DEL OTRO LADO DE INFINITOS DISPERSOS
Mástil fugitivo
horizonte
vedado de los sueños,
crezco
en mis palabras
antes
de atorarlas en un poema.
El
tiempo me fragmenta
con
sus causas perdidas,
hierro
que se forja en el oleaje
una
voz lejana me deletrea
del
otro lado de mi sangre.
Pero
yo la esquivo.
Prefiero
nadar en la bahía de mi ignorancia
antes
que zozobrar en la oscuridad
de
la eterna certeza. De lo por siempre
delimitado
y acotado, de lo que ha sido vencido
por
el tedio de las sabidurías.
Y
me llama no se qué voz que me desea,
que
me reclama idéntico a mi sombra,
que
me encajona en océanos sin respuesta,
en
duda, en vacilación, en carne de tiempo,
en
espectro después de la batalla,
en
ojos para beber agua al despertar de una pesadilla.
No
la confundo ni la esquivo: quiero merecerla,
quiero
ser fuego de un oasis,
quiero
ser cometa,
quiero
ser el abrevar de las estrellas
donde
los dragones de Dios dejan su saliva.
El
miedo a ser consumido por el deseo
nos
aleja del objeto; tabú precioso
que
conserva al individuo y pierde la especie.
Es
un querer y no querer: tentación, vacilación.
Pero
el que no la cumple se pierde en el espejo.
Es
la vieja tutela de la conciencia
que
te devora en cada esquina y en cada lado
de
tu pensamiento.
Diablo,
Dios, Demonio o fantasía,
la
imaginación del mal conmina al adulto
a
la serenidad y a la conformidad,
a
enseñarse a vivir poco para no morir demasiado.
Y
sin embargo...
sin
embargo esta pluma no se desdice
de
los años bravos y sus consecuencias,
no
se desdice de las sombras y sus posibilidades,
no
encuentra amor, lo crea.
No
sufre soledad, la inventa y la esculpe.
En
estas noches de ilusiones pisoteadas
habrá
que crear la antorcha, los designios del
cordel
de plata, liberar la bravura encadenada
y
dejar que la flor en llaga, sea por fin poema.
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