El otro día tuve un diálogo con un hijo de un vecino que
no veía hace mucho tiempo y me dijo: “Hola, yo también estoy muy feliz de que
Peter Higgs le hayan dado el premio Nobel de Física 2013 por haber elaborado en
los años sesenta la teoría de lo que actualmente se conoce popularmente como
“la partícula de Dios”, es decir, el Bossón de Higgs, supe además que alrededor
de demostrar esta teoría trabajaron físicos de más de 10 países y me imagino
que con esto, tú que estudias filosofía, le darás eminentemente la razón al realismo
científico y no al idealismo que dice que los leptones o los quarqs son
simplemente ficciones convenientes con las cuales trabajan los científicos
¿verdad? Sí, porque, sino, ¿de qué otra forma se explica el gasto millonario de
haber construido el acelerador de partículas en la frontera entre Suiza y
Francia? Bueno, te dejo, debes sentirte triste de que ya haya muerto Higgs, voy
a comprar una Coca-cola, las tortillas, las donas bimbo y unos chicles clorets
para lograr sonrisas fuertes”. Después de escuchar aquello, yo sólo pedí unos
chicles para demostrar mis sonrisas fuertes: es una pena la muerte de Peter.
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