MAPA ALTERNATIVO DE LA
LITERATURA LATINOAMERICANA
RAQUEL GARZÓN
El País
31 MAR 2022
Con mirada feminista e
irreverente en relación con el canon, un libro coral con recomendaciones de
escritores actuales propone títulos imperdibles que reflejan la vitalidad
literaria del subcontinente
Proponer un GPS de libros que
sintetice la literatura latinoamericana en 50 entradas demanda arrojo y parece
una tarea imposible. ¿Cómo identificar los vasos comunicantes y las
conversaciones que entablan tradición y actualidad? ¿Qué clásicos frecuentan y
recomiendan los autores jóvenes? Estas cuestiones, recuerda la escritora
argentina Clara Obligado, editora del flamante Atlas de literatura
latinoamericana (Nórdica), estuvieron en el germen del proyecto: un mapa del
talento literario de 20 países en 224 páginas conformado con reseñas de
escritores de hoy e ilustrado por Agustín Comotto.
La novela latinoamericana hoy
El volumen, una preciosa edición
de tapa dura recorrida por ilustraciones, partió de una premisa contundente:
“Quitar del primer plano a la generación del bum”, sintetiza Obligado, para
quien, aunque a priori tales omisiones puedan saber a “barbaridad”, esos
nombres obvios y los de otros clásicos “aparecen y reaparecen, porque se
dialoga y discute con ellos”. Borges no tiene una entrada en el atlas y, sin
embargo, “Borges es la primera palabra de mi prólogo”, ejemplifica la autora de
Todo lo que crece.
El disparador lanzado a los 47
reseñistas invitados fue atractivo: “‘Si tuvieran que elegir un autor para
poner en el mapa, ¿a quién pondrían? Tienen que escogerlo desde el entusiasmo.
Y contarle a un lector que no conozca a Roberto Bolaño, por ejemplo, por qué
hay que leerlo ahora, qué tiene de maravilloso’”, recrea Obligado, quien además
les pidió que escribieran sus ensayos en primera persona para eludir la jerga
académica (aunque lecturas críticas como la de la poeta María Negroni sobre
Alejandra Pizarnik lucen sus décadas de investigación).
Con ese punto de partida, el
atlas ofrece a los lectores, especializados o no, duplas de excepción. Del
argentino Antonio Di Benedetto, revisitado por Federico Falco, a la autora
venezolana Elizabeth Schön en un perfil de Juan Carlos Méndez Guédez, pasando
por el colombiano Fernando Molano elegido por Héctor Abad Faciolince y la
escala chilena que incluye a Marta Brunet retratada por su compatriota Lina
Meruane, el libro es pródigo en sorpresas.
En su doble condición de autor
invitado y presentador, el catedrático madrileño Julio Prieto, especialista en
literatura latinoamericana y a cargo de las entradas de Felisberto Hernández y
Gabriela Mistral, subraya la apuesta del atlas: “Lo que más destaca es el gesto
un tanto irreverente en relación con el canon; una opción por hacer una
cartografía alternativa, con un posicionamiento feminista muy fuerte. Hay una
clara intención de recuperar a escritoras marginadas por diferentes motivos,
como Elena Garro, Sara Gallardo...”.
La decisión interesante es no
incluir lo ya visible: no están Borges, Rulfo, César Vallejo ni Sor Juana Inés
de la Cruz. Se dan por sentados. Se opta por ocupar esas 50 casillas con
autores en ocasiones desconocidos incluso para especialistas y casi viciosos de
esta literatura”, bromea Prieto, quien marca los aportes sobre la narrativa
centroamericana. “El ensayo sobre Rogelio Simán, un gran escritor panameño,
destaca que si hubiera sido argentino o peruano o chileno habría sido más
conocido porque ciertos países tienen gran peso en la industria editorial. Hay
muchas joyas secretas en el atlas y una pregunta no acerca de lo que es la
literatura latinoamericana, sino de lo que será, a partir de las elecciones de
los escritores que recomiendan”, afirma.
El caso de México ejemplifica la
dinámica que retroalimenta esta cartografía. “De los cinco autores reseñados,
cuatro son mujeres y el quinto es Jorge Ibargüengoitia (¡el texto de Antonio
Ortuño es una maravilla!). Eso es poner patas arriba la literatura
latinoamericana”, se entusiasma Obligado. “Incluir es excluir y al hablar de
listas y cánones se ha hecho siempre una lectura muy caprichosa, según el gusto
de cada uno. Yo no quería hacer eso, sino presentar un estado de la cuestión,
teniendo en cuenta que en unos años puede que se diga ‘aquí falta esto o
aquello”, se explaya.
Entre esas ausencias, Obligado
asume la falta de entradas sobre literaturas escritas en lenguas originarias,
que hubieran demandado un estudio que excede el proyecto. De allí el subtítulo
del libro: Arquitectura inestable, una expresión que da cuenta de “algo construido,
algo que se arma, pero que se sabe inestable porque no presume de ser la verdad
sobre nada”, define.
Atlas de literatura
latinoamericana trabaja tres colores: blanco, negro y rojo coral, cuenta
Agustín Comotto, cuyas potentes ilustraciones “relatan sobre otros que
relatan”. “No quería interpretar una imagen literal de lo descrito por el
biógrafo ni de lo que representa el biografiado. Ambas partes conllevan mundos
propios y me interesaba aportar el mío, algo complementario”, explica. Así,
cada entrada demandó una estrategia específica: “¿Cómo se puede representar con
solo una imagen un mundo, cualquiera sea? En algunos autores el rostro es
inevitable porque es una marca reconocible por el lector, en otros no, pero es
reconocible el universo creado por ese autor”.
Para Comotto la vacilación que
registra el subtítulo del libro puede leerse de otro modo: “Hace referencia
también a la inestabilidad del creador, la precariedad del que escribe. No
sería un oficio demasiado estable el del escritor en América Latina. Y, dicho
sea de paso, tampoco el del ilustrador”, apunta.
Perfiles e ilustraciones acogen
esa vitalidad exigida y exigente: “Es una cartografía plural, riquísima y
transterrada; la violencia aparece todo el tiempo y los textos registran lo
difícil que puede ser América Latina”, precisa Obligado, exiliada política de
la última dictadura militar argentina, que vive en España desde 1976. “Por eso
yo escribí sobre el Inca Garcilaso, que es el único de los cronistas que habla
las lenguas nativas. Lo titulé La invención de la melancolía, porque en él
están la idea de ir y venir, de perder la patria y eso le da una actualidad
absoluta. Era esencial traer a un cronista, porque ellos fundaron la
literatura, ¿pero a cuál? A este que es parecido a nosotros, ahora”.
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