Todos
los días, desde hace ya tiempo, en la soledad de mi casa, se aparecen cuatro
compadres: el egote, el pitaya, su hermano y la lesbiana cocainómana de
Tijuana, se aparecen en forma de fantasmas, platican entre ellos sobre mí en mi
refrigerador, y sobre todo, me tienen miedo, tienen miedo de que marque el
celular privado del subcomandante marcos y que en el estado de Chiapas, México,
comience seriamente y con alto impacto, la esperada emancipación del hombre a
nivel y escala planetaria, ellos creen que en mi pequeña casa y con los empeños
de mis estudios y lecturas, voy, por el solo hecho de mantenerme pensante,
hacer saltar el mundo en pedazos, pero la verdad, no parece que a ellos les
preocupe mucho el mundo, si por ellos fuera, sería el ser humano polvo y moscas
cogiendo en la inmensidad del espacio, lo que parece que realmente les importa
es la preservación del orden, de un estado de cosas, eso es lo que realmente
les preocupa, y, cada vez que me visitan estos compinches, me amenazan, me
perturban, quieren que me convierta en una mosca que coge con otra, así como
egote coge con pitaya, mientras su hermano coge con la lesbiana cocainómana de
Tijuana, y mientras tanto, el mundo avanza en su vuelo interminable y el
teléfono del subcomandante marcos espera que se comunique con el que yo sepa,
no tengo ni idea. Mientras tanto, también es tiempo de elecciones en los
estados unidos y todo parece indicar, que la sociedad norteamericana está
polarizada. Mientras tanto, la hija de Tere Hita, Alejandra, está fumando
mariguana en esta tierra cercana al centro del país. Y yo, como veo el
panorama, parece que tengo que volver a la filosofía en línea y presentar un
libro de poesía; se trata de once años de lo más selecto y lo más alto que me
ha salido del intelecto en materia lírica. Hacer esta tarea, se escribe fácil,
pero ha sido una frontal batalla contra todo aquello que quisiera que yo solo
fuera del ombligo de un bebé, la borrita. La que se dice y se presenta como
soila, la pitaya, me dice de mil formas que es la muerte hecha persona. Y mientras
tanto, en México city blues, la ciudad que se traga hasta las lágrimas de los
que corazón en mano enarbolan una oración por su futuro mientras en roma el
papa francisco se le olvida qué fue de los pederastas, el locutor Sergio sarmiento
y lupita Juárez dan las noticias del modo más amable posible y entonces, como
no hay ni existe nada ni nadie lo suficiente amable, por otro lado del mundo
alguien agarra una caña de pescar y se acuerda de que en México país hay muchos
burros como los que de su ranchería quisiera, el famoso pitaya. Y así ocurre un
día común en mi casa, claro, si acaso no me habla Mayra, la luz de mis
entrañas, la felicidad de mi vida, como así también, mi amigo Toño García. Esos
pocos días que sirven de respiro, quiero olvidarme de que entre egote, la
lesbiana cocainómana de Tijuana, el hermano y el pitaya, hackearon la página
entera del colectivo nuestro que es hápax poético. De ahí, 202,200 visitas
teníamos desde el 2007 al 2015. Y porque cayó en par, el 2016 será el año
bisiesto que además de los olímpicos, yo pude presentar mi convocatoria, al
sistema FONCA. Además, así celebro que desde 2010 solicito esa beca
convocatoria al sistema de la creatura, parva natura, creativa. Tal parece que
así voy por ahora, como la factura, la temperatura, la reserva, lo que subyace,
lo que espera por ahora, hacerla gacha hasta con Camila…
Y en
mis noches, tengo que aceptar que estoy solo, como decía el tío Oblongo, que
claro, es más largo que ancho. Pero no solo eso, sino que llegan estos hijos de
las moscas que cogieron con moscas, y se posan como vaqueritas de dallas frente
a mi pantalla y empiezan a espiar en qué se convertirá este texto, no son ni
pobres pero si son bien pobres diablos, la noche comienza con la cena, la
ceremonia intelectual con mi madre, hasta que ella, como ve que funciona, me
despida y me dé un beso a la salida. Luego entonces llegan las tandas de
música, esas inolvidables sesiones de concierto en que recuerdo mis recuerdos,
como diría Octavio, esto es para poner el pasado en claro. Me acuesto, sobre mi
pobre lecho (la colonia entera grita a veces que soy un súper maestro), del
lado que me acueste no hay nada hecho, nunca llega ni un solo sueño, porque la
lesbiana cocainómana de Tijuana, a toda costa quiere imponer el estado de cosas
de las cositas que se venden en bolsita, como escapes para ese fumado, que vive
todo su hastío, con su hermana la coca, mientras a mí sólo me regresa, la risa
que nos recomendó al mundo entero hace más de cuarenta años, ese enorme checo,
de nombre Milan Kundera. La poesía penetra en el ser, es cierto, démosle la
razón a Octavio Paz y su lectura de Heidegger, pero cuando interviene ese algo
raro y desdoblado en dos llamado identidad, el lenguaje fracasa aunque sea
autónomo. El hombre no es autónomo en su totalidad. Y como decía, en mi sueño,
río, pienso un poco, y no tengo más remedio que entrar en las tinieblas que
producen, este hecho, llamado recuerdo de Buscoso Busquiento, cuento infantil,
constante pesadilla para mí aquí y ahora. ¿SOGEM? Esa era el aula de la cual todo
después se gestaría, incluidos nuestros encuentros, en la televisión y la
música que viene de estados unidos, no quiero, nunca quiero ir allá, lo que yo
más quisiera, sería besar a Camila y abrazarla fuerte y amorosamente, en el
malecón de la Habana…
Pero
volviendo al tema que nos ocupa en esta noveleta, te digo y te repito que
mencioné esos hooligans meteoros visitantes, pero por otra parte ahí sí la cosa
cambia, porque a pesar de la brutal vigilia y la constante pesadilla causada
como bien se dijo en La Jornada, gracias a eso que te odia, sabemos bien, que a
pesar de todo hay amigos, que es felicidad saber que eso existe, aunque aquí
nadie haya leído a Fitche, y sí tal vez demasiado a Friedrich Nietzsche… Esos
amigos, son, palabras más, palabras menos, buenos meteoros porque a pesar de
todo son mis eminencias y en este instante, gracias a Lizalde, todos ellos
saben quienes son, ellos, los amigos, los buenos meteoros, tienen una
generosidad y un corazón enorme mucho más allá que cualquier porquería que diga
la estadística o la geografía, y la razón es obvia, si México es mágico, si en
México como decía don Carlos Fuentes hay que creer simplemente, entonces no me
enredo más y por una bendición que me dio Francisco hace rato, declaro que
ellos son mis paraísos, declaro asimismo también, que estoy orgulloso de la
fuerza y del pensamiento de todos mis amigos, esos meteoros buenos, qué tonto
he sido, no les he dicho lo suficiente que los amo y que pierdo mi sentido si
ellos no dan fe de mi existencia, recuerden amigos, ese verso de los arrabales
de la India… O en otras palabras, como dijo Luis Gerardo Salas, sin retirada,
sin rendición, expresión en la nostalgia de los que construyen la sociedad, en
la experiencia viva, de una década de canto al suburbio, y cantó: “Bruce
Springsteen, and the E Street Band”. Esto ya sabe a chocolate Turín o por lo
menos, como se dice por ahí, dulce de calabaza, a tragar en recuerdo
simultáneamente hecho olvido del pitaya, y ni se crean que ya lo he probado, y
a fe mía, que esa chingadera no sabe a nada, no tiene chiste, puede volverse un
fetiche, pero por el grito del pitaya, vale la pena darle una probada, cada
quien, con cuidado, salut desde Latinoamérica por ese francés enorme, vivo y
muy creativo, que siempre dá de qué hablar, y se conoce en estos lares como el
director de cine Luc Besson. ¿Diríamos punto final al primer capítulo? ¿O mejor
diríamos: te lo quiero leer en ciudad de México? Algo hay de todo eso, lo mejor
será cavilar un poco en esa foto, haber si raspándole se sabe, la foto
invisible, que nos señala, el trapiche 105, y que por un sucio pacto mágico,
esa escoria quiere que lo llamemos fortaleza del vicio, yo los llamo
seriamente, en tu nombre, Juan, de apellido pitaya, las familias de ladillas,
esas mentes diferentes, o si no, ¿qué dirías Jack Custeau?
Esto
es, un poco así, la vida cotidiana, pero al salir a la calle, eso sí es
prepararse.
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