La lectura en tinieblas
Mi padre no me dejaba leer la Biblia
ni el Manifiesto Comunista
para que no gastara la poca luz
que podía pagar para la casa.
Me quitaba el bombillo y dormía con él bajo la almohada
remordiéndole la conciencia
pero al pie de la cama de mi cuarto también roncaba la
nevera
e instalado a los pies de mi cama con la nevera abierta
leía de la medianoche a los gallos
de la crucifixión de San Pedro cabeza abajo,
de la lapidación de Pablo en Listra
y de la pasada por la espada de Santiago en los Hechos de
los Apóstoles,
de las tribulaciones de Panait Istrati,
las duras prisiones de Nazim Hikmet
y las torturas de Julius Fuick en su reportaje al pie del
patíbulo
hasta que se me helaban los huesos.
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