martes, 12 de abril de 2022

DOS TEXTOS, DEDICADOS A LOS ESTUDIANTES DE LETRAS DE LA UACM EN MÉXICO CITY, GRACIAS POR SU ATENTA LECTURA..

 

Cuentos orientales

Por Marcos García Caballero
A pesar de que Cuentos Orientales pudiera catalogarse como parte de la faceta inicial del proceso creador de la grandiosa Marguerite Yourcenar, atisbamos ya en estos, las preocupaciones, intereses y el talento creador en pleno dominio de la historia corta o cuento (la ficción corta es otra cosa), de esta gran figura de las letras del siglo pasado hace dos XX.
Efectivamente, son los viajes que ella realizó durante su juventud por Europa y Asia los que han dejado como documento obras como ésta, que pese al tono tradicional de la prosa en la que transcurre (Yourcenar innovó la literatura como los modernos: es decir por contenidos y no por modas, aunque el tema de la vanguardia es aparte), invitan al lector a reflexionar sobre la forma de vida y las costumbres de Asia, particularmente de la China de hace siglos, con un tono que nos advierte desde el principio que la vida, desde la perspectiva de sus personajes, no es la sucesión de episodios rutinarios por donde se vaga como cualquier individuo podría hacerlo por los pasillos de un aeropuerto con la certeza de que ningún viaje hacia fantásticas tierras le ha prometido el destino. "De cómo fue salvado Wang- Fo" es una historia trágica con enorme victoria poética.
La historia del viejo pintor Wang-Fo y su discípulo Ling es la de dos personajes entre los cuales se ha instalado el compromiso vivencial en el cual el neófito en los finos artes de la pintura vive a la caza, inclusive, del más mínimo gesto de su maestro, pues ha sido el mismo a través de su pintura, el que lo ha liberado --en el sentido espiritual de la palabra-- hasta de sus temores más absurdos que por serlo, son los más difíciles de erradicar. Por su parte, el maestro, se ha entregado sin objeciones al mundo idealizado que le construye su alumno y como viejo lobo, intuye que tampoco cualquier otro mundo podría ofrecérsele como interesante, pues ha librado ya las suficientes batallas como para iniciar alguna otra más.
Mientras avanza su relato, Yourcenar intenta mezclar y lo logra con fortuna, diferentes metáforas sobre la sensibilidad del ser humano cuando este logra percibir más allá de sus límites al arte que lo trasciende: en este caso, la pintura como elemento taumatúrgico por el cual, el maestro y su discípulo se salvarán, incluso del abrazo de la muerte. De hecho el personaje antagónico, encarnado en un Emperador del reino de Han no logra darse cuenta que ni condenándolos a muerte, podrá sustraerlos de la vida a este par de rebeldes que pese a todo, ¡siguen viendo a la pintura como asunto problemático! Saben --y el maestro lo descubre cuando le encargan su obra final antes de sacarle los ojos y cortarle las manos-- que es difícil volver a construir lo que el emperador le pide en cualquier cuadro, así que su mano arrastra con toda la expresión de un espíritu vivo y pleno, los pincelazos donde creará una obra en la que él y su discípulo recién ejecutado, vayan sobre una canoa alejándose río abajo. Lo que nos da un final de una extraordinaria fuerza poética y auténticamente vital, puesto que el maestro lo sabe, como el título de la obra de Milan Kundera, que "la vida está en otra parte" y no en ese esfuerzo y necedad a la que quiere inducirlo su maldito verdugo.
Es aquí donde, como en toda buena obra, se funden la técnica y la profundidad de lo narrado, pues el cuento transcurre, reincide y se va, como diría Octavio Paz en El Arco y la Lira: "al fluir inagotable del murmullo".

 

 

MINIFICCIÓN

EL CHIP

Por Marcos García Caballero

 

En el ya lejano año 2000 se comentaba con morbidez entre la gente sobre los chips de computadora que se podían colocar dentro de la cabeza. Ávidos de nuevas sensaciones, mi esposa y yo fuimos a una farmacia a conseguir algo que nos curara del aburrido sadomasoquismo. Encontramos un chip para mujeres que desearan experimentar un embarazo psicológico. Al principio fue divertido escucharla tendida en la cama hablando sola y proponiendo nombres para la criatura mientras yo leía el periódico. Llegó al extremo de tejer chambritas y comprar pequeños camisones. Eso no me preocupó y por seguirle la corriente, dejé de sugerirle que tuviéramos sexo. Lo consulté con un amigo doctor y creyó tranquilizarme diciendo que el efecto duraría a lo mucho un par de meses. Un día ya al borde de la desesperación por los efectos delirantes que le causaban, la tuve que golpear contra un refrigerador y con una ganzúa que le metí en el oído, pude por fin quitarle el chip. Todavía sin recobrar la calma y la serenidad de carácter, la vi desmayada en el suelo por el golpe y con terror contemplé como de entre sus piernas manaba un hilillo de sangre.

 

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