Un Sacerdote Gritando junto a un
puesto de Periódicos
Para un trémulo holocausto
un
sol de medio día
es
arpía suficiente,
en
esta tarde de verano.
El
calor tiene
su
torniquete hasta el cuello,
en
esta ciudad dividida
entre
dos aguas
de
viejas y nuevas antorchas.
Bajo
los semáforos
los
curanderos
gritan
coléricos
pregonando
el fin de los tiempos
y
la salvación a los herejes
del
sistema.
Según
ellos
un
nuevo aquelarre se prepara
junto
a los periódicos
y
las revistas con fotos de Italia.
El
tráfico se aleja en desbandada,
la
gente vive su vida,
los
carteles anuncian el espectáculo
de
esta noche:
¿A
dónde iremos?
¿En
qué andén recogeremos
nuestros
equipajes?
Hemos
venido creciendo
con
los ojos abiertos
corriendo
entre los bares
y
despidiéndonos en
esquinas
poco iluminadas,
madurando
entre los zapatos
una
flor violeta
cuyo
centro es el ojo
de
un rinoceronte
y
dos leopardos que juegan bajo la lluvia.
Tránsito
Lúgubre
Pasa la noche y pasa la pared,
pasa
el grito y pasa el vacío,
pasa
esta bestia enorme
con
su costal de bruma y toneladas.
Se
mueven cadenas,
se
oyen corredores vacíos,
se
mueven árboles y hojas
dejan
de rodar por las banquetas.
Los
árboles guardan silencio,
la
noche baja su capa
se
detiene en cada punto brillante,
cada
fósforo enloquecido
cada
beso inesperado,
cada
perfume de frío,
el
instante de años se mueve
y
pasa la pared
pasa
el grito y pasa el vacío:
todo
ha existido, todo es futuro,
todo
es nuevo, todo se volverá cotidiano
todo
es normal y confuso;
no se halla el centro:
¿Qué
gira alrededor de esta noche?
¿Hacia
donde escapó el calabozo?
¿En
qué lugar fallecieron los presos?
¿Qué
era lo que se quemaba en la fogata?:
¿serían
las gargantas poéticas?
¿o
los delantales de una ciudad soltera?
Acaso
el ir y venir
de
este paisaje apresurado,
de
este país,
de
esta ceguera que habla,
¿podrá
estrujar a la noche,
someter
a la bestia, y jugar todos juntos
en
el patio común de lo que sucede?
Radio
Para variar la semana
hay
mal tiempo afuera.
Las
efigies
se
recubren en la hierba,
en
el crepúsculo llovizna,
las
alondras beben
de
su reflejo la memoria.
Niños
traviesos
pescan
resfriados
y
hondas de radio viajan
por
los tonos bermejos de la ciudad
que
ya calienta los motores del progreso.
Parvadas
del deseo,
que
el vendedor del agua limpia
propone
a gritos,
para
la amnesia lejana de otros días.
El
Ombligo Sobre la Guitarra
a Nora Crespo
Hoy me sentirás baby,
verás
con sorpresa
(como
cuando se mira
por
encima de los árboles)
a
mis treinta bocas desconocidas
que
recorren los parajes
de
tu sangre cuando aúllas.
Me
verás manchar tus piernas
y
nuestros nombres que se incendian.
Me
verás brincar
como
un salvaje a la pared.
Preguntarte
con la voz desencajada:
"¿De
dónde cayó toda esta pedacería?
¿Qué
razón? ¿Qué cultura?"
Me
verás
caminar
por las calles
donde
los párpados sucumben,
atravesar
el agua vacía
de
las culpas
y
destapar esta locura,
mientras
los perros
de
aquí al lado
claman
por mis huesos,
y
sus mandíbulas arrastran ceniza
en
mis poemas
como
las aves ingratas
de
los malos pensamientos.
Así
será
cuando
entre en tu cuarto
con
la frente escurrida de ignorancias
para
verte y sentirte y saberte otra vez,
y
sea otra vez tu risa
un
resplandor que se erige
sobre
las tempestades y la niebla.
Y
ese brincar de tu ombligo
sobre
las cuerdas de la guitarra,
cuando
desdoblo mi amor
como
una alfombra de Gibraltar
sobre
el efímero misterio de nuestra vida,
y
esos antiguos polvos rojos y chispas
que
fosforecen en el Caos.
AQUÍ ESTAMOS
otra vez tu y yo
aunque me tildes de loco
mientras viajamos
y al dormir eres como mariposa
húmeda
perfume ocasional
en mis manos.
Esencia
de un Padre Muerto
a
Isela Mejía
El oleaje de la mañana
aturde
el juego del niño,
sombras
minerales de musgo
y
líquenes lo observan.
Nidos
de agua navegan por la tubería,
se
percibe cierto olor a canela y lluvia.
Tal
vez por hoy
no
caigan más hojas de las macetas
ni
el tirol caiga de las paredes.
La
madre vieja
escucha
la radio,
acomoda
los platos,
hace
el café.
La
fuente es una llamarada
y
el mundo vuela como una hoja seca,
como
un cardo despojado de semillas.
En
el cuarto hay migajas,
tuercas,
fotografías.
Restos
de trabajo con madera.
Caballos
de la Antigüedad
Ayer soñé con la provincia,
con
sus piernas enfermas
remojadas
en leucemia.
Soñé
con los sueños de ella,
de
niña esperanzada
y
desprovista de tv.
Cómo
me conmueven
sus
cantos y sus ritos,
sus
parques de béisbol,
sus
amaneceres sublimes
de
pájaros que se adhieren
al
cristal de la nostalgia.
¡Cómo
la historia se ha pintado
por
sus muros!
¡Cómo
todas sus calles desembocan
en
cañadas!
Por
sus dorados portones
los
caballos de la antigüedad
cargan
los rencores
todavía
sangrantes
de
orgasmos no consumados en el pasado.
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