Después de Friedrich Nietzsche, la postura de Gadamer es
un aparente respiro, digo y subrayo aparente porque comprender a Nietzsche es,
aunque sea por un momento, estar tan loco como él lo estaba. En palabras de
Carlos Fuentes, Nietzsche es aquél hombre que “encerrado en una habitación, ha
perdido la capacidad de pensar, su inteligencia es tan voraz que consume sus
propias palabras con las que él se habla así mismo”. Pero Gadamer no es menos
inquietante. Tal vez, la opción sea abordar y considerar a Nietzsche y a
Gadamer desde las verdades relativas de sus textos y no tratar de entenderlos
como si descubrieran ante nuestros ojos la Verdad con mayúsculas… la abominable
verdad, la que, sea cual sea, no seríamos capaces de afrontar sin miedo, y lo
digo porque con Gadamer también me ha tocado darme una serie de batacazos
donde, lo que uno se está jugando, finalmente es la cordura.
En efecto, la alternativa hermenéutica merece a mi
juicio, según el texto de la Maestra María del Carmen, un punto de partida
suficientemente veraz y convincente como para no pasar por alto a Gadamer en
nuestros esfuerzos filosóficos: la conclusión a la que llego yo hasta el punto
N0 4 es que la verdad está circunscrita en el tiempo. La verdad, tanto en las
ciencias exactas como la matemática no son simple cuestión de exactitud y en el
caso de las humanidades, tiene que ser algo apegado a la tradición de los
estudios desde Grecia pero para ir más allá de ella, de la tradición, tenemos
que entender que no somos los señores del tiempo ni la verdad con mayúsculas es
algo depositado en nuestra conciencia. En efecto, como en otro texto
recomendado en la bibliografía de éste módulo de Teoría del Conocimiento, “Las
Preguntas de la vida” de Fernando Savater, éste mismo cita a otro venerable
pensador español, George Santanaya, quien afirma que “la Verdad no es un punto
de vista”. Y ya anteriormente a citado los versos de Machado:
“Tu verdad no:
La verdad,
Y ven conmigo
A buscarla,
La tuya guárdatela.”
El Punto No-5 es interesante porque ahí aflora ya más en
forma el platillo filosófico que nos vamos a comer, okey, es una metáfora, pero
déjenme explicar: Gadamer tiene en alta estima el lenguaje como fruto de la
verdad, la verdad entonces es un hecho lingüístico entre la comunidad de los
hablantes, pero es el caso de que en nuestra sociedad abunda el monólogo y el
diálogo de sordos. Al mismo tiempo, la verdad es algo que buscamos y es algo
que viene en busca de nosotros, es decir, hay una raíz teleológica de la verdad
y lo interesante aquí son las interpretaciones de verdad en un diálogo ideal de
la sociedad, pero si la verdad nos muestra tantas y tan diferentes caras es por
la arrolladora multitud de interpretaciones que hacemos sobre el mundo. Se
trata de llevar el mundo al lenguaje, cierto, pero cada verbalización (o cada
interpretación) se hace desde ópticas tan dispares en lo radical y en lo que
tienen de ingenuidad. A este punto, recordamos la frase de Ortega y Gasset: “la
búsqueda de la verdad es un hecho radical de la vida humana”.
Me parece que hasta el punto 5 está ya dicho lo
primordial del texto, ya que sobre la obra de arte hay pocas menciones y lo
demás es casi solamente la discrepancia entre Habermas y Gadamer, salvo pocas
observaciones. No obstante, el texto (como ella misma da valor al texto),
adquiere relevancia porque nos da un perfil de un pensador contemporáneo
fundamental.
Hasta aquí mi comentario y gracias por la atención.
Marcos García Caballero
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