Las hay múltiples razones por dónde comenzar
la historia de cómo fue germinada y fecundada la idea de esta escritura. La
mejor debería ser por su breve historia: me nació la idea en 2022 y fue mujer
(muy bella, por cierto, recordemos que George Steiner decía que todo
pensamiento comienza con un poema y perdónenme, pero “poesía eres tú”, amar a
la mujer es el acto poético por excelencia). Desde un principio quise escribir
un proyecto a favor de las mujeres en el arte o escritoras.
Pienso que escribir sobre
las mujeres y lo que escriben las mujeres es, por sí mismo, revolucionario, es
ya desde el inicio asumir que se quiere un cambio de cierto tipo de estado de
cosas; (dicho sea entre paréntesis: no me gusta vivir en el siglo XIX en
Aguascalientes cuando puedo disfrutar de las bondades del siglo XXI) porque el
feminismo es también un hijo de la ilustración francesa, pero es,
obviamente, un hijo no tan querido(a) de la ilustración francesa. El
juego democrático de occidente nunca, sino hasta hace relativamente muy poco
tiempo, quiso tomarlas a ellas en serio. Lo más que se les respetaba era
el hecho de que escribieran como por ejemplo Sor Juana en el virreinato de la
Nueva España; pero aun así era una escritura que era servidumbre. Un
deleite para el poder. Una suerte de pasatiempo sublime, dedicado a las élites.
Aunque Sor Juana jamás haya querido mentir o falsear los elementos y el
registro que le dictaba su excelsa conciencia. Después de la Revolución
Francesa hubo muchas que pudieron escribir, pero siempre fueron y jugaron papeles
tipo la mujer precaria y la literatura (¿Verdad Georges Bataille?). Ya
después de 1789, fue cuando empezó a hablarse ligeramente del empoderamiento de
la mujer, el tema era la jaqueca de los reyes, de todos los reyes europeos
hasta el presente. Y hasta los cincuenta del siglo XX obtuvieron en México el
derecho al voto. Fíjense: y aquí en este país como si nada, como si nada de esa
raíz tuviera la civilización mexicana. Obra tras obra generando lucidez, ideas,
en diferentes estéticas y contextos ya sea por medio del relato, la novela, la
poesía, el ensayo. Son ellas que desean realizar sus vidas y ser escuchadas, y
son muchas, las escritoras que han iluminado la condición humana y en todo el
mundo (sé que la lista es mucho más larga, menciono solo a unas cuantas que
están en mi biblioteca): ahí están las obras recientes de Lucia Berlin en
Estados Unidos, la excelente poesía de la Premio Nobel 1995 Wislawa Szymborska
de origen polaco, la inmortal Doris Lessing, Susan Sontag: una conciencia lúcida
y brillante en Estados Unidos, las últimas dos ya fallecidas. Ahí está Aline
Petterson en México, con su voluminosa Obra Reunida en Alfaguara, (me
parece importante darle mayor relevancia a ésta gran escritora que, además de que
fue mi maestra, es una escritora brillante). Laura Restrepo con Delirio
y La isla de la pasión; o la que es mi adoración: la rumano-alemana
premio Nobel 2009 Herta Müller; autora de auténticas joyas como La Piel del
Zorro, La Bestia del corazón, Todo lo que tengo lo llevo conmigo,
El hombre es un gran faisán en el mundo; obras excelentes por donde se
les vea; otra, la brasileña Clarice Lispector, Elena Poniatowska que es, desde
los años sesenta del siglo XX, todo un “monumento hecho de fruta” (como dice
Tomás Segovia en su poesía amorosa) desde La noche de Tlatelolco hasta El
Tren pasa primero o la novela sobre Leonora Carrington, simplemente Leonora;
una chulada de libro en nuestro país. Además Guadalupe Loaeza, Mónica Lavín,
Rosa Beltrán, Maricruz Patiño: mi colega y amiga que siempre me asombra, ella
fue discípula de Octavio Paz, Leticia Luna (Maricruz Patiño elaboró un Atlas de
tres tomos sobre las Místicas, pícaras y rebeldes mujeres poetas en
México), Rosa Montero y la premio Cervantes María Zambrano, autora de dos
textos fundamentales: El hombre y lo divino y Filosofía y poesía,
en España; Beatriz Espejo, recientemente
premio Nacional de Lingüística y Literatura en México; otra, la latinoamericana
Cristina Peri Rossi (con ésa estupenda antología de su poesía: La barca del
tiempo) desde su exilio y su premio Cervantes en España. ¿Otras obras notables
más jóvenes? Las de Cristina Rivera Garza por ejemplo, como La Autobiografía
del algodón, Nadie me verá llorar, y El Invencible verano de
Liliana, no es gratuito, cuando una gran artista como ella, decide crear
una novela sobre el feminicidio que le ocurrió a su hermana, y que de esa forma
ganara el premio Javier Villaurrutia de Escritores para Escritores
en 2021 por ésta última obra.
Para un escritor como yo u
otros semejantes a mí, que hemos aceptado no sobajar ni maltratar a las
escritoras jamás, claro, --después de muchas purgas personales-- (¡Ni por
supuesto a ninguna mujer!); como por ejemplo mi amigo ahora fallecido en 2020:
el ensayista, traductor y poeta José Vicente Anaya; él tenía plena conciencia
de lo importante que era traducir mujeres poetas de los Estados Unidos al
español de nuestro país, de tal suerte, que tradujo a Marge Piercy, Diane Di
Prima, Anne Sexton, Margaret Randall, etc. (Como saben muchos, él fue un gran
conocedor de la generación beatnik, que también tradujo a Gregory Corso,
Henry Miller y otros más) Asimismo, Anaya también rescató a mujeres del pasado
mexicano como Concha Urquiza, los remito al texto: El corazón preso, de
Anaya. “Y la culpa no era mía ni dónde estaba ni como vestía” Esta frase, este
himno, “canción sin miedo” me resultó desde el principio, muy entrañable,
porque si es que hemos sabido amarlas también, obvio, nos duele lo que sufren
ellas, ajá, claro, quitándose la máscara que chorrea machismo prepotente a la
mexicana, con esa esencia muy clara de nuestro país que es por ejemplo
insultar; eso se nos da perfectamente, y sobajar, molestar, odiar los
argumentos humanistas, la ética. Esa causa, el feminismo joven, desde el
principio fue para mí asumir un compromiso, era como una franja en el espectro
donde sí tenía que estar y participar en este país, lo hago de esta forma:
ejerciendo la escritura, la reflexión y la razón pensante. Las volví a amar (a
pesar de mis tonterías misóginas) y me vi en ellas y su causa como en 1995 me
vi en el EZLN y los indígenas de Chiapas. Pero pensé también que la antedicha
Cristina Rivera Garza, ya estaba muy valorada, quizá no tanto, mejor dicho:
había otras dos que necesitaban más que ella el hecho de que yo las
apologizara; sí, porque la idea de este escrito es una suerte de apología
personal sobre dos escritoras jóvenes.
Primero lo que hice fue que
lo propuse como proyecto al FONCA en 2023; no obtuve su estímulo pero de
mientras, me parece que lo importante es aclarar, esclarecer, discernir, sacar
a la luz o suponer por principio de cuentas, por qué se darán por escrito éstas
páginas sobre ciertas creadoras y sus obras. Primero, porque es de notarse, es
de alegrarse, es de celebrarse, ciertamente, que en nuestro país existan y se
logren escritoras como ellas: Brenda Navarro y Fernanda Melchor. De hecho, es
deseable que las letras nacionales sigan el camino que ellas están marcando y
señalando últimamente con sus escritos. Las queremos, los escritores, la gente
involucrada en la cultura, sobre todo: que este tipo de escritura femenina
prevalezca y sean seguidos este tipo de derroteros que ellas manejan a la
perfección.
Miren nada más sus
credenciales: Fernanda Melchor escribió Temporada de huracanes en 2017 y
hasta la fecha lleva ¡seis reimpresiones! La mía es del año 2018. Esto es una
señal de luz, de inteligencia en la palabra, que, además, El New York Times
la favoreció y la calificó como autora destacada por esa obra. Asimismo, Premio Internacional de Literatura 2019
por Temporada de
huracanes y su traducción al alemán, otorgado por La Casa de
las Culturas del Mundo, en Berlín. Mencionada también en esa rara y
sospechosa lista de los mejores cien libros del siglo XXI hecha y elaborada por
“Ochenta expertos” publicada en el suplemento Babelia.
Por su parte, Brenda Navarro
fue premiada con el VII Premio Tigre Juan y traducida a siete lenguas, su
primera novela Casas Vacías del año 2018.
Todo esto son señales muy
positivas, ésas son las que espero se conviertan en mis razones. Luces, ideas,
propuestas, claridad, que están dando las artistas como ellas en el mundo de la
cultura mexicana, por el gran esfuerzo de ellas, las autoras: hace todavía unos
años, pienso en el año 2000 por ejemplo, era impensable que escritoras jóvenes
lucieran y sobrevivieran en estos escenarios del país y así de triunfantes, así
de celebradas, es copiosa la información que de ellas circula en la web; hasta
hace pocos días, (escribo en septiembre de 2023) Brenda Navarro estaba
triunfando en el Hay Festival de Querétaro. Sobre cómo y de qué son los
contenidos de estas cuatro obras, sobre cuál es el camino deseable por recorrer
para los artistas venideros y sobre cómo serán educados en el arte las próximas
generaciones, millennials y centenials, vendrá esta aportación.
Es por este tipo de razones
que yo deseo hablar sobre ellas, subrayar su importancia, su vitalismo, su
trascendencia y su valor, por esas razones yo las respeto y las apoyo, al mismo
tiempo, disfrutando de sus rachas creativas como supongo, seguirán llegando más,
como decenas de libros, decenas de poemas, lecturas, recitales, apelando a la
capacidad de asombro y, demostrando, al estilo de Milan Kundera, que el sentido
de la vida está en otra parte.
Los libros que yo deseo comentar, tal como reza el adagio de Schopenhauer de que “Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto y los años que sigan nos dan el comentario”, son: De Fernanda Melchor: Aquí no es Miami (2013, primera edición 2018), y el ya mencionado Temporada de huracanes (2018), de Brenda Navarro: Casas Vacías (Primera edición 2019) y octava reimpresión 2023 y Ceniza en la Boca, 2022, primera reimpresión 2022 y segunda reimpresión 2022. Este es, pues, un libro de ensayo, mejor dicho, de comentario. Y otros comentarios, de forma independiente, como expresa el título.
Y
“la culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía.”
¿Estaban enojadas? Miento:
Estaban furiosas, estaban asesinas de coraje contra el mundo del machín
mexicano… y tenían razón. Léase Temporada de huracanes… En esta obra, a
través de sus personajes, con una fina y potente voz, Melchor deja desnudo al
machín mexicano, lo desnuda totalmente y lo vence: ¿Cómo? Pues lo describe,
pero más que eso, lo explica, lo ve como un pobre diablo pensando en
trescientos mil pesos como recompensa por decir quién mató a la bruja; chupando
alcohol, es transparente y evidente: dice a sus colegas, por ejemplo el Luismi:
“¿y tú qué pedo?” “¿Qué sabes de la
bruja?” y Munra, el otro: “¡Vámonos pal gabacho mai!” Es una fina costura de
orfebrería, de punzante trabajo con la lengua de la calle, lo que asume
Fernanda Melchor, realmente admirable. Leamos esto: Temporada de Huracanes
es una obra que eligió bien nuestra sociedad mexicana como decía Bernardo Ruíz
en su manual de talleres literarios: De escritura (del cuento
a la novela) dedicado a Teodoro Villegas: el punto neurálgico, pienso, no
es que a ciencia cierta nos falten libros, lo que la sociedad desea es saber
en qué tipo de obras quiere verse retratada, es ése el gesto
que desea lo inmortal, donde la sociedad quiere verse fuerte. Dime si no fue lo
mismo que le pasó a Cartucho de Nelly Campobello hace poco: ésta novela
del México de la Revolución, de aquellos tiempos, con el que dio su paso a la
entrada a la Academia Mexicana de la Lengua nuestra Rosa Beltrán, su discurso
de aceptación es un texto brillante, lúcido y lleno de erudición vital sobre Cartucho.
Vuelvo a Temporada de
Huracanes: ahí se muestra el típico macho que navega con bandera de
optimista o de buen gusto, el que “las puede todas”: envíenme aquí todo el Laberinto
de la soledad para ver este mexicano, por la grandeza de Octavio Paz, y lo
puntiagudo de su mirada genial; o Samuel Ramos, o Carlos Fuentes, todos ellos
exploraron esa idea de mexicanidad, ese espacio violento que se auto--inventa
cada vez más y más podrido, sucio, que apesta a corrupto. Ése mexicano en
realidad es un ignorante, y violento golpeador de mujeres, alcohólico y flojo,
barbaján y holgazán, que ha venido creciendo en contextos donde la vida vale
tan poco, que no sabe valorarse, es incapaz de dar amor, tanto físico como
emocional, se ha perdido, no sabe ni de dónde viene ni adónde va, no sabe dónde
buscar su esencia, su identidad, babea machismo y eso es todo, con música
norteña, guacamole y fútbol, de tal suerte que parece obligado a tener que ser
corrupto: no tiene otra opción. Para él, sólo es cierto, como escribió Carlos
Fuentes, el ser hijo de la chingada, el ser chingado o ser el jefe de las
chingaderas, el que ya se chingó a todos, el que sabe chingar y el
chinga-quedito, el más hijo de la chingada que sabe que su vida es sólo una
oportunidad para chingar o ser chingado. Son claras y sabias esas palabras en
Fuentes, La muerte de Artemio Cruz, es ahí dónde están: “Tu
palabra molino, tu palabra círculo del día a día: la chingada”. Es obvio pensar
en esa ruta de razonamientos que ellas están encabronadas contra tanto
macho que las ha sobajado por décadas, contra tanto hijo de vecino que las ve
simplemente como el pozo de su semen, a toda hora, en el camión, en el taxi, en
la rutina del trabajo… Tienen razón y es muy claro que se vuelva a hablar en
los medios impresos y electrónicos sobre el empoderamiento del eterno femenino.
En el año 2020 en plena
pandemia del covid-19 cientos de miles de mujeres le protestaron al gobierno
con ese himno en la plancha del Zócalo. Vivir Quintanar la cantante se
convirtió en leyenda con su himno: “Canción sin miedo”.
Empecé a leer Casas
Vacías, la novela de Brenda Navarro sobre la maternidad, es un trabajo
serio, hilarante, fina costura del lenguaje, muy secreto en el sentido
mercadotécnico, la autora tiene el talento necesario, pero, pregunto para
seguir el comentario: ¿atrapa al lector?
Sí y no, pero la negación es
aparente, éste es un discurso mucho más serio que el de Fernanda Melchor, lo
que en Fernanda Melchor habla de desmadre, violencia, ignorancia y una parte de
la brutal realidad de la vida para mucha gente en varias partes del país como
Veracruz; el sentimiento en general de que la vida no vale nada, en Brenda
Navarro es una literatura reflexiva que busca la supervivencia, el exigente,
salvador y aclamador sentido de protesta en tono de familia y la validez o no
de pertenecer a una familia. Y de qué protesta: Pues contra la figura del
machín mexicano, tonto, gandalla, bruto y violento que, ay, es parte de la
mayoría de la población mexicana.
Es una literatura joven y
sensualista, es una literatura bien templada, con buen temple del tema de la
maternidad como problemática, el hecho de ser parte de una familia disfuncional
y merecer esa familia disfuncional.
Aquí no es Trópico de Cáncer ni Trópico
de Capricornio.
Fernanda Melchor, diríamos
pues, es una narradora efectista, en cierto sentido, pero es muy veraz, ser
efectista en este caso, quiere decir que es el suyo, un arte que te muestra el
rostro de la muerte con sus textos, es decir, es muy despiadada su visión de la
vida pueblerina en las zonas marginadas de Veracruz pero es que también su
visión es necesaria. A su manera, (como Óscar de la Borbolla nos lo mostró hace
ya muchos años) es un arte que se vuelve imprescindible hasta que existe.
Como los 27 conciertos para piano de Mozart. Y la realidad cultural a gran
escala le ha dado la razón a Fernanda Melchor: Ya hasta hay una película en Netflix
basada en su novela Temporada de Huracanes. Sobre la película supe que
fue un problema para los guionistas la creación de personajes, porque en el
lenguaje del cine, las películas tienen qué haber varios personajes que hagan
acciones pareadas con otras acciones, y obviaron el problema del lenguaje de la
oralidad con una especie de parquedad en las primeras escenas, con esa especie
de ontología de la imagen: eres lo que ves o el Ser está en donde pones la
atención. Mientras que la novela es habla callejera). Lo que hay en esa novela
es pues, sin negar la violencia y el malagradecido y maldito desmadre que es lo
que inmortaliza Melchor, un trabajo fino en el lenguaje con una búsqueda de
habla desparpajada, de escribir como se habla, de modo suelto, pero sin
condenar a nadie. Desde el momento en que la bruja fulana que hacía trabajos
mágicos para quien sabe quién, crece la sospecha de que su muerte fue por
asesinato, y desde ése momento la atención y donde alumbra la mirada de
Melchor, es a un grupo de jóvenes; drogadictos, callejeros, desempleados, el
Luismi, el Munra, el Brando, Rigorito, Norma, etcétera, y entonces lo que maneja
el talento de Melchor es que a éstos personajes de repente, mientras avanza la
oralidad de la narradora, los empieza a cubrir como una sombra negra de
brujería de la supuesta pero nunca confirmada de aquélla, la que muere al
principio de la novela. Melchor no
descuida ni un segundo la vida de sus personajes, es decir, los maltrata como
lo haría la brutal realidad de Veracruz, pero al final el arco se cierra y
entendemos que eran ellos, los que (obvio) no pensaban bien y se sentían
embrujados y paniqueados por la Doña además por toda la droga que se metían,
una auténtica pandilla de tarugos. Fina factura: Melchor hace inmortal la
malsana vida de sus personajes, pero hablar así del país ya merece
reconocimiento, exacto como ella ya lo obtuvo. Estilo y estructura, hacen la
novela, dijo Vladimir Nabokov, “la novela descubre sólo lo que la novela puede
descubrir”, dijo Milan Kundera y esto que leí de Fernanda Melchor, reluce estos
méritos de forma cabal, estamos frente a una gran obra que se propone desde ya,
como una gran promesa, cuyos próximos éxitos seguramente no tardarán en
producirse. Paso ahora a comentar sobre Aquí no es Miami: ¡Qué deleite
los primeros cuentos! Si, porque son relatos, entonces Fernanda Melchor como
comenta en el prólogo que según ella misma dice “es un choro mareador” cuenta,
para empezar, la aterradora historia que fue para ella y su hermano, la
cuestión de un eclipse de sol en los primeros años 90s, qué deleite, qué
delicia éste primer cuento, obras y obras mostrando que el sentido de la vida
está en otra parte: ¡claro! Con una televisión, una escuela a medio camino con
el hogar obvio, nos refleja toda la ignorancia de ése México bajo el gobierno
del innombrable orejón, ignorancia y estulticia, resulta arrolladora la
narrativa con su desparpajo que genera la carcajada, porque no precisamente se
haya acabado el mundo, sino porque la televisión mostró todo ese instante,
hasta el hartazgo, hasta venderte la gorra del eclipse y… creo que ya me
entendieron lo que deseo consignar: la sátira, el choteo, el cotorreo que fue
generado “por el eclipse”. Cuentos más adelante en el libro vuelve la narrativa
verista y afilada como navajazo estilo Kill Bill: violencia, drogadictos, machos
ignorantes y bueno, existe ahí en Aquí no es Miami un cuento con ese
nombre que está excelente, pero Fernanda Melchor cubre a sus informantes,
retrata seres humanos comunes, no los políticos, sería un número más de la
revista Proceso, no, no, no, lo que queremos es arte y cuentos, la fina tela
del texto literario, y ahí está, esperando ser descubierta por todo lector,
toda lectora que se trepe al auto incendiado del texto Aquí no es Miami:
búsquenlo.
¿Eres mujer joven con gusto por la
cultura?
Pues ya debería de ser el momento que
entendieras que te debes de empoderar, porque, lo quieras o no en este país vas
a enfrentar a los variados tipos de macho que los hay para aventar para arriba,
por eso disfruto pensando este epígrafe terrible de Bibiana Camacho en su libro
Jaulas Vacías:
“La realidad exigía mucho de ella. Se
examinó en
El espejo para ver si el rostro se
volvía bestial
Bajo la influencia de sus sentimientos.
Pero era
Un rostro quieto que ya hacía mucho
tiempo
Había dejado de representar lo que sentía.”
Clarice Lispector
Además en Aquí no es Miami existe
un coqueteo con la brujería, con el pensamiento mágico, aquí me refiero al
México profundo, al México que lleva un pasado de derrotas y sufrimiento
cabrón, un México profundo pienso como lo dice Guillermo Bonfil Batalla,
ésa es una obra que no he leído, pienso que es importantísima, lo más cerca que
estuve de ella fue una exposición conferencia sobre ella en mis tiempos de la
escuela de escritores de la SOGEM.
Aquí no es Miami, como dice Walter Benjamín en sus tesis
sobre Feuerbach, es un documento de la cultura de su tiempo, pero también es,
al mismo tiempo, un documento de la barbarie y la violencia de su tiempo. Fue
escrito en 2013, mi edición es del 2018. Una obra que relata también una
peripecia cuando Mel Gibson supuestamente va a Veracruz a filmar una película y
lo que sucede es que la horrible realidad de Veracruz supera la acción de la
supuesta película, un trajín del demonio totalmente, en el golpeado estado de
Veracruz: ¿qué acaso no recordamos quién fue el gobernador de ese estado hace
unos años y lo que sucedió?
¿Es que acaso no hay salvación para
esto? Tenemos mucho en qué pensar y recapacitar, poner en acción la praxis y actuar,
pero mientras tanto, Fernanda Melchor sigue contando, sigue completando
historias y relatos de impecable factura y demostrando que el sentido de la
vida está en otra parte.
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