No
no estoy sola
ni loca
ni hago de más
las cosas de mi vida.
solo aprendí a sentir
lo mismo que los otros
solo aprendí de su guarida atroz
de su silencio.
No
no hago de más
las cosas de mi vida
ni de menos.
solo aprendo a remar
en este misterioso río
llamado vida
Y no
ya no concedo
ni un solo segundo de mi tiempo
al hecho de vivir fuera de mí.
Yo le presumo al aire
la fuerza de mi aliento
le recalco al mar
mis arrebatos de ola
y a los volcanes
que tengo tan cerca
yo les recuerdo mi fuego de ser yo.
Adherida al muro de mí misma
derribo las dudas
que tuvo este inmenso amado yo.
no merecen la pena, le digo,
no merecen más lágrimas, le vuelvo a repetir
a este inmenso amado yo.
Y sí que mi alegría se contagia
de heridas del pasado
pero entonces
resuelvo
no moverme
permanecer estatua
para no dejar que la herida crezca
Y aunque no siempre lo puedo evitar
aunque a veces
todo esfuerzo es inútil
porque
cada aletear de mosca
abre la herida
cada grito de afuera
abre la herida
cada que el aire, el sol, la lluvia
la herida abre
y ya incluso no es la herida la que invade
sino un simple recuerdo
pero un recuerdo herido
y sí que la alegría me salva
¿Pero de qué me salva?
de qué tendría que salvarme
de qué
Por qué la idea de que debo cambiar
de que debo hacer algo
correcto o incorrecto, no importa,
pero siempre contrario a lo que hago
de que debo
debo
debo
y me detengo para decir que no
no debo
que todo
bueno o malo
lo he conseguido a pulso de quebrarme.
Que mi futuro es incierto
sí
el mío y el de todos.
Que nadie es inmortal
que no somos dioses
ni colegas de dioses
que somos esa gente que fracasa
hace planes
no los cumple
muere
pierde toda esperanza
y luego, de nuevo, todo eso al revés
y en ese juego
yo también me he permitido
estar tan abajo
y aún así
seguir creyendo en las alturas.
Que mi cuerpo se quiebra, sí,
y eso puede tomarse como gloria o condena por haber fallado
porque sí que he fallado
no recuerdo cuánto
y así de necia como soy
seguro seguiré fallando
pero sean mis deseos los que me guíen
o mi dolor
o mi rabia
la que amargue los postres
o endulce las hieles del día según mis arrebatos.
Y sí, impaciente sí soy
también lo soy
yo diría impala
pensando siempre en lo que podría hacer
si no tuviera que esperar
a que la vida se cocine a fuego lento
porque todo, o casi todo debe esperar:
la cazuela con las calabazas
el zurcido del vestido
la fila del banco
el hospital
la escuela
el próximo sobrino
los resultados de la biopsia
que el pescado descongele
todo, todo aquí es una larga espera
y yo
mujer impala
quisiera haber llegado ya a la orilla
donde desemboca todo
donde ya nadie espera nada de nadie
y no, no hablo de la muerte
que si lo pienso bien
es quizá una espera aún más infinita
y no, no hablo de ella.
no quisiera
ni por error
asomarme.
Hablo de la orilla del caudal
del río que encontró su fin
y ahora es cascada sin miedo a las alturas
hablo
de contemplar
desde el vértigo
todo lo que termina.
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