viernes, 22 de febrero de 2008

hablar de la novela como obra, su tramado...

No recuerdo ya quien propuso hace cerca de un mes en la lista hablar acerca de la novela (y lo dijo bromeando en detrimento de los poetas: como si los poetas no fueran buenos novelistas, ahí tenemos un ejemplo cercano: Saúl Ibargoyen, que además de novelas escribe muy buenos cuentos), pero me parece muy bien proponer algunas ideas o reflexiones sobre la novela como tal, sobre su estructura, etc. Yo solamente he escrito dos así que mi comentario no será “la confesión de un practicante” como dice Kundera en su El arte de la novela, pero sí que será la “confesión de un lector de novelas” y un tanto de aficionado a escribirlas y que finalmente, respecto a las grandes creaciones, es mejor dejarlo así para no pecar doblemente de pretencioso en este medio literario mexicano que es triplemente pretencioso y en el cual yo tal vez sea el enésimo impar de los pretenciosos. (novelistas, poetas, cuentistas dramaturgos, todos). En ese ensayo super imprescindible, Milan Kundera gusta de recordar a Broch de éste modo: “la moral de la novela es descubrir sólo lo que la novela puede descubrir”. En su última entrega del año pasado, el mismo Kundera en “El telón” afirma: “la tarea de un novelista es ver lo que sus antecesores no han visto”. No me van a creer pero así en las mismas fechas les decía yo a mis alumnos en Ciudad de México que aprendieran a escribir poesía: vaya, que escribieran poesía sobre esferas de la realidad que nadie hubiera visto. (soy el enésimo pretencioso, ya lo dije) Lo que dice Kundera suena como descubrir áreas de la realidad no vistas o captadas por novelistas anteriores, claro: sí y solo sí cuando se trata de grandes novelas. ¿Por qué? Porque muchas veces en México se alaba por temporadas a ciertas creaciones novelísticas, pero pasado el asombro y el espectro que rodea a las presentaciones, los comentarios radiofónicos, etc, (todo el bombo y el platillo) muchas de esas novelas pasan sin mayor pena ni gloria a los almacenes de prestigio, pero a decir verdad no creo que esto sea necesariamente debido a la falta de calidad de algunos o de la mayoría de los escritores, sino a la escasa difusión de las obras que hacen que los verdaderos hallazgos sean rarísimos: como decía Borges, la fama siempre se basa en malentendidos. Hay una novela que salió en el 2004 de Marcelo Uribe llamada “El taller del tiempo”, que me urge leer. Esa novela donde este autor reflexiona en torno a su padre, (de tema parecido es la novela del norteamericano Philip Roth donde cuenta la agonía de su padre). Marcelo Uribe, que yo sepa, no es claramente famoso ni puntero en las encuestas, pero en entrevista con La Jornada declaró: (cito de memoria): “Toda fórmula que me sirve para elaborar una novela, solo sirve para esa novela, no hay fórmula total”. Y es muy cierto. Basta leer el Diario de un Libertino del brasileño Rubem Fonseca para darse cuenta que su fórmula es la de una novela en la que el personaje central dialoga consigo mismo y llega a decirse: “La pregunta fundamental de un diario no es ¿qué soy? O ¿quién soy? Sino, simplemente: ¿Soy?” Y es claro que a pesar de ser una novela ligera, tiene mucho material meta literario: es un escritor que escribe un diario donde dice lo que le pasa cuando no escribe su novela, etc… Al respecto Milan Kundera, termina declarando después de una larga disertación: “pobre del novelista cuya novela no es más inteligente que él”. Y ay! lástima, pero también es cierto. Es decir, puestos en perogrulladas filosóficas, que todo trabajo (-el que sea-) nos obliga a volver a él para reflexionar sobre su sentido, su trascendencia y si se puede, su valor. Yo tuve la suerte de que mi única novela publicada me hiciera el favor de hacerme entender que la novela era más lista que yo por lo menos al momento de haberla terminado, en ese momento, (casi diría el único feliz de todo el trabajo literario, no el premio que me gané tanto así por lo menos), de poner punto final y quedarse uno contento. Muchas veces nos engañamos creyendo que los libros nos van a seguir diciendo cosas espectaculares durante toda la vida (me refiero, por supuesto, a los libros de literatura y específicamente a las novelas), pero eso… es una ilusión. O por lo menos yo no puedo mantenerla. A los que estén en situación parecida a la mía les recomiendo al filólogo, psicólogo y psiquiatra Paul Wazlawick en su sensacional “El arte de amargarse la vida” (herder 1983). Querer encontrar a toda costa una luz sobre la existencia en la novela puede servir si uno es muy joven y se siente con energías para ser novelista… por un rato, pero al cabo del tiempo la sola experiencia demuestra que eso no se puede. Es como el chiste del borracho que a güevo quiere encontrar las llaves donde no las perdió pero busca donde cree que puede ver mejor. Para escribir una buena novela se necesita irse a tomar café en la tarde, en la noche cerveza, al día siguiente desayunar como si nada, tomar aspirinas, irse a trabajar pensando en todo lo anterior, leer en la tarde del nuevo día y ya con calma empezar a esbozar un principio de novela. Creo que tiene que ser una obsesión, algo que mate las ganas de vivir o las aumente, ya que eso, traducido en el lenguaje literario será tema, estilo y estructura: la fórmula de Kundera o la de Rubem Fonseca o la de quien sea. Creo que ese puede ser buen axioma: si no hay obsesión de por medio, no hay novela. Para la obsesión se puede recurrir a la ayuda de la SOGEM, de otros talleres, etcétera, pero la obsesión es para alimentarla y para creer en ella, ya que si tú no crees que es vital tu obsesión, nadie en este mundo la creerá; lo demás es el mundillo literario como cada quien lo sienta o le vaya (cosa de la que se escribe más de la cuenta, como si fuera una alter obsesión). ¿Por qué insisto en la palabra obsesión? Porque cuando estamos obsesionados lo estamos en cuerpo y alma, en sexo y palabra, en todo, y la obsesión SIEMPRE supera a la inteligencia; la inteligencia no sabe qué hacer con sus obsesiones; he ahí el porqué Kundera decía que la obra debe de ser más inteligente que su autor. Entonces, creador de novelas, como doy por supuesto que ya se han leído teorías sobre la novela, eviten autocachondearse con las preguntitas de cajón: “¿Quién será mi mejor influencia?” “¿De qué novela aprendí más sobre mí mismo?” El talento y la disciplina la lo probaste en SOGEM, ahora reprueba en la vida dándole vida a tu obsesión y si tu obsesión te rebasa y hasta te preocupa, ya estás del otro lado: tienes material para una novela, piensa tu obsesión hasta tal punto que sea tu obsesión la que te piense. Creo que es un comentario, para abrir la discusión. Marcos García Caballero

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