UNO
Cuando la soledad la anegaba, la
Nacha se decía a sus allá adentros: "búsquenme para que me encuentren, y
búsquenme sexy, para que me encuentren inmejorable".
Esa tarde salió del baño con las piernas rasuradas. De la cara le
escapaba —pensó al darse cuenta que había levantado inconscientemente las cejas
al espejo— algo que parecía ser casi una vergüenza, sentimiento poco
frecuentado en las últimas semanas. Ahora que, para ser precisos, en las
últimas semanas había frecuentado pocos sentimientos y más bien había procurado
distraerse, rescatando sus viejos poemas del baúl con la sensación de haber
sido fecunda al ejercitarse en el ocio con los mismos, ya que de sus letras poéticas,
ninguno de sus sentimientos escapaba.
Como pensó que esto era
una parajoda ("y la vida ya tiene tantas"), olvidó la vergüenza momentánea, con la toalla como turbante y el
vestido negro —igual de percudido que siempre— que le había servido para verificarse
la rasuración mirando el televisor, bajó escaleras y regresó a su covacha.
Revisó nuevamente sus
poemas. Sí, había escrito muchos, quizá demasiados, pero dado que se estaba
distrayendo y al hacerlo no se daba cuenta, prosiguió con la misma actitud mirándose
las piernas, comprobando que era muy destacada en esta labor cutáneo-doméstica
y que, además del resto de labores que implica, tendría que ocuparse
literalmente de las otras en pocos minutos, puesto que la doctora regresaría
pronto del hospital y la Nacha se preguntó cómo habría salido su hija, la de la
doctora, si el hematoma que se provocó al caer bajando las escaleras era
producto de la azarosa inmediatez con la que surgen por lo común los
acontecimientos, o la momentánea ceguera o, tal vez, lo que la doctora no
aprobaría jamás en la boca de la Nacha —ni la Nacha en la suya propia— la e de ¡es
que eres una idiota! en la frente de la hija.
Pero como tenía que
ocuparse de las labores domésticas, apagó el televisor, se puso su ropa de
trabajo, quitándose previamente el vestido negro, guardó de nuevo sus poemas en
el baúl de los tesoros de la covacha; lo cual ya estaba anotado como "el
resto de labores que implica", pero ahora que, como todo implica, todo
implicó a la Nacha a observar la figura de Dios en el reloj de pared y
suplicarle de modo práctico al reloj, mas no a Dios, que en la práctica nada,
que por sus medios la doctora tardara más de la cuenta porque quería hacer
algo. Un no sé qué que le quedó balbuceando, creía la Nacha, lo cual coincide
en la apreciación anotada: como si por semanas enteras uno pudiera distraerse
sabiendo inconscientemente que lo hace sin poder dejar de hacerlo con tan sólo
unos poemas. (
Como la cochera era café
de arriba a abajo, si estabas muy arriba ni la veías, y si de plano estabas en el bajón, se veía negra. Operación
que
—La señora no está —dijo
la Nacha, con voz tan débil que cualquiera le hubiera creído, pero el Profesor
X no era cualquiera...
— ¿Tardará mucho?
—No sabría decirle...
— ¿A poco?
—Bueno, pase usted.
El Profesor X pasó
adelante de la Nacha y ella cerró la puerta, deseando que dejara escapar un
crujido, una mordedura de viento como cuando el joven deja de serlo, como
el título del poema canónico, una garra virtuosa que pusiera fuera de
circulación su joroba para que algún día si volviera a escuchar la frase:
"la vida levanta cabeza", la Nacha no se sintiera contiguamente
interpelada. De momento la llevaba arriba, lo cual era tan arriba como la
escoba, si la escoba también tuviera joroba. Y he aquí que el ojo del lector
notará cómo la figura humana vista de perfil dibuja una S suave, alargada, no
muy Topo o Uranio, pero deshojando la U de largas avenidas a los taxistas, que
algunos muy brutos no entienden cuando se les dice: “vuelta en U, en U”, la
Nacha prefería la retórica como el mejor de los tropos, lo cual quiere decir
que, si gusta, algo será perfecto, y si no, no hay problema, porque la Nacha
tendría tiempo para seguir arreglando la casa.
— ¿Qué?
—Que si gusta tomar algo
—volvió a preguntar al Profesor X, que estaba parado dando la espalda a un
sillón individual y dirigiendo miradas escrutadoras a la casa que ya conocía y
cuya respuesta, la Nacha, expectante pero con brevedad, sabía casi con
exactitud cuál sería.
Serio, a lo mucho, el
Profesor X se dejó caer en el sillón individual, miró su Omega de buzo y con la otra se tapó la boca, aguantando la
respiración con profundidad de profesor de filosofía, para luego bajar los
dedos de los labios y decir:
—Sírvame una bebida con
amargo de angostura, por favor —y se puso a revisar Hola, la revista española que estaba más a la mano.
Profesor de filosofía en
la universidad era el Profesor X, tal vez por eso pensó que si a la mano
hubiera otra revista española, preferiría Claves
de Razón Práctica, pensó, exactamente,
pero era una de esas aficiones de las que estaba desacostumbrándose, debido a
un artículo de un viejo colega intercontinental que había sido muy sincero al
comentar vía correo electrónico su Espeleología
del metabolismo contemporáneo en las
masas. Y mientras leía Hola
recordó la estructura del tomo dos, el aún no escrito, que ya mantenía una
lucha interna y secreta contra Espeleología...
Pero habrá que dejar esa oscura batalla para seguir a la Nacha a la cava de la
doctora con una vela, entrando en la niebla del presumible ex calabozo, donde
la doctora guardaba lo más selecto de su cultura enológica.
Llegó ahí
—Soy picosa, bien picosa
—se dijo
—Pero antes... —agregó
En
el pasado, la Nacha había conocido a Martín,
y había prefigurado el futuro de Martín pero Martín no el de la Nacha; lo que
pasa es que lo había visto en una tarea del comité, que le costó cuarenta
minutos y tres meses de darle vueltas hasta que quedó listo, con todo y doble
historia y narrador omnisciente, tal y como debe ser, según Julio, nuestro
magister el Cronopio maestro. Campeón de sí mismo, fiel a su fuero interno,
acalorado polemista (como si la vida
fuera bella), Martín llegó a
semifinales y a la hora de exteriorizarse en voz alta logró varios Oooohs, ooooohs,
además de algunos aplausos, incluido el del orientador, que lo invitó a
publicarlo y para publicarse sirvió pero, por cierto, había anfibología, esa
ciencia extraña nacida de ultratumba que examina los vestigios de lector que
pueda tener cualquier poeta, o no poeta poeta, tal vez una suerte de periodista
de sí mismo, lo cual es silenciosamente paradójico y placentero, como si
seguimos a la larga es todo lo demás. A
ocho columnas: "He tomado la decisión de publicar a Martín". Y los comensales y los miembros del comité que echan
siempre la sal, pero también aplauden y al final dicen quióbole buenas tardes.
Lo cual también es estudiado por la anfibología, porque ¿quién no habrá
entendido ya su principio? Ya más profundos pero no tanto ni gacho y tus penas mejor olvídalas y recto a la cara como un
ocelote que no es pintado ni anda plantado comiendo, al llegar afloró de la
Nacha el segundo buenas tardes al de la vinata.
El comercio es uno de
los mejores métodos inventados por el hombre para evitar guerras; aún así, hay
que empeñarse en él con cierta rigidez técnica y oscura profundidad de
metodista no consumado, pero si vuelto de todas las cosas; ahora que si
volvemos de todas las cosas, ¿por qué regresamos a ellas a regañadientes? Pues
porque nos regañaron, nos dijeron ¡eso no se toca chamaco! Ó ¡chamaco déjese
ahí! etcétera, y el regaño no entendido se exterioriza con amargura, aunque no
muy angosto que digamos. Por ejemplo a
— ¿Cómo le va Juanito?
Ora no le voy a pedir fiado (oídos atentos). Un amargo de angostura por favor.
Juanito se hacía llamar
el interpelado, aunque sólo para los cuates. Entre todos ellos habían quemado
un camión en sus años mozos, cuando estaban jugando a ver de qué lado mascaban las iguanas, madurando sus vértebras y sus
casquetes cortos en el círculo polar del no hay que acostumbrarse, hay que
arrancarse de una permanencia no casual, pero también aceptar el tiempo, y el
tiempo en su reverso hace que se vayan los diminutivos y, en otro sentido, varios
de los ismos que también le gustaban. Así que
—Juan, Juan.
—¿Qué le voy a dar?
Eso la Nacha ya no lo
pensó dos veces y sacó el billete de cien pesos que colocó en la mano de Juan
cuando trajo el amargo de angostura.
—
¿Cambió? —preguntó la Nacha,
recordando que no podía pensar en smartphones, porque apenas iban a ser
inventados, aunque de celulares ya estábamos hasta el copete.
—
Bueno fuera, déjeme ver.
Un atardecer de nubes
puntiagudas en escala hacia otras igual de puntiagudas pero más oscuras
asomando de los bordes de los edificios contempló
—Árrele Juanito, árrele
que es buen momento.
—Ya se hizo —contestó
Juan.
—Felicidades —dijo la Nacha,
–déjeme darle un abrazo– pensando que para la dicha del momento, podría decir: ahora
citaré a Ramón Xirau que a su vez cita a Heráclito que dijo: "cambiando,
reposa". Pero se lo guardó. Por esta vez, daremos crédito al silencio de
la Nacha, respaldado por el prestigio de Heráclito, que como prueba de su
acertada noción tenemos el felicidades de la Nacha con todo y apapacho. De regreso a lo de la doctora,
—La señora ya no tarda
—aseguró la Nacha cuando el Profesor X dio el primer trago a la bebida
originaria de la isla de Trinidad y Tobago, isla que por cierto, no tiene
nada que ver geográficamente ni en lo social con Isla. Voy a seguir
arreglando—, todo lo que es suavemente es gordo, como los escobazos que comenzó
a propinar al suelo dibujando círculos que atraían la basura al recogedor de
basura de la Nacha, musicalidades aparte. Y aparte.
Se fue la luz.
Y la abstracción se puso
seria, porque, ¿quién vería al Profesor X en la oscuridad? Solo quedaba un
amargo, un angostura, un interno lo sé perfectamente y no hay dudas, como de
niño haciendo acopio de matemáticas en examen de la secundaria. Todos somos
ordinarios con pantalones de Gales, no hay duda de nuestro pasado de
ordinariedad, ¿ah verdad? Saciedad, velocidad, tenacidad, acurrucad: no se veía
carajos.
—Al parecer… —dijo la doctora,
y el Profesor X la miró con toda la vergüenza de quien pudo ver a Borges ciego
recitando poemas de la luna de los caldeos. (Exactamente, porque el Profesor X pensaba
que con la doctora ya debería de ir más allá de los caldeos, porque aunque
fuera cuarenta y tentón, al Profesor X no le valía verdura, la tenía, eso sí, y
bien puesta, e incluso con el amargo de angostura, algo apresurada.
—Al
parecer no —aseveró la Nacha—, fue verídico, la luz huyó un par de segundos.
La doctora no reparó (la
reparada era la hija) y se fue en línea recta, que como todos sabemos, es el
camino más corto para llegar a otro punto, después de la conversación y el
silencio suplicante y deseante. Pero no resumamos: Smack, prack, muich, muich,
produjeron un cachete de la doctora y otro del Profesor X al frotarse y otro
tanto en menor intensidad los ojos al mirarse las instalaciones (incluyendo los
cachetes) tan significativamente como el amor que puede confesarse sin pecado y
la convención se los exige. Ojos adentro del Profesor X podríamos dar por
sentado un futuro prometedor, lo cual tendría que descartarse (o a su vez ser
descartado) por el tomo dos de Espeleología...
que evidentemente algún día en el futuro leería
— ¡Santo dios —dijo la
doctora— lo que me ha hecho pasar esta niña!
El Profesor X dio pie a
la conversación y la doctora encendió un cigarro: —Pues resulta...
— ¡Ay mamá, no podrías
dejar de contar a todos mis problemas personales?— balbuceó entre lágrimas la
hija y la Nacha se la llevó rápidamente a la cocina a prepararle un matecito.
Durante la acostumbrada
fiesta de fin de año, la hija había reencontrado a un viejo huésped de sus
recuerdos que se hacía llamar. Y era la hora seis meses después que todavía se
hacía llamar por la hija, que ya había decorado su cerebro con un departamento
para ellos dos solos, las fotos de los recuerdos, una botella de ron con coco
Malibú llena y otra vacía (para ser utilizada como lámpara) y todo lo que
implica un departamento para ellos dos solos, con un viaje previo a Chiapas: El
Achtung Baby de U2, alfajores
congelados, ahorros y de repente un corazón que se le cayó a los pies y
embravecida, trepó por los barandales de una discoteca que la condujeron
muy bien a dejar de hacerse llamar. Pero la experiencia no culminó ahí: obtuvo
una llamada telefónica que hizo que se le desplomara la conciencia y la dejara
caer contra la esquina del barandal al querer bajar las escaleras algunas horas
antes.
La Nacha no era ajena a
ese pasado de la hija de la doctora, y deseaba, por su propio bien, que la
doctora reparara en su buena actitud ante la hija y de una vez, le reparara el
sueldo a la Nacha, ya que según ella, era faltante de un remache del 50% con
todo y matecito para hija incluido. Y es que no era para menos:
—
¿Qué pasó? —preguntó la Nacha a la
hija con toda la sinceridad de quien necesita un nuevo aparato receptor.
—
Es que...
A la hija se le
resbalaban los recuerdos y
—Tronamos —dijo la hija.
Rápidamente el cerebro
de
Pero no dijo, ya que:
—Tronamos... sig, sig —siguió
la hija. (Y nosotros instantáneamente ofrecemos disculpas y seguimos...)
No diré lo que pensaré,
ya que, para que ella piense que me importa, lo cual por otra parte es cierto,
guardaré silencio y así llegaremos a la comprensión que a las dos nos hace
falta, pensó que decía
—
¿Quieres algo para la frente? —le
preguntó la Nacha.
—
A... a... así estoy bien —respondió
la hija.
Hace falta reciprocidad,
se dijo para sus adentros
—
Me refería a Platón o Heidegger.
A través del cristal de
las lágrimas podemos recordar a la hija estudiando filosofía, en una primera
etapa, porque en la segunda estudió veterinaria y en la definitiva se afianzó
en psicología, gracias a un recuerdo que le provocaban sus colegas de la segunda etapa. En esas estaba
un día, digamos que en algún robusto pasaje lacaniano, cuando recibió la
noticia más importante de esa etapa de su vida; la recibió con un puntapié pues
todavía quería al que le había pasado la verdadera noticia: su padre había
tenido un infarto, corriendo entre los cables que detenían la estructura visual
del show, pero estaba vivo, vivo y a secas, así que ella lo fue a ver con el
que se hacía llamar y el padre le dijo que estaba muy bien y que no se preocupara,
a pesar de que la visita fue al hospital, y aquí tenemos un nudo psicológico
que puede desentumirse y ser arreglado con una gresca callejera entre el que se
hacía llamar y Martín, cosa que por cierto, no ocurrió, pero estuvo a punto de
suscitarse y mientras en todo esto pensaba la hija, llegó la doctora y el
Profesor X para hurgar con sus narices en el matecito que tan cálidamente
estaba, todavía con un poco de los recuerdos de la Nacha.
DOS
Las cosas no iban muy
bien en el comité. Si pensamos con Robert Heinlein que los comités son formas
de vida con ocho patas y sin cerebro, tendríamos que quitar el de
Dicho sitio, se destacaba por su
homologación en sucesivos lugares del presente; es decir, por cientos de comités
de cerca de nueve miembros que también trabajaban en lo suyo. Había poca luz
que brotaba de una lámpara de juegos de mesa y un sillón, en el que la Nacha
esperaba la llegada de los otros miembros. El custodio del sitio no era árabe (hacemos
la acotación porque tampoco era norteamericano) ¿de dónde sería el custodio?
Eso era lo que pensaba la Nacha recordando las revistas del National Geographic de la doctora, donde
había visto que los árabes usaban turbante y que el custodio obviamente no
portaba. No portazos, no gavilanes y sí importaba que los demás miembros
llegaran a la hora oportuna, ya que la Nacha, para enfriar los ánimos, había
decidido escribir, mientras tanto, un poema.
Como sabemos que de los
poemas de
Si trazamos un surco con esta pluma
macintosh podemos ver llegar al orientador del comité, conocido por todos como
Álvaro, que, aunque no era ajeno a los
significados ya descritos en el párrafo anterior, sangró su economía y
disparó (aún sangrando y sin caer muerto) los cafés para todos los miembros del
comité una vez que llegaron y se hizo ante su presencia el silencio de un solo
tajo que el orientador guardó entre sus pertenencias invaluables como si
recordara sus años mozos. Es decir, como
si en su propia leyenda, el orientador también hubiera quemado un camión y se
hubiera finalmente quitado el casquete
corto, etcétera, etcétera, y además hubiera vislumbrado un cambio importante en
su vida como un puesto en la burocracia cultural, cosa que, contundentemente
estaba descartada por sus largas barbas grises,
que lo hacían parecer recién bajado de una barca de fenicios comerciantes, lo
que vendría siendo, sencillamente, la prueba de que era la cantante voz de la
experiencia en éste comité, por lo menos. Así habló el orientador al dictar un
tratado de geometría y pidió que todos anotaran sus palabras:
"Escribo sin
propósito fijo, un lento fluir de ventoleras que se cuelan por las hamacas que
construyo entre estas palabras. ¡Como si fuera verano! Aún así, aunque los
tiempos prefiguran tormentas tras tormentas, escribo y no solamente escribo,
sino que escucho la música de U2 del disco POP
(la cual había insertado en los oídos del comité dicho custodio) y me olvido de
recordar que debería haber olvidado lo que recordé: un hombre, un niño, que
juegan en sus sueños y sus sueños traen consigo tulipanes verdes de firmeza y
de vértigo y de ganas de caer. Démosle un círculo a la idea, con una forma de
huevo que nos deje un poco de güeva, pero no tanta que no se pueda quedar
quieta en una rueda, así:
"...Y la
cuadratura", resonó en las galeras inconscientes de
Después de haber tomado el metro,
insertado el boleto en donde se insertan, caminar después de oír el ruido de la
pasarela, inmiscuirse en ese mar de gente desprendiéndose y adhiriéndose a ese
enorme saurio naranja con sus cuadernos para el comité, caminar unas cuadras,
tomar un pesero, subir escaleras, bajarlas de nuevo, saludar a la mucama,
cerrarle un ojo por los nervios
(enredados también los nervios oculares gracias a la tardanza en la que
todos los demás, a excepción de la Nacha, habían empatado), sorber el café con
el que sangró su economía el orientador y escuchar su tratado de geometría para luego escuchar la frase de Federico
García Lorca, podemos muy bien comprender el desasosiego de Parker, quien
respondió ante tanta mirada atónita sin rastro de elocuencia:
—¡Ya no sé qué hago
aquí, me voy a Greenpeace… y de boleto!
Todos aplaudieron su decisión y
continuaron con geografía, materia en que la Nacha destacaba por su curiosidad
inherente (es decir joroba), le gustaba que le explicaran calibrando las
coherencias de modo amable, por qué África parece una smith & wesson
calibre 38 con cañón recortado, por qué Italia parecía una bota comprada en
Oxford Street, por qué los países alrededor de Turquía y Turquía misma también
parecen una bota pero de esquimal, por qué Australia tenía forma de playera
colgada en su tendedero, por qué el estado de Sonora parecía un piel roja visto de perfil y
por qué Jalisco tenía la forma de hígado de alcohólico. Hay de psicologías a
psicologías, podría decirnos la doctora o la misma hija de la doctora, la cual
en esos momentos lloraba desconsolada porque el que se hacía llamar, no más
nada, nada se sabía de él.
TRES
Como todo en esta vida, el pasado del que se hacía llamar era oscuro,
como un estanque negro, o, por lo menos, eso pensaba la Nacha cuando de regreso
del comité pidió a la hija explicaciones
más aproximativas y significantes. Cualquier cosa que terminara en un: "te
comprendo, todos son iguales, se estanquen o nos den grandes instantes". Y
eso porque miraba al interior de la tacita de café con la que la hija trataba
de darlas en la cocina. De dar la
explicación, desde luego, porque la hija no estaba para dar nada más. Por
otra parte (aunque jugando el mismo rol), estaba la explicación que la hija de
la doctora le debía al Profesor X, dado el grito con el que cortó de tajo la
explicación que éste iba a recibir por parte de la doctora sobre aquella parte frontal del cráneo de la hija
donde se apreciaba un algodón alusivo a cierto tipo de comestibles tamaño
pelota de ping-pong el cual produce un desconcierto que hace retroceder al
instante al otro que no lo acaba de ingerir (por descuido o por no echarle
tanta a los tacos) y lo hace fruncir el ceño y decir para sus adentros: "Óoorales!"
o: "Guaág…catelas!", después de saludarse de un beso de mejilla y
mejilla, y algo como eso... eso...
—Sus besos eran tan
suaves como el peso del silencio —decía la hija mirando al vacío de la cocina
integral de la casa.
—Y eso que el silencio
tiene sus formas —volvió a decir la hija— era como un...
La Nacha se preguntó qué
tipo de formas podría tener el silencio si cuando se quedaba a dormir el que se
hacía llamar se oían ruidos de vasos y rechinidos desde la cama de la hija y el radio, como forma de tapar los rechinidos.
—Como un silencio antes
de hablar...—dijo la hija.
—Recordémoslo así —dijo
En silencio, las dos
mujeres en un atardecer cualquiera en el sur de la ciudad de México, trataron
de mantenerlo, pero el que se hacía llamar cobraba nombre y forma: se hacía
llamar en el corazón de la hija y a aquella se le escapó un suspiro así que la
Nacha pensó: “esto va para largo” y se fue a sacar a pasear a la perra de la
doctora con una correa, como por ahí de las 6:30 de la tarde o más, quizás.
Llegaron a Ciudad
Universitaria, atravesaron los baches de los huelguistas y se internaron por
los prados y las largas avenidas desiertas. A las puertas de cada facultad,
había arrumbados despojos y ladrillos y letreros pintados en alusión a la madre
del rector, en los pocos cristales que quedaban. La contemplación del Campus
desierto hizo que la Nacha soñara con un pasado, que aunque no era el suyo, era
el añorado, que finalmente es el que cuenta en materia de tiempos pasados.
Mientras tanto la pastor alemán tira y tira de la correa con la lengua de fuera
y la Nacha le dice quieta Soar, quieta, quieta, hasta que por fin la suelta y
Soar corre hasta un edificio abandonado y se detiene a la vuelta a comer
cacahuates de la mano de Isla, que en la otra mano guardaba un bulto de ropa
comprado en Puerto Vallarta.
La cámara va en
dirección hacia la Nacha, pero cuando llega al lugar donde se pretende
bosquejar dicho al instante; el bosquejo que hemos hecho de la Nacha no se
encuentra, gira hacia ambos lados y sólo consigue mostrarnos más paredes
pintadas: "¡No a la Huelga!" y en otra: "¡La pared de enfrente
tiene un hueco en el cerebro!". Entonces hacemos un traveling para seguir
los pasos de la Nacha y desafortunadamente (para ella) lo primero que vemos es
su joroba en posición horizontal, reposando encima de su cuerpo tirado en una
de las jardineras con la correa suelta de Soar y murmurando maldita perra
piojosa cómo jala, mejor me hubiera quedado. Recuerda entonces
—Así que te llamas Soar,
perrita, perrita, little doggie, muy linda perrita, muy linda perrita, quién te
busca ahora, ¿quién te busca ahora? ahora...
El eco, por su parte,
guarda celosas reminiscencias de anfibología, aquella ciencia extraña, muy
extraña, ¡que examina los vestigios de lector que pueda tener cualquier poeta,
o tal vez no poeta poeta! ...¡Poeta!...
Pero eso es para tontos.
Sobretodo contando el velocímetro para ésta narración, que también es para tontos. (Los lectores peatones ponen más
atención, creo… ¿por qué será?)
—¿Quién es? ¿quién es?
¿quién es? —Suena en la oscuridad.
—¿Quién anda ahí?
Soar ladra y es seguida
de un par de ladridos humanos, desgarrados, hambrientos, (ambicioso sonaría
decir: misteriosos, lastimeros, se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan, se huyen, se evaden y se entregan) etc,
etc. Pero a decir verdad, Oliverio, algunas veces Isla daba unos gritotes, que
jijos… nadie se la acababa… (se hizo llamar a Girondo en el texto ¿eh?).
Como si fuera una ocasión en la
cocina, de lavar trastes con la radio
prendida una tarde cualquiera, la Nacha se ejecuta rápidamente un Padre-nuestro-que-estás-en-los-cielos-hágase-tu-voluntad-tanto-en-la-tierra-como-en-el-cielo…
pero antes de terminarlo le caen en los hombros las manos de Isla,
amigablemente según ella, que se incorpora de otro salto y luego se vuelve a
incorporar, a ocupar su lugar silencioso, su medio metro cuadrado silencioso y
repetitivo.
—Así que Soar es tu
perrita, así que Soar es tu perrita...
¿Cuál es mi lugar en
este mundo? ¿Me atreveré a pelar un papa? debió preguntarse la Nacha debido a
la solemnidad y misterio del momento, de lo lindo que le estaba saliendo el
Padrenuestro y de lo lindo también, de la embestida que había creído recibir
por parte de Isla, la cual, entrando en materia, se fue presentando poco a poco,
para demostrar su dimensión inofensiva, que sí la tenía la muy preciosa. Empezó
desde el nacimiento, luego siguió por las pistas misteriosas que le dieron poco
a poco su lugar en el mundo, para seguir con la adolescencia (época de cara de
campo minado), pasó brevemente por Tampico y llegó a su juventud, que
afortunadamente todavía se le notaba. Eso y también su bulto de ropa comprado
en Puerto Vallarta. Manantial de galaxias, gato crispante que se aguanta el
salto pero no el miedo ni las intuiciones.
—¿Te topaste con muchos
borrachos?, me supongo —trató de indagar
—Uno en especial, se
hacía llamar...
—Ahora sí somos amigas
—dijo
Soar ladró exigiendo más
cacahuates.
Las dos mujeres
exclamaron un ¡Hurra! ¡Hurra! Apresurando las circunstancias, perfecto y justo
sea, pero… la maldita cámara no sirvió de nada.
CUATRO
Amaneció la Nacha con el tono apresurado de quien tuvo pesadillas que
ningún psicoanalista va a intentar apaciguar. Su covacha se ceñía sobre su cama
y sus ojos amoratados como una mano dormida sobre otra mano dormida y caliente.
El baúl de los tesoros de la covacha estaba cerrado:
—Gracias espejo, por
devolverme mis cejas levantadas —dijo la Nacha mientras se peinaba con su
vestido negro puesto, que había usado como camisón. Después entraron las
características diarias: subir a darse su baño y bajar escaleras para comenzar
a arreglar las cosas de la cocina que previamente había desacomodado adrede
desde el día anterior. Tomó un vaso de agua, desayunó un plato de cereal, puso
el café y comenzó a preparar el desayuno de la hija y la doctora. Prendió la
televisión del piso de abajo para que la doctora pudiera quejarse del
noticiario del clima. El café estaba listo. Sirvió dos tazas, para hija y
doctora. Se rascó la joroba con la puerta de la cocina y comenzó a prepararse
para abrir la puerta para el que, según lo había apodado la hija, era el que “…se rascaba las uñas con las uñas…”.
El desayuno de la
doctora consistía en jitomates rebanados espolvoreados con orégano: ése era el
desayuno del martes. Desde hacía tres meses la doctora desayunaba en los martes
solamente eso y café por dos razones: el café para estar bien despierta y el
jitomate para no deshidratarse demasiado al escuchar y tratar de desanudar
mediante la feliz tríada de Freud-Lacan-Paul Ricoeur, los meandros y pasadizos
laberínticos de cierto complejo atípico de uno de sus pacientes que llegaba a
las nueve de la mañana. Acto seguido.
Acto seguido la doctora
bajó en camisón, saludó a
—¿Qué malo está el clima
verdad? Con esto del cambio climático no
sé adónde vamos a parar —dijo la doctora.
"¡Fallé! ¡Por
poquito!", pensó
La doctora miró su
desayuno y preguntó con aire de por medio:
— ¿Ya está limpio mi
consultorio verdad?
—Lo limpié ayer por la
tarde, señora.
—No estaría mal que lo
revisaras de nuevo —dijo la doctora.
La Nacha bajó las
escaleras de la cochera hacia el jardín y abrió la puerta del consultorio, que
era un modesto espacio con un diván, una silla para uso de la doctora, una
alfombra que sostenía ambas características primarias, un baño sencillo y,
arriba del diván, de frente a la silla y sobre el tapiz de la pared Mujer saliendo del Psicoanalista de
Remedios Varo y una fotografía enorme del Arco del Triunfo. "Para qué
estoy aquí, ¿acaso me hará falta escudriñar algo?" pensó la Nacha
recostándose sobre el diván por primera vez en su vida y pensando
inmediatamente en su padre y su madre. No creemos que la Nacha, a pesar de
trabajar para una familia de psicoanalistas, se creyera mucho los rollo
freudianos, gustaba, eso sí, de fijarse en los libros Jungianos de la doctora.
En fin, el padre de la Nacha había venido del norte y su mamá había venido del
sur. ¿Cuándo se habrán venido juntos a la ciudad? ¿Cuándo se habrían separado?
Se conocieron en el otoño, hace ya bastantes años. Juntos habían procreado a
seis hijos y
CINCO
Lo segundo que ocurrió fue eso, efectivamente. Después de dejar las
bolsas de basura, la Nacha se perfiló sobre la banqueta unos cuantos metros
más, hacia la tienda de Juan, de la cual, Juan había desaparecido
momentáneamente y había dejado encomendado el puesto a Juan, su primer hijo,
quien había dejado sus primates estudios para ayudar a Don Juan, cuando éste
necesitaba ausentarse.
—Muy bien Juan —dijo
—Fue a casa de Gladiz.
“Esto huele a harina de
otro hogar”, supuso la Nacha, mientras la hierba se movía a una distancia que,
tomando en cuenta las distancias geográficas narrativas, nos hace suponer que
era dentro del mismo barrio, o quizá del más próximo, tal vez algo que Juan
nunca dejará suficientemente claro, por supuesto, por el bien de su matrimonio,
su hijo Juan y la apabullante verdad de no querer desilusionar a la famosa
Gladiz, quien en ese momento estaba que secretaba hormonas al igual que Juan,
pero eso también debe quedar en secreto.
La Nacha se lo tomó
(nada más el momento) con filosofía y díjose así misma: “sólo ten un poco de
paciencia, piensa en los estoicos”. Pasaban autos, pasaban perros, pasaban
gentes y pasaban camionetas para las gentes (micros), luego entonces, si la
vida no vale nada, habrá que hacer un tango porque como dijo Borges, esos son
pensamientos tristes que se bailan. (No tu tío Gorge, Jorge Luis Borges el
argentino, que en las fotos siempre sale con cara de debería estar haciendo
otra cosa que esperar a que éste idiota me tome una fotografía).
Juan llegó con una cara
de felicidad que parecía proveniente de otro plano de realidad, como un Juan de
la Matrix, háganse de cuenta que con
ametralladora, casco espacial y de los buenos, los que, alabado sea el Señor,
acaban siempre con todo y dejan un regadero del carajo, pero rescatan al mundo
de cosas taaan complejas, que la verdad Juan, ante su hijito Juan, sólo dijo:
—Era una tubería de la
regadera que no funcionaba bien… ah… Usted… ¿qué tal, cómo le va? ¿Qué se le ofrece?
— ¿Qué ya no te acuerdas
de dónde nos conocimos? –dijo
— Ah claro…—rectificó
Juan moviendo dos pares de tetas adentro de su cabeza— fue en una fiesta ¿no?
—Claro— aseveró
“Llegamos a las ocho —continuó la Nacha—, al principio no había casi
nadie, era en una casa que estaba sobre Insurgentes Norte, pero antes de llegar
al Metro del mismo nombre, en aquella época, recuerdo que el Metro Insurgentes
tenía unas paredes decoradas como el Metro de Londres, o sea que se parecía al
Metro de Queensway; es como si aquí en el Metro hubiera fotos de Los Caifanes
que gritaran “somos una célula que explota y esa no la paran”, y hubiera frases
de nuestro Premio Nobel, don Octavio Paz, como: “Todo es presencia, todos los
siglos pasados y futuros son éste presente”, sólo que allá en Queensway, estará
una foto de Lord Russell y otra de The Rolling Stones.”
“A mí llegó un chavo y
me regaló su libro de poemas, empezamos a platicar y me dijo que hacía siglos, como en 1994 ó 1993 había tenido
una novia que era toda una personaja, bailaba, hacía dramaturgia y movía la
cara cuando le querían tomar fotos, que gracias a ella, nadaron en un cenote en
Yucatán, que a él le gustaba la Poesía de Ezra Pound desde entonces, que la
había invitado a Guanajuato durante un Festival Cervantino y que habían llegado
de aventón, pero que después de ahí se habían ido a Dolores Hidalgo, cuna de
nuestra independencia, a cumplir una cita que ya tenían con dicho lugar, no, no,
toda una épica la verdad, me los imaginé en una de esas cantinas con meaderos
desparramados y bebedores necios y groseros, así como de vil pueblo, como de
donde decía mi padre que había crecido, total que se les cayó la noche (encima),
se enojaron y comenzó a llover, pero claro, una causa no causó a la otra, la lluvia
claro, aunque parece que siempre es así; la personaja quiso deshacerse del que
me estaba contando su historia que, la verdad no sé ni por qué razón lo estaba
yo escuchando, toda la fiesta hablaba, bebía, se carcajeaba, vomitaba, bailaba,
tragaba tacos y saludaba, de eso de no sé por qué, creo que me sentí
comprometida porque me regaló su libro de poemas, pero deja que te siga
contando, algún día tú irás allá a ese pueblo y me contarás si es cierto lo que
digo, “yo de ahí vengo”, decía el muchacho
ebrio y durmiéndose en mi hombro,
diciendo que le gustaba una mujer de la fiesta de ojos verdes que, según él, no
lo peló, luego me dijo que vió en la muestra de la Cineteca la peli de
“Germinal”, pero parecía no “Germinal”, parecía más bien co-guionista pésimo de
una mala adaptación de “Luvina”, y además dijo: “una vez sí hice ese guión,
neto”: “ya tú lo verás”. Total que por la lluvia se metieron bajo la carpa de
la “Posada Cocomacán”, un hotel de tres estrellas; la personaja se metió y le
pidió al señor de la puerta que la dejara pasar al baño, y el señor de la
puerta, que la ve mojada y con unas botas de minero muy a la moda y que como sí
estaba guapa, que la deja pasar, y ahí va la personaja y no va al baño sino,
llena de hambre se come un plato del
bufet y éste chavo, igual de hambreado se mete muy concha por la puerta
principal, haciéndose pasar por huésped del hotel y al mozo del mostrador le
dice: “buenas noches, la llave del 28 por favor”… y ahí va el pendejo del mozo
y se la da y éste se pasa y se encuentra con la personaja y le dice: “mira mi amor,
ve lo que tengo en la mano, ya no te apures” y la personaja comienza a atar
cabos sueltos y se muere de la risa: que se suben al segundo piso de la posada
y avanzan por dicho corredor corriendo, en un gerundio equitativo de similar
angustia hasta que ven la puerta 28 entreabierta y ¡zaz! Que se meten. Uno,
festeja, la otra quiere mariguana, total que es un caos porque ya están ahí… “y
que me la cojo” —me dice el chavo, y yo le digo no seas vulgar, no pude decirle
que ésta era una fiesta decente porque, la verdad no lo era, todos estaban
divertidos aventando vasos con ron Appleton a los coches que pasaban, pero dime
tú Juan, ¿a poco no son esas cosas de diario en esta ciudad, los viernes y
sábados?”
—Ey, sí, tienes razón. A
mí un cuate me estaba leyendo el Tarot y me decía que yo era muy violento
aunque no pareciera, no sé por qué pero me llamaba Martín, si yo me llamo Juan
y nada más que por dizque ayudarme, que me regala un tablero de ajedrez
profesional y una partida anotada entre Hannand, el súper estrella del Torneo
de Linares contra Kasparov y ¿qué crees? Al día siguiente ya me la había
aprendido, esa partida fue un juegazo”.
Pero como éstos dos parecían sólo dos monólogos tipo obra de Hamlet basada en Saxo Gramaticus, en
donde, ni modo Monterroso, al final fue el único error de toda la obra de
Shakespeare:
“El resto es silencio”.
Porque la verdad sea dicha y hablando en jerga de escritores, la susodicha
frase después de tan descomunal discurso dramático por su verdadera calidad,
dicha frase, decía, es esto: Sólo un ripio, sobra, está de más, como decía muy
quitado de la pena de la Torre y que finalmente todos morderíamos el polvo, así
son los escritores, otros le preguntan al polvo, otros como yo lo vemos brillar.
Seguramente eso anterior afloraba del silencio entre Juan y La Nacha, —después
de ésta conversación que nos pareció obra de arte del bárbaro reciclaje— la
última dijo: “fue un placer hablar contigo, Martín o Juan o como te llames;
aquí al lado dejo la basura”. Y el resto sí fue silencio. Ni modo, Monterroso. Pero
no sólo como el único error shakespeariano, del más grande de todos los poetas
de lengua inglesa y quizá de todos los del mundo en todo tiempo y espacio (la verdad habría que
pararse de su asiento el lector como forma de respeto al ubicar este nombre, el
autor de esta obra ya lo hizo) pero de una forma de silencio no igual al
silencio que resulta después de leer cosas un poco más modernas, como algo de
aquél libro de poemas (“El fuego nocturno y la pálida luna”) que le
regaló a La Nacha el joven que le gustaba Personae…
¿Qué quién escribió ese libro? ¡Ezra Pound!:
Aquí estamos
Otra vez tú y yo
Aunque me tildes de loco
Mientras viajamos
Y al dormir eres como mariposa
Húmeda
Perfume ocasional
En mis manos.
Pero es que la verdad
así había sido ese viaje, no sólo se trata de culpabilizar a x o y, o a la
bellísima personaja, sino de encontrar cierta estética poética en donde
ciertamente; no la hay…, es decir, los vagabundos son semi objetos poéticos
pero no poetizan (de ahí el poema, que la verdad, bueno, no está totalmente
mal: A la Nacha ese joven no le había caído muy bien, pero el libro le había
encantado).
Pero la verdad Martín o Juan, (no podríamos precisar ese dato
ahora debido a que ya surgió doble anfibología de nombres y ¡Nombre! ¡Antes creíamos que era un tal Juan, quizá
La disgresión anterior
sirve para dejar ver cómo llegaron a la
Nacha las recordanzas y evocaciones del tiempo que conoció a Martín mientras
regresaba por la cochera, Martín era chicano y desde aquéllos tiempos había
hecho dinero, pero todo lo gastaba en andar con mujeres, incluso una vez había
perreado a la Nacha, pero la Nacha le dijo muy propia: “¿algo entre tú y yo? Lo
único que me interesa entre tú y yo soy yo: así que regrésate por donde
llegaste”, lo cual literalmente logró que crujiera una pared de la casa antigua
de José Juan Tablada, ése, el representante primigenio de la poética del haiku en
la tradición poética mexicana y su casa ahora, a la vuelta de ochenta años, en
la actualidad convertida en La Escuela de Escritores Mexicanos, parte de una
organización o sociedad de gestión de capital variable ó SOGEM, etcétera… en
fin, para qué quieren que les diga… un capítulo que pasó en segundo lugar…
SEIS
Como éste día era miércoles, la Nacha no tenía que ir al Comité. Los días
de estudio del Comité eran martes y jueves; horario y días muy juveniles: 7:30
de la noche, durante hora y media. Ciertamente el martes pasado ocurrió un
cambio de horario y empezó un poco tarde, cosa normal en los comités y cosa
normal para todo el territorio nacional de México en todas las actividades. Al
día siguiente sí le tocaba ir y se fue; pero ya para ese entonces había
acordado ver a Isla media hora antes y entre las dos platicaron mucho de Puerto
Vallarta, donde como ya dijimos, Isla conoció al que se hacía llamar (y que
llamó a Girondo en el texto ¿eh?), pero eso no nos interesa ahora, ahora lo que
hay es una lámpara con luz cenital sobre la mesa de estudio y otra lámpara dando
luz a otra parte y silencio, porque el orientador está revisando, serenamente y
con el ceño fruncido, uno de los trabajos.
Hay que aclarar que en
parte por la onda ambientalista todos usaban papel reciclable e incluso algunos
imprimían sus trabajos por ambos lados, lo cual al orientador le parecía un
exceso, pero nada decía, hacía mutis, ocupado como siempre en otras atribulaciones
ajenas a las del comité.
El orientador leía con
el ceño fruncido en voz alta y los demás leían en voz baja en las fotocopias
recicladas:
“PROSA DE LA IMAGEN”
“He decidido que la poesía no es tan importante.
Importante es una
palabra que se abre y se cierra como una mano que toca una pared que sólo
responde que lo importante es importante y punto. No hay nada qué decir. En
cambio, la poesía, quitándonos del rango etimológico es simplemente una palabra
que abre una cortina y muestra un cuerno de rinoceronte blanco como sólo los
hay en África; abro la palabra poesía y empiezo a ver ese rinoceronte
caminando, luego, se detiene, arriba se ve que viene una tormenta y las aves
vuelan, como sólo vuelan las aves de la poesía, es decir, no son aves, son
pararrayos que detienen la palabra y su significado que viene arrastrado por
esa tormenta que indica que las aves se deben de ir y el pararrayos está ahí
para que la musa que me inspiró decir que la poesía no era importante no se
vaya. Pero volvamos con el rinoceronte, si nos acercamos podemos verlo
parpadear de un solo ojo, pues en rigor científico (que no por otra parte no es
un rigor tan alejado del poético como la gente que ha pensado que la poesía no
es importante suele creer), ese ojo entonces, está casi a 180 grados del otro,
y el rinoceronte, después de alzar la cabeza y ver que se viene una tormenta (o
como traducen a las películas gringas, si éste poema fuera una película,
diríamos que “se avecina una tormenta”). Entonces la palabra importante cobra
fuerza en el instinto del rinoceronte y sabe que tiene qué correr, aunque no
sabe a dónde o para qué, pero él lo siente. Recordemos que las aves ya se
fueron y que se espera que haya un pararrayos cerca del ángulo donde vemos al
rinoceronte para que éste se apure. ¿Pero para qué? podría preguntarse con toda
su grandeza e invencibilidad de bestia salvaje en África éste rinoceronte, ya
que él sabe que en la selva africana ni los leones se le acercan para
molestarlo. Molestar. Ésa palabra parece que produce la poesía en quien no la
entiende, ese tipo de gente desea que el que habla del poema y/o el que lo lee,
termine rápido porque si un poema es leído en una presentación de poetas en una
ciudad de un país como México, probablemente al final del evento llueva. ¿Por
qué? ¿Será por la poesía? ¿Será por el misterio que rodea la vida humana? ¿Será
porque en rigor científico tiene qué llover y san se acabó? El caso es que es
frecuente, por lo menos en la ciudad de México, que después de una lectura de
poesía se ponga a llover y con la lluvia la gente sale después de la lectura y
de haber sentido que es bueno salir y darse un rol a escuchar a los poetas y…
¿Cómo puede ser? Se pone a llover. Es que en verano hay muchas lecturas de poesía, pero en otoño también y
suele ser la época en que se pone a llover. A veces con una fuerza tal que sale en los periódicos del
día siguiente, que esa fuerza de tormenta derribó un árbol y cayó sobre un
coche o el sistema de drenaje no pudo más y en alguna parte de la ciudad hay
inundaciones, por lo tanto, la gente se preocupa y comenta. Mientras que la
poesía, la muy inocente y la muy que no sirve para nada, pasó, como pasa todo
poema por el tiempo, pero, como es un poema que está atorado en un papel,
regresa en las manos de la novia del poeta que leyó en esa presentación de su
novio el poeta y la mujer, esa noche o la noche siguiente le dice al poeta: “el
poema que leíste está muy bueno, en ese momento no presté atención, pero ya si
lo leo con detenimiento, no sé por qué, pero me gusta”. Ahí el poeta está
obligado a hablar de su poema y no de la lluvia y por eso suele decirse que los
poetas habitan otra dimensión de la realidad, porque el poeta sale a la calle a
comprar cigarros y sólo dice: “pinche lluvia” y regresa y hace el amor con su
novia y ponen música, quizá de Fito Páez
o de Óscar Chávez y luego prenden un cigarro y se olvidan de la lluvia y se
miran. Mirarse. Una palabra que parece no ser tan importante como la primera
palabra que dijimos categóricamente en este poema, la palabra importante,
porque la palabra importante es muy importante, ya que después de decirla llega
como un silencio que nos recuerda lo que es importante y lo que no lo es tanto
o lo que se puede dejar para mañana. Pero ahí sigue la lluvia que es una barbaridad
y el departamento de Policía apresura el tráfico y desvía su fluido porque el
dichoso aguacero ya le dio en la torre al sistema de drenaje y todos, todos,
los automovilistas y los policías y los peatones tienen qué apurarse, y nadie
dudaría en un momento así que eso es importante, pero el poeta piensa en Óscar
Chávez con su novia al lado y se imagina tal vez que el anuncio de su lectura
será noticia el día de mañana pero, obviamente, la noticia comentada será la de
la lluvia y todo el mundo dirá “pinche lluvia”, como el poeta cuando salió a
comprar cigarros. Cigarros, esa palabrita tan olor a adolescencia siempre se
esfuma, como la propia adolescencia, que si puede o no ser importante es
decisión de cada quién. Paul Nizan, el poeta, dijo que en esa época todo, en
realidad todo amenaza con destruirnos: a un adolescente esta declaración puede
ser crucial para decidir si prueba por primera vez la cocaína por ejemplo, y
nadie dudaría que el adolescente que prueba por primera vez la cocaína o no la
prueba, pasará a través de una decisión muy importante. Pero la primera palabra
que dijimos como sustantivo en este texto, o sea la poesía, tal parece que no
es importante, o por lo menos el poeta que escribe éste poema llegó a esa
conclusión, incluso ese poeta ya apagó su cigarro desde que hablábamos de
rinoceronte y ha recibido dos llamadas telefónicas que no servían de nada;
números equivocados, eso, sin duda, no es importante, pero cómo fastidia. Al
igual que el que no entiende la poesía se fastidia cuando el poeta lee sus
versos en público, como por ejemplo el poeta que en este texto mira a su novia
y le dice: Te amo tanto, te amo tantísimo, y el poeta, que por ser poeta siente
la obligación de estar apasionado de por vida, claro, lo sentirá sólo si de
verdad es poeta, no un leguleyo, pero tomemos por cierto que ese es un poeta verdadero.
Entonces, comenzará a besar el brazo desnudo de su novia, apagará el cigarro
porque sabe que a la novia le choca el olor a cigarro, tomará un trago de agua
y luego verterá un poco de líquido lentamente sobre el
ombligo desnudo de la novia, mientras afuera llueve y el tráfico es un desorden
y mientras tanto, el rinoceronte sentirá deseos de correr y correrá. ¿Cómo
veremos corriendo al rinoceronte? Si éste es un poema-guión-película, entonces
tendremos que verlo con majestuosidad, como si fuera el mismo rinoceronte de la
barca que sale en un cartel muy famoso, que anuncia una película de Fellini,
ese director de cine que sin duda ha hecho del cine un gran entretenimiento y
ha elevado al séptimo arte, como según suele decirse de éste, a una calidad asombrosa
que pone de manifiesto que lo mejor y lo peor de los seres humanos, lo vemos en
las pantallas del cine. Esto, sin duda, es importante, pero es importante para
un sector de la población, no para todos, en primera, porque en nuestros
tiempos ir al cine cuesta caro, además de que ver una película de Fellini en la
cartelera de los periódicos es más raro todavía y no toda la gente puede ir al
cine porque el cine es sólo para ciertas clases sociales que pueden darse ese
lujo. Lujo es una palabra que tampoco suena importante, pero caray ¡habrá que
preguntárselo a gente como Madonna o Carlos Slim a ver que piensan del lujo!
Argumento que entreabre las palabras o los órdenes de ideas de lo relativo,
todo es relativo, suele pensar el sentido común, es decir, todo es importante o
no importante respecto a qué otra cosa, concepto o acción. Regularmente, el
sentido común en este momento empieza a filosofar y aunque no lo parezca, la
filosofía, o por lo menos lo cree éste poeta que dice que la poesía no es tan importante,
está convencido de que la filosofía es muy importante, porque educa y enseña a
pensar, ¿pero la poesía? Vuela sola por el mundo y entonces entra la
imaginación para volver a ver al rinoceronte que corre escapando de la lluvia y
ése rinoceronte sabe que no escapará, pero en realidad, de lo que se las olía
éste rinoceronte, es de que unos seres humanos
lo andaban persiguiendo para cortarle el cuerno blanco que tiene como
dijimos al principio, y por ese cuerno blanco lo van a matar, ya se sabe que así
es el hombre, o por lo menos así lo entendemos cuando vemos la televisión y con
indignación pensamos a qué clase de raza pertenecemos que le hacemos eso a los
pobres rinocerontes. ¿Pero la poesía? Ahora es un poco más significativa la
pregunta sobre su importancia o sobre su no importancia, porque ya vimos al
poeta y su novia, al tráfico y al rinoceronte y las aves poéticas que tienen un
pararrayos por ahí para ver qué tan cierto es que la poesía no es importante. A
lo mejor este poeta que escribe su poema, podría pensarse, llegó a esa
conclusión porque la poesía le estaba echando a perder la vida o quizá más
psicoanalíticos, como todos los psicoanalistas que se sienten que sus pacientes
son poetas porque dicen por medio de palabras su dolor y eso, para algunos
psicoanalistas, es poesía, pero, ¿eso es poesía? Yo creo, el yo que escribe y
el yo poeta y el yo que se me ocurrió decir que la filosofía sí es muy
importante porque enseña a pensar, estamos seguros que por lo menos, hablar
ante un psicoanalista no es poesía. Ahora entrevemos la reflexión de qué es o
qué será la poesía, pero para eso hay muchos libros escritos sobre el tema y
éste poeta tiene uno publicado en el que quiso decir qué era la poesía, según
él, arrancándose las entrañas. ¿Pero pasó algo? No, no pasó mucho, el libro fue
presentado el mismo día en que se cayeron las Torres gemelas de Nueva York y
fue poca gente a la presentación de dicho libro, porque todos estaban viendo en
televisión qué había pasado y éste poeta que escribe, se siente tentado a
escribir que su poesía es tan fuerte que se alza contra la barbarie de los
actos terroristas y sobre terrorismo o no terrorismo, la gente no dudará en
calificar que políticas buenas o malas o políticas como las que sean, complejas
o chaparras, el terrorismo es un tema de actualidad, es decir importante, por
tanto. Pero la poesía se viene haciendo desde hace cerca de más de 2500 años
cuando apareció el libro del Gilgamesh,
que es el primer poema de la humanidad, simplemente. ¿Eso será importante? Aquí
el poeta que escribe este poema tuvo que dar un trago de su refresco porque él,
por lo menos, cree que el tema da para mucho y para hablar largo y tendido y
atisbar, poco a poco, lentamente, con pesar, porque éstos son sin duda tiempos
amargos, que la poesía sí es importante y que la frase categórica de que la
poesía no era tan importante, ya no se sostiene, es decir, este texto ya no se
sostiene, como dicen los maestros de literatura o los coordinadores de talleres
literarios, lo único que quedó de éste texto fueron unas aves que se fueron
poéticamente, un rinoceronte corriendo de unos humanos y algunas cosillas más,
pero lo que sí se sostiene es la lectura que dio ese poeta que no conocemos, ni
a su novia y la lluvia primorosa, que al día siguiente, serán noticia y alguien
morirá y alguien nacerá, pero alguien, también sabrá la importancia de la
lluvia y de la poesía.”
MGC. Septiembre de 2000.
MGC dijo con seguridad
al final de la lectura en voz alta del orientador sobre su texto: ¿alguien
falta de copia?
Nadie dijo nada, sólo se escuchaba el barajar de las
fotocopias y los lápices haciendo anotaciones. Afuera el tráfico por supuesto.
Al terminar
de leer en voz alta, el orientador se acarició sus grises barbas fenicias,
prendió un cigarro —en ese entonces estaba permitido—, pidió al custodio que le
sirviera más café por favor (pero ésta vez no invitó los cafeses; ésta es la
segunda de las razones de aquélla vez): eso lo hizo nada más porque aquél día
habían ganado en partido de lunes por la noche Los Cafés de Cleveland y al día
siguiente lo hizo –invitar los cafés– porque sabía que uno de los miembros, no
Parker, había perdido, porque la verdad fue paliza, Los Halcones Marinos de
Seattle se derrumbaron con marcador de 29-7 y en la perrera ese día había sido
el pandemónium de la felicidad y, dada la secuencia de la psicología lógica en
esos asuntos dentro del comité, ese día Luigi no había ido porque estaba
trabajando horas extra de barman para pagarle al custodio y al orientador lo
que les debía de la apuesta).
Cuando ya tenía el cigarro prendido y el café a su lado,
el orientador dio dos o tres caladas al pitillo Camel —todos fumaban Camel, ahora
que recuerdo, qué curioso— y dijo: “Bueno… ¿algún comentario? ¿Qué tal tú José
Campos?”
José Campos
respondió: “Mmmm… no está mal, no está mal… pero aclaro: me apellido Saramago, soy
José Sa-ra-ma-go, la verdad no se los había querido decir para no desilusionar
a la banda, mi nueva novela es cuadernos/
De inmediato le llovieron burlas y cacayacas, rechiflas y
muchos: “¡síííí claaaro weeeey, ya
invítanos a Lanzarote jjajjaajjajjaja!”
Pero José Campos no se quedó callado, de hecho agregó:
“¿Qué comen que adivinan? De hecho de algo así trata mi nueva nove/
Fue el orientador el que impidió que reinara el relajo y
con otro grito más fuerte que el de todos, como un total y absoluto ¡Basta!
cortó de tajo aquella novela imaginaria del compañero Campos. Pensó,
curiosamente el orientador: “Para eso sirve el saber, para hacer tajos, ¿que se
habrán creído esta bola de payasos?” Y el silencio de esta rápida conclusión
interna después del grito hizo que ante todos resonara de nuevo el silencio y
guardaran las costumbres, es decir, usaran una pose parecida a la de las monjas
cuando les habla la Guadalupana, combinado esto con cierto aire de poseer en la
vida una ametralladora mientras iban en el metro, mientras salían del metro,
mientras caminaban rumbo al comité y, algunos, un poco pasados de lanza,
inclusive cuando se emborrachaban, entre ellos el autor de PROSA DE LA IMAGEN, cuya
película favorita era en ese entonces Full Metal Jacket… (creo que en
realidad todos jugaban a Los detectives
salvajes y eso que por entonces ni siquiera se había publicado esa obra de
la Bolañomanía… Habló el texto ¿eh?).
Habló por segunda vez el orientador, para que volviera la
paz a esos desiertos donde deberían ver-leer con sus ojos a los muertos: — Oye… MGC y tu texto, lo hiciste hace poco…
¿ya está publicado?
—Uuuh, claro
—contestó MGC— lo he publicado en la red y me lo pagaron, además en dos
revistas piratas de literatura underground, mi regla, orientador, es nunca
presentar en un comité algún texto sin que yo mismo le vea motivos y buenas
probabilidades de ser publicado, totalmente trabajado.
—Entonces… discúlpame baboso pero… ¿Para qué nos trajiste
fotocopias de un texto ya publicado y que le pusiéramos atención para
observarlo con críticas objetivas, eh tonto?
MGC
respondió: “Es que la verdad si el compañero José se apellida Saramago, no les
había querido decir la neta, pero me apellido Guillermo Cabrera Infante”.
Ahora sí, la verdad ahora sí, se hizo el desmadre, como
en cena de negros.
Pero poco
duró comparado con lo que orientador y custodio hicieron después de llegar a un acuerdo: colocaron un
cartel en la entrada que decía hacia dentro de la puerta:
“SI EL DÍA
QUE TOCA TALLEREAR TEXTOS DE LITERATURA
ALGUIEN TRAE UN TEXTO YA PUBLICADO O UN TEXTO QUE NO ES SUYO SINO DE UN AUTOR
CONSAGRADO, NOSOTROS MISMOS LO SACAMOS DEL COMITÉ AUTOMÁTICAMENTE SIN ARGUMENTO
QUE VALGA, QUEDARÁ EXPULSADO PERMANENTEMENTE Y NO SE LE DEVOLVERÁ SU
MENSUALIDAD.”
Y en ese
momento se acabó la clase del día, así que
—Hola hola
¿cómo te va? ¿cómo te va? ¿libre tan temprano? ¿tan temprano?
La Nacha
bosquejó un rostro levemente malicioso y dijo escudándose en su ser femenino: —Cuéntame
un poco más del que se hacía llamar…
En eso.
SIETE
En eso pasó otro avión, pero, esta vez, se trataba de uno de la British
Airways. En eso.
En eso Isla le dijo a
Isla dijo después de un
rato de la introducción al tema:
—No puedo mentirte, ese
hijo de su madre que se hace llamar sí tiene un libro de poesía publicado… lo
acabo de ver en una librería, salió hace un año, por eso desgraciadamente no lo
pude quitar de la mesa de novedades, ¡Imagínate, lo quito y se me echan encima los
de seguridad y me llevan al tambo, según ellos por ladrona!
—Ladrón fue él —aseveró la
Nacha con ganas de fumar —le robó el corazón a la hija de mi patrona.
—Pero no se te olvide
que yo lo conocí primero… si nos ve juntas, te apuesto que ya no vuelve a
molestar a la hija —dijo Isla.
—Es que ése es el
problema, la hija sí quiere verlo, desde
entonces se la ha pasado mirando la televisión
y soltando lagrimitas italianas…
Isla pensó: “Y pensar
que cuando lo conocí andaba de vago en las calles de Puerto Vallarta y yo fui
algo así como su ángel protector porque le hice compañía, anduvimos juntos para
que me comprara unos medicamentos, hijo de su maraca, ojalá le hayan hecho daño
y después hicimos este.. (Isla tosió) …mejor ya ni le cuento”.
Arriba, muy arriba de la
torre de Rectoría, volvió a pasar un avión de nuevo, esta vez era uno de Air France;
aquí se debe acotar que aunque el aeropuerto queda en el oriente de la Ciudad
de México, es por el sur por donde los aviones dan vuelta para llegar sobre sus
pistas. En promedio, cerca de ocho o diez aviones sobrevuelan la ciudad de
México cada dos o tres minutos.
La Nacha tenía un
pensamiento que no se le iba de la cabeza desde que salió del comité: ¿No sería
el mismo, el autor del libro de Poesía que el que le dijo en una fiesta que le
gustaba Personae de Ezra Pound y que
se había ido con su aquella personaja a un periplo dolor hidalguense? Recordó
que de ese poemario había aprendido ella misma a hacer sus pequeñas historias
poetizadas, y como siempre cargaba con el libro, lo sacó y miró su título: “El fuego nocturno y la pálida luna”,
luego, el autor :MGC:
— ¡Ya sé— dijo la Nacha
atando cabos —, éste hijo de su maraca se apellida Guillermo Cabrera!
—No seas estúpida —la
sacó de su error Isla— no seas estúpida, ése es un escritor cubano que se llama
Guillermo Cabrera Infante que, por cierto, también es un hijo de perra,
escribió cuatrocientas y tantas páginas para hablar mal de las mujeres, en un libro
que se llama La Habana Para un Infante
Difunto.
—Es que Dios los hace y
ellos le siguen el juego, escribiendo y fornicando —aseguró La Nacha.
—Ya no hay moral, ya no
hay moral, como dirían los clásicos —concluyó Isla.
Los aviones y el viento seguían pasando, la noche comenzó a caer. Sonó el
teléfono celular de Isla: “¿Bueeno? —dijo Isla— ¿Bueeno?
Era su patrona que le
pedía que ya volviera a la casa.
Ye sui desolé —dijo Isla— Ye sui
desolé.
Comme il faut —sentenció La Nacha. Se regresó caminando y pensando que
sus poemas fríos eran en realidad refritos del poeta donde iba martes y jueves
con el custodio.
* * * * *
—“¡Riiiiiiing!”—Sonó el teléfono
en casa de la doctora. Quien contestó fue la hija, que desde aquél día había caído (además) en una fuerte depresión y sólo
alcanzó a mascullar: —¿Síp?—.
—Hola hija—, le dijo el
padre con la voz un tanto cascada y desmadejada.
— ¿Papá? ¡Qué bueno
escucharte! ¿cómo has estado?
—Bueno —dijo el padre—
un cateterismo a mi edad no es cosa fácil ¿verdad? Pero sigo siendo el manager
del grupo, a pesar del accidente…
— ¡Qué bueno Papá!...
—Bueno, bueno —dijo el padre, que se escuchaba estaba con gente,
los músicos, quizás—¿Y vos cómo vas, entre el amor y el desamor con aquél?
—Aaaayyyyy —dijo la hija con dolor: —lo eché a perder papi…
es que… me subí por las escaleras de un antro, al que fui con otro para darle
celos a MGC y cuando le hablo por cel a su casa era como la una de la mañana y
que ¡bolas! jeje mmm… que me caigo, pero, no te preocupes papá, ya pasó.
—Hay hija… ¿y van a volver?
—No sé nada de él —dijo la hija.
—Bueno, mañana te deposito unos tres mil pesos para
Cuando la Nacha entró en escena, ya ni siquiera importaba,
sin embargo, se saludaron cordialmente.
—Hola— dijo
la hija.
—Hola— dijo la Nacha— ¿Qué hay en la tele?
—Telenovelas, videos… —decía
la hija deprimida.
La Nacha observó en la sala de la casa el estuche del juego
de ajedrez del esposo de la doctora y pensó en Martín y en Martín, su buen
amigo que, gracias a los misterios de la creación artística estaba a punto de
convertirse en padre sin hijo por un asesino, ya seguramente rumbo a la
frontera con los Estados Unidos.
—Oye…—le dijo la hija a la Nacha.
—Todo lo que te conté entre mi novio y yo no se lo digas a mi
mamá ¿sale? Ella cree que nada más fue un borrachazo.
—Y lo fue —dijo la Nacha— sólo que… un tanto inconmensurable.
Bueno, pues voy a lavar mi ropa.
—Sale— dijo la hija, que sufría más porque sentía que en el
ajedrez del amor iba perdiendo como vil novata; y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido,
una vez me dijo alguien que la vio donde habita el olvido…
Y poco a poco, en su visión personal de la hija la estancia y
la televisión se hacían más y más grandes, y la hija más y más pequeña. Algo
semejante pasaba con la Nacha, que desde
el cuarto de lavado, entre pantalones y blusas haciendo su talacha y trabajo
diarios, clamaba justicia poética: quería que a MGC lo arrestaran por delitos
contra la estética y ¡¡¡el buen escribir!!! (Se dejó oír en el texto la voz de
la Nacha ¿eh?).
—¡Ay cómo te odio! —dijo la Nacha —es la hija de mí patrona,
no hay derecho.
OCHO
Cada lector de novelas asume, en combinación con lo que le ofrece el
escritor, que entre capítulo y capítulo suceden cosas cotidianas y de lo más
normales como en cualquier parte del mundo: Alguien prende una luz o una vela, alguien
compra un café en una tienda y enciende un cigarro; en alguna oficina hay que
trabajar horas extras, los obreros descansan de apilar ladrillos y pegarlos con
cemento, los meseros atienden parejas de enamorados en restaurantes donde el
sólo cubierto cuesta cien pesos, alguien prende el radio para escuchar las
noticias, varios autobuses cruzan la noche repletos de pasajeros por las
carreteras de México; otro más, que tuvo
un día pesado, de regreso a su casa se quedó dormido solo en el metro, como la
perfecta imagen de la miseria que hay en nuestro país. Alguien “al día
siguiente” comprará los periódicos, alguien, que lo tiene ya todo perfectamente
calculado, hará el amor con su amante, y quizá en éste caso, la Nacha tenga tiempo
cada noche, —una vez que la hija, la doctora y el marido se retiren a sus
habitaciones, para desacomodar adrede las cosas de la cocina y luego,
acomodarlas (ahora sí) con el brillo de la actividad matutina.
Mas no es eso lo que nos
interesa explorar ahora; ahora es tiempo de que el relator del texto (que como
se sabe, siempre está hecho por más de un par de manos, y quizá esa sea la
razón, de que el pobre y vilipendiado texto haga llamar a otros autores aquí),
haga llamar al escenario del texto a MGC, al que se hacía llamar, de hecho,
MGC.
MGC no la había pasado
nada bien, como se dice, andaba en el
bajón. Supo que tenía que asumir ante la que era su novia, la hija de la
doctora, una actitud de: “Si hiciste eso para darme celos y te pusiste en
riesgo yo ya ni te conozco”, refiriéndose
a la llamada que le hizo a su casa a la una de la mañana trepada en una
escalera (recordemos que se frustró por estos hechos su mutuo acuerdo de irse a
vivir juntos).
MGC de hecho también acudía al Comité a tratar diversos
estudios, era pasante de filosofía y buscaba hacer méritos ante la burocracia
cultural del CONACULTA, para obtener una beca y hacer una maestría de dos años
en Canadá sobre literatura inglesa. Le gustaba mucho, efectivamente, el disco
clásico Achtung Baby de U2 y el ron
con coco, o sea el Malibú, que se lo reservaba para buenas ocasiones.
Pero por alguna parajoda de esas que la vida ya tiene tantas,
se instaló en su cerebro una cuando descubrió que, en primer lugar, sí contaba con los méritos suficientes
para irse un par de años a Canadá.
De golpe en esos días, le vino mal el ramalazo de la
nostalgia de los buenos tiempos cuando el amor entre él y la hija de la doctora
refulgía como “El fuego nocturno y la
pálida luna”. De momento, su libro de poesía, del que se había sentido tan
orgulloso, le valía un soberano cacahuate; pero sabemos bien que lo que el amor
y el desamor les hace a los poetas es algo pavoroso: los coloca en el lado más
rojo del oscuro, para decirlo rápido. MGC tenía la apuesta de re-apropiarse de
cierta parte del legado inmenso del poeta Ezra Pound: hacer de algo cursi y
sentimental, como puede ser la parte más normal de la poesía, lo mismo que
había hecho Ezra Pound: dejar crecer el árbol de la poesía pero sin una sola
hoja del baboso sentimiento. Algo parecido pretendía MGC.
Y claro que eran muchas, muchas noches con sus respectivas
aventuras y parrandas y lunas y calles y estrechos peligrosos cuando más
pensaba en ésta idea. Se enojaba con Gonzalo Rojas en su interior, el gran
poeta chileno que había escrito unos versos titulados: “No le copien a Pound,
no le copien al copión maravilloso/ de
Ezra, déjenlo que escriba su misa en persa, en/ cairo-arameo, en sánscrito,/
con su chino a medio aprender, su griego traslúcido/ de diccionario”. Era cosa que discutía mucho con sus camaradas
poetas de parranda y los demás le revolvían el tema, se lo barajaban, lo
examinaban por todos los lados posibles, pero creían en él, y, por supuesto,
todos se burlaban de todos, como verdaderos Quijotes y Sanchos de la poesía, en
el lado más rojo del oscuro. Solo mucho tiempo después, un poco aterrado y
morboso, leyó la frase inmortal del Poeta Norteamericano:
“Que es cosa difícil ser un gran
poeta es cosa sabida, de lo contrario cualquiera lo hubiera logrado”
Lo peor de todo es que sí
estaba influenciado por Ezra Pound en su poesía, lo cual es bastante natural
debido a lo inmenso de la presencia mundial del autor de Personae, pero, de hecho, el poeta renombrado que había elaborado
el prólogo al libro, había dejado constancia y subrayado éste hecho particular.
Como cualquier joven, se
dijo: “¿Qué tengo?”
“Una novia medio deschavetada, la posibilidad de irme a Canadá, un pinche
libro poundiano, mis clases y un trabajo esporádico.”
No era mucho, pero sí lo
suficiente para aumentar los rones y las cervezas.
Veintinueve años
cumplidos. Era una lástima. Era una hermosísima chava, ¿por qué se le habrá
botado la canica? Ezra Pound decía que veía a dios en un vaso de ron… Era una
tonta, (((¡piensa en tu familia!))), échate otro trago, SALTE A LA CALLE,
((piensa… en tu… familia)), pinche librito, ni tan malo porque a la gente sí le
gustó… Otro trago… ¡POR EZRA POUND!! Pien-sa
en tu fam/ ¡aah el RON!! ¡AARRH!! ¿Cómo
era Dolores Hidalgo? Ah… ya me acordé. ¡Huy, pero si eran unos pendejos los del
hotel! ¿Cómo se llamaba esa chava? OTRO TRAGO… ¡Salte a la calle! Corre por
ahí, diviértete, vete a cenar, vete a pensar… ¡EZRA POUND!! ¡VIVA RIMBAUD!!
(Vete a escuchar música a una cantina, …sí, ya vas).
Así lo hizo por tres
días, inclusive así llegó, borracho, a la última junta del Comité en día
jueves, con todo y botella de ron escondida en la mochila.
—¡Chále! —dijo el
orientador cuando lo vio, expresión que quiere decir más o menos: “Hola. Hoy la
cosa está mal, mañana estará peor”.
Como era normal entre
los custodios y los orientadores en relación a los alumnos, éstos últimos les
pedían consejo sobre los más peregrinos asuntos de la vida, MGC le bosquejó la
situación, se desahogó con el orientador y el orientador (esto fue antes de que
llegara el resto del Comité) después de escuchar la breve historia que duró dos
cigarros prendidos y una taza de café (del orientador, por supuesto), le dijo:
“Imagínate que estás
ante la cuarta pared, que, como se sabe, no es pared, ya sabes que Godot nunca
va a llegar… ¿Quién está a tu lado?”
“¿A mi lado? Bueno pues… la posibilidad de la beca y muchas cervezas y
muchos rones de la peor fábrica.”
“¿Los mexicanos?”
“Sí, lástima, el Habana Club es mejor. O me los acabo o me voy a Toronto.”
“¿Trajiste texto?”
“Ey, traje tres.”
“A ver sácalos para darles una calentada”.
MGC seguía borracho, había faltado a la clase del martes y
eso lo hacía sentir culpable. Ese mismo día escribió lo siguiente y lo leyó en
voz alta sin comerse ninguna palabra; el
texto lo había borroneado a vuelo de pájaro en una cantina:
Sin título-Poema.
Adivina adivinanza:
Un pensamiento cristaliza la diferencia,
Al momento de enristrar la palabra amor,
Toda fuerza es posible, todo lazo inquebrantable.
Estoy en la esquina del bar leyendo a Bukowski y
Mi singular persona no atina a mostrar la diferencia
Entre poca o mucha fantasía, pero el arte es largo
y es un juguete y además, si hay amor, no importa,
como dijo Antonio Machado.
Después leyó el siguiente, originario de la misma cantina:
El poema se
llamaba:
“EN VOZ ALTA”
Así solamente. Justo a
destiempo para suscribir el tiempo,
atrás de mí el paraíso,
adelante el mundo como
fragmento.
Ahora quizá sé algo más que sólo cruel y chata
sabiduría,
algo más que si quiera
la paradoja amorosa de noches enemigas
y la alcohólica poesía.
Trogloditas como bestias
y vaya túnel: pinche metro interminable,
pinche navidad de cena
de ciegos y la consigna
“no trates con los
hipócritas”.
“Es mejor conocer la
sabiduría de los niños y de la amada…,”
de la que no
escribe ni escribirá soy de ti o
quiero serlo,
¿serás tan cruel como
los poemas de Efraín Huerta que me hacen acuclillarme y maldecir?
¿O seré salvado acaso por el trote diario en medio de
quién sabe qué ciclones,
ametralladoras como bocas,
muñones para dar la mano,
“revolución con
Mayúscula y entre comillas”
“Sólo cumple su ley don
gobierno”
“don te mando y don te
jodo y te devoro vivo y autografiado”?.
Vaya con este
interminable y estúpido internet.
Hasta nuestra sagrada
poesía bajó del templo y se metió entre un millón de cables particulares, cada
uno, habrá que decirlo, con su opinión muy personal sobre la vida
y obra de Martin
Hiedegger, por supuesto.
Quiero viajar a Xalapa,
quiero desayunar en Palenque y en este querer se me está
yendo y se me viene la
vida encima.
Quiero esconderme aunque
sea una vez al año en una etiqueta negra,
no quiero caer al
precipicio,
no, porque ya no soy
budista… solamente una noche cada vez más dilatada y fría,
cada vez la soledad está
más cerca,
el negro toro de sangre;
“Antonin Artaud”, otras frases:
“Peyote”, “Tarahumara”
es decir Rarámuri, o sea, pies
corredores y me sonrojo
de la cintura para
arriba y para abajo no, pero es decir…
es un abrevar en el
canto de esta esquina, de nadie,
luz de hace siglos vista
por elites de ciegos,
tormentas negras de
vicio acumulado en el rencor de cualquier
escaldada lengua y
basurosa conciencia, tomen su valor y su retro
programación autodidacta
y su negra jactancia de abedules de tierna
y feroz inocencia,
he aquí la noche, el
baile, el señor pene y para él, su majestad la vulva,
Charles Baudelaire ha
sido convocado, pero las águilas carcomen su carroña
en medio de cerezas de Hollywood
y astillas rotas de licor, ¿será un viejo poema o un
extraño fuera de su hospital? ¿La locura?
¿O solamente un pinche
dolor estomacal?
Es, quizá, te falta ser
algo así como un pie desnudo
de experimento medicinal
y medio cerebral para ser parte de la luna y
¡¡flash
dance!! Take on me, my baby
que ya voy disecado
escupiendo y mentando madres, mientras todo se derrumba
estólidamente aquí
afuera, como nunca sabré quien está detrás de mí dictándome esta parte
infravalorada de mi conducta, mi ser y mi conciencia.
El orientador lo miró con cara de extrañeza: Bueno… —dijo al
fin —como tú sabes los poemas son leídos pero no calificados…
—¿Debería prenderle fuego yo mismo al primero? ¿Como según dice Jaime
Sabines?
—Eeeeesssssooooo ssssíííííí —la verdad, deja te presto mi encendedor. El
segundo está bueno —dijo el orientador mientras fumaba.
El custodio limpió los pedacitos de carbón que quedaron en el
suelo, MGC leyó un ensayo también en voz alta, se acordaba de la hija de la
doctora en la lectura y por poco se le quiebra la voz:
Micro-ensayo:
“Las teorías de Darwin, lejos de haber sido totalmente asimiladas, están
sobre politizadas. Frases como “la jungla de asfalto” “sálvese el que pueda” etc, son ejemplos burdos de cómo: “Sólo el más
fuerte sobrevive”. Ésta idea-axioma-lugar-común tiene su origen en Darwin, que
sirve perfectamente de ejemplo de cómo las teorías se impregnan deformadas en
las masas. Y las masas tienden a creer que las teorías intelectuales solo son
extrapolaciones de lo que ya nos imaginábamos. Lo cual es falso. Niezstche es
otro caso, pero como quienes se creyeron la simplificación de Zaratustra fueron los nazis, está mal
visto que por el mundo anden vagando los superhombres… ¡Y políticamente a los
superhombres se los lleva la chingada! Todo esto no son más que las formas en
las que envejecen las teorías grandes: se vuelven lugares comunes de la cultura
cotidiana, es triste aceptarlo, pero funciona así la mayoría de las veces. La
masa de iletrados de todo el mundo nunca debieron escuchar frases como: “sólo
el más fuerte sobrevive”. Además, ultimadamente Aristóteles ya había hablado de
evolución en sus textos. Y los responsables del conocimiento darwiniano en la
actualidad tienen que salir a defenderlo para que se entienda que todavía sigue
siendo objeto de estudio y que el darwinismo político es sólo una mala
interpretación de una teoría más grande. Carajo, ni que fuéramos tan brutos
como los organismos unicelulares: tenemos teléfonos celulares, pero eso es otra
cosa.
Digámoslo así: el ser humano es un milagro en la evolución de las
especies, pero ningún vecino de ningún lugar del mundo va y le dice al otro
vecino: “¡Buenos días, milagro de la creación!”
MGC.
Sobre el mini
ensayo —dijo el orientador— la verdad da para mucho más el tema…
—
¿Cuántas cuartillas más le faltan según usted?
—
Bueno… habría que ver —y con otro énfasis en la
voz—:¿Ha leído usted la obra de Charles Darwin?
MGC se
imaginó entonces, otra botella entera de Habana Club para él solo antes de
responder:
—¿Y si me voy a Canadá a estudiar a
Pound?
En eso se
escuchó el timbre del sitio.
—Luego hablamos ¿vale? —respondió el
orientador. MGC dio otro trago a la botella de ron mexicano de la peor marca,
sí, la conocida, que se elabora en el Estado de México, por donde una vez había
ido a la presentación de un libro que no le gustó.
Entre todos fueron ocupando su lugar
poco a poco, en silencio; arriba, la luz cenital, al lado, la lámpara
alumbrando a otra parte. Afuera el tráfico, por supuesto. Pero rápidamente la Nacha dijo:
—Yo leo
primero ¡Traigo un texto mejor que Martín!
Y todos dijeron como bobos:
—Ooooh,
Oooooohs, Ooooohhhsss…
* * * * *
Avanzaba el silencio en la sala
mientras la Nacha leía su texto, que no
era un cuento, como Martín, sino un
ensayo de cuatro cuartillas entre las que eran las palabras clave (como dicen
los abstracts): alcoholismo, poetastros copiones de Ezra Pound, sexo y machismo. Ya que la Nacha era la única mujer del Comité, todos Los Detectives Salvajes se sintieron
acomplejados y aún más, MGC, que para acabarla de amolar estaba en el bajón y la borrachera.
Álvaro, (o sea el custodio) dio pie
a los comentarios; nadie quiso comentar nada. Cuando el custodio pidió su
opinión a MGC, solo dijo:
—Otro Malibú —pero en su interior
estaba rojo de vergüenza, rojo de borracho y rojo de la forma más oscura posible.
—¡Chále! —dijo el orientador en voz
alta.
Nadie opinaba, pero era obvio que
era un gran texto. Cuando el custodio y la mucama del sitio, por interés propio
le pidieron a la Nacha una copia del texto, MGC ya había pedido permiso al
orientador para retirarse. Se fue a traspiés.
Salió a la calle. La noche parecía
una página mal hecha, fallida; una página que no fue incluida por Julio,
nuestro magister el Cronopio maestro, en la novela Rayuela. Tráfico, vagos, anuncios, miseria y la gente yendo a lo
suyo. Autos, escaparates, y la gente yendo a lo suyo. El metro abierto, listo
para irse a correr por la parada Colegio Militar o por Coyoacán, la zona de
cultura, los bares, el transporte, los puestos de porquerías, los autos BMW,
una mujer joven y hermosa perdida por ahí Y TODA LA GENTE YENDO A LO SUYO.
MGC trastabilló, se cayó, se tropezó.
Al instante recordó dos cosas: primero, un chiste sobre el suicidio que había
dicho X Profesor suyo en la carrera, recordando a Albert Camus y segundo, fue
como si escuchara la risa macabra de la Nacha.
—¡Puta!
— dijo MGC como una exclamación— de tan borrachito que ando, hasta me dan ganas
de cogerme a la perra, la Soar.
Mientras caminaba hacia el metro
para regresarse a su casa, un pastor alemán de un señor le ladró fuertemente y
dijo al aire: “¡Pinche susto! ¡Remedio infalible para bajar la borrachera!”
NUEVE:
La Batalla final
El ojo de la
cámara hace un traveling hasta el segundo piso de la casa donde está el cuarto
de MGC, que vive con su familia: su hermano y hermana menores de catorce y diecisiete
años y sus padres. La cámara ahora hace un close-up para ver el escritorio
donde está MGC frente a su computadora, modelo y marcas desconocidas o quizá
sea mejor no mencionarlas (se supone que la literatura nada tiene qué ver con
marcas). Lo importante es que lo vemos escribiendo en Sistema Operativo Windows
XP el texto mediante el cual, MGC planea vengarse de La Nacha en la próxima junta del Comité que será
martes a las 7:30 de la noche.
Es sábado por la mañana; no tan de
mañana porque en la estación de radio juvenil que escucha MGC ya se oyen las
noticias sobre la huelga en la Universidad Nacional Autónoma de México y lo que
se escucha entre dos locutores y una locutora, son los puntos de vista de los
alumnos que mandan sus opiniones vía e-mail a la estación para, en su mayoría,
protestar simplemente porque no han tenido clases. Como es obvio, el asunto de
la huelga en la UNAM está sobre-politizado. Incluso el Presidente de la
República ha tenido que dar varias veces sus declaraciones en la televisión
sobre el asunto, aunado al otro dolor de cabeza que tiene el Presidente: el
levantamiento armado o guerrilla en las selvas de Chiapas conocido como el
EZLN. Ahora, después de cerca de cinco cartas que han leído entre los tres
locutores, suena como corte musical la canción THE FLY de U2, del álbum clásico Achtung Baby:
“It's
no secret that the stars are falling from the sky
It's no secret that our world is in
darkness tonight…”
Canta Bono y
compañía.
Entonces,
gracias a la canción MGC comienza a evocar, sabe que Luigi el barman que va al
Comité, sí sabía que él tenía una novia que estudiaba psicología y eso porque
fueron juntos al bar donde trabaja y hablaron esa vez de bebidas y cocktails
raros y lujosos, poesía y algo de los seminarios de Lacan. Curiosamente, aunque
su mamá (o sea, la doctora) era especialista en Freud-Lacan, la hija pensaba
inclinarse en su tesis sobre la obra Jungiana y El Círculo de Eranos, es decir,
una de las fundaciones europeas encargadas de divulgar y profundizar en la obra
excepcional de Carl Gustav Jung.
MGC
sabe que quiere hablar en su texto sobre la hija, la sirvienta que casi no
conoce (o sea, la Nacha) y el tema que está en boca de todo México: La huelga
de la UNAM. Se imagina ese día que la hija le habló a la una de la mañana,
recuerda sus gritos, recuerda que se cortó la llamada porque la hija se cayó y al
recordarlo se muere de risa, aunque sabe bien, que sus sentimientos hacia la
hija no se han ido del todo.
Comienza
con un poema. Podría mandarle un correo electrónico pero le parece estúpido
humillarse de ese modo, casi ni en los momentos felices se comunicaban de esa
forma. El poema es de amor y sus sentimientos viajan hacia un mes atrás, una
noche en especial, cuando él y la hija compraron cervezas y a las doce de la
noche hicieron el amor en casa de la doctora, mientras la doctora y el marido
estaban en el teatro. Siente una erección sólo de acordarse. El viento sopla
afuera de la casa de MGC, y con todo y la cámara y los sentimientos y las
erecciones y las ganas de masturbarse, todo se dirige a enfocar de cuerpo
entero a la hija en su cuarto hasta el otro lado de la Ciudad de México, donde
la hija no ha dejado de pensar en MGC, mirando los videos de MTV.
Y
la hija, sonríe apenas pensando: “Su poema que más me gusta es el más largo del
libro, porque le puso mi nombre en la dedicatoria”. Pero sabe que ya lo ha
leído demasiadas veces y entonces, sus mutuos sentimientos comienzan a
saludarse en esa mañana de sábado, la hija presiente que MGC piensa fuertemente
en ella pues ya pasaron días razonables para aclarar las cosas, que hable el
hombre: o sigue el romance o cada quién para su santo.
Por
más que busca por la Poesía, MGC no logra, después de diez minutos y tres
cigarros de concentración, vencer el lugar común de la página en blanco; porque
ahí está: la barra de herramientas de Word arriba de la pantalla; al lado de la
pantalla una bola de objetos personales de MGC y al lado de la lámpara sin
encender, su librero con pocos libros, que no son tantos como él quisiera pero
hay que recordar que no tiene tanto dinero ni más que veintinueve años
cumplidos y las grandes bibliotecas personales se hacen después de treinta años
mínimos de oficio ininterrumpido.
Comienza
a pensar en una idea y trata de desarrollarla:
“La
juventud es desperdiciar la juventud”.
Pero
no se le ocurre nada, simplemente, se siente estúpidamente bloqueado. Presiente
que tiene qué atacar de la misma forma que lo atacó la Nacha: Órale pues, un
ensayo, sobre los fríos sentimientos de la Poesía que la mayoría de la gente es
tan lerda que no los entiende, piensa MGC.
Entonces
recuerda la lectura del ensayo de la Nacha: como si no fuera suficiente con el
pinche trabajo, la relación caótica con la novia la hija, las borracheras de
los días pasados, aguantar los insultos en la calle de los pobres diablos
limpiaparabrisas de coches que a todo el mundo le piden monedas y la vida en la
ciudad…
—¡Me
caí en la calle chingada madre! —dice enojado.
Comienza
a borronear en la pantalla un texto sobre las “gatas”. ¿Las gatas? Así se les
dice de modo peyorativo a las sirvientas en la Ciudad de México, y como el
barrio donde vive la doctora es de clase alta y muy residencial, se imagina
“una invasión masiva de gatas jorobadas cada día a esas casas, así como una
invasión extraterrestre”. Lo piensa y se ríe, pero su honor de poeta le impide
dar golpes bajos: no se va a burlar de nadie sólo por su condición social. El
texto no da para mucho, siente escasa información, burlarse de la hija sería lo
más fácil, pero he aquí que piensa fumando otro cigarro: “¿Burlarme de ella?
¿De qué me sirve? Todavía la quiero.” Y siente como en todo el cuerpo tiene
resonancias del cuerpo de la hija y vuelve a sentir una erección tan fuerte que
le dan ganas de bajarse los pantalones y masturbarse ahí mismo y mandar al Comité
a la chingada.
Entonces
gracias a los misterios de la creación literaria que comienza y amenaza, la
Nacha percibe también que alguien escribe sobre ella, igual que cuando ella
hizo el cuentazo de Martín y
prefiguró el destino de Martín y el ensayo, entonces la cámara la busca en el presente, de donde
desea desaparecer la Nacha ¡Aunque en el futuro tenga qué leer el Tomo II de Espeleología del metabolismo contemporáneo
en las masas del Profesor X! La cámara la busca con acercamientos (mientras
tanto la hija está fascinada: cree que MGC le va a llamar y ella lo perdonará), la busca en la
cocina, no, ahí no, en el cuarto de lavado, no, ahí tampoco, la Nacha ya ha
huido de ahí… entonces… ¡La covacha!
“He
decidido que la poesía no es tan importante.
Importante
es una palabra que suena como a unos toquidos en una pared que responden que lo
importante es importante y que deje de molestarlos y punto. No hay nada qué
decir. Abro en cambio la palabra covacha con la palabra cortina y veo una gata
caminando...” Comienza a inspirarse MGC y, mientras tanto, la Nacha
literalmente gatea en su covacha, llena de terror, huyendo del punto rojo de la
cámara, que la sigue y la ve gatear hasta el baúl de los tesoros de la covacha,
de donde la Nacha para defenderse saca un largo crucifijo, un collar de ajos y
una imagen de un San Antonio, reservada para casos especiales.
Mientras
tanto, en la estación de radio juvenil que escucha MGC, parece que ya se han
dado cuenta que un radioescucha está a punto de masturbarse mientras escribe y
borronea palabras creativas… MGC, por imbécil, ha roto el acuerdo tácito de
nunca escribir con el radio prendido, ya que sabe que le van a caer como
zopilotes carroñeros a hurgar y averiguar qué está haciendo (incluidos las
gentes de la calle), pero se vuelve a concentrar y tan se concentra en cuerpo y
alma que no sabe qué hacer: mira el teléfono y piensa seriamente hablarle a la
hija y decirle: Mi femme, te amo tanto,
te amo tantísimo mi femme… pero se arrepiente. En eso vuelve a la realidad:
¡El radio estaba prendido! Lo apaga cuando ya los locutores se empezaban a
burlar de los jóvenes escritores que pululan por las calles “queriendo imitar a
Bukowski los niñitos en la lluvia, briagos y más-turbados-que-ayer”, dice uno
de los locutores. Es radio para jóvenes, pero no guardería auditiva para
jóvenes. Entonces antes de que empiece en venganza de los locutores una canción
de Metallica, MGC se para y apaga el radio y empieza a caminar en círculo por
su cuarto.
Vuelve
a sentarse frente al escritorio.
—Me
duele una Nacha —dice MGC.
En
ese momento, al otro lado de la ciudad la hija piensa: “Apuesto a que me vas a
llamar, casi puedo jurarlo.”
De
pronto MGC recapacita: ¿Cuál era la rúbrica de la fotocopia del ensayo sobre el
machismo, el sexo y los copiones de Pound?”
La
hija murmura: —háblame, te lo estoy suplicando… — y el murmullo es tan fuerte
que parece que cruza toda la Ciudad de México, la ciudad más grande del mundo.
—¡Claro!
—dice MGC enfrente a la computadora, la firma decía “La Nacha”.
“Nacha”
en México es otra forma de decir nalga, posadera, “Las Nachas” son Las Nalgas,
los glúteos.
MGC escribe:
“Las Nachas:
Entre Nacha y
Nacha
Hay un culo,
Un hermoso
culo por donde
Siempre he
querido darle a mi novia…/”
Y se ríe de la estupidez que acaba
de escribir.
Al otro lado de la ciudad, gracias a
los misterios de la creación literaria, La Nacha ya abandonó sus armas, la
cámara la filmó diciendo: —Soy una Nalga viva — y en ese momento se derrumbó
como un montón de nalgas femeninas, es decir, ya las dio.
MGC sigue escribiendo pero piensa:
“Esto por supuesto que no lo voy a llevar, solamente lo voy a guardar en mis
archivos…” Pero el deseo es el deseo…
La hija está a punto de soltar una
vez más otra lagrimita italiana murmurando en su cuarto:
—¿De
verdad no vas a llamar?
La cámara
hace un zoom al teléfono del cuarto de MGC, que saca el número telefónico de un
papel de su cartera (la tarjeta de presentación del Poeta renombrado que hizo
el prólogo a “El fuego nocturno y la pálida luna”) y atontado, vuelve a prender el estéreo
y coloca, como si se tratara de una serenata telefónica su álbum Achtung Baby:
Suena la canción de ONE, donde Bono
y compañía cantan:
“We’re one
but we’re not the same
We get to carry each other, carry each other…”
—Sabía que llamarías hoy —dice la
hija, limpiándose las lágrimas de la cara.
—Mi femme, te amo tanto… (comienza
de nuevo el doliente juego del amor, piensa MGC, recordando los amorosos de Jaime Sabines).
Mientras tanto, los que están
filmando éste desfile de personajes (el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional, los dueños de SEARS, los dueños de la Ford, el Banco Central
Europeo, los dueños de la CNN, todos ellos en un rato de ocio de sus agendas, y
su autopromoción y su interminable charlatanería que odia al pueblo de nuestros
países Latinos y que les sale muy bien, ni siquiera muy seguros si lo que ven
es realidad ó ficción novelesca ¿sabrán ellos que existe tal cosa?) del otro
lado de la cámara ríen
interminablemente, del lado más rojo del
oscuro.
D
Aguascalientes, ags, México, 2010
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