jueves, 29 de noviembre de 2007

Masacre en la CNN

Mucho se escribió y se dijo y se vió, pero esto es Las mejores palabras que he leído sobre el caso del Tec de Virginia. Masacre en la CNN Morris Berman El 16 de abril de 2007 , en el Campus del Instituto Tecnológico de Virginia, un estudiante de 23 años, ciudadano coreano de nombre Cho Seung-Hui, le disparó y mató a 32 estudiantes y profesores; después se suicidó. Durante las dos semanas siguientes, todas las grandes cadenas televisivas cubrieron la historia a detalle y después, como siempre sucede con las noticias, desapareció de vista, para ser reemplazada en este caso por discusiones sobre las ganancias de Microsoft. Yo andaba de viaje en Tabasco y Chiapas en ese tiempo, por lo que mi único acceso a la información, además de los periódicos locales, era la CNN. De manera extraña, la labor de reportaje de la CNN fue tan peculiar como el evento en sí mismo. La atención se centraba en quién era esta persona, Cho Seung-Hui; el contexto más amplio en el que tuvo lugar el hecho —y ha habido varios en la historia reciente de los Estados Unidos— no se mencionó siquiera. Desde luego, si nos enfocamos en lo aberrante que fue Cho, el contexto general se hace (supuestamente) irrelevante y puede ignorarse, que es justamente lo que los medios, y el público norteamericano, quieren. Nos enteramos que Cho es coreano, no estadounidense; un solitario, deprimido desde temprana edad; un psicótico , obsesionado con la muerte y las armas de fuego (como reveló un video sensacionalista que la CNN estuvo transmitiendo una y otra vez). La CNN también condujo una entrevista fatua con los ex compañeros de cuarto de Cho, en la búsqueda de adentrarse en sus relaciones con las mujeres y sus gustos sexuales. Otros reportajes incluyeron las expresiones de preocupación y de angustia que son normales después de estos incidentes, las sugerencias de algunos periodistas y “expertos” de que los estudiantes y los profesores deben ir armados a clase, el nombramiento de una comisión para investigar el hecho, etcétera. En breve, los mismos de siempre que nunca lograron hacer nada importante en el pasado y tampoco lo harán esta vez. Sin embargo, la CNN hizo una breve referencia a una especie de nota suicida que dejó Cho, en la que aparentemente hablaba sobre las pretensiones de los estudiantes ricos de la escuela y de la “charlatanería” que prevalecía en el Campus. La red noticiosa también leyó un email de alguien de Corea, que señalaba que Cho era, a pesar de su green card, un norteamericano: había venido a Los Estados Unidos con sus padres cuando tenía ocho años, por lo que había pasado las dos terceras partes de su vida en un contexto norteamericano, expuesto a valores norteamericanos. “Un incidente como esta masacre”, concluía el escritor del email, “no ha ocurrido en Corea durante sus últimos cinco mil años de historia”. Esto también fue ignorado por la CNN, un asunto con el que obviamente no quisieron involucrarse. Por supuesto, yo no vi personalmente la nota suicida de Cho, así que sólo puedo conjeturar lo que estaba pasando por su mente, o qué fue lo que lo llevó a matar a 32 personas inocentes. Pero la breve referencia al contenido de la nota, la carta del escritor coreano y la atención sin fin sobre Cho, como alienado y loco, sugieren algunas cosas que no formaron parte de la cobertura de la CNN. Para usar una analogía extrema, parecería haber una rara similitud entre esta cobertura y la del ataque del 11 de septiembre contra el World Trade Center. “El análisis” de la red noticiosa, si así se le puede llamar, era que Osama bin Laden y Mohammed Atta eran personas “malvadas” y “desequilibradas”. Cuando Susan Sontag hizo posteriormente un breve comentario en las páginas del New Yorker en el sentido de que la policía exterior de los EE UU podía decirnos más sobre las causas del 11 de septiembre que la psique de Osama bin Laden, sobrevino una indignación que básicamente la declaraba traidora. Cualquier estudiante serio de la actividad de los EEUU en el Medio Oriente durante la posguerra, sabe que en el comentario de Sontag era perfectamente acertado; pero el deseo de los medios de comunicación, y del público norteamericano, de preservar una imagen de inocencia estadounidense contra la maldad externa es demasiado poderoso para permitir la mínima posibilidad de una explicación alternativa. En el caso de la masacre en el Tecnológico de Virginia, no estoy sugiriendo (ni tampoco en el caso del 11 de septiembre) que el sacrificio de inocentes esté justificado; por supuesto que no lo está. Pero respecto al comentario de Susang Sontag, sí creo que lo que sucedió en el Tecnológico de Virginia puede ser explicable, y que vale la pena tratar de entender a un nivel más profundo, más allá de “el asesino estaba loco”. Consideren entonces lo siguiente: 1.- Cho Seung- Hui, a los ocho años, dejó una sociedad que no había tenido un incidente de ese tipo en toda su historia de cinco mil años y entró en otra donde la violencia, vía el cine, la televisión y básicamente la vida diaria, es normal. Esto fue su verdadera socialización como niño, como adolescente y como un joven adulto. Tan sólo para tomar un ejemplo estadístico, una encuesta del año 2000 que abarcó los EEUU y Canadá, reveló que mientras que 12% de los canadienses respondieron que sí a la pregunta “¿Es aceptable utilizar la violencia para conseguir lo que quieres?” el 24% de los estadounidenses contestaron afirmativamente. O si consideramos los datos mundiales en cuanto a homicidios, la tasa promedio por cada 100 mil personas en la Unión Europea era de 1.7 en 1997-1999, en tanto que para los EEUU en el mismo período fue de 6.26, es decir, casi cuatro veces más. La tasa de homicidios para niños estadounidenses en ese período era cinco veces superior a la de las siguientes 25 naciones más ricas del mundo combinadas. 2.- ADEMÁS de violencia, lo que Cho vio a su alrededor fue “charlatanería”, como al parecer él mismo lo describió. Para mí esta revelación es tan fabulosa como decir que el Papa es católico. La sociedad estadounidense es totalmente oportunista, personificada por programas de TV como Survivor (Sobrevivientes). Como Karl Marx apuntó hace años, los lazos de amistad y de comunidad se disuelven en “Las aguas heladas del cálculo egoísta”. En Estados Unidos, todo el mundo es Los Ángeles: todos tienen su propia agenda, un motivo ulterior, este es el corazón de su programa individual de autopromoción, lo que todo mundo ve como su objetivo en la vida. Alguien que viene de una sociedad que todavía tiene , en cierto sentido, valores tradicionales, no puede evitar sentirse disgustado con lo que sucede con las relaciones humanas en EEUU. Como escribió una vez el historiador y crítico social Paul Fussell: “en Estados Unidos todo está cubierto con una capa de fraude”. 3.- Desde luego, hay literalmente millones de inmigrantes que van a Estados Unidos, absorben los mensajes violentos que existen a su alrededor, ven la charlatanería que impregna al American way of life, y no se convierten en asesinos seriales. En este caso, la psicología de cada persona puede efectivamente servirnos más que la sociología de masas, pero sólo si nuestro objetivo es responder a la pregunta “¿Por qué justamente este individuo?” Pero hay seguramente una pregunta más profunda, “¿Por qué no hay más personas haciendo algo parecido?” La enorme ingesta de Prozac y de otros tranquilizantes pudiera ser una de las respuestas, por supuesto, en cuanto a que éstos fármacos ayudan a la población estadounidense a suprimir su ira. Pero la sociedad que genera esa ira sigue siendo el punto crucial y no reconocido. Esa es la verdad que la CNN quiere (de manera consciente o incosciente) dejar fuera de la mirada del público. Como resultado “las explicaciones” que ofrece son autoindulgentes y tienen la profundidad de la piel. ¿Cuántas otras sociedades, exceptuando Japón (que es toda una discusión aparte) están plagadas por brotes de violencia apolítica en contra de paseantes inocentes? El hecho es que estos brotes son políticos, si ampliamos la definición de “político” para incluir la naturaleza de la cultura en general y la manera como funciona en sus niveles más básicos. Un último ejemplo de lo que estoy hablando. Durante la insípida entrevista de la CNN con los ex compañeros de cuarto de Cho, había una leyenda en la pantalla de la TV que decía a los espectadores que esa entrevista sólo se podía ver por CNN. Ahí lo tenemos en pocas palabras: el objetivo de toda institución estadounidense es (O supuestamente debería ser) convertirse en el número uno. En medio de la masacre, de la brutal muerte de 32 inocentes (uno de ellos el profesor Livriu Librescu, sobreviviente del Holocausto que por lo visto tuvo que ir a una Universidad norteamericana para ser finalmente liquidado), lo que más le importaba a la CNN era la primicia. La muerte no tiene la menor importancia para esta gente, lo que cuenta para ellos es que siga la charlatanería. En Estados Un idos todo es mercadotecnia, todo es promoción, y creo que esto es lo que hizo a Cho caer por el precipicio. Que la CNN no haya podido ver la ironía de lo que estaba haciendo lo dice todo. Morris Berman es doctor en Historia de la Ciencia por la Universidad John Hopkins. Historiador Cultural y autor de El Crepúsculo de la cultura Americana y la Edad oscura americana. Actualmente vive en Guanajuato. Publicado originalmente en la Revista PARTEAGUAS no.- 9, verano 2007

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