miércoles, 26 de febrero de 2020

NUEVA OBSERVACIÓN

"DECIR QUE EL OFICIO ACTUAL DE SER ESCRITOR LITERARIO EN MÉXICO ES ALGO RELACIONADO CON EL GLAMOUR ES COMO DECIR QUE LOS ESCRITORES TIENEN GLAMOUR EN LA CABEZA. TENER UNA ACTITUD EXCÉNTRICA COMO LA QUE TENÍA GUILLERMO SAMPERIO ES OTRA COSA."

viernes, 7 de febrero de 2020

OBSERVACIÓN

ESTIMADOS Y QUERIDOS DIOSES DEL OLIMPO: CONTINUAR DÁNDOLE PREMIOS A MARIO VARGAS LLOSA DEFINITIVAMENTE NO RESUELVE LOS PROBLEMAS DEL MUNDO, ADEMÁS VARGAS LLOSA YA ESTÁ MUY PREMIADO. HASTA SUENA FEO ¿VERDAD?

martes, 4 de febrero de 2020

NUEVO LIBRO DE DAVID HUERTA TOMADO DE LA JORNADA


Sábado 25 de enero de 2020. La poesía siempre nos da noticias frescas, sobre todo cuando un nuevo libro aparece en medio del caos del mundo, considera el poeta David Huerta (Ciudad de México, 1949), quien presenta El cristal en la playa, publicado por Ediciones Era.
Los versos del autor –galardonado hace unas semanas con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019– son testimonio ‘‘de las cosas que ocurren en la calle, en las carreteras, con la gente común y silvestre, pero también con las víctimas, con la sangre que se derrama, con la violencia, pero también con el mar, con los cristales que hay en la playa y con los que se puede uno tropezar y cortarse, o verlos brillar sobre las revolturas de la arena”, explica en entrevista con La Jornada.
Otro tema que ronda El cristal en la playa es la muerte, continúa Huerta; ‘‘quizás tiene que ver con mi edad avanzada, pues ya crucé la curva de los 70 años en octubre pasado. Eso quiere decir que hace muchos años ya pasé la mitad de mi vida, de modo que estoy cuesta abajo, en la rodada, como dice la canción”.
Situaciones delicadas y escollos por librar
Fresca y con chispazos de humor es también la charla con David Huerta, quien luego de medio siglo de dedicarse a la escritura afirma que ante ese largo panorama que es hoy su trayectoria profesional puede ver ‘‘algunas señales que han quedado en el camino, desde luego a muchísima distancia están aquellos años en los que fui poeta joven, años muy difíciles porque si uno acertaba, los aciertos crecían mucho, o si metía la pata decían ‘se le puede disculpar porque es joven’. Ambas son situaciones muy peligrosas y delicadas, escollos que hay que librar. Más o menos cuando cumplí 40 años dejaron de decirme poeta joven y sentí un gran alivio, pero también una gran nostalgia.
‘‘Las señales de mi vida cuando fui poeta joven quedan a una distancia muy grande, lo que sigue son libros y trabajo. No una paz interior, pero sí cierta claridad para ver cosas que antes estaban enturbiadas por las pasiones. Esa es la lucha, a pesar de que el mundo alrededor esté patas arriba”.
Huerta dijo sentirse satisfecho de su obra, no sólo como poeta, sino como ensayista y traductor, ‘‘porque he dado lo mejor que he podido, no se sí es suficiente, pero siempre pienso en seguir escribiendo. Si uno sigue escribiendo es que no está tan contento con lo que ya hizo, de modo que hay un equilibrio interesante entre la insatisfacción y el gusto de ver que aparezca un libro como El cristal en la playa.
‘Siento muy lejana la mera posibilidad de dejar de escribir. Algunos poetas y autores dejan de hacerlo por razones que a veces me resultan misteriosas o tristemente claras, dijeron todo lo que querían decir y quedaron satisfechos. En México, desde luego, está el caso llamativo de Juan Rulfo, y en el terreno de la poesía Alí Chumacero. Pero los entiendo. Hay tiempo para todo, yo estoy en el tiempo de escribir tanto como pueda, y felizmente puedo publicar, no me cierran las puertas.
‘‘Estoy muy contento también con mi trabajo como profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, no obstante las dificultades que hay ahorita en la Universidad Nacional Autónoma de México, pues estamos detenidos por el paro de las compañeras organizadas. Pero es importante atender los problemas de violencia de género, del hostigamiento, de la situación de vulnerabilidad de las compañeras en la universidad, en el país y en el mundo. Estamos viviendo una larga temporada de estupor, ojalá se solucione de la mejor manera para todos, para continuar nuestro trabajo en las aulas”.
Entre la torre de marfil y la calle ocurre la literatura
Los poetas en México, añade Huerta, ‘‘continuamente salimos a la calle a ver la mala facha de la realidad. No es tan reprobable encerrarse en su torre de marfil, nos preguntan: ‘¿por qué te evades?’ Y la respuesta puede ser: ‘pues, mira nada más qué cara tiene la realidad’. Pero entre uno y otro extremo, entre quedarse en la torre de marfil o salir a la calle, ocurre la literatura.
‘‘Debemos dar testimonio, salir a ensuciarse, a abrazarse, a ver a los demás a los ojos. Desde los liberales, los escritores son poetas y periodistas. Los liberales construyeron este país, los contemporáneos también se ocuparon de hacer a este país después de la Revolución, al igual que la generación de mi padre (Efraín Huerta), pero no sólo los escritores, también los ingenieros, los químicos, los arquitectos, los médicos.
‘‘Es una generación admirable la de nuestros padres y nuestros abuelos, son los hijos de la Revolución.
‘‘Entonces, sí, nos corresponde salir a la calle, ¡cómo no! Es algo que nos nace, nos sentimos solicitados por la realidad, y acudimos no para hacer concesiones ni para complacer a nadie, sino para hacer lo que juzgamos es lo más correcto”, concluye el poeta.

domingo, 2 de febrero de 2020

TE DAS CUENTA QUE NO PUEDES DEJAR DE INTENTARLO NUNCA.

POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

Tengo entre mis libros uno llamado La ronda de las generaciones, de Luis Gonzáles, que pudiera servir para esta pequeña indagación, pero lo primero que me ha despertado la inquietud de este tema —los temas no se agotan, se agotan los autores—, como dice mi amigo traductor y poeta José Vicente Anaya, es el todavía poco lejano artículo de Carlos Monsiváis donde hace una aproximación a Alejandro Lora, El TRÍ y los chavos que acuden al tianguis del Chopo en la ciudad de México. “Es el mito del reventón interminable”, una sagaz idea de Monsi, por lo cual quiero acercarme al tema de las generaciones y principalmente la mía, más allá de parámetros literarios que, aunque son los que más me importan, pretendo también echar mano de ejemplos de la llamada “generación X”, los nacidos en la década de los setenta del XX, como es sabido, estamos apadrinados así gracias al oportunista novelista gringo Douglas Copland, que después hasta se atrevió a sacar un libro cuyo título fue algo como: “Planeta Shampoo”, la verdad, esta veta inexplorada de la apología de lo trivial, abre hacia el futuro títulos de libros que serán best-sellers en México, que no podrían ser de otro modo sino como: “La era o Lola era garrotera”, “Lolo sale del taxi y come un taco” “Viene, viene viene quebrándose… ahí está, listo jefe”. o cosas parecidas.  Ojalá los escritores venideros que serán noticia dentro de 25 años, tengan como tutores a los mejores de los que ahora nos debatimos en el juego interminable por sobresalir, en aspectos profesionales y personales, que si no van juntos, simplemente no van.
            Es porque en parte, el mito del reventón interminable, como dice Monsiváis, alude también al mito del eterno goce de los sentidos, y que sin duda, son o han sido parte de mi generación, cito de memoria: “los jóvenes que acuden al tianguis del Chopo no tienen trabajo, sus demandas no serán escuchadas, entre la cerveza, el speed metal, las drogas fuertes, la vestimenta extravagante y la nula participación política, ¿qué quedará de ellos? No lo sé, pero mientras tanto, que hagan lo que quieran con su horrible aspecto.”
            Las generaciones, como el conocimiento abstracto, las modas y la política, avanzan, crecen y mueren. Cada generación vuelve a las preguntas eternas: “¿qué somos? ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos?” De sus respuestas va a depender la economía, la literatura, la prosperidad, y así sucesivamente, así que esperemos que, por lo menos, las siguientes generaciones no vean los libros como una excentricidad. Aristóteles, como en muchos otros casos, tenía razón en esto: el hombre esencialmente hay que comprenderlo como ser activo. El hombre es lo que hace y se hace en la actividad, la actividad lo inventa, pero lo inventa para que siga perseverando en permanecer en su ser, como diría el sistemático Spinoza. El librito Invitación a la ética de Fernando Savater explora estos temas de manera clara y profunda, y por supuesto es mejor que leerle su Política para Amador o su Ética para Amador, que son libros buenos, pero están saturados de algo así como elementalidad, mejor dicho: demasiado perogrullescos. Invitación a la ética es el primer Savater que leí y releí a profundidad, es decir, con atención, pero ya estoy dislocando el tema. ¿Será porque el tema es X?
Si sucede como preveo que hacia donde avanza la globalización y todo lo que ella nos trae como consecuencias, simplemente la clase media social dejará de existir: será todavía más pulverizada y a cambio, seremos más pobres, más militarmente saturados de noticias y más pluriculturales; una masa de hechos nos invade diariamente por los medios de comunicación y dicha masa va hacia ninguna parte, nuestros conceptos y categorías para entender el mundo contemporáneo son obsoletas y casi nadie acepta el desafío de la comprensión pues cae en la marginalidad, (con honrosas excepciones críticas como Adolfo Sánchez Vásquez), pero la hegemonía estadounidense tardará  en caer y si su caída ya comenzó con el 11 de septiembre y la locura que se desató y en cierto sentido otorgó la única directriz política de la administración de Bush, esa de la “guerra contra el terrorismo” que en realidad es una guerra surgida de la paranoia de no comprender la sana diversidad de las culturas del mundo, será la caída de un imperio —el más grande que ha existido en la Historia—, pero su caída será interminable también, quizá porque  los aspectos más oscuros de Estados Unidos, que sin duda en su corta historia han sido una gran nación en cultura: desde los poetas Whitman y Thoreau del XIX, sus grandes deportistas olímpicos en todo el XX y su inmensa literatura hecha tanto por hombres como por mujeres (desde Faulkner a Toni Morrison o Paul Auster), dichos problemas o sectores oscuros como son el racismo, la ignorancia, la violencia y una praxis demasiado práctica en política que se traduce en vacío y miseria de la política (la política vista como botín o sencillamente como hueso), el vacío en la interlocución del jefe al empleado, del político a su pueblo y de sus íconos pop a sus fans, harán del siglo XXI un siglo de fantasmas, el drama de la Historia no ha concluido, Irak sigue ardiendo, en Madrid hoy en día hay odio y muerte: estamos ante la miseria de la autoritarismo político frente a los anhelos de libertad en todo el mundo. Más aún, porque es  la noción misma de progreso la que está en crisis y como nuestro mayor escritor vivo, Carlos Fuentes, podemos preguntarnos: ¿Es tolerable un mundo en el que en Europa se gasta en helados la misma cantidad que podría poner en Latinoamérica a cada niño frente a un pizarrón y con un maestro que enseñe matemáticas?. El gran poeta estadounidense Jerome Rothemberg, que ha batido a contra corriente de la campaña de desinformación que circula al interior de los E.U., tuvo la lucidez de comprender, en el ámbito poético, al igual que Lee Kyong Hae, el japonés que se quitó la vida en la  cumbre de la OMC en Cancún a modo de terrible protesta en octubre de 2003, que la lucha no es de tal o cual mercado por otro, sino una lucha entre la vida y la muerte. Rothemberg habla así en este poema que decidí que tenía que ser la despedida o la conclusión de mi primer libro:

Mientras el siglo veinte se esfuma
El diecinueve comienza
Otra vez
Como si nada hubiera sucedido
Aunque aquellos que lo vivieron pensaron
Que todo estaba sucediendo
Lo suficiente como para nombrar un mundo y un tiempo
Para tenerlos en tu mano
Ilimitados
El último engaño
Como la perfecta máscara de la muerte.

O sea que el eterno retorno nietzscheano, para la globalización y su fábrica de mediocres y desempleo si regresa, pero regresa sólo cada vez que lo invocamos y utilizamos nuestras energías tanto para el trabajo práctico como para la labor del pensamiento, o en otras palabras,  la sobre saturación y la vertiginosidad con la cuál  ocurrieron todo tipo de hechos en la política, el arte, la cultura y la ciencia durante el XX, su devenir más idóneo sería para el XXI un reciclaje que obligara a la cultura hegemónica a asimilar las particularidades de las demás culturas, (¿Todavía se supone que los gringos son el ejemplo a seguir por los demás países?) cuando la cultura es desde lo que vestimos hasta lo que intelectualmente digerimos y asimilamos como propio, pero lo que se está pensando desde las altas esferas del poder en Estados Unidos no es eso precisamente ni mucho menos. En el rubro de la cultura específicamente, he asistido a foros en la ciudad de México donde cineastas y dramaturgos canadienses tanto mexicanos, como el brillante dramaturgo ahora fallecido Víctor Hugo Rascón Banda, han insistido en una nueva legislación en términos de los derechos de autor y las ganancias que provienen de los productos culturales. La argumentación principal de estos creadores es abiertamente incluyente, un auténtico comercio e intercambio de la cultura canadiense y la mexicana, pero tanto ellos como los representantes mexicanos insisten en que los E.U. no sólo invadan nuestro mercado con sus productos cinematográficos, por ejemplo, y si bien la palabra “competición” en todos los rubros del TLC sale sobrando, cuando se lee en el trabajo de José Luis Calva Efectos de un TLC en el campo mexicano, que simplemente por cada tractor en nuestro campo existen mil en los Estados Unidos, nosotros, la generación X, podemos decir sin derrotismo o pesimismo, como el mismo Geney Beltrán Félix lo ha dicho o la poeta jalapeña multipremiada Estrella del Valle, que el valor del texto literario, cumple su función para transformar la realidad inmediata, para volver universal lo particular, para no hablar en términos de política estricta sino de ideales de convivencia, y en ese terreno es en el que es más plausible —tal vez desgraciadamente— la incorporación del discurso zapatista en la política mexicana. Toda vez que a partir de las múltiples lecturas de cualquier texto determinado (parafraseando a Harold Bloom podemos decir que sería realmente estúpido leer por ejemplo, La broma de Milan Kundera sin exigirle al autor una poética donde convergen los aspectos esenciales del ser humano), nos es posible imaginar un mundo mejor y como se sabe, la imaginación bien dirigida es el primer paso para la acción, donde convergen la praxis y la poiesis aristotélica. Amén.