sábado, 12 de febrero de 2011

Con el futbol se muestran los vicios, mafias, pasiones y frustraciones de un país: Juan Villoro

PAULA CARRIZOSA-LA JORNADA DE ORIENTE PUEBLA, AYER.


“No soy un historiador del deporte, sino un interesado del futbol, la emoción mejor repartida en el mundo que es capaz de ser una muestra de los vicios, las mafias, las pasiones y las frustraciones de un país”, expresó el escritor Juan Villoro, quien fue invitado por el Consejo Puebla de Lectura y la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) para impartir la conferencia Balón dividido.

Villoro, ya sea porque escribe o porque habla del futbol, un tema “que es capaz de abrir conversaciones”; es muy querido en Puebla. Así se demostró el día de ayer, cuando abarrotó el salón Barroco del edificio Carolino con lectores y aficionados a ese deporte.

Como notó el escritor Sebastián Gatti, presentador de la charla, en México es difícil no saber del futbol: el chofer de un taxi, el peluquero, el estudiante que intenta formar parte de un grupo o el desconocido comienzan con ese tema para comunicarse con el otro.

Distinguió que Villoro es capaz de trasladar al lector hasta el lugar del juego, y que esa disciplina es parecida a lo que hizo Ernest Hemingway hablando de toros o a Julio Cortázar tratando de explicar el box.

“No importa por qué estemos aquí, lo importante será recordar que alguna vez oímos a Villoro, como los grandes, hablando del futbol”, dijo Gatti.

Tras una pausa, Juan Villoro tomó aire y comenzó con una larga conversación en la que mezcló algunas de las frases que se utilizan en el deporte –una gambeta, un tiro directo o un fuera de lugar– pues dijo que se sentía más en un estadio de futbol, como un jugador que trataría de convencer, por medio de su chispa, al aficionado.

Balón dividido, señaló, es una de las expresiones más “enigmáticas” que se utilizan en aquel deporte y que más se parecen a la literatura: se trata de una situación no resuelta entre dos adversarios que, usando los mismos argumentos, tratan de convencer al que lo escucha; muy parecido a lo que sucede entre lector y autor.
“¿Qué es lo que tiene el futbol que es capaz de distanciar a los matrimonios los fines de semana o convence a un hombre de pintarse el rostro?”, preguntó.

Luego, haciendo ademanes como si sostuviera un balón entre sus manos, expuso varias de las razones de por qué es tan atractivo este deporte.

La primera porque es un juego sencillo en sus reglas. La segunda, porque el equipamiento para jugarlo es simple: tan sólo basta poner unos suéteres en cada lado, o un par de piedras, e imaginar que son las porterías. Otra razón más, porque es el deporte “de gran democracia física”, es decir, uno no se imagina que un hombre chaparro y gordo pueda jugar como lo hizo Maradona, o que un hombre sin cuello y con andar de “pato” sea capaz de hilvanar “pases de oro” como lo hace Cuauhtémoc Blanco.

La cuarta, porque “va contra la evolución de las especies”, y es posible regresar al hombre a la era primigenia desde lo individual y lo colectivo. La primera, porque valora el juego como si fuera algo superior, y la otra, porque el hombre es capaz de gritar consignas, buscar el fuego que se hace en las gradas o llamar a su tribu de los 11. “Antropológicamente, es la venganza del pie sobre la mano: el hombre le regresa el poder a la parte de su cuerpo que ha sido olvidada por la civilización”, sostuvo.
La quinta razón tiene que ver con ese “resultado fulminante”, el cero a cero. Para Villoro, ese par de números tienen algo de moral, pues sociedades como la estadounidense no soportan el empate; así, “el futbol es una escuela de la resignación estoica”, pues no siempre está al parejo con la vida.
La sexta y última, porque es ejemplo del peor sistema de jurisprudencia en el el que árbitro es el que se lleva la peor parte, pero a la vez, es el aficionado número uno, pues está ahí en el campo expuesto a las rechiflas “a cambio de soplar la justicia”.


Un aficionado a la palabra

Juan Villoro reconoció que su afición al futbol comenzó con la narración radiofónica de aquellos locutores que le hicieron imaginar los pases y las jugadas, las caídas y el ambiente del estadio, que derivó en su gusto por hacer literatura.

Todo comenzó, explicó, cuando se dio cuenta que era un aficionado a la palabra, cuando los comentaristas eran capaces de narrar anécdotas a través de las metáforas.

El principal fue Ángel Fernández, “el hombre que hizo del futbol literatura oral, y le quitó su aspecto utilitario”, a través de sus referencias a la cultura y la música popular, a la poesía, a la historia y al disparate.

Fernández y él, recordó, fueron grandes amigos, ya que el primero era un personaje dentro de su literatura, un hombre invadido de narración, que era capaz de convertir un partido en una gran historia.

Este viernes, Villoro estará en la Universidad del Arte, ubicada en Acatlán 81, colonia La Paz, para presentar su más reciente libro: 8.8 El miedo en el espejo, su crónica sobre el terremoto de 8.8 grados que le tocó vivir en Santiago de Chile.

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