Entra

Por Marcos García Caballero Junio 2004 Un hombre entra como primer personaje. El segundo personaje entra, simplemente, pero los dos, el primero, que es hombre y el segundo, que es entra, van solos cruzando la historia que comienza con ésta prosa poética que amenaza con vislumbrar qué entra en ese hombre que es el primer personaje y el segundo; lo que simplemente podríamos denominar, a falta de adjetivo mejor, “cosa abstracta”, una cosa abstracta puede ser un concepto, una definición, o incluso, una bella canción o el torso de otro poema recitado por otro poeta desde hace muchos años antes de que entrara el hombre y esta cosa abstracta que es el segundo personaje. El segundo personaje, podría ser, ¿cómo no lo había pensado? Una cosa abstracta cuando se vuelve concreta, como por ejemplo una pintura antes de realizarse en un caballete y con paciencia, veremos después al pintor o a la pintora, bella, quizás, develar un cuadro donde vayan galopando un par de caballos bajo una tormenta. Esta cosa abstracta al volverse concreta, nos daría la pista para entender que la historia puede empezar, pero la pura palabra “entra”, así, entrecomillada para acabarla de amolar, no deja muchas pistas, inclusive, puede tratarse del miedo y cuando entra el miedo… los puntos suspensivos del escritor que escribe esta prosa dejan que la imaginación del lector haga el resto para que el escritor ya no sienta miedo, sino lo sienta el lector. Entonces venga usted a ver al hombre como personaje y al segundo personaje que es entra; el hombre, que más que nada es siempre conciencia fálica, no se da cuenta que antes que falo o no falo al hombre le andan entrando muchas cosas: deudas, ideas, filosofías, hijos, obligaciones y fatigas… ahora los puntos suspensivos son más pero mucho más drásticos que la simple palabra miedo, ¿verdad? Entonces si al hombre le andan entrando a cada rato cosas, ¿cómo no iba a ser su segundo personaje la palabra entra? ¿Te quedó la cosa clara? Vaya hombre ¿te entró la idea? Ok… sigue viendo el televisor…