CINCO
El Autollamado “BAR SOUL” de la Colonia Condesa.
En el
verano del 2004, por los tiempos que di
por terminada la versión final de El
Jardín del Pulpo, regresaba una noche de ir al cine Latino de ver en la
muestra de cine la película francesa Germinal, me quité la chamarra, prendí un
cigarro, abrí el correo electrónico y me encontré con esto:
¿Quieres leer en público?
Grupo 4m
y
(Tamaulipas
47, Col. Condesa)
Te invitan a que participes en la sesión a
micrófono abierto el próximo miércoles 17 de agosto a las 8:30 pm. ¿Cómo ves?
Las cervezas, al igual que todos los miércoles, al dos por uno por si a la hora
de la hora te abandona el valor. Además,
habrá cazadores de talento y, como siempre, serpentinas y mucha diversión. El
único requisito es que tus escritos no rebasen las tres cuartillas.
Hasta entonces
Todos
los ex alumnos de SOGEM estábamos invitados, aunque no todos interesados:
muchos de ellos ya trabajaban en la Sociedad o yo qué sé. Yo acababa de
participar en una encuesta del INEGI sobre la violencia urbana en los hogares y
para eso me había metido en las colonias más siniestras y apirañadas de La
Capirucha para preguntarle a la gente si había sufrido actos violentos en el
último año; la verdad era una encuesta que parecía salida de la antología del
humor negro de André Bretón. La mayoría me habían azotado la puerta en la cara
pensando que yo era policía, algunas de esas colonias ni sabía que existían. Por tanto, leer en
público, tomarme unas chelas con los cuates, más aparte lo tentador de los
supuestos “cazadores de talento”, se antojaba sensacional. Se corrió la voz del
evento, además el dueño del BAR SOUL era Joserra, un egresado de SOGEM que
había ganado el concurso Juan Rulfo de novela con un título llamado Novelita de amor y poco piano varios
años atrás. Me imagino que todos nos sentíamos genios desconocidos y
minusvalorados; la verdad pobrecitos de nosotros: peor para la literatura.
Probablemente la mayoría eran desconocidos sin genio: ciertamente yo ya tenía
premios qué presumir pero ¿era genio-genio total y absolutamente just like that? De aquí en adelante todo
conducía a un aparatoso monólogo que
sólo podía terminar en un definitivo quizás, quizás... y nada más. Además, me
preguntaba ¿quién va a buscar un pinche
genio en tres puñeteras cuartillas?
—Los cazadores de talentos están en
todas partes, en las presentaciones de libros, además leen manuscritos dejados
por escritores anónimos en las editoriales grandes como Alfaguara ¿A poco no
sabías Mateo? —Me dijo en un café-bar uno de varios amigos.
—Órales no sabía —dije incrédulo
después de un trago de cerveza.
—Esa es la verdadera razón de ser de
éste evento y de otros muchos de la zona, además de las ganancias del bar, por
supuesto.
—Es que para participar debemos
hacer un cadáver exquisito pero bien logrado, además un performance —dijo una
amiga.
—Jovenazo, otra chela para mí de
favor —le dije al mesero.
El que nos estaba animando a los dos
saludó a unos amigos que se sentaron en otra mesa y continuó: —Mira Mateo, le
hacemos así como dice ella, llenamos todo el bar, leemos incluso desde el
segundo piso, cada quien en un lugar diferente, no nos sentamos y nada más
leemos a lo pendejo, porque tenemos qué robar cámara pal grupo 4m, porque van a
filmar.
—¿Oye? —Le dije— pus más fácil vas a la
oficina del cazador de talentos y le pides trabajo en la inmortalidad ¿no?
—No seas payaso, esto me lo dijo Joserra,
él ya sabe.
—Si no es mucho pedir yo quiero una
inmortalidad que dure cien años, por eso
que dicen que no hay mal que dure cien años ¿no? A lo mejor la inmortalidad
también es latosa y fastidiosa.
Mi amiga se echó a reír, pero el otro
hablaba como si por ello le estuvieran pagando: —Quiero ver sus cadáveres
exquisitos en dos días aquí en éste mismo café, luego hablamos del performance.
—Gracias por la chela— Le dije al mesero.
—Ándale Mateo, acábate la chela y vámonos
—dijo mi amiga.
—Oye sí, claro pero espérate, ¿Cómo
quieres el performance? ¿Así como dice él? Cuéntame.
—Ya los dejo señores, Susy, ahí te lo
encargo, no dejes que tome mucho.
—Claro Rober, luego nos vemos.
Lo vimos alejarse entre la gente de la
calle en la colonia Roma y con las chelas me dieron ganas de ligarme a Susy.
—Qué ángel se suicidó en tus ojos, qué
pájaro negro navega por tu sangre… qué bonitos ojos tienes Susy, y qué labios,
no te gustaría…
Hizo cara de ternura pero cuando le tomé
una mano dijo: —¡Hay con el poeta…! ¿Oyes Mateo? Tú estás bien pedo, no vayas a
hacer algo de lo que te arrepientas en dos días.
—Nada te quitará esa belleza…
Se incomodó y dijo:
—O.k. ya vámonos yo pago, tú paga lo de
Rober.
—O.k. Susy, ahí muere, ya.
Y me fui caminando a mi casa pensando que
el cadáver exquisito me lo aventaba en tres patadas y me encomendé a los
cazadores de talento mientras tanto. Tomé un taxi que me dejara cerca de San
Cosme y en el taxi venía pensando en mi cadáver exquisito, dándole vuelta y
vuelta, pero por la cerveza me quedé dormido en el taxi, el taxista venía
diciéndome: “despierta mai… despierta mai.” Quién sabe cómo diablos pero su
sexto taxi-sentido le atinó: estábamos en la calle en la que yo siempre me bajaba
para caminar a mi casa. Pagué y me fui. Pensé que el cadáver exquisito sólo
necesitaba transcribirlo.
Nos vimos los tres en el mismo café-bar
dos días después.
—Excelente —decía Rober.
Armamos el cadáver exquisito de tal manera
que todos leyéramos unos fragmentos sincronizados con otros y así quedó la
cosa. Para el próximo miércoles ya teníamos bien claro que los cazadores de
talento nos iban a llamar, sí señor, chance y ésta vez sí me hacían caso los de Alfaguara.
Para antes de llegar al BAR SOUL me quedé
de ver con una amiga con la cual quería entrar en materia, era de una
generación debajo de la mía y la belleza protuberante de sus piernas me parecía
salido de un poema épico o mítico. Llegó al SOUL con una minifalda, una blusa
azul y el pelo negro alborotado le hacía lucir más esos ojos intensos. Nos quedamos en la puerta, todavía no era muy
noche pero chispeaban gotas, los integrantes de 4m nos saludaban y se
movilizaban de un lado para otro, se sentía ya cierto nervio por la expectativa
del momento. Pero mi amiga no podía creer que ya había acabado una segunda
novela. “Ya ves —le dije— el final del texto se me ocurrió en las oficinas del
INEGI”. “¿Por qué?” Me preguntó. “No pus es que ahí llega cada personaje que o
te inspiras y escribes o te sales a encuestar y te azotan la puerta en la
cara”. “¿Y eso?” “No sé, supongo que será alguna licencia de alguno de mis heterónimos poéticos.”
“¿Cómo Fernando Pessoa?” “Ei, ya merito, es más, a lo mejor tengo más
heterónimos que Pessoa.” Dije fanfarroneando como si por la gracia literaria
pudiera conquistarla. “Pues sí tienes
potencial Mateo, ya dos novelas y una premiada, no cualquiera…” “No y espérate
que hoy van a llegar cazadores de talento…” “¿Noooo?” “Te lo juro, eso dice la
invitación.” “¿Cazadores de talento? ¿O sea como los que buscan genios
desconocidos?” Pasó un camión de televisa como los que normalmente filman
comerciales en la Condesa y le dije: “Mira, ahí va el carro de los cazadores de
talentos… no vamos a caber, ja.” Y mi
amiga también se puso a reír.
Cuando Susy y Rober llegaron, yo ya
estaba adentro del bar en un sillón muy cool
de la parte de abajo platicando con mi amiga al calor de unas vikis y el bar
estaba lleno de sogemitas he invitados y colados. Joserra, en calidad de
anfitrión, dijo unas palabras al
micrófono y dio comienzo la tanda de lecturas. Todo el rato mi amiga y
yo estábamos diciendo: “mira, ese es tal”, “ese de allá es por cuál y la de
allá es fulana”. Y “Oye y entre tantos fulanos ¿dónde andarán los cazadores de
talentos?” Y mi amiga: “Vienen disfrazados.” Había una cámara de 4m postrada en
la barra del bar con un tripié al lado de las botellas y las lecturas se
sucedían en el centro del bar hacia unos dos metros de distancia de la cámara.
Yo escuchaba puras sandeces literarias del tipo:
“Debería convertirme en una loba,
para protegerte en mi manada cuando el relámpago de medianoche te haga darte
cuenta que es momento de volver a la suavidad de mi lengua y mis colmillos.”
“Tus ojos dicen que sí, seduces a
las transeúntes con tu Paz, con tu pobre Octavio Paz, pero desconoces quien es
el verdadero enigma que constituyo y por medio del cual, en medio de la noche
me escuchas murmurándote: “escribe”… escribe…”
Ya después de un rato empezó a sonar
en las bocinas música fondeando las participaciones. ¿Por qué será, como dice
Élmer Mendoza, que cuando se juntan los escritores siempre hay como una especie
de aire de Alemania? Cada una y cada uno concediendo mirarte desde el Reichstag
y cuando sales de tus 15 minutos de expresión personal siempre te bombardean
los aliados. Por eso yo había dicho a la mera hora: “Si esto va a contar con
cazadores de talento, mejor mando el cadáver exquisito a la chingada y leo mi
poema que ganó el premio al mejor poema dedicado a la ciudad de México por el
periódico Ciudad Capital”. Así que cuando dijeron mi nombre y me tocó leer, leí
con mucha rabia lo siguiente:
Declaración de odio II
a
Efraín Huerta el Lagarto
in
memoriam
Ciudad espejo de ausencias,
oscuro cacto construido
de miradas,
desolada blancura al
amanecer
como crepúsculo que
viaja
sin dejar aterrizar un
solo dardo,
noche de incendio,
tramado como ramajes
sobre crestas de alces solitarios,
colmillo o flor sin un
vestigio de flor
en sus vestigios,
vientre de demonios,
ciudad, aquelarre
de putas, holgazanes y nuestros padres de
familia,
banquete y holocausto de
nuestras efímeras catarsis,
tu ley es la bufanda de
cristal,
la lengua de cocodrilo
anestesiada,
fluye tu dormir y tu
concepto de justicia
sobre los rostros bien
seguros de su machete y su dolor.
Mi estreno por tus
grutas es siempre un repaso de conciencia,
un desfilar de
cordilleras y mausoleos,
una sonda que arrojo
sobre mis palabras y mi sombra.
Mis palabras
y mi sombra,
mi huracán y mi
dentadura, o en otras palabras
ciudad llevo tu risa y
tú mis lágrimas,
en este oscuro tren
abrevan la zancadilla del vecino,
el contrabandista y el cancerbero del político.
La noche se rasura los
párpados para mirar su fuego
en sus propias
obsidianas, su corral de obscenidades,
su tatuaje de concha, su
cabellera triste de gran estrella,
su sexo enlutado, su
orgía como respuesta a la poesía.
Los poetas nos ahorcamos
de los ojos, para manar
por nuestra herida el
clamor del hambre.
Nada sabemos del cadalso
de tus propuestas, ciudad,
pero sí algo de tu huida
diaria y tu tropiezo, aunque
la poesía no es pedestal
de las condenas, tú apuñalas,
nosotros
solamente afilamos.
Asómate a tu charco,
ciudad, ahógate en sangre,
dilata tus pupilas en
las lianas del paisaje,
saca a pasear por un
instante a tus turistas para que se duelan
de tu miseria, cosecha
mis panteras,
alarga tus sombras
calcinadas,
inclínate derribando
porcelanas, descuélgate de tus persianas,
cae en el deslave sin
porqué de tu progreso.
Déjame por un instante
en soledad para besar tus manos,
levanta mi sonrisa,
déjame llevarte como un bebé en brazos
por el sendero de mis
madrugadas.
Deja tu desorden en mis
cabellos,
deja tu vergüenza, pon
en palabras lo incomunicable,
lo que palpo, se
revierte y se deshace,
regresa a ti misma solo
después
de tu fama, de tu
clandestinidad y sus secuelas,
aterriza en tus
trincheras inundadas,
déjame viajar como gota
de cera
sobre tus pómulos, tus
orejas y tus labios.
Me
aplaudieron, basta decir eso. Pero todo terminó como el canto de los merolicos
y los borrachos antes de la hora del
fusilamiento colectivo, así que nos
fuimos desde antes.
—¿Y los cazadores de talento te
vieron? —Me preguntó mi amiga cuando nos salimos.
—Se escondieron ahí mira —dije
cuando caminábamos en la calle.
—¿En dónde?
—Ahí ahí los estás viendo.
Mi amiga no entendía el chiste.
—¿Dónde?
Yo miraba y señalaba con los ojos su
escote rebosante y fabuloso.
Después
le dije que yo quería cazar a los cazadores de talento que había encontrado ahí
mismo, donde ella había señalado con los ojos, y ella hizo la enigmática
sonrisa de la Lolita coqueta y poco después se fue. Desde niño debería uno
saber que ni siquiera con un manifiesto literario se puede conquistar a la niña
de tus sueños, en esos casos, la literatura estorba y lo único que ayuda es el
peyorativo: “ya es un escritor famoso y tiene dinero”. En boca de otros u
otras. Con ese sí, podrá caer más de una.
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