HISTORIA DE LA PALOMA
FEROZ
Y UN REMACHADO
CORAZÓN
Para Itzelini
DOS
Inicio
contumaz,
prosa
de diáspora,
azul
de este tenor,
grisáceo
cristal enamorado
de
una brizna de lluvia horizontal.
Tres
decretos: el oro es tu silencio,
el
arco iris tu misterio
y
la sangre una pasión que acuchilla,
relojes
en el vendaval,
tormentas
de fiebre en tu mejilla,
un
beso amorfo desolándonos la lengua,
abrevo
en el mástil del destino
por
tu fragancia clara,
mas
no por tu ser,
pues
el ser es intocable;
es
la raíz profunda del acantilado
que
soy yo cuando te veo:
es
así, es así,
poco
a poco voy llenando tus ojos con presencia.
Espasmo
en el espasmo
saliendo
en huida como una flor de una ballesta
para
atracar en barcas egipcias
que
buscan tu perentoriedad,
tu
vivacidad, tu diluvio, tu espiral.
Baja,
baja de tu boca esa paloma
y
confrontémonos con las frentes limpias
de
sudor, en el abrevar de las estrellas y sus hijas,
sus
dolores, porque no todo es tentar la perdición,
no
todo es perderse entre las sombras,
no
todo es sufrir oscuridad…
¡Hala!
Salgamos de aquí y demos nuestro fallo al viento,
una
vez sumergido, entre vientos que exploran,
entre
gritos, al silencio, al silencio desmedido
cuando
ya no estemos entre otros,
sino
en tu fino espacio, mujer herida,
de
jabalina que surca al universo
y
quiebra la contradicción entre la gravedad,
su
peso, y la urgente levedad
de esta noche continua.
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