viernes, 7 de enero de 2011

El hombre sin tele

Juan José Millás tomado de interviú.es En el año 2015 sólo había en todo el mundo una persona que no hubiera salido nunca por la tele, aunque nadie sabía de quién se trataba. Ni siquiera él era consciente de poseer esta particularidad, pero los directores de los medios, alertados por las empresas especializadas en la realización de estudios demoscópicos, que habían detectado en el censo mundial este agujero, pusieron todas sus energías en dar con él. El hombre vivía solo (de otro modo su familia lo habría sacado ya en El Diario de Patricia) y tenía pocas relaciones. No es que fuera alérgico a la tele, pues la veía tres o cuatro horas diarias (desde que llegaba a casa, por la tarde, hasta que se acostaba), pero jamás había sentido la necesidad de salir en ella ni en calidad de concursante ni en la de asesino ni en la de espectador de un programa en directo. Un día estaba viendo el telediario cuando escuchó la noticia de la que él era el involuntario protagonista: —Según hemos podido saber –dijo el locutor– sólo una persona en el mundo no ha salido jamás por la televisión, en ninguna clase de programa. La empresa que ha detectado este fallo no ha encontrado sin embargo el método para averiguar de quién se trata, por lo que en estos instantes es el individuo más buscado del planeta. El hombre permaneció atónito un buen rato frente a la pantalla. Él no había salido jamás por la tele, pero no le cabía en la cabeza que fuera el único. Nunca había sido el primero en nada, por lo que le costaba creer que fuera el primero en no salir en la tele. Durante los siguientes días, esperó a que rectificaran la información, que dijeran que no era uno, sino un millón los que jamás habían pisado unos estudios. Lejos de eso, los telediarios confirmaban día a día la noticia, por lo que finalmente llegó a la conclusión de que aquel personaje del que no paraban de hablar no podía ser otro, en efecto, que él mismo. A medida que el tiempo pasaba, crecía la expectación por aquel personaje que, sin haber salido nunca en la tele, ocupaba espacios cada vez mayores en la programación. Se ofrecían recompensas enormes para quien fuera capaz de denunciarlo y a él mismo prometían bañarlo en oro si se presentaba voluntariamente en la redacción de un periódico o en la emisora de un canal de televisión. Aunque la gente comenzó a observar a sus vecinos, nuestro personaje tenía tan pocos atributos que a nadie se le ocurría que no hubiera estado jamás frente a una cámara. Pertenecía a esa multitud a la que los periodistas de televisión abordan en la calle para preguntarle qué piensan del cambio horario o del calentamiento global. En su camino al trabajo, de hecho, siempre se tropezaba con cuatro o cinco cámaras que hasta ahora había evitado porque no le veía ventajas al hecho de opinar. Así las cosas, nuestro hombre acabó comprendiendo que poseía un extraño tesoro que perdería, paradójicamente, en el momento mismo de utilizarlo, es decir, en el instante de salir por la tele confesando que era la única persona del mundo que no había salido por la tele. El caso es que empezó a gustarle la popularidad inversa que le proporciona su situación. Cada noche, zapeaba ansiosamente de una canal a otro en busca de noticias que hablaran de él. Y era raro el día que no lo mencionaban, pues su fama iba en aumento. También se buscaba en los periódicos, donde representaban su rostro con un signo de interrogación. Dado que su fama empezó a adquirir las particularidades de un superhéroe, fantaseó durante un tiempo con la posibilidad de fabricarse un disfraz con el que efectuar esporádicas apariciones por las calles de la ciudad. Pero desistió porque, al carecer de superpoderes, sería descubierto enseguida. Ocurrió entonces que algunas personas que alcanzaron la edad más allá de la cual todo el mundo había aparecido al menos una vez en la tele, decidieron no salir para disfrutar de la fama de nuestro hombre. En poco tiempo eran ya quinientas y nuestro hombre entre ellas, claro, pero su cotización, ante aquel aumento espectacular, bajó de manera vertiginosa y enseguida volvió a ser un don nadie.

No hay comentarios: