jueves, 31 de octubre de 2024

UN ENSAYO RECIENTE DE PRINCIPIOS DE ÉSTE AÑO Y SOBRE EL ETERNO FEMENINO, POR MARCOS GARCÍA CABALLERO

 

UNO O… SOBRE FERNANDA MELCHOR.

 

Las hay múltiples razones por dónde comenzar la historia de cómo fue germinada y fecundada la idea de esta escritura. La mejor debería ser por su breve historia: me nació la idea en 2022 y fue mujer (muy bella, por cierto, recordemos que George Steiner decía que todo pensamiento comienza con un poema y perdónenme, pero “poesía eres tú”, amar a la mujer es el acto poético por excelencia). Desde un principio quise escribir un proyecto a favor de las mujeres en el arte o escritoras.

Pienso que escribir sobre las mujeres y lo que escriben las mujeres es, por sí mismo, revolucionario, es ya desde el inicio asumir que se quiere un cambio de cierto tipo de estado de cosas; (dicho sea entre paréntesis: no me gusta vivir en el siglo XIX en Aguascalientes cuando puedo disfrutar de las bondades del siglo XXI) porque el feminismo es también un hijo de la ilustración francesa, pero es, obviamente, un hijo no tan querido(a) de la ilustración francesa. El juego democrático de occidente nunca, sino hasta hace relativamente muy poco tiempo, quiso tomarlas a ellas en serio. Lo más que se les respetaba era el hecho de que escribieran como por ejemplo Sor Juana en el virreinato de la Nueva España; pero aun así era una escritura que era servidumbre. Un deleite para el poder. Una suerte de pasatiempo sublime, dedicado a las élites. Aunque Sor Juana jamás haya querido mentir o falsear los elementos y el registro que le dictaba su excelsa conciencia. Después de la Revolución Francesa hubo muchas que pudieron escribir, pero siempre fueron y jugaron papeles tipo la mujer precaria y la literatura (¿Verdad Georges Bataille?). Ya después de 1789, fue cuando empezó a hablarse ligeramente del empoderamiento de la mujer, el tema era la jaqueca de los reyes, de todos los reyes europeos hasta el presente. Y hasta los cincuenta del siglo XX obtuvieron en México el derecho al voto. Fíjense: y aquí en este país como si nada, como si nada de esa raíz tuviera la civilización mexicana. Obra tras obra generando lucidez, ideas, en diferentes estéticas y contextos ya sea por medio del relato, la novela, la poesía, el ensayo. Son ellas que desean realizar sus vidas y ser escuchadas, y son muchas, las escritoras que han iluminado la condición humana y en todo el mundo (sé que la lista es mucho más larga, menciono solo a unas cuantas que están en mi biblioteca): ahí están las obras recientes de Lucia Berlin en Estados Unidos, la excelente poesía de la Premio Nobel 1995 Wislawa Szymborska de origen polaco, la inmortal Doris Lessing, Susan Sontag: una conciencia lúcida y brillante en Estados Unidos, las últimas dos ya fallecidas. Ahí está Aline Petterson en México, con su voluminosa Obra Reunida en Alfaguara, (me parece importante darle mayor relevancia a ésta gran escritora que, además de que fue mi maestra, es una escritora brillante). Laura Restrepo con Delirio y La isla de la pasión; o la que es mi adoración: la rumano-alemana premio Nobel 2009 Herta Müller; autora de auténticas joyas como La Piel del Zorro, La Bestia del corazón, Todo lo que tengo lo llevo conmigo, El hombre es un gran faisán en el mundo; obras excelentes por donde se les vea; otra, la brasileña Clarice Lispector, Elena Poniatowska que es, desde los años sesenta del siglo XX, todo un “monumento hecho de fruta” (como dice Tomás Segovia en su poesía amorosa) desde La noche de Tlatelolco hasta El Tren pasa primero o la novela sobre Leonora Carrington, simplemente Leonora; una chulada de libro en nuestro país. Además Guadalupe Loaeza, Mónica Lavín, Rosa Beltrán, Maricruz Patiño: mi colega y amiga que siempre me asombra, ella fue discípula de Octavio Paz, Leticia Luna (Maricruz Patiño elaboró un Atlas de tres tomos sobre las Místicas, pícaras y rebeldes mujeres poetas en México), Rosa Montero y la premio Cervantes María Zambrano, autora de dos textos fundamentales: El hombre y lo divino y Filosofía y poesía,  en España; Beatriz Espejo, recientemente premio Nacional de Lingüística y Literatura en México; otra, la latinoamericana Cristina Peri Rossi (con ésa estupenda antología de su poesía: La barca del tiempo) desde su exilio y su premio Cervantes en España. ¿Otras obras notables más jóvenes? Las de Cristina Rivera Garza por ejemplo, como La Autobiografía del algodón, Nadie me verá llorar, y El Invencible verano de Liliana, no es gratuito, cuando una gran artista como ella, decide crear una novela sobre el feminicidio que le ocurrió a su hermana, y que de esa forma ganara el premio Javier Villaurrutia de Escritores para Escritores en 2021 por ésta última obra.

Para un escritor como yo u otros semejantes a mí, que hemos aceptado no sobajar ni maltratar a las escritoras jamás, claro, --después de muchas purgas personales-- (¡Ni por supuesto a ninguna mujer!); como por ejemplo mi amigo ahora fallecido en 2020: el ensayista, traductor y poeta José Vicente Anaya; él tenía plena conciencia de lo importante que era traducir mujeres poetas de los Estados Unidos al español de nuestro país, de tal suerte, que tradujo a Marge Piercy, Diane Di Prima, Anne Sexton, Margaret Randall, etc. (Como saben muchos, él fue un gran conocedor de la generación beatnik, que también tradujo a Gregory Corso, Henry Miller y otros más) Asimismo, Anaya también rescató a mujeres del pasado mexicano como Concha Urquiza, los remito al texto: El corazón preso, de Anaya. “Y la culpa no era mía ni dónde estaba ni como vestía” Esta frase, este himno, “canción sin miedo” me resultó desde el principio, muy entrañable, porque si es que hemos sabido amarlas también, obvio, nos duele lo que sufren ellas, ajá, claro, quitándose la máscara que chorrea machismo prepotente a la mexicana, con esa esencia muy clara de nuestro país que es por ejemplo insultar; eso se nos da perfectamente, y sobajar, molestar, odiar los argumentos humanistas, la ética. Esa causa, el feminismo joven, desde el principio fue para mí asumir un compromiso, era como una franja en el espectro donde sí tenía que estar y participar en este país, lo hago de esta forma: ejerciendo la escritura, la reflexión y la razón pensante. Las volví a amar (a pesar de mis tonterías misóginas) y me vi en ellas y su causa como en 1995 me vi en el EZLN y los indígenas de Chiapas. Pero pensé también que la antedicha Cristina Rivera Garza, ya estaba muy valorada, quizá no tanto, mejor dicho: había otras dos que necesitaban más que ella el hecho de que yo las apologizara; sí, porque la idea de este escrito es una suerte de apología personal sobre dos escritoras jóvenes.

Primero lo que hice fue que lo propuse como proyecto al FONCA en 2023; no obtuve su estímulo pero de mientras, me parece que lo importante es aclarar, esclarecer, discernir, sacar a la luz o suponer por principio de cuentas, por qué se darán por escrito éstas páginas sobre ciertas creadoras y sus obras. Primero, porque es de notarse, es de alegrarse, es de celebrarse, ciertamente, que en nuestro país existan y se logren escritoras como ellas: Brenda Navarro y Fernanda Melchor. De hecho, es deseable que las letras nacionales sigan el camino que ellas están marcando y señalando últimamente con sus escritos. Las queremos, los escritores, la gente involucrada en la cultura, sobre todo: que este tipo de escritura femenina prevalezca y sean seguidos este tipo de derroteros que ellas manejan a la perfección.

Miren nada más sus credenciales: Fernanda Melchor escribió Temporada de huracanes en 2017 y hasta la fecha lleva ¡seis reimpresiones! La mía es del año 2018. Esto es una señal de luz, de inteligencia en la palabra, que, además, El New York Times la favoreció y la calificó como autora destacada por esa obra. Asimismo, Premio Internacional de Literatura 2019 por Temporada de huracanes y su traducción al alemán, otorgado por La Casa de las Culturas del Mundo, en Berlín. Mencionada también en esa rara y sospechosa lista de los mejores cien libros del siglo XXI hecha y elaborada por “Ochenta expertos” publicada en el suplemento Babelia.

Por su parte, Brenda Navarro fue premiada con el VII Premio Tigre Juan y traducida a siete lenguas, su primera novela Casas Vacías del año 2018.

Todo esto son señales muy positivas, ésas son las que espero se conviertan en mis razones. Luces, ideas, propuestas, claridad, que están dando las artistas como ellas en el mundo de la cultura mexicana, por el gran esfuerzo de ellas, las autoras: hace todavía unos años, pienso en el año 2000 por ejemplo, era impensable que escritoras jóvenes lucieran y sobrevivieran en estos escenarios del país y así de triunfantes, así de celebradas, es copiosa la información que de ellas circula en la web; hasta hace pocos días, (escribo en septiembre de 2023) Brenda Navarro estaba triunfando en el Hay Festival de Querétaro. Sobre cómo y de qué son los contenidos de estas cuatro obras, sobre cuál es el camino deseable por recorrer para los artistas venideros y sobre cómo serán educados en el arte las próximas generaciones, millennials y centenials, vendrá esta aportación.

Es por este tipo de razones que yo deseo hablar sobre ellas, subrayar su importancia, su vitalismo, su trascendencia y su valor, por esas razones yo las respeto y las apoyo, al mismo tiempo, disfrutando de sus rachas creativas como supongo, seguirán llegando más, como decenas de libros, decenas de poemas, lecturas, recitales, apelando a la capacidad de asombro y, demostrando, al estilo de Milan Kundera, que el sentido de la vida está en otra parte.

Los libros que yo deseo comentar, tal como reza el adagio de Schopenhauer de que “Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto y los años que sigan nos dan el comentario”, son: De Fernanda Melchor: Aquí no es Miami (2013, primera edición 2018), y el ya mencionado Temporada de huracanes (2018), de Brenda Navarro: Casas Vacías (Primera edición 2019) y octava reimpresión 2023 y Ceniza en la Boca, 2022, primera reimpresión 2022 y segunda reimpresión 2022. Este es, pues, un libro de ensayo, mejor dicho, de comentario. Y otros comentarios, de forma independiente, como expresa el título.

 

Y “la culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía.”

¿Estaban enojadas? Miento: Estaban furiosas, estaban asesinas de coraje contra el mundo del machín mexicano… y tenían razón. Léase Temporada de huracanes… En esta obra, a través de sus personajes, con una fina y potente voz, Melchor deja desnudo al machín mexicano, lo desnuda totalmente y lo vence: ¿Cómo? Pues lo describe, pero más que eso, lo explica, lo ve como un pobre diablo pensando en trescientos mil pesos como recompensa por decir quién mató a la bruja; chupando alcohol, es transparente y evidente: dice a sus colegas, por ejemplo el Luismi: “¿y tú qué pedo?”  “¿Qué sabes de la bruja?” y Munra, el otro: “¡Vámonos pal gabacho mai!” Es una fina costura de orfebrería, de punzante trabajo con la lengua de la calle, lo que asume Fernanda Melchor, realmente admirable. Leamos esto: Temporada de Huracanes es una obra que eligió bien nuestra sociedad mexicana como decía Bernardo Ruíz en su manual de talleres literarios: De escritura (del cuento a la novela) dedicado a Teodoro Villegas: el punto neurálgico, pienso, no es que a ciencia cierta nos falten libros, lo que la sociedad desea es saber en qué tipo de obras quiere verse retratada, es ése el gesto que desea lo inmortal, donde la sociedad quiere verse fuerte. Dime si no fue lo mismo que le pasó a Cartucho de Nelly Campobello hace poco: ésta novela del México de la Revolución, de aquellos tiempos, con el que dio su paso a la entrada a la Academia Mexicana de la Lengua nuestra Rosa Beltrán, su discurso de aceptación es un texto brillante, lúcido y lleno de erudición vital sobre Cartucho.

Vuelvo a Temporada de Huracanes: ahí se muestra el típico macho que navega con bandera de optimista o de buen gusto, el que “las puede todas”: envíenme aquí todo el Laberinto de la soledad para ver este mexicano, por la grandeza de Octavio Paz, y lo puntiagudo de su mirada genial; o Samuel Ramos, o Carlos Fuentes, todos ellos exploraron esa idea de mexicanidad, ese espacio violento que se auto--inventa cada vez más y más podrido, sucio, que apesta a corrupto. Ése mexicano en realidad es un ignorante, y violento golpeador de mujeres, alcohólico y flojo, barbaján y holgazán, que ha venido creciendo en contextos donde la vida vale tan poco, que no sabe valorarse, es incapaz de dar amor, tanto físico como emocional, se ha perdido, no sabe ni de dónde viene ni adónde va, no sabe dónde buscar su esencia, su identidad, babea machismo y eso es todo, con música norteña, guacamole y fútbol, de tal suerte que parece obligado a tener que ser corrupto: no tiene otra opción. Para él, sólo es cierto, como escribió Carlos Fuentes, el ser hijo de la chingada, el ser chingado o ser el jefe de las chingaderas, el que ya se chingó a todos, el que sabe chingar y el chinga-quedito, el más hijo de la chingada que sabe que su vida es sólo una oportunidad para chingar o ser chingado. Son claras y sabias esas palabras en Fuentes, La muerte de Artemio Cruz, es ahí dónde están: “Tu palabra molino, tu palabra círculo del día a día: la chingada”. Es obvio pensar en esa ruta de razonamientos que ellas están encabronadas contra tanto macho que las ha sobajado por décadas, contra tanto hijo de vecino que las ve simplemente como el pozo de su semen, a toda hora, en el camión, en el taxi, en la rutina del trabajo… Tienen razón y es muy claro que se vuelva a hablar en los medios impresos y electrónicos sobre el empoderamiento del eterno femenino.

En el año 2020 en plena pandemia del covid-19 cientos de miles de mujeres le protestaron al gobierno con ese himno en la plancha del Zócalo. Vivir Quintanar la cantante se convirtió en leyenda con su himno: “Canción sin miedo”.

Empecé a leer Casas Vacías, la novela de Brenda Navarro sobre la maternidad, es un trabajo serio, hilarante, fina costura del lenguaje, muy secreto en el sentido mercadotécnico, la autora tiene el talento necesario, pero, pregunto para seguir el comentario: ¿atrapa al lector?

Sí y no, pero la negación es aparente, éste es un discurso mucho más serio que el de Fernanda Melchor, lo que en Fernanda Melchor habla de desmadre, violencia, ignorancia y una parte de la brutal realidad de la vida para mucha gente en varias partes del país como Veracruz; el sentimiento en general de que la vida no vale nada, en Brenda Navarro es una literatura reflexiva que busca la supervivencia, el exigente, salvador y aclamador sentido de protesta en tono de familia y la validez o no de pertenecer a una familia. Y de qué protesta: Pues contra la figura del machín mexicano, tonto, gandalla, bruto y violento que, ay, es parte de la mayoría de la población mexicana.

Es una literatura joven y sensualista, es una literatura bien templada, con buen temple del tema de la maternidad como problemática, el hecho de ser parte de una familia disfuncional y merecer esa familia disfuncional.

Aquí no es Trópico de Cáncer ni Trópico de Capricornio.

Fernanda Melchor, diríamos pues, es una narradora efectista, en cierto sentido, pero es muy veraz, ser efectista en este caso, quiere decir que es el suyo, un arte que te muestra el rostro de la muerte con sus textos, es decir, es muy despiadada su visión de la vida pueblerina en las zonas marginadas de Veracruz pero es que también su visión es necesaria. A su manera, (como Óscar de la Borbolla nos lo mostró hace ya muchos años) es un arte que se vuelve imprescindible hasta que existe. Como los 27 conciertos para piano de Mozart. Y la realidad cultural a gran escala le ha dado la razón a Fernanda Melchor: Ya hasta hay una película en Netflix basada en su novela Temporada de Huracanes. Sobre la película supe que fue un problema para los guionistas la creación de personajes, porque en el lenguaje del cine, las películas tienen qué haber varios personajes que hagan acciones pareadas con otras acciones, y obviaron el problema del lenguaje de la oralidad con una especie de parquedad en las primeras escenas, con esa especie de ontología de la imagen: eres lo que ves o el Ser está en donde pones la atención. Mientras que la novela es habla callejera). Lo que hay en esa novela es pues, sin negar la violencia y el malagradecido y maldito desmadre que es lo que inmortaliza Melchor, un trabajo fino en el lenguaje con una búsqueda de habla desparpajada, de escribir como se habla, de modo suelto, pero sin condenar a nadie. Desde el momento en que la bruja fulana que hacía trabajos mágicos para quien sabe quién, crece la sospecha de que su muerte fue por asesinato, y desde ése momento la atención y donde alumbra la mirada de Melchor, es a un grupo de jóvenes; drogadictos, callejeros, desempleados, el Luismi, el Munra, el Brando, Rigorito, Norma, etcétera, y entonces lo que maneja el talento de Melchor es que a éstos personajes de repente, mientras avanza la oralidad de la narradora, los empieza a cubrir como una sombra negra de brujería de la supuesta pero nunca confirmada de aquélla, la que muere al principio de la novela.  Melchor no descuida ni un segundo la vida de sus personajes, es decir, los maltrata como lo haría la brutal realidad de Veracruz, pero al final el arco se cierra y entendemos que eran ellos, los que (obvio) no pensaban bien y se sentían embrujados y paniqueados por la Doña además por toda la droga que se metían, una auténtica pandilla de tarugos. Fina factura: Melchor hace inmortal la malsana vida de sus personajes, pero hablar así del país ya merece reconocimiento, exacto como ella ya lo obtuvo. Estilo y estructura, hacen la novela, dijo Vladimir Nabokov, “la novela descubre sólo lo que la novela puede descubrir”, dijo Milan Kundera y esto que leí de Fernanda Melchor, reluce estos méritos de forma cabal, estamos frente a una gran obra que se propone desde ya, como una gran promesa, cuyos próximos éxitos seguramente no tardarán en producirse. Paso ahora a comentar sobre Aquí no es Miami: ¡Qué deleite los primeros cuentos! Si, porque son relatos, entonces Fernanda Melchor como comenta en el prólogo que según ella misma dice “es un choro mareador” cuenta, para empezar, la aterradora historia que fue para ella y su hermano, la cuestión de un eclipse de sol en los primeros años 90s, qué deleite, qué delicia éste primer cuento, obras y obras mostrando que el sentido de la vida está en otra parte: ¡claro! Con una televisión, una escuela a medio camino con el hogar obvio, nos refleja toda la ignorancia de ése México bajo el gobierno del innombrable orejón, ignorancia y estulticia, resulta arrolladora la narrativa con su desparpajo que genera la carcajada, porque no precisamente se haya acabado el mundo, sino porque la televisión mostró todo ese instante, hasta el hartazgo, hasta venderte la gorra del eclipse y… creo que ya me entendieron lo que deseo consignar: la sátira, el choteo, el cotorreo que fue generado “por el eclipse”. Cuentos más adelante en el libro vuelve la narrativa verista y afilada como navajazo estilo Kill Bill: violencia, drogadictos, machos ignorantes y bueno, existe ahí en Aquí no es Miami un cuento con ese nombre que está excelente, pero Fernanda Melchor cubre a sus informantes, retrata seres humanos comunes, no los políticos, sería un número más de la revista Proceso, no, no, no, lo que queremos es arte y cuentos, la fina tela del texto literario, y ahí está, esperando ser descubierta por todo lector, toda lectora que se trepe al auto incendiado del texto Aquí no es Miami: búsquenlo.

¿Eres mujer joven con gusto por la cultura?

Pues ya debería de ser el momento que entendieras que te debes de empoderar, porque, lo quieras o no en este país vas a enfrentar a los variados tipos de macho que los hay para aventar para arriba, por eso disfruto pensando este epígrafe terrible de Bibiana Camacho en su libro Jaulas Vacías:

“La realidad exigía mucho de ella. Se examinó en

El espejo para ver si el rostro se volvía bestial

Bajo la influencia de sus sentimientos. Pero era

Un rostro quieto que ya hacía mucho tiempo

Había dejado de representar lo que sentía.”

Clarice Lispector

Además en Aquí no es Miami existe un coqueteo con la brujería, con el pensamiento mágico, aquí me refiero al México profundo, al México que lleva un pasado de derrotas y sufrimiento cabrón, un México profundo pienso como lo dice Guillermo Bonfil Batalla, ésa es una obra que no he leído, pienso que es importantísima, lo más cerca que estuve de ella fue una exposición conferencia sobre ella en mis tiempos de la escuela de escritores de la SOGEM.

 

Aquí no es Miami, como dice Walter Benjamín en sus tesis sobre Feuerbach, es un documento de la cultura de su tiempo, pero también es, al mismo tiempo, un documento de la barbarie y la violencia de su tiempo. Fue escrito en 2013, mi edición es del 2018. Una obra que relata también una peripecia cuando Mel Gibson supuestamente va a Veracruz a filmar una película y lo que sucede es que la horrible realidad de Veracruz supera la acción de la supuesta película, un trajín del demonio totalmente, en el golpeado estado de Veracruz: ¿qué acaso no recordamos quién fue el gobernador de ese estado hace unos años y lo que sucedió?

¿Es que acaso no hay salvación para esto? Tenemos mucho en qué pensar y recapacitar, poner en acción la praxis y actuar, pero mientras tanto, Fernanda Melchor sigue contando, sigue completando historias y relatos de impecable factura y demostrando que el sentido de la vida está en otra parte.

 

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