13
de nov 2013
Marcos
García Caballero
“El
adjetivo, cuando no da vida mata”, dijo Vicente Huidobro, Augusto Monterroso
escribió el cuento del dinosaurio, el cuento más corto de la historia de la
literatura para demostrar lo duradero de la brevedad. La literatura actual se
está sobre suicidando por sobreabundancia y esto es un fenómeno que ya tiene
tiempo. Por ejemplo, en los años sesentas del siglo pasado, John Kennedy Toole
escribió una larga y aclamadísima novela llamada La conjura de los necios.
Mi observación es que la novela es buena, en efecto, pero con la mitad del
número de páginas se hubiera podido decir lo mismo. La novela es, sobra
decirlo, reiterativa hasta el cansancio. Otro tanto ocurre con otra célebre
novela publicada en 1998: Los detectives salvajes: todo el asunto del
que nos quiere informar Roberto Bolaño se hubiera podido decir igual, mejor
quizá, con la mitad de las páginas, y otra vez pasa lo mismo: es una novela
reiterativa, donde “la literatura sobre los jóvenes” es un asunto que resulta
que se agota pronto. Momento: ¡Es que yo sí he hecho literatura sobre los
jóvenes! Momento: Mi literatura sí vale bien. Momento: ¡No deberíamos querer
más pendejas novelas sobre narcotráfico! Deberíamos mezclar nuestros ensayistas
del siglo pasado de los años cincuentas con nuestra propia circunstancia y ahí
en el presente encontrar la palabra que origina.
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