jueves, 30 de septiembre de 2010

Otro Centenario en 3 años

En 2013 se cumple el centenario de LA PROSA DEL TRANSIBERIANO Y LA PEQUEÑA JUANA DE FRANCIA, su autor, Blaise Cendrars, el primer poeta moderno de Francia (él fénix como le han de decir los chavos), estará de Fiesta y esperemos que también acá en México. Digo, si quieren algún mundano salir de la mediocrecía literaria y sobrevivir.... de lo tiene qué tomar más en serio que Piedra de Sol, allá usted poeta si no me cree.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Me quita el sueño

Me preocupan todos estos poetas jóvenes hablando en sus versos sobre canibalismo, muertes violentas, desengaños bestiales, etc. Ciertamente los poetas malditos franceses (Rimbaud, Baudelaire, Blake, etc), fueron y son el fundamento moderno de la juventud rebelde y contestataria y todo poeta primerizo tiene que bajar a conocer a los verdaderos patrones del oficio… pero después de ellos se ha escrito ya demasiado y se ha escrito muy bien, solamente pensemos en Ezra Pound, Eliot, Mallarmé, Blaise Cendrars, todo el surrealismo y toda la poesía beatnik. O, en nuestra lengua, la generación del 27: Alberti, Lorca, Neruda o, simplemente las tradición poética de nuestro País, etcétera. Pienso en una frase que dijo Jorge Fernández Granados, un poeta mexicano actual tremendamente bueno: “Quizá la Poesía sólo sea una forma de escritura ya demasiado cargada de historia.” No sé que decir ante esta frase, pero me preocupa imaginar a gente treintañera y cuarentona encerrada en su casa siguiendo la batalla contra el lenguaje, donde la batalla es seguir en busca del poema. Es mejor eso a que haya delincuencia, ciertamente, pero… eso… ¿hasta dónde va a llegar? Sólo sé que me preocupa. ¿No le hace honor a lo que es la poesía o sí? Si tomamos por cierta la frase de que la poesía es un acto de resistencia, pues a toda madre, pero de publicar… olvídense, también en México se le da atole con el dedo a la poesía. ¿Alguna duda?

jueves, 23 de septiembre de 2010

Alas de un fénix que puede volar todavía más

Las teorías de Darwin, lejos de haber sido totalmente asimiladas, están sobre politizadas. Frases como “la jungla de asfalto” “sálvese el que pueda” etc, etc, etc. Son ejemplos burdos de cómo: “Sólo el más fuerte sobrevive”. Éstas ideas tienen su origen en Darwin, que sirve perfectamente de ejemplo de cómo las teorías se impregnan en las masas. Y las masas tienden a creer que las teorías intelectuales solo son extrapolaciones de lo que ya nos imaginábamos. Niezstche es otro caso, pero como quienes se creyeron la simplificación de Zaratustra fueron los nazis, está mal visto que por el mundo anden vagando los superhombres… ¡Y políticamente a los superhombres se los lleva la chingada! Todo esto no son más que las formas en las que envejecen las teorías grandes: se vuelven lugares comunes de la cultura cotidiana, es triste aceptarlo, pero funciona así la mayoría de las veces. La masa de iletrados de todo el mundo nunca debieron escuchar frases como: “sólo el más fuerte sobrevive”. Además, ultimadamente Aristóteles ya había hablado de evolución en sus textos. Y los responsables del conocimiento darwiniano en la actualidad tienen que salir a defenderlo para que se entienda que todavía sigue siendo objeto de estudio y que el darwinismo político es sólo una mala interpretación de una teoría más grande. Carajo, ni que fuéramos tan brutos como los organismos unicelulares: tenemos teléfonos celulares, pero eso es otra cosa. Digámoslo así: el ser humano es un milagro en la evolución de las especies, pero ningún vecino de ningún lugar del mundo va y le dice al otro vecino: “¡Buenos días, milagro de la creación!”

sábado, 18 de septiembre de 2010

Ética y política en tiempos Airados* ARMANDO BARTRA

Nos amanecemos con la cifra de los matados: setenta y dos muertes individuales, intransferibles, pero sin nombre y sin rostro; como no tienen nombre ni tienen rostro los matadores. Víctimas unos y otros de una misma derrota moral porque los asesinos no son traidores, no son enemigos de la patria: los asesinos son tan jóvenes, desamparados y a la intemperie, como los asesinados. Decenas de miles de matadores, decenas de miles de matados: el rostro desollado de la patria. Como nunca desde de la Conquista padecemos desmoralización extrema. Anomia en sus dos sentidos: carencia de reglas y falta de palabras: en la nueva derrota mexicana fallan las viejas normas y se ahuecan las viejas palabras. Anomia de la sociedad y aún más de la política. En el mundo del poder fáctico que manda desde las sombras del gran dinero y desde la seductora pantalla de Hamelin; en un mundo de reglas no escritas donde se impone el más rico, el más poderoso, el más desalmado, el más canalla la política, deviene impúdico ejercicio de inmoralidad. Una opción a la cívica debacle sería pedir a los políticos que acaten ciertos principios morales universales; imperativos éticos válidos para cualquier persona y circunstancia: que sean tolerantes, austeros, veraces, que no roben, que no maten... Algo así como exigir moralidad, aun a quienes se mueven donde impera el realismo crudo, el pragmatismo, la realpolitik. Como pedirle peras al olmo o –parafraseando al Alazán Tostado– demandar del moral un fruto distinto de las moras. No es mi opción. No soy kantiano y no pretendo que las conductas de los individuos –con independencia de su circunstancia– se rijan por imperativos formales, abstractos, intemporales. Mejor dicho: no me basta con que se sometan a estos imperativos. Mi apuesta es por una ética social, por una moral en situación. No un relativismo en que todo se vale dependiendo del momento y el lugar; sí una axiología y una normatividad que surgen de la circunstancia. Y que, ante todo, surgen de la circunstancia de circunstancias: de la radical, la originaria socialidad del ser humano. Porque el hombre no es el individuo: el solitario ontológico que se socializa a posteriori mediante algún tipo de contrato con otros tan solitarios como él. El hombre son los hombres. El hombre soy yo y los otros. El hombre es la originaria colectividad que –aun si mediada por el yo, es decir por la libertad y la responsabilidad– es siempre punto de partida y punto de llegada. Mi pesquisa no es por encontrar una moral aplicable también al infame mundo de la política sino una ética que nazca de la política, que hunda sus raíces en una actividad que debiera ser solidaria por excelencia. Y para reconciliarnos con la política –esa puta– nada mejor que reivindicar a dos pensadores que me parecen actuales quizá por premodernos, dos hombres de ideas pero también de acción que algo sabían del negocio: Aristóteles, mentor de Alejandro, y Nicolás Maquiavelo, santo de las devociones de los pragmáticos, proverbial catequista de las argucias del poder. En la relectura de Maquiavelo seguiré al marxista italiano Antonio Gramsci, quien a principios del siglo XX y en busca de inspiración para conformar un movimiento político-cultural capaz de rescatar a la sociedad italiana de la opresión, el marasmo y la decadencia moral, recluta para su proyecto al célebre florentino del siglo XV que puso nombre al amoralismo político, a Nicolás Maquiavelo. Y lo recupera porque descubre que en su libro, El Príncipe, hay un sujeto, un destinatario que no son los gobernantes, de suyo sobrados de pragmatismo político, que no son los hombres del poder de por sí expertos en intrigas palaciegas. Maquiavelo escribe “para quien no sabe”, escribe para el pueblo llano: para aquellos que, dice el florentino, habiendo sufrido “todo género de robos, despojos, desgarramientos, vejaciones, desolaciones y ruinas” deben empaparse en las reales artes del poder si es que algún día han de emanciparse. Como en la Italia de la peste negra y de los Borgia, en el México de las narcofosas, los Beltrones, los Peña Nieto y los Calderón, es vital interiorizarse en las prácticas del poder. Porque aquí, como en la Florencia del siglo XV, parece que los ofendidos y humillados de siempre han decidido emanciparse por su propio pie y buscan afanosamente el camino de su liberación. Pero sucede que entre nosotros la política está muy padroteada, de modo que es necesario discurrir sobre su curso efectivo, a la vez que resanamos su resquebrajado basamento. Dicho de otro modo: habrá que adentrarse en los viciosos vericuetos del poder para prevenirnos de sus lanzadas, al tiempo que edificamos una nueva política con sustento moral, un nuevo pensamiento libertario. Y en este doble abordaje: la política realmente existente y la nueva política con fundamento moral, nos servirá Aristóteles, quien en la Ética a Nicómaco, se refiere a “lo conveniente”, mientras que en La política, se ocupa de “lo posible”. Lo posible y lo conveniente, el mundo fáctico y el “deber ser”, el posibilismo y la utopía. En la Ética nicomaquea el estagirita sostiene que la política es “la ciencia soberana y más que todas arquitectónica”, por cuanto se ocupa del “bien supremo” y busca la “buena vida”, idea que hoy reverdece en el mundo andino. Y es que “bien supremo” y “buena vida” son fines en sí mismos, mientras que las demás ciencias –incluyendo la prepotente economía– son apenas ciencias instrumentales. Afirma, también, que la política es praxis –no un saber sino un hacer– por cuanto “la felicidad es una actividad”: no un estado, no un orden actual o futuro sino un modo de ser, un ánimo, una disposición. En cambio, en La política, estudio para el que se empapó de realidad compilando y analizando decenas de constituciones griegas, el filósofo se ocupa de los modos fácticos del quehacer público. Así el libro es un tratado pragmático donde sin abandonar sus convicciones filosóficas, da cuenta de las pringosas relaciones propias de poder realmente existente. Sintomáticas son las palabras finales, que sintetizan los que a su entender son principios fundamentales de la educación política: “el término medio, lo conveniente y lo posible”. Lo conveniente y lo posible: dos dimensiones ciertamente distintas y con frecuencia divergentes pero urgidas de lo que en la física sería una suerte de “teoría del campo unificado”, una síntesis a la que he llamado “realismo utópico”. La vertiente posibilista de la política tiene en Maquiavelo a su mascarón de proa. El autor de El Príncipe se ganó a pulso su fama de pragmático y ajeno a consideraciones religiosas o morales. Sin embargo, su crudo realismo está al servicio de una utopía: la unidad de Italia. Y su Príncipe no es ninguno de los sórdidos reyes, papas, emperadores, duques y cancilleres de la escena política europea, sino un conductor inédito: “un príncipe nuevo”. Y es esto lo que permite a Antonio Gramsci reclutar a Maquiavelo para su causa y emplear algunas de sus ideas en la tarea de conformar el movimiento socio-cultural y el instituto político al que llama “moderno príncipe”: el cinismo esperanzado, el idealismo terrenal y pragmático del florentino. “Maquiavelo no es un mero científico”, sostiene Gramsci, es “un hombre de pasiones poderosas, un político de acción que quiere crear nuevas relaciones de fuerzas y no por ello dejar de ocuparse del “deber ser”. El Príncipe no es un libro de “ciencia”, desde un punto de vista académico, sino de “pasión política inmediata”, “un manifiesto de partido”. Termino estas reflexiones sobre lo que podríamos llamar ética en situación o moral con adjetivos, con un texto de Maquiavelo escrito pensando en la Italia el siglo XV, que podemos leer con provecho pensando en el México del tercer milenio: “La conclusión de mis reflexiones es que tantas cosas parecen ocurrir en Italia en beneficio de un príncipe nuevo, que no sé si se presentará nunca coyuntura más propicia para semejante empresa. Porque si fue necesario que el pueblo de Israel estuviera esclavo en Egipto, para que pudiera apreciar el valor de Moisés, también para apreciar el mérito de un libertador de Italia ha sido necesario que ésta se haya visto atraída al miserable estado en que se encuentra ahora”. Nos hacen falta políticos tolerantes, austeros, honestos, veraces. Pero estas son condiciones formales e individuales de la moralización, y sin una regeneración colectiva del cuerpo social, reclamarlas es predicar en el desierto. Lo que en verdad requerimos es un incluyente movimiento político-cultural, una gran acción colectiva para reanimar la economía, la política, la moral pública y la moral privada. Como los florentinos en tiempos de Maquiavelo, como los italianos en tiempos de Gramsci, los mexicanos de hoy necesitamos convocarnos a emprender juntos la recuperación de un país que se nos va de las manos. * Ponencia leída en la sesión sobre Dilemas y valores sociales, del coloquio organizado por la UNAM Valores para la sociedad contemporánea ¿En qué pueden creer los que no creen?

El GRITO

QUERIDOS MUNDANOS Y MUNDANAS::: VIVAN LOS POETAS QUE NOS DIERON PATRIA!!! VIVA LA ESCRITURA DE NUESTROS HÉROES!!!

viernes, 10 de septiembre de 2010

Pa lectores de Aguascalderas..

Esto sí que no tiene desperdicio: discúlpen pero yo sugerí la idea: SAÚL IBARGOYEN el enorme Poeta y Novelista estará en EL CIELA FRAGUAS los días 11, 12 y 13 de Noviembre ofreciendo un curso express de literatura, corran la voz porque este maese Uruguayo es de los de a deveras... Les va a latir y ahí nos veremos.

Comentartio de Alicia Quiñones

La historia de un hombre cuyo trasplante de sombra lo lleva a la desgracia; el ajedrez, la muerte y la prisión de Martín y Saúl; diálogos entre Stanley Kubrick y Sergio Leone; la bitácora de un joven escritor; los deseos de una niña que se ven transformados con el famoso filme de Steven Spielberg: Tiburón… 16 historias que Marcos García Caballero —uno de los prosistas más prometedores de la literatura contemporánea mexicana— nos presenta en este libro para narrar diversos matices de la cotidianeidad a través de sus protagonistas: humor, tristezas, iras e ironías. Por ello, después de pasar la última página de un libro como Iconoclastas y otros cuates, vale la pena preguntarse: ¿qué es leer sino la posibilidad de reinventarnos a través de los dolores, las ironías, las felicidades o las tristezas de algún personaje?, ¿qué significa reinventarse sino mirar aquellas almas que aparentemente sólo en un cuento existen, y dibujarlas en el espejo que aguarda en la habitación donde leemos, en las vitrinas del café o en cualquier paisaje que en nuestro caminar nos remita a sus largas vidas por breves que se muestren? Una de las grandes virtudes de Iconoclastas…, además de la fina costura del humor, es su prosa. Ésta, querido lector, directa y precisa, nos revela la intimidad de sus personajes sin cortapisas. ¿Qué más, entonces, podremos celebrar de un autor como García Caballero, que nos abre las puertas de sus historias para sentirnos como en casa tanto en el mundo de sus personajes como en nuestra mente? Lo invito, sin duda alguna, a adentrarse en este abanico de posibilidades e historias que se nos presenta como la vida: entre aventuras y desventuras, entre la locura, la imaginación y la incertidumbre, entre el arte de la literatura y la realidad. Alicia Quiñones es poeta, escritora y periodista. Editora del suplemento cultural Laberinto, de Milenio Diario

lunes, 6 de septiembre de 2010

Noticias de DADA en Barca de Palabras

La verdad éste ensayo mío me gusta bastante, espero que a los mundanos y mundanas de Zacatecas les agrade...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

De Bernardo Ruiz

Visiten el blog de Bernardo Ruiz, la verdad? la última vez tuvimos una discusión súper polémica partiendo del axioma central: ¿Es mejor leer libros o blogs? corrieron los rones con coca cola hasta las 3 de la mañana y no dimos con la respuesta adecuada... pero, apuesto que él y yo seguimos en la cuestión