SOBRE FERNANDA MELCHOR
Las
hay múltiples razones por dónde comenzar la historia de cómo fue germinada y
fecundada la idea de esta escritura. La mejor debería ser por su breve
historia: me nació la idea en 2022 y fue mujer (muy bella, por cierto,
recordemos que George Steiner decía que todo pensamiento comienza con un poema
y perdónenme, pero “poesía eres tú”, amar a la mujer es el acto poético por
excelencia). Desde un principio quise escribir un proyecto a favor de las
mujeres en el arte o escritoras.
Pienso que escribir sobre las mujeres y lo que
escriben las mujeres es, por sí mismo, revolucionario, es ya desde el inicio asumir
que se quiere un cambio de cierto tipo de estado de cosas; (dicho sea entre
paréntesis: no me gusta vivir en el siglo XIX en Aguascalientes cuando puedo
disfrutar de las bondades del siglo XXI) porque el feminismo es también un
hijo de la ilustración francesa, pero es, obviamente, un hijo no tan
querido(a) de la ilustración francesa. El juego democrático de occidente nunca,
sino hasta hace relativamente muy poco tiempo, quiso tomarlas a ellas en
serio. Lo más que se les respetaba era el hecho de que escribieran como por
ejemplo Sor Juana en el virreinato de la Nueva España; pero aun así era una
escritura que era servidumbre. Un deleite para el poder. Una suerte
de pasatiempo sublime, dedicado a las élites. Aunque Sor Juana jamás haya
querido mentir o falsear los elementos y el registro que le dictaba su excelsa
conciencia. Después de la Revolución Francesa hubo muchas que pudieron
escribir, pero siempre fueron y jugaron papeles tipo la mujer precaria
y la literatura (¿Verdad Georges Bataille?). Ya después de 1789, fue
cuando empezó a hablarse ligeramente del empoderamiento de la mujer, el tema
era la jaqueca de los reyes, de todos los reyes europeos hasta el presente. Y
hasta los cincuenta del siglo XX obtuvieron en México el derecho al voto.
Fíjense: y aquí en este país como si nada, como si nada de esa raíz tuviera la
civilización mexicana. Obra tras obra generando lucidez, ideas, en diferentes
estéticas y contextos ya sea por medio del relato, la novela, la poesía, el
ensayo. Son ellas que desean realizar sus vidas y ser escuchadas, y son muchas,
las escritoras que han iluminado la condición humana y en todo el mundo (sé que
la lista es mucho más larga, menciono solo a unas cuantas que están en mi
biblioteca): ahí están las obras recientes de Lucia Berlin en Estados Unidos,
la excelente poesía de la Premio Nobel 1995 Wislawa Szymborska de origen
polaco, la inmortal Doris Lessing, Susan Sontag: una conciencia lúcida y
brillante en Estados Unidos, las últimas dos ya fallecidas. Ahí está Aline
Petterson en México, con su voluminosa Obra Reunida en
Alfaguara, (me parece importante darle mayor relevancia a ésta gran escritora
que, además de que fue mi maestra, es una escritora brillante). Laura Restrepo
con Delirio y La isla de la pasión; o la que es mi
adoración: la rumano-alemana premio Nobel 2009 Herta Müller; autora de
auténticas joyas como La Piel del Zorro, La Bestia del corazón, Todo
lo que tengo lo llevo conmigo, El hombre es un gran
faisán en el mundo; obras excelentes por donde se les vea; otra, la brasileña
Clarice Lispector, Elena Poniatowska que es, desde los años sesenta del siglo
XX, todo un “monumento hecho de fruta” (como dice Tomás Segovia en su poesía
amorosa) desde La noche de Tlatelolco hasta El Tren
pasa primero o la novela sobre Leonora Carrington, simplemente Leonora;
una chulada de libro en nuestro país. Además Guadalupe Loaeza, Mónica Lavín,
Rosa Beltrán, Maricruz Patiño: mi colega y amiga que siempre me asombra, ella
fue discípula de Octavio Paz, Leticia Luna (Maricruz Patiño elaboró un Atlas de
tres tomos sobre las Místicas, pícaras y rebeldes mujeres
poetas en México), Rosa Montero y la premio Cervantes María Zambrano, autora de
dos textos fundamentales: El hombre y lo divino y Filosofía
y poesía, en España; Beatriz Espejo, recientemente premio Nacional
de Lingüística y Literatura en México; otra, la latinoamericana Cristina Peri
Rossi (con ésa estupenda antología de su poesía: La barca del tiempo)
desde su exilio y su premio Cervantes en España. ¿Otras obras notables más
jóvenes? Las de Cristina Rivera Garza por ejemplo, como La
Autobiografía del algodón, Nadie me verá llorar, y El
Invencible verano de Liliana, no es gratuito, cuando una gran artista como
ella, decide crear una novela sobre el feminicidio que le ocurrió a su hermana,
y que de esa forma ganara el premio Javier Villaurrutia de Escritores para
Escritores en 2021 por ésta última obra.
Para un escritor como yo u otros semejantes a mí, que
hemos aceptado no sobajar ni maltratar a las escritoras jamás, claro, --después
de muchas purgas personales-- (¡Ni por supuesto a ninguna mujer!); como por
ejemplo mi amigo ahora fallecido en 2020: el ensayista, traductor y poeta José
Vicente Anaya; él tenía plena conciencia de lo importante que era traducir
mujeres poetas de los Estados Unidos al español de nuestro país, de tal suerte,
que tradujo a Marge Piercy, Diane Di Prima, Anne Sexton, Margaret Randall, etc.
(Como saben muchos, él fue un gran conocedor de la generación
beatnik, que también tradujo a Gregory Corso, Henry Miller y otros más)
Asimismo, Anaya también rescató a mujeres del pasado mexicano como Concha
Urquiza, los remito al texto: El corazón preso, de Anaya. “Y la culpa no
era mía ni dónde estaba ni como vestía” Esta frase, este himno, “canción sin
miedo” me resultó desde el principio, muy entrañable, porque si es que hemos
sabido amarlas también, obvio, nos duele lo que sufren ellas, ajá, claro,
quitándose la máscara que chorrea machismo prepotente a la mexicana, con esa
esencia muy clara de nuestro país que es por ejemplo insultar; eso se nos da
perfectamente, y sobajar, molestar, odiar los argumentos humanistas, la ética.
Esa causa, el feminismo joven, desde el principio fue para mí asumir un
compromiso, era como una franja en el espectro donde sí tenía que estar y
participar en este país, lo hago de esta forma: ejerciendo la escritura, la
reflexión y la razón pensante. Las volví a amar (a pesar de mis tonterías
misóginas) y me vi en ellas y su causa como en 1995 me vi en el EZLN y los
indígenas de Chiapas. Pero pensé también que la antedicha Cristina Rivera Garza,
ya estaba muy valorada, quizá no tanto, mejor dicho: había otras dos que
necesitaban más que ella el hecho de que yo las apologizara; sí, porque la idea
de este escrito es una suerte de apología personal sobre dos escritoras jóvenes.
Primero lo que hice fue que lo propuse como proyecto
al FONCA en 2023; no obtuve su estímulo pero de mientras, me parece que lo
importante es aclarar, esclarecer, discernir, sacar a la luz o suponer por
principio de cuentas, por qué se darán por escrito éstas páginas sobre ciertas
creadoras y sus obras. Primero, porque es de notarse, es de alegrarse, es de
celebrarse, ciertamente, que en nuestro país existan y se logren escritoras
como ellas: Brenda Navarro y Fernanda Melchor. De hecho, es deseable que las letras
nacionales sigan el camino que ellas están marcando y señalando últimamente con
sus escritos. Las queremos, los escritores, la gente involucrada en la cultura,
sobre todo: que este tipo de escritura femenina prevalezca y sean seguidos este
tipo de derroteros que ellas manejan a la perfección.
Miren nada más sus credenciales: Fernanda Melchor
escribió Temporada de huracanes en 2017 y hasta la fecha lleva
¡seis reimpresiones! La mía es del año 2018. Esto es una señal de luz, de inteligencia
en la palabra, que, además, El New York Times la favoreció y
la calificó como autora destacada por esa obra. Asimismo, Premio
Internacional de Literatura 2019 por Temporada de huracanes y su
traducción al alemán, otorgado por La Casa de las Culturas del Mundo, en Berlín. Mencionada
también en esa rara y sospechosa lista de los mejores cien libros del siglo XXI
hecha y elaborada por “Ochenta expertos” publicada en el suplemento Babelia.
Por su parte, Brenda Navarro fue premiada con el VII
Premio Tigre Juan y traducida a siete lenguas, su primera novela Casas
Vacías del año 2018.
Todo esto son señales muy positivas, ésas son las que
espero se conviertan en mis razones. Luces, ideas, propuestas, claridad, que
están dando las artistas como ellas en el mundo de la cultura mexicana, por el
gran esfuerzo de ellas, las autoras: hace todavía unos años, pienso en el año
2000 por ejemplo, era impensable que escritoras jóvenes lucieran y
sobrevivieran en estos escenarios del país y así de triunfantes, así de celebradas,
es copiosa la información que de ellas circula en la web; hasta hace pocos
días, (escribo en septiembre de 2023) Brenda Navarro estaba triunfando en el
Hay Festival de Querétaro. Sobre cómo y de qué son los contenidos de estas
cuatro obras, sobre cuál es el camino deseable por recorrer para los artistas
venideros y sobre cómo serán educados en el arte las próximas generaciones,
millennials y centenials, vendrá esta aportación.
Es por este tipo de razones que yo deseo hablar sobre
ellas, subrayar su importancia, su vitalismo, su trascendencia y su valor, por
esas razones yo las respeto y las apoyo, al mismo tiempo, disfrutando de sus
rachas creativas como supongo, seguirán llegando más, como decenas de libros,
decenas de poemas, lecturas, recitales, apelando a la capacidad de asombro y, demostrando,
al estilo de Milan Kundera, que el sentido de la vida está en otra parte.
Los libros que yo deseo comentar, tal como reza el
adagio de Schopenhauer de que “Los primeros cuarenta años de vida nos dan el
texto y los años que sigan nos dan el comentario”, son: De Fernanda Melchor: Aquí
no es Miami (2013, primera edición 2018), y el ya
mencionado Temporada de huracanes (2018), de Brenda
Navarro: Casas Vacías (Primera edición 2019) y octava
reimpresión 2023 y Ceniza en la Boca, 2022, primera reimpresión
2022 y segunda reimpresión 2022. Este es, pues, un libro de ensayo, mejor
dicho, de comentario. Y otros comentarios, de forma independiente o como
expresa el título, seguiré una investigación.
Y “la culpa no
era mía ni dónde estaba ni cómo vestía.”
¿Estaban enojadas? Miento: Estaban furiosas, estaban
asesinas de coraje contra el mundo del machín mexicano… y tenían razón.
Léase Temporada de huracanes… En esta obra, a través de sus
personajes, con una fina y potente voz, Melchor deja desnudo al machín mexicano,
lo desnuda totalmente y lo vence: ¿Cómo? Pues lo describe, pero más que eso, lo
explica, lo ve como un pobre diablo pensando en trescientos mil pesos como
recompensa por decir quién mató a la bruja; chupando alcohol, es transparente y
evidente: dice a sus colegas, por ejemplo el Luismi: “¿y tú qué pedo?” “¿Qué
sabes de la bruja?” y Munra, el otro: “¡Vámonos pal gabacho mai!” Es una fina
costura de orfebrería, de punzante trabajo con la lengua de la calle, lo que asume
Fernanda Melchor, realmente admirable. Leamos esto: Temporada de
Huracanes es una obra que eligió bien nuestra sociedad mexicana como
decía Bernardo Ruíz en su manual de talleres literarios: De escritura (del cuento
a la novela) dedicado a Teodoro Villegas: el punto neurálgico, pienso, no es
que a ciencia cierta nos falten libros, lo que la sociedad desea es saber
en qué tipo de obras quiere verse retratada, es ése
el gesto que desea lo inmortal, donde la sociedad quiere verse fuerte. Dime si
no fue lo mismo que le pasó a Cartucho de Nelly Campobello
hace poco: ésta novela del México de la Revolución, de aquellos tiempos, con el
que dio su paso a la entrada a la Academia Mexicana de la Lengua nuestra Rosa
Beltrán, su discurso de aceptación es un texto brillante, lúcido y lleno de
erudición vital sobre Cartucho.
Vuelvo a Temporada de Huracanes: ahí se
muestra el típico macho que navega con bandera de optimista o de buen gusto, el
que “las puede todas”: envíenme aquí todo el Laberinto de la soledad para
ver este mexicano, por la grandeza de Octavio Paz, y lo puntiagudo de su mirada
genial; o Samuel Ramos, o Carlos Fuentes, todos ellos exploraron esa idea de
mexicanidad, ese espacio violento que se auto--inventa cada vez más y más
podrido, sucio, que apesta a corrupto. Ése mexicano en realidad es un ignorante,
y violento golpeador de mujeres, alcohólico y flojo, barbaján y holgazán, que
ha venido creciendo en contextos donde la vida vale tan poco, que no sabe
valorarse, es incapaz de dar amor, tanto físico como emocional, se ha perdido,
no sabe ni de dónde viene ni adónde va, no sabe dónde buscar su esencia, su
identidad, babea machismo y eso es todo, con música norteña, guacamole y
fútbol, de tal suerte que parece obligado a tener que ser corrupto: no tiene otra
opción. Para él, sólo es cierto, como escribió Carlos Fuentes, el ser hijo de
la chingada, el ser chingado o ser el jefe de las chingaderas, el que ya se
chingó a todos, el que sabe chingar y el chinga-quedito, el más hijo de la
chingada que sabe que su vida es sólo una oportunidad para chingar o ser chingado.
Son claras y sabias esas palabras en Fuentes, La muerte de
Artemio Cruz, es ahí dónde están: “Tu palabra molino, tu palabra
círculo del día a día: la chingada”. Es obvio pensar en esa ruta de razonamientos
que ellas están encabronadas contra tanto macho que las ha
sobajado por décadas, contra tanto hijo de vecino que las ve simplemente como
el pozo de su semen, a toda hora, en el camión, en el taxi, en la rutina del
trabajo… Tienen razón y es muy claro que se vuelva a hablar en los medios impresos
y electrónicos sobre el empoderamiento del eterno femenino.
En el año 2020 en plena pandemia del covid-19 cientos
de miles de mujeres le protestaron al gobierno con ese himno en la plancha del
Zócalo. Vivir Quintanar la cantante se convirtió en leyenda con su himno: “Canción
sin miedo”.
Empecé a leer Casas Vacías, la novela de
Brenda Navarro sobre la maternidad, es un trabajo serio, hilarante, fina
costura del lenguaje, muy secreto en el sentido mercadotécnico, la autora tiene
el talento necesario, pero, pregunto para seguir el comentario: ¿atrapa al
lector?
Sí y no, pero la negación es aparente, éste es un
discurso mucho más serio que el de Fernanda Melchor, lo que en Fernanda Melchor
habla de desmadre, violencia, ignorancia y una parte de la brutal realidad de
la vida para mucha gente en varias partes del país como Veracruz; el
sentimiento en general de que la vida no vale nada, en Brenda Navarro es una
literatura reflexiva que busca la supervivencia, el exigente, salvador y aclamador
sentido de protesta en tono de familia y la validez o no de pertenecer a una
familia. Y de qué protesta: Pues contra la figura del machín mexicano, tonto,
gandalla, bruto y violento que, ay, es parte de la mayoría de la población
mexicana.
Es una literatura joven y sensualista, es una literatura
bien templada, con buen temple del tema de la maternidad como problemática, el
hecho de ser parte de una familia disfuncional y merecer esa familia
disfuncional.
Aquí
no es Trópico de Cáncer ni Trópico de Capricornio.
Fernanda Melchor, diríamos pues, es una narradora
efectista, en cierto sentido, pero es muy veraz, ser efectista en este caso,
quiere decir que es el suyo, un arte que te muestra el rostro de la muerte con
sus textos, es decir, es muy despiadada su visión de la vida pueblerina en las
zonas marginadas de Veracruz pero es que también su visión es necesaria. A su
manera, (como Óscar de la Borbolla nos lo mostró hace ya muchos años) es un
arte que se vuelve imprescindible hasta que existe. Como los 27 conciertos
para piano de Mozart. Y la realidad cultural a gran escala le ha dado la razón
a Fernanda Melchor: Ya hasta hay una película en Netflix basada
en su novela Temporada de Huracanes. Sobre la película supe que fue
un problema para los guionistas la creación de personajes, porque en el lenguaje
del cine, las películas tienen qué haber varios personajes que hagan acciones
pareadas con otras acciones, y obviaron el problema del lenguaje de la oralidad
con una especie de parquedad en las primeras escenas, con esa especie de ontología
de la imagen: eres lo que ves o el Ser está en donde pones la atención.
Mientras que la novela es habla callejera). Lo que hay en esa novela es pues,
sin negar la violencia y el malagradecido y maldito desmadre que es lo que inmortaliza
Melchor, un trabajo fino en el lenguaje con una búsqueda de habla desparpajada,
de escribir como se habla, de modo suelto, pero sin condenar a nadie. Desde el
momento en que la bruja fulana que hacía trabajos mágicos para quien sabe
quién, crece la sospecha de que su muerte fue por asesinato, y desde ése
momento la atención y donde alumbra la mirada de Melchor, es a un grupo de
jóvenes; drogadictos, callejeros, desempleados, el Luismi, el Munra, el Brando,
Rigorito, Norma, etcétera, y entonces lo que maneja el talento de Melchor es que
a éstos personajes de repente, mientras avanza la oralidad de la narradora, los
empieza a cubrir como una sombra negra de brujería de la supuesta pero nunca
confirmada de aquélla, la que muere al principio de la novela. Melchor
no descuida ni un segundo la vida de sus personajes, es decir, los maltrata
como lo haría la brutal realidad de Veracruz, pero al final el arco se cierra y
entendemos que eran ellos, los que (obvio) no pensaban bien y se sentían
embrujados y paniqueados por la Doña además por toda la droga que se metían,
una auténtica pandilla de tarugos. Fina factura: Melchor hace inmortal la
malsana vida de sus personajes, pero hablar así del país ya merece
reconocimiento, exacto como ella ya lo obtuvo. Estilo y estructura, hacen la
novela, dijo Vladimir Nabokov, “la novela descubre sólo lo que la novela puede
descubrir”, dijo Milan Kundera y esto que leí de Fernanda Melchor, reluce estos
méritos de forma cabal, estamos frente a una gran obra que se propone desde ya,
como una gran promesa, cuyos próximos éxitos seguramente no tardarán en
producirse. Paso ahora a comentar sobre Aquí no es Miami: ¡Qué
deleite los primeros cuentos! Si, porque son relatos, entonces Fernanda Melchor
como comenta en el prólogo que según ella misma dice “es un choro mareador”
cuenta, para empezar, la aterradora historia que fue para ella y su hermano, la
cuestión de un eclipse de sol en los primeros años 90s, qué deleite, qué
delicia éste primer cuento, obras y obras mostrando que el sentido de la vida
está en otra parte: ¡claro! Con una televisión, una escuela a medio camino con
el hogar obvio, nos refleja toda la ignorancia de ése México bajo el gobierno
del innombrable orejón, ignorancia y estulticia, resulta arrolladora la
narrativa con su desparpajo que genera la carcajada, porque no precisamente se
haya acabado el mundo, sino porque la televisión mostró todo ese instante,
hasta el hartazgo, hasta venderte la gorra del eclipse y… creo que ya me entendieron
lo que deseo consignar: la sátira, el choteo, el cotorreo que fue generado “por
el eclipse”. Cuentos más adelante en el libro vuelve la narrativa verista y
afilada como navajazo estilo Kill Bill: violencia, drogadictos, machos
ignorantes y bueno, existe ahí en Aquí no es Miami un cuento
con ese nombre que está excelente, pero Fernanda Melchor cubre a sus
informantes, retrata seres humanos comunes, no los políticos, sería un número
más de la revista Proceso, no, no, no, lo que queremos es arte y cuentos, la
fina tela del texto literario, y ahí está, esperando ser descubierta por todo
lector, toda lectora que se trepe al auto incendiado del texto Aquí no
es Miami: búsquenlo.
¿Eres
mujer joven con gusto por la cultura?
Pues
ya debería de ser el momento que entendieras que te debes de empoderar, porque,
lo quieras o no en este país vas a enfrentar a los variados tipos de macho que
los hay para aventar para arriba, por eso disfruto pensando este epígrafe
terrible de Bibiana Camacho en su libro Jaulas Vacías:
“La realidad exigía mucho de ella. Se examinó en
El espejo para ver si el rostro se volvía bestial
Bajo la influencia de sus sentimientos. Pero era
Un rostro quieto que ya hacía mucho tiempo
Había dejado de representar lo que sentía.”
Clarice Lispector
Además
en Aquí no es Miami existe un coqueteo con la brujería, con el
pensamiento mágico, aquí me refiero al México profundo, al México que lleva un
pasado de derrotas y sufrimiento cabrón, un México profundo pienso
como lo dice Guillermo Bonfil Batalla, ésa es una obra que no he leído, pienso
que es importantísima, lo más cerca que estuve de ella fue una exposición
conferencia sobre ella en mis tiempos de la escuela de escritores de la SOGEM.
Aquí no es Miami,
como dice Walter Benjamín en sus tesis sobre Feuerbach, es un documento de la cultura
de su tiempo, pero también es, al mismo tiempo, un documento de la barbarie y
la violencia de su tiempo. Fue escrito en 2013, mi edición es del 2018. Una
obra que relata también una peripecia cuando Mel Gibson supuestamente va a
Veracruz a filmar una película y lo que sucede es que la horrible realidad de
Veracruz supera la acción de la supuesta película, un trajín del demonio
totalmente, en el golpeado estado de Veracruz: ¿qué acaso no recordamos quién
fue el gobernador de ese estado hace unos años y lo que sucedió?
¿Es
que acaso no hay salvación para esto? Tenemos mucho en qué pensar y
recapacitar, poner en acción la praxis y actuar, pero mientras tanto, Fernanda
Melchor sigue contando, sigue completando historias y relatos de impecable
factura y demostrando que el sentido de la vida está en otra parte.
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