El Beso
Este es el beso, tan ansioso, tan esperado,
tan vertiginoso como el tronco de un túnel, tan valioso como la espera de sus
ejecutantes. Este es nuestro Grial abatido por charcas nauseabundas de dudas,
por cuencas del viento que mecen pesados ramajes de incertidumbre. Este es el
beso, la aurora en su despliegue, la yerba alzada en primavera, como la eterna
certeza que profetizan tus labios. Este es el beso, enredado en fúnebres
hamacas que pesan al silencio, de atroz temeridad como la del tigre mirando su
reflejo. El beso que nos redimirá de la turbiedad de la existencia. Este es el
cántaro de vida que se nos escurre en ensortijadas frescuras de tulipanes
encendidos y abiertos, en el cauce del frenesí que me acerca hasta tu boca.
Este es el beso, la olvidada sorpresa de sentirse vivos. Atrás quedaron los
aleteos de los murciélagos, las alfombras de tejocotes muertos por otras
ocasiones de fracaso. Tu pelo, tus senos, la dulce simetría de tu cuerpo al
recibir el mío, el chocar de dos tambores que baten en perfecta sincronía. Este
es el beso de los encarcelados, el beso con alas de espuma gritando sus razones
sobre el vendaval. El beso que sacude los tentáculos del alma, el beso de los
espectros que buscan materia para atestiguarse bajo los pliegues de la carne.
Esta
es la agonía del beso, la agonía del animal que se coagula en últimos espasmos
de sangre violentada, el beso que por un instante mueve los arrecifes del
entendimiento y nos reta a ser otros, a ser distintos por un beso. Este es el
beso que se busca en calles sombrías infestadas de ausencia, el beso de los
pobres, de los que han visto cómo llueve ceniza sobre los hombres en diminutos
gajos de esperanza.
Este
es el beso de los cobardes, cuya mayor virtud, es que sólo se atreven a besarse.
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