martes, 15 de febrero de 2011

Divertimentos de Gargantúas para los y las mundanas..

Acto seguido el adelantado fue recluido contra su voluntad en el hospital psiquiátrico "La querencia". La querencia, consultando el María Moliner (uno de los mejores diccionarios de la lengua española), significa: "inclinación hacia alguien o algo/ tendencia de personas y animales a volver al lugar donde se criaron". Por supuesto, el adelantado prefería la primera noción de la palabra, ya que su pasado era oscuro y remoto y además, en el no se encontraba la conejita feroz. El adelantado tenía las cosas poco claras, ese día llegó a la madrugada faltando a la primera regla de la cortesía que indica que la hora adecuada para visitar a alguien son las horas de oficina, es decir, cuando todo mundo está sentado en su escritorio escondiendo una torta en el cajón, como las de doña Lupe, que por su lado, hacía muy buenas tortas. Llegó pues el adelantado, fiel a su nombre de pila, a las tantas de la madrugada y dicen que desde ese momento le fueron arrancadas las agujetas de los zapatos y el cinturón, operación que llevaron a cabo "Los guardias blancas", al reconocer la mala hora de llegada del adelantado, y eso que el adelantado venía completito, con gabardina negra y muy orgulloso de sus botas pues con ellas había vagabundeado por Palenque, Puerto Vallarta y anexas. Una vez desposeído de sus agujetas, el adelantado fue conducido, no con volante pero si por la fuerza hacia la sala de estar, la sala de estar, como bien decía su nombre, se componía de una televisión y unos sillones tan feos que el adelantado ya no tuvo deseos de ser conducido, pero le dijeron "¡Cómo que no tarzancito!" y el adelantado llegó a la que sería su futura covacha: un cuarto de cuarta categoría (quitando las tres primeras en las cuales la buena es la primera, la regular es la segunda y la tercera es la horrible). Llegó ahí el adelantado y dicen que le valió madre y tuvo a bien dormir durante tres días, en los que solo se paraba a tres diferentes tiempos a los cuales después denominó como "la hora feliz" a cada uno, pues eran las horas en las que llegaban los alimentos y el adelantado podía abrir la boca sin tener que decir ninguna de sus arrogancias ni sus ironías y sus soberbias de las cuales afortunadamente no había sido despojado y podía meterse los alimentos a la boca y luego de un breve cerrar y machacar de dientes en feroz combate contra la lengua, ingerirlos allá muy abajo en la región denominada estómago, zona por demás peligrosa ya que el adelantado creía que de ahí salían voces y le preocupaba que esas voces pudieran hablar siendo que el tenía su boca llena con los posteriores alimentos que caían en esa región de su aparato sexual-visual conocido en forma íntegra como cuerpo.


Durante esas horas felices el adelantado compartía sus alimentos con el intendiente y con un brutal desconocido del cual nunca se supo nombre ni razón, por lo cual no se consignan. El intendiente era todo un personaje en la mala extensión de la palabra, porque la palabra personaje en el intendiente tomaba la forma deforme de un cuello contorneándose a la hora en que de su boca pasaban los alimentos a la muy suya región de su cuerpo que el intendiente puede denominar como quiera. "Es que no puedo oler bien", se quejaba el intendiente, pero a pesar de todo siempre estaba de buen humor, y caminaba por ahí sin que nadie pudiera ver los movimientos de su cuello, que la verdad ni Jim Carrey. Posteriormente, por las mañanas se decretó que el adelantado, el intendiente y el brutal desconocido podían salir al solar y el adelantado comenzó a atar cabos: "salir, solar, sol, sol, Sol." Y ahí le quedó el gusanito, pero no la cerveza.

Durante esos breves ratos de esparcimiento, el adelantado se dedicó a la estrategia, y nunca hacía caso de las doctoras que decían: "ándele don Marcos, póngase a hacer las actividades", pero el adelantado nada, nada que hacía sus actividades. Prefería jugar a la pelota, cotorrearse a las enfermeras y a los meseros (los encargados de orientar las actividades) etc. Después todos volvían a la sala de estar y ahí se quedaban hasta el día siguiente. Punto y seguido. Hasta que un día, denominado el mero día (no el 84 de octubre ni el 98 de diciembre) el adelantado llegó al solar a tomar el sol y venía muy contento porque realmente quería tomar el Sol y sentarse en una banca para hacerlo como se debe, pero antes de eso, percibió nuevos rostros entre las bancas y no olvidando su buena educación, se dispuso a saludarlos. "Hola, que tal" decía el adelantado a los rostros sonrientes hasta que de repente, en la esquina de una banquita se encontró con un rostro femenino muy peculiar en cuya mitad brillaban un par de ojos de mirada franca e intensa que el adelantado no pudo calificar más que de "Muy Notables" y vaya, vaya si eran muy notables. "Tu te ves muy bien, no sé por qué estás aquí en la querencia", quiso decirle el adelantado. Y también quiso decirle "Estás preciosa". Pero le dio pena y no lo dijo. Vaya usted a saber por qué le dio pena al adelantado, suponemos que es porque se chiveava ante la belleza, pero la susodicha dijo: "me llamo Sol" Y desde entonces el adelantado se dedicó a tomar el sol más en serio. Tan en serio que comenzó a bailar con ella, (la susodicha era la que le enseñaba, porque el adelantado no sabía y hasta estos momentos no sabe nada del baile, aunque eso sí, le gusta improvisar). Para esto de improvisar, el adelantado se pinta solo  y, para acabarla de molar, gana, por ejemplo, ante la conejita feroz, mucho tiempo después: véase una playa desierta, un costeño con acento de costeño y al adelantado ingiriendo tal cantidad de cerveza que ya no se puede saber si es por placer o por masoquismo, y ahí está que el costeño, viendo crecer el oleaje, les dice a él y a la conejita feroz que se vayan los tres en lancha a pescar el ostión. El adelantado dice “órale”, mientras la conejita feroz dice, con su carácter adecuado para el momento: “no estoy de humor” pero a pesar de todo, se van, a contracorriente del mar y el costeño, llegando al lugar indicado, da al adelantado las instrucciones adecuadas, las aletas de buzo, el snorkel, mientras la conejita feroz se queda en la lancha y el adelantado y el costeño se van tras el ostión, cuya operación para encontrarlo debe permanecer secreta (¡No me jodan: es la doble historia!), pero el adelantado tres metros bajo el agua piensa que se muere y casi lo logra para beneplácito de sus enemigos literarios, pero piensa en el amor de la conejita feroz y triunfa, sale completito del agua 9 metros detrás de la lancha y se dice algo así como ¿qué hubiera pasado si me hubiera quebrado, si hubiera colgado los tenis? Afortunadamente, en la noche todos cenan ostión y el adelantado, fiel a su nombre de pila nuevamente, a la hora de dormir, supera a Tin-tán, porque ya no tiene qué decirle a la conejita feroz para qué sirven los ostiones. Conclusión: a punto de morder el polvo, siempre llegará la hora de un buen polvo…



2004

No hay comentarios: