ROSTRO
Para Sergio Vicario
Defender
el rostro,
aún bajo el silencio,
recobrar la ingenuidad
del pensamiento
que bifurca al mundo
en sus cascadas:
lo que no somos,
lo que no queremos,
a los que despreciamos.
Y por otro lado,
lo nuestro, ese precioso
telar de lo más íntimo,
lo que atruena con
orgullo
y suplica bajo.
Defender el rostro,
incluso en el silencio,
en las tormentas y en
el cansancio de la
memoria
que se repite cada vez
distinta,
policromada y fiera, más
ajena,
más nuestra.
Allá la multitud,
los artistas de la fama,
el paisaje de la
multitud que vomita,
como decía Lorca cuando
estaba en Nueva York.
El pobre García Lorca,
asesinado por el odio más vil y emputecido.
Más acá, sólo un poco más acá, la sombra,
la soledad, la luz
intangible
con su ramillete de
promesas,
y todo para concluir, en
el sereno de la noche,
que dadas nuestras fuerzas,
nuestras morales y nuestras
letras,
serán dadas nuestras
conductas,
sentimientos y
comportamientos.
5 de octubre de 2001
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