miércoles, 26 de mayo de 2021

POEMA INVITADO POR AÍDA VALDEPEÑA --DESPUÉS DE LA CALMA

 

No

no estoy sola

ni loca

ni hago de más

las cosas de mi vida.

solo aprendí a sentir

lo mismo que los otros

solo aprendí de su guarida atroz

de su silencio.

 

No

no hago de más

las cosas de mi vida

ni de menos.

solo aprendo a remar

en este misterioso río

llamado vida

 

Y no

ya no concedo

ni un solo segundo de mi tiempo

al hecho de vivir fuera de mí.

 

Yo le presumo al aire

la fuerza de mi aliento

le recalco al mar

mis arrebatos de ola

y a los volcanes

que tengo tan cerca

yo les recuerdo mi fuego de ser yo.

 

Adherida al muro de mí misma

derribo las dudas

que tuvo este inmenso amado yo.

no merecen la pena, le digo,

no merecen más lágrimas, le vuelvo a repetir

a este inmenso amado yo.

 

Y sí que mi alegría se contagia

de heridas del pasado

pero entonces

resuelvo

no moverme

permanecer estatua

para no dejar que la herida crezca

Y aunque no siempre lo puedo evitar

aunque a veces

todo esfuerzo es inútil

porque

cada aletear de mosca

abre la herida

cada grito de afuera

abre la herida

cada que el aire, el sol, la lluvia

la herida abre

y ya incluso no es la herida la que invade

sino un simple recuerdo

pero un recuerdo herido

y sí que la alegría me salva

¿Pero de qué me salva?

de qué tendría que salvarme

de qué

Por qué la idea de que debo cambiar

de que debo hacer algo

correcto o incorrecto, no importa,

pero siempre contrario a lo que hago

de que debo

debo

debo

y me detengo para decir que no

no debo

que todo

bueno o malo

lo he conseguido a pulso de quebrarme.

 

Que mi futuro es incierto

el mío y el de todos.

 

Que nadie es inmortal

que no somos dioses

ni colegas de dioses

que somos esa gente que fracasa

hace planes

no los cumple

muere

pierde toda esperanza

y luego, de nuevo, todo eso al revés

y en ese juego

yo también me he permitido

estar tan abajo

y aún así

seguir creyendo en las alturas.

 

Que mi cuerpo se quiebra, sí,

y eso puede tomarse como gloria o condena por haber fallado

porque sí que he fallado

no recuerdo cuánto

y así de necia como soy

seguro seguiré fallando

pero sean mis deseos los que me guíen

o mi dolor

o mi rabia

la que amargue los postres

o endulce las hieles del día según mis arrebatos.

 

Y sí, impaciente sí soy

también lo soy

yo diría impala

pensando siempre en lo que podría hacer

si no tuviera que esperar

a que la vida se cocine a fuego lento

porque todo, o casi todo debe esperar:

la cazuela con las calabazas

el zurcido del vestido

la fila del banco

el hospital

la escuela

el próximo sobrino

los resultados de la biopsia

que el pescado descongele

todo, todo aquí es una larga espera

y yo

mujer impala

quisiera haber llegado ya a la orilla

donde desemboca todo

donde ya nadie espera nada de nadie

y no, no hablo de la muerte

que si lo pienso bien

es quizá una espera aún más infinita

y no, no hablo de ella.

no quisiera

ni por error

asomarme.

 

Hablo de la orilla del caudal

del río que encontró su fin

y ahora es cascada sin miedo a las alturas

hablo

de contemplar

desde el vértigo

todo lo que termina.

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