A
Sandra Mondragón
Te aprieto la mano oteando tu horizonte,
pronuncio desde lo alto con mi copa
tu nombre escrito en pliegues de
selva tropical.
Mientras te aguardaba, aquí en la
ciudad,
sabía de rumorosas costas y de
enfebrecidos pensamientos
que cruzaban por tu mente años atrás,
cuando los dos dormíamos en
campamentos rebeldes.
He visto ahora con vacío y saliva
salada aquellas fotos,
me parecen perfectas para la juventud
de entonces,
sin embargo, ahora que dejo esta
casa, ya no tienen nada que decirme.
Es y era también tu blusa: ¿Lo
recuerdas? Mira: acá estoy yo,
ése fui, quizá no sé qué percibiré
ahora, pero tu cabellera untándose
con ese filo de ron sobre mi pecho y
esta erótica mía eres tú y afortunadamente,
no puedo decir que he perdido nada
junto a ti; eres ese poema buscado y nunca escrito desde hace años: tu voz me
lo confirma ahora,
ese recuerdo salvaje somos dos y
somos de ahora en adelante:
siempre cambiantes, siempre
contentos, siempre luminosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario