ESTE SE LLAMA “NO TIENE TÍTULO”
y es de diciembre de 2005 Ahí les
va:
Así
solamente. Justo a destiempo para suscribir el tiempo,
atrás de
mí el paraíso,
adelante
el mundo como fragmento.
Ahora quizá
sé algo más que sólo cruel y chata sabiduría,
algo más
que siquiera la paradoja amorosa de noches enemigas
y la alcohólica
poesía.
Trogloditas
como bestias y vaya túnel: pinche metro interminable,
pinche
navidad de cena de ciegos y la consigna
“no
trates con los hipócritas”.
“Es mejor
conocer la sabiduría de los niños y de la amada…,”
de la que
no escribe ni escribirá soy de ti o quiero serlo,
¿serás
tan cruel como los poemas de Efraín Huerta
que me
hacen acuclillarme y maldecir?
¿O seré salvado
acaso por el trote diario en medio de
quién
sabe qué ciclones,
ametralladoras
como bocas, muñones para dar la mano,
“revolución
con Mayúscula y entre comillas”
“Sólo
cumple su ley don gobierno”
“don te
mando y don te jodo y te devoro vivo y autografiado?”.
Vaya con
este interminable y estúpido internet.
Hasta
nuestra sagrada poesía bajó del templo y se metió entre
un millón
de cables particulares, cada uno, habrá que decirlo,
con su
opinión muy personal sobre la vida y obra de Martin Hiedegger,
por
supuesto.
Quiero
viajar a Xalapa, quiero desayunar en Palenque y en este querer
se me
está yendo y se me viene la vida encima.
Quiero
esconderme aunque sea una vez al año en una etiqueta negra,
no quiero
caer al precipicio,
no,
porque ya no soy budista… solamente una noche cada vez más dilatada y fría,
cada vez
la soledad está más cerca,
el negro
toro de sangre; “Antonin Artaud”, otras frases:
“Peyote”,
“Tarahumara” es decir Rarámuri, o sea, pies corredores y me sonrojo de la
cintura para arriba y para abajo no, pero es decir…
es un
abrevar en el canto de esta esquina, de nadie,
luz de
hace siglos vista por élites de ciegos,
tormentas
negras de vicio acumulado en el rencor de cualquier
escaldada
lengua y basurosa conciencia, tomen su valor y su retro programación
autodidacta
y su negra jactancia de abedules de tierna y feroz inocencia,
he aquí
la noche, el baile, el señor pene y para él, su majestad la vulva,
Charles
Baudelaire ha sido convocado, pero las águilas carcomen
su carroña
en medio de cerezas de Hollywood y astillas rotas de licor,
¿será un
viejo poema o un extraño fuera de su hospital? ¿La locura?
¿O solamente
un pinche dolor estomacal?
Es,
quizá, te falta ser algo así como un pie desnudo
de
experimento medicinal y medio cerebral para ser parte de la luna y
¡¡flash
dance!! Take on me, my baby
que ya
voy disecado escupiendo y mentando madres, mientras todo se derrumba estólidamente
aquí afuera, como nunca sabré quien está detrás de mí dictándome esta parte
infravalorada de mi conducta, mi ser y mi conciencia.
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