Ahora
verás… ¿tenemos una nueva historia? Claro que sí: solamente es cuestión de
investigar viejas ensaladas peligrosas con los aderezos de las memorias que se
remontan a la sutileza de los prístinos detalles: Alguna ocasión, a mitad de la
batalla de los 30 y tantos años, tuve dinero suficiente en el año 2009 para
invitar a mi novia lejana al hermoso sitio de Puerto Vallarta. Nos pusimos de
acuerdo vía teléfono y ella se sintió más que halagada con la invitación. Le
envié por fax a una agencia de viajes su correspondiente boleto
Guanajuato-Vallarta. Me preguntó o no recuerdo bien, en esas llamadas, creo que
le preguntó a mi madre si yo me sentía seguro de realizar el viaje y estar con
ella. No lo dudé, le dije que teníamos qué hacer este viaje porque los dos
éramos y somos escritores amantes y además amantes de la vida aventurera; si
tenía el dinero para invitarla, ¿Por qué carajos no íbamos a gozarla de
rechupete en Puerto Vallarta tres noches y tres días y medio según alcanzaba el
dinero? Tomé a los pocos días el autobús
desde la zona centro del país y después de un áspero viaje donde no olvidaba
que me molestarían esos ex vecinos míos haciéndome boicots por la televisión
gritándole a la gente que yo me encuero cuando me voy a bañar (por decirlo
suavecito para el lector), llegué por fin a la medianoche a Puerto Vallarta y
la miré a ella muy jovial y muy hermosa sentada en la extensa sala de camiones
esperándome… “ella, esperándome…” Esta frase significa amor y esperanza, y si
tu mujer te espera en otra ciudad a que tú llegues, te tiene mucho amor y
esperanza… es muy importante entender esto para todos aquellos guerreros
impacientes. Sueñen que caminan por el drenaje de sus propias ciudades
arrasadas, si gustan, cuando parezca que no hay salida; pero si su amor los
espera, ya tienen un punto con aquél el de la iglesia, o sea: todas las
iglesias, todas esas puertas que tocaron y no abrieron es posible que con esa
mujer se abran. Y hay que recordar que Don Octavio Paz en Piedra de Sol dice: “el amor es abrir puertas, es dejar de ser un
fantasma condenado por un amo sin rostro.” Etcétera, ustedes se lo saben… Lo
que quiero decir es que al verla sentí una oleada de insuperable libertad
incluso más grande que las del propio mar cristalino del Puerto. Y ojo: ese
tipo de oleadas también son el amor
con el cual descubres de qué calibre es la mujer con la que te andas acercando…
Como buena hermosa, ella ya pronosticaba sobresaltos, y eso, queridos, es la
mera reata y la mera retahíla he hilo de éste asunto que deseo expresarles en
clave de pasado disperso y futuro compartido. Había inclusive ahí mismo en la
terminal un sitio para hacer reservaciones de los hoteles y si eso me
sorprendió es simplemente porque soy en general un escritor y estudiante de
filosofía más bien pobre. Hablamos pues, con los encargados y nos recibieron
muy bien, nos dieron un taxi y fuimos a la zona centro de la ciudad al hotel.
Como era de medianoche, le dije que ya no saliéramos a ningún lugar y que nos
fuéramos solo a cenar y luego a dormir. Me sentía un tanto golpeado por el
viaje pero cenamos bien, nada precisamente caro, pero al regresar al cuarto del
hotel le dije que se desnudara, y me dijo, ¿de plano? Le respondí: ¿pues qué creías que veníamos a hacer aquí?
Hicimos
el amor, esa noche, recién llegados a la ciudad, luego ella me pidió prender la
tv. Le conté un poco cómo eran esos ladillas de mis ex vecinos y no me entendía.
Le expliqué que ellos tienen y usan otra lógica, la lógica de la destrucción y
el odio y más o menos me entendió ese nebuloso asunto que siempre parece quedar
en término medio: un punto su odio y su estupidez, un punto mi vida y mi
libertad. Bueno, dijo, trato de entender qué quieres decir: te hacen una guerra
sucia tremenda y debes de mantenerte fuerte y no caer en sus provocaciones.
Exactamente, por ahí va la cosa. Qué fuerte, dijo, y nos dormimos abrazados,
era obviamente una situación peligrosa. Los inútiles aquellos ya nos
perseguían, supongo yo que realmente era en lo único que pensaban: en chingar
la madre.
A la
mañana siguiente, salimos del cuarto con ropa de playa, nos asomamos al balcón
y como ella traía una pequeña cítara, me la tocó para que me pusiera feliz, yo
saqué mi armónica y le di un pequeño concierto matutino: ¡Comme on madame, que
te recojas el pelo, quiero verte hermosa y chula! Y así lo hizo. Abajo, la
ciudad de Vallarta parecía abrirnos los brazos en señal de hospitalidad: un parque
teníamos en frente, a la derecha se caminaba a la playa a la cual teníamos
acceso, había muchas tiendas de productos llamativos, los OXXOS estaban
retacados de botellas de buen vino tinto y cerveza, de todos los patios
parecían salir historias, y como siempre, tú te crees el más cabrón pero ellos
solamente te cuentan el cuento de que eres el más cabrón, no se necesita más,
dicho sea de paso. Nos fuimos a desayunar a un costado del hotel, en un
restaurante muy llamativo que guardaba una decoración interna sensacional.
Nosotros conversábamos de nuestras vidas y todo lo que habíamos hecho desde que
dejamos de vernos cuando los dos vivíamos en la capital allá por el año del
2005.
Habíamos
ido a un restaurante del mercado allá por el metro Balderas, creo, no lo
recuerdo bien, pero fuimos desde entonces muy amigos, ella me encontraba
inteligente en los rollos literarios y yo la veía bastante buena onda,
alivianada, por decir lo menos. Ella tenía una teoría rara respecto al lector,
yo le decía: Olvídate de Julio Cortázar, no porque no sea bueno, pero no
podemos ya seguir pensando en el lector, al lector habrá que compartirle la
historia, para él es el platillo literario, pero no somos ni podemos aspirar a
ser Lauras Restrepos ni Fernandos del Paso, ¿si me entiendes? ¡No somos ni
siquiera de la tradición del boom latinoamericano! Okey, okey… me dijo aquella
vez y nos fuimos del mercado, esa vez ella tenía una fiesta súper alcohólica y drogadicta
y yo dije internamente ¡A la chingada! ¡Me voy a escribir! La vida no retoña,
dejó claro Efraín Huerta, pero la escritura literaria es una clara apuesta
donde va de por medio tu tiempo vital, ya habrá, como siempre ha habido, tiempo
para chupar, fue lo que pensé viéndole el trasero mientras se iba por los
túneles del metro y yo me regresaba a mi barrio a darle al teclado.
Pues
así las cosas, ya medio nos sentíamos los reyes de Vallarta, porque los
verdaderos reyes, los que merecen irse unos días a Puerto Vallarta, los
taxistas que trabajan doce horas, los albañiles, los trabajadores mal pagados,
esos, esos no acostumbran irse a Vallarta ¿si me explico? Ella y yo fuimos
héroes por tres días, más o menos como alguna vez nos lo prometió David Bowie. Luego
caminamos por el malecón, nos metimos de lleno en el avión del turista, nos
asombraba la gente, los jóvenes europeos y canadienses, un aire místico que
hace sentir: “cierto, estás aquí, pero no olvides quién eres”. Regresamos al
cuarto a leer y escuchar música, ella pasó a ponerse traje de baño y nunca lo
dudé: supe que antiguos demonios estaban ahí, y si estaban ahí era porque mis
ex vecinos ya habían dejado caer la trampa: partidazo de fútbol mientras ellos
gritaban desde sus casotas: “¡ese es un maricón!” “¡Ese le va al américa!” (por
cierto, le voy a los pumas por mi espíritu universitario) “¡ese es un naco!”
“¡ese se dice escritor y no escribe nada!” ¿si me doy a entender? ¿no creen
ustedes lectores que todo eso ya está muy claro y leído por la sociedad esa
situación? ¿Quieren historia o chocolate? Yo les doy de los dos: entonces
empezó el partido, a media tarde, quién sabe quién jugó, sólo sé que esos
odiosos querían (justo como en este momento que escribo) hacerme sufrir, pasé
un mal rato, pero bueno, había qué disfrutar, esa sería mi gran venganza,
pedimos pizzas al cuarto y una botella de vino tinto, nada mal, mientras
Vallarta veía más o menos cómo estaba la situación y Bob Dylan y the Who y the
cure ó Peter Gabriel nos tocaban las canciones de su repertorio, las canciones
amorosas estaban, obviamente reservadas para la noche…
Muy
pronto entendimos que de aquél pueblo que fue Vallarta en los años setenta,
acogedor, rústico, apacible y todavía no excesivamente turístico donde hasta
Jane Fonda tenía una casa para vacacionar, ya casi no quedaba de eso más que
reminiscencias… pero ella estaba encantada, mi novia, camine y camine o recostados
en la arena o nadando en la alberca del hotel…
Después
me dejó, quiso irse a caminar ella sola por otro rumbo y yo me quedé escuchando
música y leyendo el periódico de Puerto Vallarta, salí al balcón, hice chistes
con las recamareras, me puse mi sombrero por las dudas y compré una chela, pus
claro, a eso veníamos; a descansar yo de tanto sayonara, ella de su trabajo.
Pasó un rato prolongado, me quedé dormido, ella llegó como hasta las siete
pasadas y me despertó, empecé a sentirme ya un tanto incómodo, no me refiero a
ella por supuesto sino a esa maldita partecita de inercia que todos,
simplemente por ser humanos ya la cargamos, a veces la siento más tarde, eso es
lo bueno, pero como que empecé a extrañar mi casa y dije, después de un rato:
“¡Ya estuvo bueno, carajo, si estamos en Vallarta vámonos a una discoteca, un
antro, vámonos a bailar!” Se quedó impactada, se arregló con sus mejores
vestidos (ella viste siempre muy bien) y tomamos un camión hacia los hoteles de
a deveras, donde está el Sheraton, ese tipo de lugares y ciertamente veíamos
mucha parranda en las calles pero no dábamos con un sitio que nos gustara totalmente,
bueno pues, pues el chiste es que viajamos por la ciudad de noche y la vimos,
así que por fin llegamos a un bar donde había una pista de baile, una mesa de
billar, muchas sillas, luces de colores en el techo y todo eso aunado a los
días anteriores, me empezó a dar vértigo, ya la dejé que por ahora ella pagara
los tragos y nos fuimos a sentar por donde jugaban los del billar. Sentados
ahí, empezamos a dialogar, los diálogos significativos con mis parejas me
fascinan, así que ella tomó el mando porque yo, además de ebrio, me sentía
vulnerable simplemente porque me empecé a dejar llevar por su belleza, decía
una cosa, movía la boca, sonreía y yo hasta el chingado arcoíris en Montecarlo
veía. Me dijo: “sabes qué? Tú dices algo así como que te parece raro éste
lugar, pero en realidad para todos aquí nosotros somos los raros de éste
lugar”. Creo que le dije te amo, o tal vez lo pensé… acabamos tres rondas de
cervezas y volvimos a la zona de no tan alto precio que era la nuestra,
llegamos como a las dos de la mañana, hicimos furiosamente el amor con las
canciones románticas y quedamos dormidos. Al día siguiente había que irse de
nuevo cada quien pa su santo, su espacio. Ella me dijo: “no sé tú, pero yo voy
a agradecerle al lugar como me trató, me voy a poner en paz y armonía con el
Puerto…” Me quedé un rato frente al mar, regresamos a la central camionera,
pero ese no es el fin de la historia sino que resulta que los chocolates de mis
ex vecinos, como me buscan problemas, andan preguntando a la tv que qué pecados
cometí en Vallarta, se creen algo así como los dueños no de la verdad, sino de
mi moral!! En otras palabras: rematados idiotas. Y es la hora que es el año
2016 y gritan ante la televisión: “¡Cuál fue su pecado de este maricón en
Vallarta!” Y Vallarta respondió: “pues vino, estuvo y se fue”. Y hasta tuve qué
aclarar ante la soledad del territorio nacional que nos une, que ella era mi
novia, que ahora da clases, que le va muy bien en su trabajo, que somos buenos
amigos, que tiene un hijo y una hija y un marido y sigue escribiendo y que yo
hago filosofía… ¿será tan difícil entender cuáles cabezas son las que no
funcionan? ¿o de plano quieren que les diga que un tal cocainómano en Tijuana y
salió corrido de un orfelinato sin padre biológico? Seguiremos informando… Por
cierto Mexicalli es cancha segura de la mujer de la ventana. Y Manimal ya es
éxito puro total y absoluto.
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