viernes, 1 de noviembre de 2024

POESÍA POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

LA CASA OSCURA (fragmento)

 

CUATRO

 

 

Vengo de caer en los tiernos brazos

de una morra desconocida,

la que más amé, la que más amo

y la que será por siempre mi amada;

la dulce doncella “que calla su nombre y entrega su cuerpo”.

¿Dónde está ella?

¿Dónde podré encontrarla una vez más,

como se dijeron las brujas

en el primer acto de Macbeth?

¿O no fue Macbeth y sí fue Trono de sangre?

Creo que entre los dos peldaños me edifico,

me discuto y me peleo conmigo mismo

para ahorcar la brasa ardiente de mi cigarrillo en este gesto,

en este pensar del sin-sentir,

en esta agitación de furor

y cuellos negros que me ladran desde sus tumbas funestas.

Todo esto es la casa oscura,

la casa entera está en llamas de fuego negro crepitante,

donde unos labios de mujer morirían al saciar el mandato

de las copas, como la solitaria muchacha

de la que Efraín Huerta

dijo a sus amigos:
“Brindemos por ella.”

Es la casa, sí, pero toda ella está oscurecida,

masacrada de una línea negra a otra,

su oscuridad no vale,

ésa es mi terrible certeza,

porque sé, como Dante, que las puertas del infierno no mienten,

no saben mentir: y esa oscuridad proviene del verdadero furor,

del rugido espeso, de las puntas de maguey que se ceban

y renuevan una a una; y este saber… ¿qué puede ser este saber

que lo único que sabe es que no miente, que afirma pero que desconoce,

que miente llegado el caso, este saber

que sólo puede tener lugar aquí, en la casa oscura

y que cualquier otro saber desmentiría?

¡Pero lo sé!

¡Lo afirmo y lo acepto irrefutable!

Es, ni más ni menos, el amor del Padre.

                       

 

 

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