SEIS
El Puesto de Tacos de la
Delegación Tlalpan.
Después
de la presentación del libro del francés Yvon Le Bot, El sueño zapatista, la banda cercana se fue a festejar los últimos
tragos a la casa del sociólogo discípulo de Alain Touraine, el Doctor Sergio
Zermeño en su fabuloso estudio en Coyoacán, muy cerca de la cantina La
Guadalupana. No era yo el único chamaco que se las daba de escritor entre esa
nutrida reunión de intelectuales. Pero además de gozar con la concurrencia y
las francesas que andaban por ahí, se me hizo fácil pedirle trabajo a Zermeño en
la coordinación de asesores de la delegación Tlalpan, donde él trabajaba para
el Delegado Salvador Martínez de la Roca, conocido en toda la ciudad como “el
pino”. Mi padre lo tomó en serio y unas semanas después fuimos a verlo a
Tlalpan. Ellos eran amigos y parecía ser que La Escuela de Escritores de la
SOGEM me estaba sirviendo. Sergio lo pensó y me pidió el currículum que traía
conmigo. “¿Conque eres cuentista y poeta, barman y le sabes a la chamba del
INEGI eh?” Dijo mientras lo revisaba en tono amistoso. “Deja ver qué te
contesto en dos semanas ¿vale? Date una vuelta del próximo lunes al siguiente”.
Me pareció lo justo, después de todo, ¿Qué chingados sabía yo de Alain Touraine
o la política del PRD en una de las ciudades más grandes del mundo como La Capirucha?
Había que esperar y, de mientras, El Financiero y el equipo del escritor
Eusebio Ruvalcaba y Víctor Roura me habían dado una página entera en la sección
de cultura sobre mi poesía, cosa que le presumí inmediatamente a Yesica, mi
novia. Recuerdo que se lo avisé y se fue corriendo al Sanborns más cercano a
las diez y media de la noche y por teléfono me comentó que ya lo estaba leyendo.
Los poemas estaban dedicados a ella. Qué chingón es tener una novia y hacer
poemas mientras acabas la guerra de los veintes a fines del siglo XX, de sólo
recordarlo quiero que la rendija de la
pared me conduzca de nuevo a esos días difíciles.
¿Qué pinche ruido zumba ahora por mi cráneo? Slumdog millionaire, creo que se trata
del soundtrack.
Volví al despacho de Zermeño hasta
Tlalpan y me dijo: “lo que hay es grilla
de jóvenes por Tlalpan, si te late ahí sí hay Francia, búscame cuando quieras,
pero la chamba es con ellos.” “O.k., hecho Zermeño, gracias, ya estoy yendo con
ellos.”
Jóvenes por Tlalpan era un hervidero
de conciencias y desolladero de talentos como suplemento cultural comandado por
chavos. Parecía un taller grillero-literario con la furia para conquistar no
sólo Tlalpan sino La Capirucha entera. Dime si no, hasta uno de los de ahí se
llamaba Stalin y de lo que se trataba era de formar proyectos de amplio radio
de acción y convocatoria para los
vecinos de Tlalpan. Como el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas era el jefe de
gobierno de la ciudad y como ya había quedado claro después de interminables
discusiones sociológicas al interior de la delegación, se tenía que levantar el
proyecto de “Los Comités Vecinales”, que sería la instancia mediante la cual
los vecinos tendrían de intermediación
para sus peticiones ante la delegación, desde pedir que se quitara el
escombro que había sobrado de una construcción de las calles hasta solicitar
permiso para cerrar una calle con motivo de una fiesta tipo quince años con luz
y sonido. Por sí sola la delegación Tlalpan es enorme, ¿Cuántos millones de
personas vivirán ahí? También conformamos el concurso de fotografía de 4 o 5
delegaciones de la zona sur de la Capirucha llamado: “El Perseguidor de
Imágenes” cuyo jurado estuvo encabezado por Pedro Valtierra, uno de los mejores
fotógrafos de La Jornada. En honor a
este recuerdo y por supuesto también al
espectro siempre presente del Cronopio
inmortal, así titulé un librito de ensayos literarios y filosóficos de 180
cuartillas que acabo de terminar por éstas fechas en que garabateo éstas
líneas. Y los fines de semana, ya fuera de las obligaciones de La SOGEM, Yesica
y yo nos íbamos de fiesta y, curiosamente, nos encontrábamos fauna urbana de
tintes misteriosos y pintorescos como el
mismísimo Gabriel Retes el cineasta: él quería que hiciéramos una orgía esa
misma noche que le pedimos que se sentara en nuestra mesa del bar y venía
acompañado con una rubia exuberante que por poco y me enseña las tetas en el
bar, pero Yesica se sintió apenada a la mera hora y nos fuimos a follar a su casa y nos dormimos
para que a la mañana siguiente nos despertara su hermana con su Depeche Mode a
todo volumen. La hermana de Yesica estudiaba actuación y lo peor de todo fue el
día de los niños pobres. Maldita pobreza, carajo: veníamos todos en el coche
del novio de la hermana, sobre Baja California una noche de sábado que ellas no
quisieron quedarse en el “Albert Collins Ruta 61”, un buen bar de blues y jazz
y con la euforia casi no le decimos “¡párate wey!” cuando tocó el alto a un
auto adelante. Rápidamente los niños pobres se pusieron a dar maromas en el
aire y jugar acrobacias y fue cuando el desgraciado del coche de adelante les
grita horrible. Los niños se caen de una encima de otro, la niña se golpea
fuertemente la cabeza y se prende el siga, todos se van, nadie ayuda a los
niños pobres, quiero bajarme a ayudarlos y Yesica me grita: “¡Piensa lo que
haces Mateo!” “puta madre, hueles a mujer, ¡con quién estuviste antes de
vernos!” No sé si reír o llorar o pedir que me saquen de la película, pero ya
vamos lejos, rumbo a La Condesa.
Al
día siguiente en la mañana, salgo crudo a pasear a la perra pastor alemán de
Yesica y veo unos adultos pobres colocando una cruz, ahí, una simbólica cruz
sobre Baja California en un pedazo de tierra… qué horror, qué putazo, pobre
niña muerta…
Pero
también era divertido volver los lunes después de cruzar media ciudad hasta
Tlalpan viniendo de San Cosme, llegar a la delegación y encontrar a los jóvenes
por Tlalpan peleándose por cualquier cosa y con los recuerdos de Hot Waters
emergiendo de la cabeza siempre con una nostalgia inexplicablemente tortuosa,
mientras pensaba en mis novelas como El
Jardín del Pulpo y además Edad en el
alba porque en las dos estaba trabajando he ir por el puesto de tacos para
ir a montarlo en algún lugar perdido entre los cerros y los barrios bajos y pintarrajeados de graffity de Tlalpan para
enterar a la gente y para invitarlos a formar su comité vecinal: por supuesto
que no era un puesto de tacos ni vendíamos nada, era un módulo de información
para Los Comités Vecinales pero idéntico he igualito a un puesto de tacos y la
camioneta me llevaba hasta el culo de La Capirucha y yo me metía hasta los
peseros como un tipo con una guitarra que quiere a cambio unas monedas, repartía cientos de volantes y el colmo era
que la gente veía el modulo y no entendían nada y llegaban con una cara de
idiotas y me preguntaban por el Metro Insurgentes: “Joven ¿Cómo llego al metro
insurgentes?” “¿Cómo llego a avenida universidad?” “Es que como aquí dice
información por eso le pregunto.” Y yo: “Este… mire señora se va por aquí
derecho y luego...” Y resulta que hasta se enojaban porque desde donde yo
estaba ubicado no podía orientarlos al Centro Histórico o a digamos tan
siquiera la zona de hospitales de Médica Sur. Y la gente se emputaba. Y nadie
quería formar un comité vecinal. Y la gente se quejaba de que los políticos no
servían de nada. Y estamos en el 2012 y van a ser las elecciones y todo mundo
quiere votar por un cambio pero todos sabemos que va a ganar alguien que no
distingue quién es Carlos Fuentes o quién es Enrique Krauze... Y todos seguimos
pensando lo mismo y no hacemos nada o a ver qué hacen los yo soy 132, nuestra
pequeña luz en medio de la masacre calderónica. “¡Viva Mateo, te volvieron a
publicar!” decía la hermana de Yesica cuando yo llegaba a dormir a su casa. Me
habían publicado en Aguascalientes en la revista Talleres un ensayo sobre las vanguardias artísticas del siglo XX,
luego unos poetas malditos me invitaron a colaborar en su revista. La vida
lucía bien. Hasta que Yesica enloqueció, yo creía que seguía traumada por lo de
la niña pobre pero quién sabe... creo que todos estábamos un poco locos y la
SOGEM siempre apestaba a mariguana dos horas después de clase, ya entrada la
noche. Pero yo me iba al puesto de tacos en las mañanas a fomentar Los Comités
Vecinales y por fin llegó el día: Una persona preguntó que de qué servía eso.
Le di toda una conferencia magistral al respecto en plena calle, y esa mujer me
prometió que por su propio bien y el de su familia formaría un comité vecinal.
Ver
para creer…
Yesica
no enloqueció de golpe. Poco a poco se fue deschavetando, le fue dando
tristeza, demasiados problemas familiares, celos, más a parte yo era tremendo
con ella. Como dicen las mujeres: “Yo era muy intenso”. Y todo mundo se daba
cuenta de eso, menos mi querida Yesica. Bebíamos como cosacos, nos acostábamos
en su casa, en mi casa, en los hoteles, en los cines me mamaba el pene. Y todo
el sueldo de Jóvenes por Tlalpan se iba en las cantinas, en discos y en libros
y Zermeño iba y venía de París y yo soñaba que algún día nos pareceríamos él y
yo…
Y
en la SOGEM se enteraron que me gané un
premio-torneo al mejor poema sobre la ciudad y ya les andaba: ya querían
ser publicados y nomás a nadie publicaban, ya no había espacios en las revistas
como para cobrar por un texto, ya no había tiempo para nada ni para El Jardín del Pulpo y
luego en el cine te impresionabas, salías enfermo de ver cadáveres y sangre a
lo pendejo y la besabas, y le metías la mano debajo del vestido y nadie decía
nada en ningún sitio que pareciera ser verbo verdadero, siempre al pie de la
muerte y las risas de burla en el fondo de tu vida. Hasta la esposa de tu padre
se burlaba de ti. Pero como digo, qué año, qué año tan maravilloso y tan lleno
de magia el querido 1999. Y Stalin y yo nos peleábamos para redactar los
oficios de jóvenes por Tlalpan y entonces… llegaron las fiestas patrias. Eso
significaba una mega organización para la gente y entonces colgamos un letrero
enorme afuera de la Delegación para que los vecinos quisieran venir a celebrar
la Independencia y comer fritangas en el principal jardín delegacional y que
hubiera baile y adentro de todo el
edificio también había gran fiesta como en los parques y Yesica y yo entramos esa
noche del día quince al edificio porque le quise presumir mi lugar de trabajo y
¡chispas! Ahí mero nos encontramos de nuevo a Gabriel Retes y nos dijo: “No,
ustedes no vienen a la fiesta”. Yesica le mienta su madre y yo le respondo sin
que me importara su pinche fiesta: “¿Dónde está Zermeño?” Y que ¿quién era
Zermeño...? Y su musa de Gabriel Retes enseñándome lujuriosamente la lengua sin
que él se diera cuenta y Yesica se pone a llorar. Entonces, le digo que
enfrentemos la realidad, que hay cosas feas, etcétera, pero que uno siempre
tiene qué ver el lado bueno y le regalo una rebanada de pastel y le digo ánimo
Yesica ¡Festejemos México! Y salimos y bailamos por los parques, jugamos billar
y todo el mundo nos odia pero la amo, aunque esté medio loca, y nos embriagamos
como diablos y por fin a las cuatro de la mañana llegamos a su casa. ¡No están
sus papás ni su hermana! Sólo suena la voz de Rulo y Olallo Rubio en
Radioactivo anunciando el espectáculo de La Fura del Baus y le digo a Yesica
que tenemos que ir a verlos y que no nos podemos perder ese magnífico
espectáculo, se anima y me dice murmurándome: “hazme el amor… poeta maldito y
hermoso”. Y cuando suena el despertador a la mañana siguiente, le escribo un
poema de tres cuartillas y me voy a Tlalpan a recoger el tiradero de la
Delegación y de tarea escribo una crónica del día de la Independencia para una
clase de la SOGEM y el maestro dice con voz no muy convencida: “Interesante,
bien lograda, sólo te hace falta manejar los guiones de los parlamentos de los
que hablan en tu historia.” Y me aplauden. Y los Comités Vecinales se los lleva
la chingada, y Zermeño se regresa de París y vuelve otra vez. Yesica va con el
Psiquiatra y en mi cumpleaños le escribo un poema a una chava muy sexy de la
SOGEM y si todo sale bien, me renovarán el contrato, o quizás seré aviador,
como lo son la mayoría de los que pasan a cobrar bajo la oficina del delegado…
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