos como escritor, seguramente escribiendo en Londres y entregándose al teatro de la grandiosa ciudad de Londres y eso se deja ver en el primer relato, todo el libro para mí es una joya, lo vampírico también está súper bien trabajado, el resultado es que Inquieta Compañía no defraudará a nadie, apenas en éstos días termino Los Años con Laura Díaz, voy en las partes finales, después de cruzar todo el siglo XX Fuentes terminará con los secretos de su personaje Laura Díaz pero vuelvo a Inquieta Compañía, es magno, es generoso, es brillante, el último cuento Vlad, es una verdadera muestra de la garra de Fuentes y no deja así después de hablar de su personaje: La Rara Avis de su especie, que hermoso resulta inquietarse por Carlos Fuentes, adoro el libro, recomendación de peso para mis lectores…. Ahí estamos y Léanlo.

 

 

MI PRIMERA NOVELA (FRAGMENTO UNO AÑO 1997) POR MARCOS GARCÍA CABALLERO


¡Villahermosa! Eso significa aún más calor todavía, significa polvo, tránsito de vehículos, choferes enfermos de mal humor, bebés que berrean a sus madres, tiendas de abarrotes y mercerías, un reguero de porquería por todos lados, más tiendas de pollos; cientos de camiones entrando a Villahermosa y gente preparada en las calles para abordarlos a los mismos, “así que esto es Villahermosa” me digo a mí mismo en voz baja por mi falta de compañía. Me bajo del camión en la central de camiones que está saturadísima de gente, gente por todos lados muriéndose de calor, no soy el único que lo padece, aunque sí el único que lo consigna ahora con esa misma furia. Me bajo del camión y voy primeramente a buscar un hotel barato para pasar la noche, con mi enorme mochila a mis espaldas, me siento como un Cristo cargando con su cruz- “nosotros somos más famosos que Jesucristo” es una frase que ya dijo alguien, alguien que ahora está muerto y que recientemente se ha subastado en 103 mil 500 dólares  un pedazo de papel  en el cual ese alguien escribió en 1967  la canción “For the benefit of Mister Kite”  El recuerdo de  Lennon se subasta ahora de esta manera, ¿pero qué es en realidad lo que se paga con esa cantidad? ¿El recuerdo? ¿El gran mito? ¿o simplemente el espectáculo de todo ello?

Cerca de la central camionera hay dos calles paralelas donde venden pollos y hay hoteles baratos, yo busco en particular un hotel de a diez pesos la noche que me recomendó en su momento el chavo que vendía uvas en la gasolinería de Palenque, pero tal parece que ya no existe o que me choreó simplemente, porque todos cuestan entre 30 y 35 pesos la noche, lo que para mí significaría quedarme sin dinero el día de mañana, pero de todas maneras entro a todos a preguntar cuanto es el precio; en la mayoría de los lugares están las putas adormiladas sobre los viejos sillones y echando la hueva: no, no hay un hotel que cueste diez pesos la noche: todas la putas me dicen lo mismo, creen que les estoy tomando el pelo, “y cuánto cuesta?” (el acostón) les pregunto a un par que veo muy instaladas sobre un sofá color verde mirando el canal de las estrellas, ¿con todo y cuarto? me regresa la pregunta la puta, “no, mejor olvídalo” le digo y me salgo de nuevo a la calle, ya son cerca de las cinco de la tarde y las miradas de los niños pequeños que son arrastrados por sus madres me hace preguntarme ¿y ahora qué? porque con la sed que tengo sería capaz de beberme diecisiete caguamas, haaaa! la maldita sed.  Voy a una plaza cercana que queda a la derecha del Grijalva y me aplico de nuevo el remedio de la Gestapo con el agua de una fuente, ahí me quedo un rato, mirando el paso de la gente, y  es cuando conozco a Aidé.  ¡Cámara! Aidé es una puta que me ofrece algo sensacional: dos mamadas al pito en un cuarto con regadera y servicio de cervezas incluido, “yo te invito las cervezas, tu nada más paga el cuarto corazón” bueno, digo entre risitas, no está tan mal, sobre todo porque tengo unas ganas endemoniadas de bañarme de nuevo, así que Aidé y yo nos vamos caminando abrazados por la calle mientras yo le voy mirando las tetas y ella va saludando a medio mundo que se encuentra y que le tiran de chiflidos y piropos y menciones de que ya se encontró a su novio ideal, ya la hizo, etcétera.

“¿Bueno y de donde eres corazón? Le pregunto, usando su misma palabrita de ‘corazón’

“Soy de Torreón corazón, pero ando viajando por todos lados guapito, acabo de estar en Los Ángeles, allí me eché un tirito con una puta y le di sus cocotazos porque yo soy una vieja very crazy, a mí no me paran.”

Aidé no es precisamente fea, pero está medio loca, tiene tumbado uno de los dientes de enfrente y me parece que está bajo los efectos de alguna droga, está tatuada también, precisamente en el hombro, lo que me hace morder el miedo y pensar: “¡No hay que confiar en una mujer que está tatuada del hombro!”

“Yo soy una vieja very crazy.” -dice, alzando el puño, que se le ve curtido, como si de veras se peleara a puñetazos.

Vamos abrazados por la calle y yo prácticamente la voy siguiendo, pero pensando con cierto nerviosismo en que a lo mejor es una puta que se dedica a transar a los que se dejen y como traigo mi mochila con la Minolta y mi ropa y todas mis cosas, trato de ser prudente y de ponerme a pensar en cómo va a estar de verdad el asunto, pero Aidé me distrae porque tiene la urgencia de causarme una impresión; “Zacatecas, Morelia, Nuevo León, El Paso, Los Ángeles, México D.F., Toluca, Cuernavaca, yo he estado en todos lados corazón.”

Después nos enfrascamos en una polémica de cómo está la situación actual del país y ella dice: “Pinche Zedillo, por su culpa está todo de la chingada, le hacen falta huevos al cabrón, yo por eso no creo en nada, nada de lo que dice el pinche gobierno, yo ya crecí, no tengo pelos en la lengua para decir las cosas, yo soy una vieja very crazy.”

“Bueno, sí, sí, pero tranquila mujer.”

“No me digas mujer corazón.”

“¿Mujer? ¿Por qué no quieres que te diga mujer si estás preciosa?”

“Porque yo soy una vieja very crazy, ya le he entrado a todo: pastas, coca, mariguana, de todo.”

“Bueno, bueno, -le digo- pero no me has probado a mí.”

“Hay si cierto corazón, tú se ve que eres bien lindo.”

Y otra vez:

“Yo soy very crazy.”

Después de bajar por la misma calle llegamos por fin al hotel, pero Aidé quiere hacerle transa al mozo que cobra los cuartos y me dice que la espere allá afuera: “pérate, pérate, es que ya traigo un boleto y chance y sí pasamos con el mismo.”  La espero pues allá afuera como ella dice y me quedo pensando: “pinche Aidé también es cabrona, le gusta entrar de gorra a los hoteles.” Pero finalmente la transa no funciona porque el empleado del hotel no abandona su puesto, así que tengo que pagar en efectivo la cantidad del cuarto despidiéndome de la mitad del dinero que me queda. Subimos por unas anchas escaleras por las que se oyen ruidos y gritos misteriosos y entramos a un cuarto que se ve de quinta categoría pero que tiene una amplia regadera y una banca de mosaico, Aidé hace pedir las cervezas y nos las trae al cuarto un tipo cuadrado que me parece que es su conocido, y al que seguramente le estará cerrando el ojo a mis espaldas y después cuando yo esté desnudo y bien feliz como idiota, el entrará junto con otro tipo y los dos me robarán mis cosas,  entonces me quedaré como un pobre pendejo que ha caído en la trampa, un cualquiera más, otro más, humillado y sufriendo la impotencia de no poder  hacer nada para impedirlo pero ¡ho! ¡al diablo! eso solo me lo estoy imaginando...

Aidé me da mi cerveza y brindamos, “por este encuentro magnífico, salido de la nada” Mientras me voy quitando la ropa Aidé hace lo mismo sin parar de hablar y de auto aplaudirse su ser de very crazy; empieza a contarme trozos de su vida y yo la escucho sin mucho interés pero le hago preguntas como si de veras estuviera interesadísimo, pero sin hipocresía, claro, más bien con las ganas de hablar sencillamente, de cotorrear el punto.

 Luego, después sí que me conmuevo cuando escucho una de sus historias: resulta que a un hijo suyo, que acababa de salir de la cárcel, lo han matado unos mafiosos por un asunto de drogas, y ahí sí se le sale toda su tristeza y se pone a llorar, “mi hijo, mataron a mi hijo, al Pablito me lo mataron.”  Yo ya estoy desnudo y no sé que debo pensar, porque me deja de a seis encontrar tanta tristeza en la mujer, el escuchar su verdadero sufrimiento humano, su pena interna, es algo para lo que no estoy preparado pero después ella misma saca fuerzas y dice: “pero a mí no, chinguen a su madre, a mi me la pelan, yo me rajo la madre, tú eres muy lindo y solo por eso te lo cuento, pero yo no, yo soy very crazy, a mi me la pelan, me acabo de madrear una ruca así, por pendeja.”  “bueno, bueno, mujer, pero no te parece que eres muy peleonera, no hay que ser así, hay que ser tranquilos, nada más no dejar que se metan con uno y ya stuvo no?”  “¡pero al Pablito me lo mataron, chingue su madre, un hijo menos.”  “ha, tienes más hijos?”  “sí, otros dos, pero están chavitos todavía, al Pablito, a mi Pablito me lo mataron.”  Tomo mi cerveza y me acabo la mitad de un solo trago, comienzo entonces a decir un largo y profundo rollo para tranquilizarla y parece que sí funciona porque repentinamente cambia su estado de ánimo y se pone contenta, me agarra del pito, que todavía no lo tengo erecto y me dice: “todavía le hace falta.” Al escuchar eso me echo a reír y le digo: “pues ayúdale un poquitín a Willy no?”  Abro la llave de la regadera por la que empieza a salir una deliciosa agua fresca y me siento en la banca de mosaico, Aidé se pone de rodillas en el suelo y pone su cabeza en medio de mis piernas, comienza a trabajar y yo a disfrutar de la existencia, de la dicha, de la calidez humana. Ja, ja, ja, salud por la luna brother.

Un par de minutos después me vengo encima de la boca de Aidé, que se retuerce buscándolos con la lengua. Se para de nuevo; “ahí está papito, ahora vamos a pedir más cerveza no?” Entonces nos echamos la segunda ronda y la tercera, bajo esa agua deliciosa que sale de la regadera y que me hace sentir como en un baño de Zeus en el Olimpo, Aidé sigue diciendo que ella es una very crazy y de repente en medio de la plática se saca de su bolsa una pasta y dice que se la va a echar, yo le advierto que no lo haga, que no tiene sentido drogarse, pero ella insiste y nos ponemos a discutir; “Aidé no seas pinche, no te tienes porqué seguir echando pastas.”  Le digo, pero es inútil, porque la vieja tiene los oídos tapados para cualquier explicación razonable y se traga la maldita pastilla; “pinche Aidé,” le digo, “tú misma te arrojas a los problemas.”  “bueno y después de todo a ti que chingaos? ¿tú quién eres para decirme ‘no te eches una pasta?’ ya papito, mejor tranquilo.”  “ay, sí no? muy acá, a ver.” Y la reto a que nos demos de golpes, así que nos ponemos a boxear desnudos bajo la regadera, mitad en serio mitad en broma, pero yo nada más la finto y marco los golpes,  ella si me da de madrazos, “ay, ay, ya espérate ya.” le digo, porque de verdad da unos golpes recios que hacen que me duela el hombro y así seguimos gozándola de la vida, hasta que pedimos la cuarta ronda y nos ponemos cada vez más borrachos, yo procuro ya no tomar demasiado porque si no voy a perder el estilo y el control de la situación, lo que realmente me preocupa  es donde me voy a dormir en Villahermosa, porque en verdad no pienso quedarme en este mugroso hotel que me produce terribles sospechas, Aidé está ya tan borracha y drogada que no me gusta lo que se viene en puerta así que comienzo a vestirme y le digo que ya me voy, como un canalla que una vez obtenido su goce  sexual se esfuma a la chingada, sí, ¿pero es que qué más podría hacer? me pregunto a mí mismo, pero Aidé reniega porque no le parece mi decisión y me dice: “no Carlos -como le dije que era mi nombre- que te crees si bien chingón, ¡tú vas a pagar las cervezas como quedamos y aparte me vas a pagar a mí, o que te creías que de gratis te iba a mamar el pito? ¡paga tú cabrón!” Problemas, problemas, siempre se vienen los problemas encima...

“No Aidé, quedamos que yo pagaba el cuarto y tú pagabas lo demás, si por eso venimos, porque de otra forma no hubiera sucedido nada, ni nos habríamos conocido.”  “¡Cabrón, tú dijiste que ibas a pagar las cervezas, ahora pagas o no te sales vivo de aquí!”  (Ya sabía yo que esto iba a traer problemas pero soy un necio, parece que nunca escarmiento). “No Aidé -le digo serenamente, des apendejándome la borrachera- tú dijiste que ibas a pagar las cervezas, yo nada más voy a pagar la última ronda, acuérdate que te lo dije cuando nos trajeron las cervezas que yo nada más iba a pagar la última.”  “¡No, no cabrón, paga tú miserable ojete!” Ya vestida, Aidé agarra mi mochila y dice: “o pagas tú todo o no te doy tus cosas.”  (Ya parece increíblemente otra mujer en vez de la dulce Aidé que siempre decía “yo soy very crazy”) Pero no puede haber ningún cambio en el plan simplemente porque yo ya no traigo dinero, más que una miseria, que no alcanzaría para pagar las ocho cervezas. Hago llamar al chavo que nos las había estado trayendo y le digo: “¿cuánto va a ser amigo?” (Aidé sigue gritando y está como loca aferrada a mi mochila), el chavo dice: “cada cerveza cuesta seis varos, serían cuarenta y ocho.”  “ahí está pues.” Le pago doce pesos al chavo y le digo que ella le va a pagar los otros treinta y seis, pero Aidé sigue aferrada y tengo que pelearme con ella para que me dé mi mochila, ya después se la arranco, después de haber recibido dos tres de sus trancazos que da con esas manazas suyas. Se desploma en el suelo hundida en la miseria de la droga y dice. “maldito Carlos ojete, eres un ojete, dijiste que tú ibas a pagar todo.” El chavo nada más se queda expectante viendo la situación y le digo: “mírala ya como está, yo te estoy diciendo la verdad, ella iba a pagar el resto.”  Saco los treinta y seis pesos de la bolsa de Aidé y se los doy al chavo, entonces me bajo casi corriendo las escaleras mientras oigo los desgarradores gritos de Aidé y ya en la calle me echo a correr, esperando que no me estén siguiendo treinta padrotes con sus macanas, me esfumo por una de las calles laterales y pienso de nuevo toda la situación, casi siento lástima por la pobre de Aidé y me acuerdo de sus ‘yo soy very crazy.’  Confirmo de nuevo mi teoría: No hay que confiar en una mujer que está tatuada en el hombro.

 

“¡Villahermosa, que hermoso recibimiento me das!”  Grito al aire mientras voy por la calle taloneando monedas para conseguir pagar un cuarto, el cielo ya está obscureciendo, (se ve que viene una noche espléndida), y después de tanto mendigar consigo la suficiente lana para quedarme en un cuarto de treinta pesos..., “vaya, vaya”, me digo ya en la cama del cuarto, debajo de un ventilador que se mueve lentamente mientras pelo una naranja con mi navaja Victorinox Switzerland que me compré en el Sanborns de División del Norte. Ja, -me digo- estupendo recibimiento... vientos por ti... Villahermosa la hermosa, la muy primorosa, la muy candorosa -empiezo a jugar con las palabras- y después saco mi grabadora de la mochila y sintonizo el 96.5 de FM de radio de Villahermosa, la estación se llama “Music Light” y el locutor que está al aire se esfuerza mucho en hablar como un escuincle  fresa de la colonia del Valle, luego sigue hablando y menciona según su lista, cuáles son los discos más vendidos en la historia del Rock and Roll: el “Thriller” de Michael Jackson está en el primer lugar (aunque esa porquería no es Rock and Roll evidentemente), seguido inmediatamente después por “Exitos 75-85” luego, aproximándose en tercer lugar está el “Rumors” de Fleetwood Mac y después en la cuarta posición  el “Born in the USA” de Bruce Springsteen.

 

Decido apagar el radio y poner un cassette de Dire Straits, me doy una vuelta por el cuarto y luego me asomo al balcón que tiene vista hacia el río Grijalva, las luces de los postes alumbran pequeñas rebanadas del agua que se mueve en la misma dirección que el viento y en la avenida que está en la paralela pasan varios camiones ya vacíos haciendo un escándalo que se confunde con la música de los Dire Straits, “Once upon a time in the west”  es la canción que estoy escuchando, mientras mastico los gajos de la naranja, es un momento perfecto para pensar cómo está ahora la situación de mi vida y lamentar la soledad tan magnífica que me está envolviendo junto con la música, pienso en como solías ser conmigo, Guerda, y en cómo nos amábamos con tanta frescura, tanta cadencia, tantos fulgores de alegría que ahora están perdidos, o ranciándose en nuestra memoria de unos tiempos ya tan remotos y olvidados, y que me causa tanto pesar recordarlos aquí  y ahora.

Me siento tan solo y triste que podría llorar, podría quedarme como agua para chocolate, pero en vez de eso dejo que siga la siguiente canción de Dire Straits, “Romeo y Julieta” se llama la canción, grabada en vivo del disco Alchemy, y dejo que la guitarra de Mark Knopfler llore por mí en estos momentos.  Así me quedo dormido, con las botas puestas. Al día siguiente me levanto con los pies hinchados; “puta madre, se me olvidó quitarme la ropa”, es lo único que alcanzo a mencionar, y después me voy a dar una ducha en la regadera compartida del hotel, un par de putillas me ven salir del cuarto y se sonríen, yo me sonrío también y entro a la regadera, de la que sale un agua bastante fría que me hace soltar exclamaciones: “¡BRRR; PUTA MADRE CON EL AGUA; HAY CABRÓN, ESTÁ HELADA; HAY GÜEY, NO MAMES, ESTÁ RE PINCHE FRÍA.” 

Después me visto con la misma ropa sucia, (porque no he lavado mi ropa desde que dejé a los McDonald), y salgo y me dirijo nuevamente hacia la calle, hacia esas calles abstractas de Villahermosa (llenas de putas y perros callejeros) esperando poder talonear de nuevo unas monedas. Doy una larga vuelta y cruzo al otro lado del Grijalva buscando gente bondadosa y cálida a la cual poder arrancarle unos pesos con mi buena educación, (señoras ya grandes, de preferencia) después de dar vueltas y vueltas se me va todo el día pero ya tengo dinero suficiente para comer por lo menos un taco y para tomar un camión que me lleve hacia lo más cerca que se pueda de la ciudad de México, que es La Venta, Tabasco. Así que hacia allá parto después de pasar a recoger mis cosas de mi cuarto de hotel y me subo en el camión, durante el trayecto voy pensando en Aidé...

“...yo soy very crazy...”

Y no le gustaba que le dijeran mujer…

 

lunes, 15 de agosto de 2022

SOBRE LA POESÍA Y EL INFIERNO, POR MARCOS GARCÍA CABALLERO.


En una entrevista realizada en Madrid hace ya varios años y aparecida en el suplemento El semanal del periódico La Jornada, (La Jornada Semanal no. 434 junio, 2003) el periodista Carlos Alfieri intentó (y lo logró en gran parte) sacarle confesiones significativas para el público al filósofo francés André Comte- Sponville, que como dice la nota introductoria, “pertenece al reducido grupo de filósofos que conocen la gloria equívoca de la popularidad”. En dicha entrevista, Comte-Sponville se declara un pensador anti sistemático alejado de los grandes sistemas filosóficos como lo son los de un Hegel, un Spinoza o un Kant, y se declara partidario de filosofías como la de Pascal o Montaigne que, al abordar la labor filosófica, antes que nada lo hicieron en primera persona, no desde el mundo de las ideas o alguna otra entelequia más o menos respetada.

            Comienzo con ésta introducción porque aclaro que voy a hablar en primera persona, es decir, desde mi nombre y como  escritor y voy a acompañar mi reflexión con escritores y filósofos que considero notables y decididamente universales; en primer lugar, porque dicha sea la verdad y así lo creo, los grandes pensadores, novelistas, poetas, artistas o investigadores, lo son porque comenzaron su saber desde sí mismos y luego lo insertaron en sus respectivos ámbitos o derroteros particulares. Desde luego no es que yo me considere un súper gran escritor de talla mundial, (pero por Blogger me ha conocido el mundo). Es decir, me siento a gusto en esta mesa y presiento que todo lo que voy a decir parte de una visión estrictamente personal. La razón es que en el campo del saber literario es precisamente la óptica propia lo que es precioso, es el qué de lo contado pero también y más importante el cómo es contado; es la abertura de la lente y con buena velocidad en el obturador y luz suficiente para la fotografía que pretendo tomar ante ustedes y de ustedes lo que me importa, si mi cámara no es lo suficientemente buena ya se verá, pero mientras tanto, ustedes manténganse a foco.

            El Diablo, el chamuco mexicano o su respectiva contraparte femenina que es la chingada, Satán para los Hebreos, es decir, el Adversario, el Enemigo; para la Grecia Clásica el Diablo, o sea el Acusador, el Calumniador, el Demonio en resumidas cuentas, es el santo patrono de la poesía y de la literatura toda. Por ejemplo, para los pensadores del Medioevo que pusieron a la Filosofía de sirvienta de la Teología como San Agustín, el “infierno” es un “lugar” etc, seguramente con muchas llamitas. Sé que esta expresión puede no ser compartida por todos ustedes, pero sostengo que tiene un muy alto grado de verdad en particular para la poesía moderna que se inicia en 1821 con el nacimiento del primer poeta maldito y uno de los dos o tres más grandes de Francia: Charles Baudelaire y más o menos igual Arthur Rimbaud. En la expresión latina non serviam, es decir, no servir, no ser útil en términos prácticos o de solidaria cooperación social, es donde se encuentra el poeta y subrayo a Baudelaire y Rimbaud porque ellos fueron los primeros poetas iconoclastas, irreverentes o, por lo menos, los primeros reconocidos a nivel mundial que además de clavar su mirada poética en lo putrefacto, la carroña, lo infernal, sirven como ejemplo perfecto para esta exposición simplemente por su frase: “La más hermosa habilidad del Diablo es habernos persuadido de que él no existe”(Baudelaire). Toda la poética de Baudelaire es una metafísica, es decir, un discurso que se basa en la ausencia y la presencia. La pregunta fundamental de la metafísica es: ¿por qué hay algo y no más bien nada? Desde Hesíodo, el poeta griego autor de la Teogonía, los grandes metafísicos han dado diversas respuestas a su indagación ontológica partiendo de esta frase. Algunos, lo resuelven remitiéndose a Dios, el padre creador del Universo; otros, más audaces como Jean Paul Sartre, llegaron a la conclusión de que el ser humano “es una pasión inútil”, sin Dios, ni Demonio, ni… precisamente, nada. Sartre experimentó y estudió una ontología basada en la intemperie del Ser. Sartre fue audaz y hasta en sus errores fue genial porque prefirió morir-mortal que morir con la inmortalidad del premio Nobel, que aunque a Sartre le cabe mucha inmortalidad, el prefirió morir escribiendo su filosofía y sus doctrinas para sus camaradas en el vivir y de ahí se explica el Monumento Sartre repartiendo volantes de la lucha estudiantil del Mayo francés de 1968.  Pero vuelvo a Baudelaire y ésta idea de lo infernal que resulta la creación poética.

            Y es que el rango metafísico de lo infernal le corresponde a la poesía primero que a todas las artes (y es la que posibilita y da vida a todas las demás disciplinas artísticas) por la misma razón que al Diablo lo mandaron al infierno: por no servir para nada, por un rotundo exclamar que sus obras y sus glorias no cabían en éste mundo hecho para la técnica del trabajo y alejados cristianamente de la soledad, otro tema importante en la literatura, porque es a partir de la soledad y precisamente por la soledad de donde nace la poesía, autogenerándose, compitiendo en forma desleal en un mundo en que estamos hechos individuos en un ser-para-sí pero también ser-para-los-otros, en todas las modalidades que se pueda y con las responsabilidades que nuestra condición humana conlleva.

¿Pero la poesía? ¿Qué es la poesía? La poesía primero y antes que nada es un acto de libertad, pero como su más alta misión en solidarizarse con la soledad ajena, el poeta, al luchar para encontrar su propio canto y todo lo que después los críticos vendrán y dirán: “Ha, lo que pasa es que este poeta se expresaba en metáforas, prolepsis y analepsis”, primero es una energía que para ser considerada poética, debe atravesar la sensación de vacío precisamente para que el vacío en el resultado del texto poético haya quedado  trascendido y superado, y por medio de la poesía el ser humano experimente el recogimiento. El recogimiento de sí mismo. Trascender el vacío  como una de las formas de experimentar la ausencia del ser y sus cualidades ontológicas de las que todo Ser comparte: Verdad, Unidad y Bondad, en palabras del filósofo tomista Joseph de Finance en su Tratado del Ser (editorial Gredos). ¿Por qué es infernal la poesía? Porque no sirve para nada, a lo que remite el mensaje del poeta es a la subjetividad mía o la de cualquiera, a experimentarse uno a sí mismo libre, una categoría individual que no se agota en criterios políticos, jurídicos o de sólo horarios de trabajo, sino la posibilidad de albergar amor, o ser principio de una historia mítica. Es decir que en todos cabe la posibilidad de ser poetas porque estamos solos (y de hecho la Poesía juega a metamorfosear esa soledad), y al mismo tiempo en todos cabe la posibilidad de ser virtuosos porque nos lo cuentan, es decir, porque nos cuentan cuentos y es, sin lugar a dudas, de la virtud de lo que hablan los buenos cuentos; de cómo aprovecharla, ganarla, perderla, sufrir su ausencia o recobrarla, nada más piensen en los cuentos cinematográficos o literarios que más les hayan dejado algo y me entenderán o compartirán esta idea. ¿Ejemplos modernos? La última versión cinematográfica de El conde de Montecristo, la gran obra de Dumas, o los cuentos del gran escritor guatemalteco Augusto Monterroso recientemente fallecido, del cual me disculpo en ausencia y presencia, porque en una entrevista que me hicieron en el radio dije que él no era buen escritor, espero que allá en el infierno  me perdone y mi castigo dantesco sea que por los siglos de los siglos  él me recite o me lea su obra, porque yo, tanto gusto, sería bueno amanecer todos los días en el infierno y recordar eternamente que el dinosaurio sigue ahí, el dinosaurio como problema metafísico y que trasciende a la Historia con mayúscula, porque sigue ahí y ahí seguirá…. Qué caray. Pero bueno. La virtud, el tema filosófico universitario… Aristóteles, o por lo menos  lo que sabemos de Aristóteles (pues la mayoría de su obra está perdida quizá para siempre), sabemos que él no comprende las virtudes como algo fijo, seco o acabado, Aristóteles nos dice que para ser virtuosos imitemos al virtuoso, hay que recordar que Aristóteles es uno de los rectores intelectuales de la Humanidad de todos los tiempos. Pero no he acabado con Baudelaire y Rimbaud, ni pienso acabar, veamos un fragmento del poema 143 de su primera obra importante, Las flores del mal de Baudelaire y después un fragmento significativo para ésta mesa de Una Temporada en el Infierno de Rimbaud:


“Oh tú, el más sabio y bello de los Ángeles,

Dios traicionado por la muerte y privado de alabanzas,

¡Oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria!

Oh Príncipe del exilio, a quien se ha agraviado,

Y que, vencido, siempre te vuelves a levantar más fuerte,

¡Oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria!

Tú que todo lo sabes, gran rey de las cosas subterráneas,

Familiar curandero de las angustias humanas,

¡Oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria!

Tú que, hasta a los leprosos y a los parias malditos,

Enseñas mediante el amor el sabor del Paraíso,

¡Oh, Satán, apiádate de mi enorme miseria!”

 

El poema es largo, cito sólo éste fragmento pero creo que se aprecia lo fundamental que Baudelaire sostendrá en todo su poema, el ritmo de acumulación o en otras palabras, Baudelaire busca que su lector se sature de la oración que él le hace a Satán. Ahora imaginemos cómo estaba Baudelaire para escribir esto y, sobre todo, un libro que mantiene el mismo tono.

Ahora de Arthur Rimbaud:

 

“ Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que todos los corazones se abrían, en el que todos los vinos se escanciaban.
Una tarde, me senté a la Belleza en las rodillas. - Y la encontré amarga. - Y la cubrí de insultos.
Me armé contra la justicia.
Escapé. ¡Oh brujas, miseria, odio: a ustedes se les confío mi tesoro!
Logré que se desvaneciera en mi espíritu toda la esperanza humana. Sobre toda alegría, para estrangularla, salté como una fiera, sordamente.
Llamé a los verdugos para, mientras perecía, morder las culatas de sus fusiles. Llamé a las plagas para ahogarme en la arena, en la sangre. La desgracia fue mi dios. Me tendí en el lodo. Me dejé secar por el aire del crimen. Y le hice muy malas pasadas a la locura.
Y la primavera me trajo la horrorosa risa del idiota.
Ahora bien, últimamente, habiendo estado a punto de soltar el último ¡cuac!, se me ocurrió buscar la clave del antiguo festín, en el que había, quizá, de recobrar el apetito.
La caridad es esa clave. - ¡Semejante inspiración demuestra que todo fue un sueño!
"Seguirás siendo hiena, etc.", exclama el demonio que de tan amables adormideras me coronó. "Gana la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo, y todos los pecados capitales."
¡Ah! Ya he aguantado demasiado: - Pero, querido Satanás, te lo suplico, menos irritación en la pupila. Y mientras van llegando las pequeñas cobardías que faltan, para ti, que tanto valoras en el escritor la carencia de facultades descriptivas o instructivas, arranco unas cuantas páginas repelentes de mi cuaderno de condenado.”

Sé que mi voz jode, por eso leí el poema con tanta vehemencia, creo que realmente no hay otro modo de dar una ponencia que mostrando ira. De lo demás Rimbaud es el que tiene la culpa, pero no se preocupen, en toda Francia es lectura obligada desde el bachillerato.

Es que la palabra Diablo en el pensamiento suena con mucho peso, al contrario de Dios, que es una palabra con muy poco peso, quiero decir, hablar de Dios es reducirlo, simplemente nombrarlo es en parte acabar con su grandeza —seamos creyentes o no—, pero en cambio hablar o leer sobre el Diablo tiene mucha fuerza y mayor que la del propio Dios en la conciencia humana. Si como algunos experimentos han demostrado que durante el día a una persona normal le pasan cerca de 100 veces por la cabeza ideas sobre el sexo, sería interesante saber cuántas veces pensamos sobre el infierno o sobre el Diablo aunque sea sólo en pequeñas dosis y breves instantes. En efecto, la cita literaria dice “en el instante entran Dios y el Diablo”. O sea que dios y el diablo están en este instante… [clic] y en éste instante también. La poesía ensancha el instante, lo fomenta, lo puebla de signos y significados que es, en otras palabras, la polisemia: multitud de significados. Si al hacer enorme el instante, entonces la poesía debe mucho a dios y al diablo: pensemos en los grandes poemas de Efraín Huerta, Octavio Paz o José Gorostiza, en especial su celebradísimo poema Muerte sin fin, veamos un fragmento entresacado:

 

 

¡Tan-Tan! ¿Quién es? Es el Diablo,

es una espesa fatiga,

un ansia de trasponer

estas lindes enemigas,

ese morir incesante,

tenaz, esta muerte viva,

¡oh Dios! Que te está matando

en tus hechuras estrictas,

en las rosas y en las piedras,

en las estrellas ariscas

 y en la carne que se gasta

como una hoguera encendida,

por el canto, por el sueño,

por el color de la vista.

¡Tan-tan! ¿Quién es? Es el diablo,

ay, una ciega alegría,

un hambre de consumir

el aire que se respira,

la boca, el ojo, la mano;

estas pungentes cosquillas de disfrutarnos enteros

en un solo golpe de risa,

ay, esta muerte insultante,

procaz, que nos asesina

a distancia, desde el gusto

que tomamos en morirla,

por una taza de té,

por una apenas caricia.

 

[Fin de cita] Entonces la experiencia cotidiana contiene a dios y al diablo, efectivamente. Eros y Tanatos en términos freudianos; el bien o la ética y el mal en términos de filosofía; en poesía, ambas polarizaciones condensadas y fundidas en una sola y única experiencia: la creación poética. De ahí que los grandes filósofos como un Nietzsche, tomó como poeta de cabecera a Hölderlin y Hiedegger hizo su brillante ensayo de poética tomando como remanente al mismo Hölderlin, el verdadero titán de las letras alemanas, porque aceptó su locura y abandonó la poesía debido, entre comillas, a “una oscura locura”, que claro, a los psicoanalistas les encanta analizar porque precisamente las grandes mentes tienen mucho qué decir, y los psicoanalistas, al escuchar la sensación del infierno, piensan para sus adentros: Aquí está lo sabroso. La realidad es que la filosofía ha demostrado, después del paso de los siglos, que nos ha enseñado a pensar, pero ahora, cuando la filosofía no se convierte en un discurso politizado, es decir, una verdadera doctrina, como la de Marx, brillantemente seguida en México por Adolfo Sánchez Vásquez, en el que la expresión ser-radical significa ir a la raíz del ser humano, digo, sino se hace filosofía así, sólo se está jugando o demostrando pedantería, por eso es que se enseña Historia de la Filosofía o se “problematizan” cuestiones ya superadas en las aulas de filosofía y no se enseña  a filosofar, como quería Kant, porque eso, verdaderamente hablando y siendo alejados de la academia y uno solo y su sombra, la filosofía está muy bien leyéndola, pero filosofar, realmente no sirve para nada más que para que uno expanda su horizonte cultural (se hable así mismo), mientras que la poesía sigue vigente y válida y los psicoanalistas lo saben muy bien porque piensan que cuando sus pacientes les hablan de su dolor, están haciendo poesía, ¿que crean eso? ¿En estricto sentido, el dolor y sólo el dolor es igual a la poesía? Yo creo que no, bueno, que ellos lo piensen está bien, después de todo, no cualquiera es poeta, sobre todo porque casi nadie aguanta “el peso bruto de la nada” en palabras de Octavio Paz. 

Pienso también en Alejandra Pizarnik: “Extracción de la piedra de la locura y El infierno musical”, una extraordinaria artista, que nació en Buenos Aires el 29 de abril de 1936, en una familia de inmigrantes del este de Europa. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, después, cultivó su afición a la pintura bajo la supervisión de Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964, Alejandra vivió en París, donde trabajó para la publicación Cuadernos y para algunas revistas francesas; colaboró con poesía y crítica de varias publicaciones en francés y en español; tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé e Yves Bonnefoy, y estudió historia de las religiones y literatura francesa contemporánea en la Sorbona. A su regreso a Buenos Aires, Alejandra publicó tres de sus volúmenes más importantes, Los trabajos y las noches, Extracción de la piedra de la locura y El infierno musical, así como la obra en prosa La condesa sangrienta. En 1969 se le concedió una beca Guggenheim, y en 1971 una beca Fullbright. El 25 de septiembre de 1972 salió de la clínica de psiquiatría en que estaba internada para pasar el fin de semana; falleció por una sobredosis de seconal que tomó por su propia mano. Y mientras la recordamos siguen existiendo las guerras estúpidas, la abyección del hombre que se comporta como lobo para el hombre, la corrupción emponzoña nuestra nación tan querida y tan golpeada y la gente pobre muere sin un plato de frijoles, los niños de la calle, los inmigrantes, etc...

 

Ustedes no sé si se aferran a la psicología o al psicoanálisis, yo me aferro a la literatura y al pensamiento. Una de las cosas que aprendí en los distintos infiernos donde he estado (parecidos a los de Pizarnik), es que ni el tiempo adentro del infierno destruye al pensamiento, o bueno, eso creo yo, esa es mi creencia probada en el sentido que le da a las creencias Ortega y Gasset, pero ya se cerró la cámara y ya tomé mi foto, el que estuvo en el infierno bien lo hizo, el que estuvo en el cielo con sus alitas y su aureola también, bien lo hizo. Y ahora, después de éste instante, un poema, porque la poesía, finalmente nos hará libres.

Muchas gracias.

 

 

 

sábado, 6 de agosto de 2022

REPORTERO DE MI MUNDO INTERIOR, POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

“Seguramente Ernesto Zedillo se leyó un día antes de su último informe de gobierno el Canto a mí mismo de Whitman”. Fue lo que pensé  al día siguiente cuando la portada de Proceso decía: “Yo, Yo, Yo”. Y cuando leí el informe escrito, pensé: “El pobre pendejo no lo entendió”. Salí de mi casa y como siempre, fui escribiendo poemas sueltos en la mente, que no fueron nunca escritos y así es mejor, porque para eso tenemos a Walt Whitman. Lo único que me asemeja  con Whitman, si no es el talento ni mucho menos, es que yo también me atreví a vender mi primer libro de casa en casa como lo hizo él; pero yo lo hice después de más de un siglo de distancia: en los primeros meses del año 2002. La sorpresa es inmediata, uno va por ahí a la altura del Metro Hidalgo trabajando de encuestador para el INEGI y creyendo que todo el mundo ha leído a Paul Nizan, a Vicente Huidobro o al propio Whitman y es incuantificable el cotejo con la realidad: con ánimo de sacarles la plática a los encuestados, uno capta de inmediato que la gente apenas sabe que existe la poesía,  igual como le pasa a la metafísica, la gente cree que es algo cursi, y por supuesto, la mayoría de la gente tiene una televisión tamaño gorila y una lujosa y nunca leída edición de El Quijote, ¿y al lado? La saga (¿será trilogía como la Trilogía sucia de La Habana del cubano Pedro Juan Gutiérrez?) de El grito desesperado, que para la mayoría de la gente, no es un libro cursi sino un buen libro (es decir un libro de buenas maneras, que, por cierto, nunca fue escrito por José Carlos González) que ayuda a los jóvenes a superarse, “a salir del infierno de las drogas y la promiscuidad donde está nuestra pobre juventud”. En cambio, Whitman en el libro citado dice: “todo cuanto asumo tú lo asumirás, porque cada molécula que me pertenece, también a ti te pertenece”. La diferencia, diríamos pues, es nada más que Whitman fundó la cultura (y la democracia) norteamericana mientras que El grito… se tiene en casa pero se lee en el metro. Y Walt Whitman en la actualidad se lee también en el metro… y en Harvard, y en la Universidad de Chicago y en la de Cincinatti, etc. Todo lo cual nos lleva al  magnífico panorama para el poeta joven que lee en el metro: primero, si es que escribes bien,  deberías olvidarte del auto cachondeo  de los blofs-spots y hacer puntos en el periodismo, para que nadie o sólo después de 20 intentos te vayan a  publicar; segundo, la gente no te va a leer más que por conmiseración, la gente que necesita leer lo que tú escribes, quizá por ignorancia o falta de recursos nunca te leerá, aunque claro que tendrás felices encuentros con escasos lectores, éstos son los que comprenden, pero la mayoría de los amigos te van a palmear la espalda; tercero, si de verdad eres poeta no te vas a rendir con esto y más te vale encomendarte a San Premio Nobel para cuando crezcas, y mejor ve pensando en renunciar a él, porque la Academia tiene tan mal tino últimamente (con excepción de Saramago y Harold Pinter o Herta Müller para mi gusto) que por honradez, debes pensar en no aceptarlo, tómatelo con calma, falta mucho. Mejor encomiéndate al Premio Príncipe de Asturias o al Cervantes, que suelen ser más justos.

            Pero no perdamos el tiempo con las paráfrasis de Zedillo (“el doctor zeta” como le decían en las cantinas de Coyoacán), sobre todo después del sexenio en que Jorge Luis Borges fue Borgues y hubo el proyecto “hacia un país de lectores” y que al volver la mirada no puede generar sino aspavientos ante lo que el gobierno Foxista quería  hacer con la cultura, porque realmente  la cultura, es el verdadero patrimonio de México y ésta idea no es que sea mía, sino que el panorama general del país lo revela a cada momento y creo que no hace falta dar  ejemplos. “Hacia un País de Lectores estamos esperando todos los sexenios”. Se debería llamar de ahora en adelante…Para que el próximo sexenio ya ni se cansen eligiendo slogan.

Es mucho más importante para nosotros los creadores, no crear poesía que sólo quiera verle la cara de pendejo al lector. Regularmente, esta poesía funciona así: se trata de musicalizar palabras cultas y embonarlas con ideas vagas…. muy vagas (las llamadas imágenes poéticas) que el poeta tiene en lo más  profundo de su espíritu y que aprendió (o se obligó, es lo mismo) que así debía de ser gracias a la poesía de imágenes tan aclamada por Octavio Paz: es decir, esas imágenes, además de que resulta difícil igualar la poesía de Paz, son dispersiones, extravíos; dada la musicalidad equis, (porque a fuerza tiene que haberla, si es como el ritmo de la respiración del poeta), el poema está hecho. Y también, por supuesto, sus pendejos para leerlo, es decir, los camaradas borrachos del poeta y que también quieren ser poetas; lo leerán convencidos del “misterio insondable que aúlla en las cavernas  que tiene el alma humana” en su interior y que sólo por gracia de la poesía nos es factible conocer esos misterios. En literatura, como en los desastres como los del 11 de septiembre, los del 2 de octubre  o los del resto del año, conviene recordar las palabras de la gran Susan Sontag: “Suframos juntos, pero no seamos estúpidos juntos”. Es cierto que está de moda el fin del mundo y que los medios electrónicos hacen su agosto explotando ésta idea en cualquier ámbito, pero ante ello, el escritor debe de ser un imperturbable caradura, y más si es de los escritores que salen en televisión.  Por eso a mí me interesan cada vez más las poéticas que no parecen poesías explícitas, que en muchos casos son incomprensibles galimatías que sólo por la idiotez pueden llegar a gustarle a alguien, sino la poesía que trabaja con auténticas visiones, (por lo menos la poesía de malabarismos verbales está excluida, porque de antemano avisa que es una vacilada, es como caminar por una calle nueva, con nuevos rostros, nuevas tiendas, nuevos perros y nuevos vagabundos y nuevos puestos de periódicos. Un mundo nuevo, en suma, ja,ja,ja.) Pero hay otra poesía que es peor  y la peor de todas: la que insulta al lector diciendo esos mismos galimatías tomando al lector como la segunda persona narrativa verbal. El mensaje de esta poesía es: ¿Y tú quién eres? ¿Cómo te atreves a leerme en esta revista y/o suplemento cultural al que sabes que nunca te publicarán a ti? La calidad debe ser un requisito indispensable para la publicación de cualquier obra literaria, pero también es cierto que la poesía debe convivir con otros discursos, como los anuncios de autos, la cerveza, etc, en los medios impresos o electrónicos. ¿Cuándo será el momento en que una empresa que tiene dinero como Letras Libres anuncie por radio, prensa o televisión su contenido con un aforismo de Óscar de la Borbolla, por ejemplo: “La realidad no nos enseña nada, pero nos obliga a aprender, ergo: compre Letras Libres”? Lo  estamos esperando.

            La verdadera poesía, si es que todavía existe, deberá ser aquella escrita por auténticos profetas, visionarios que han explorado en su ensimismamiento o en lo que sea que los haya desembocado en otra totalidad, otro mundo, y eso cuesta explorar el fuero interno y como eso duele y, sobre todo, el mundo entero conspira para que uno nunca pueda llegar a ese otro segundo yo que soy yo mismo, nadie quiere ser poeta. Aquí es donde se ve por qué Rimbaud sigue siendo nuestro Rimbaud, porque exploró hasta la medula el mundo interior y exterior y logró conurbarlos mediante el acto poético y murió joven, como debe de ser. (“El poeta debe buscar su propio conocimiento total” decía Rimbaud a los 18 años).

Nadie quisiera ver a un verdadero loco como Antonin Artaud, uno de los mejores del grupo surrealista francés de los años treintas del  XX, ocupando un puesto en la burocracia cultural después de haberle confesado a su psiquiatra que veía: “crecer una noche dentro de la misma noche”. Hay una anécdota sobre Artaud muy divertida. Cuando una ocasión lo dejaron salir de su internamiento, le leyó a una amiga suya un poema muy extenso, a gritos, y el velador de aquél barrio de París le dijo a Artaud que se calmara, a lo que Artaud le contestó cuando el velador del psiquiátrico fue a verlo: “¡Cállese o sino lo convierto en serpiente!” Después de que la amiga lo regresó al internamiento, el velador le dijo a la amiga de Artaud: “Oiga, estoy muy preocupado, ¿de verdad ese señor me puede convertir en serpiente?” Antonin Artaud no murió tan joven, pero su locura hizo lo suficiente para volverlo tan inteligente para probar que con verdad se reta a algo grande, algo absoluto cuando se quiere ser poeta, en la sentencia de Platón:

 

“Todo aquel que se atreve a escribir poesía sin estar poseído por el delirio que este arte exige, creyendo que puede ser poeta tan sólo por escribir de acuerdo con determinados recursos técnicos, estará muy lejos de ser un verdadero poeta. Pues la poesía de los letrados siempre será eclipsada por aquella que destila locura divina.”

 

Ésta poesía, desde los tiempos griegos, es la única que merece tener ese nombre y por lo que se ve en varios  libros y mucha basura galardonada, podemos decir, contentos, que esa es la que necesitamos leer (uso la clave de los cómplices porque sé que sólo los que quieren escribir este tipo de poesía leerán este texto, no los simples lectores, porque éstos, ya no existen para mi generación, por lo menos), en otras palabras, los invito a desembocar en la totalidad, y que nuestros textos sean un concierto de totalidades, de laberintos internos, donde los poemas amanecen a pesar de todo, donde es posible que la amada sea la que da “las maderas curvadas de sus besos”, o sentir la “arácnida acuarela de la melancolía”, hermosas frases del propio Vallejo, y así siempre así, hasta que la humedad distante del presente, retorne al árbol que la engendró y la alimenta, en éstas ciudades que son espejos de ausencias, polvos de espejos, y desde esta orilla de mar como la otra, se atisbe la luminosidad de la Presencia. ¿Será tanto así? Bueno, no sé, pero me consuelo pensando que uno que otro policía lee a María Zambrano y a José Ortega y Gasset. (Sólo faltaría que Jesús Zambrano propusiera lectura obligada en preparatoria de El Evangelio según Jesucristo).