UNA TARDE EN PÁTZCUARO
Adagio
A
mediados de año, cuando por medio
y gracia de la poesía,
amarro eslabones
en la cadena de las bromas
gigantes
que jalan manos
de las diosas meridionales,
y me arrastra
este dolor de espina roja en las venas,
esta mordedura de dios, este chorro de alcohol,
este disgusto de no saberme por tu ignorancia,
tu ternura y tu feliz playa desierta,
donde la nutria descansa en la nariz del tigre
y la naturaleza podría ser el templo
de nuestra mutua
analogía: Yo por ti,
tú para mí...
hasta siempre,
hasta la luna...
hasta el absoluto...
Nunca como mediados de
año
para amarte en las ausencias
y traer todos tus
recuerdos para no olvidarte.
I
A la media noche
Pátzcuaro desmenuza
su silencio en avenidas
de lluvia y adoquín,
donde parten autobuses
que mascan ensueños
y tachuelas azules,
que han venido
crepitando
bajo las aguas vagas de
los recuerdos.
II
Cardúmenes de ladridos
maduran bajo el subyugante
cuello de sus gritos,
desparramando glorias
bajo las faldas de
muchachas
paridas en el traspatio
de sus historias,
y ese viejo reloj
que todo lo atrapa
tras la fachada dorada
de sus portones.
El atardecer se ha ido
como los pasajeros
en un globo aerostático.
Pátzcuaro sigue siendo
un pueblo
arrojado a la realidad
incierta
de los vientos.
III
Déjame que te traiga
los teñidos de las
flautas
y la hierba de las
estrellas
esta noche,
sin muerte ni nostalgia,
en que duendes y
ruiseñores
se posan en tejados que
crujen
y arañas patonas
carraspean en las
esquinas,
mientras los viejos
dialogan
cubiertos por arcillas
mágicas
que un ángel ha extraviado
maldiciendo este crepúsculo.
IV
El secreto polvorín del
universo
me llama con sus
listones
y licores blancos
hacia ese curtir de
invisibilidades
rojas y tactos puros
que quizá podríamos
dejar probar a la historia,
a la que se alimenta
de los nudos gástricos
de la poesía.
V
La neblina blanca de la
noche
guía los aleteos de los
pájaros
como la libertad a los franceses
en el cuadro de
Delacroix.
La neblina parda,
la neblina bermeja,
la neblina dorada de la
noche.
Quizá sólo sea la soledad eterna
que
me carcome,
como a los escarabajos
las llamas verdes del
bosque.
VI
Las pisadas se incendian,
enseguida ya no existen.
Los chavos banda
tiran a la canasta bajo
la luna.
Los sahumerios escapan:
se perfilan y se
deslavan
como los olores de tu
boca.
Me gustaría besarte ahora
y en medio de este frío
rodearte con mi brazo
como los anillos que
rodean a Saturno.
El viento,
el polvo,
el viento.
Nada concluye
en nuestra eternidad que
desaparece.
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