viernes, 28 de enero de 2011

Un comentario de una mundana sobre mi libro de cuentos allá por Celaya, Guanajuato. 2010.

El humor y la ironía se entrelazan para dar cuerpo a estas historias, breves solo en apariencia pues, son todas ellas la fina dosificación que sale de la punta de un embudo, habiendo sido este llenado previamente por exquisitos fluidos vivenciales.


Con una prosa directa, Marcos García Caballero a través de sus cuentos “ICONOCLASTAS Y OTROS CUATES”, nos entrega un universo múltiple que está compuesto por personajes reales que se han hecho imaginarios: Ana Lilia no se puede meter al mar porque el tiburón de su mente amenaza con devorarla, el tipo al que le transplantaron la sombra fenece ante la incertidumbre de su futuro, mientras tanto, Susana ha perdido su intimidad y ni por enterada se da la pobre porque ella anda de vacaciones.

Cada cuento dibuja el momento clave en el cual asoma sutilmente alguno de los valores humanos que, durante la juventud, determinan el carácter de las experiencias que acompañarán al sujeto por el resto de su vida. Cada cuento es una representación de esos cuadros precisos a los que se vuelve una y otra vez en busca de la esencia de un fragmento temporal, en busca de lo que nos dio ciertas “tablas” para seguir adelante.
Y es que, el hombre a lo largo de su vida, se va transformando gracias a una serie de accidentes cotidianos que le van dando forma, le van dando rostro pero, al mismo tiempo, lo hacen conciente de una realidad que lo instruye voluntaria o involuntariamente en el tema de la aceptación, y su respuesta termina siendo: “Así es…”.

Algunos de los relatos están compuestos de vivos diálogos hechos de un habla cotidiana y sin tapujos, otros de una mezcla entre estos y una fina prosa nutrida por un excelente uso del lenguaje. El autor utiliza la primera, la segunda o la tercera persona (según lo considera conveniente) para lograr en cada relato ese tono abierto que logrará que, al final, se produzca en la mente del lector un efecto literario de reticencia, en el cual, el lector permanece suspendido y se ve obligado a mirar dentro de sí mismo para llegar al punto en que su naturaleza humana y la del autor se encuentran.

Es así como, convertido a ratos en observador y a ratos en protagonista de cuadros sucesivos en los que se sumerge plasmando una enseñanza de vida, Marcos nos muestra con franqueza a través de esta obra, una buena parte de su visión, y valora la vicisitud cotidiana como herramienta insuperable para comprender el orbe humano, nos va revelando de cuento en cuento, de experiencia en experiencia, de apreciación en apreciación, una muy particular forma de concebir nuestra naturaleza en aspectos como: la amistad, la confianza o la tremenda fuerza de lo inexorable.

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