Javier
Cercas
El Premio Planeta le consagra como
autor policíaco...
19 abril, 2020
Por el perro morao
Sólo una Europa unida de verdad puede preservar la paz, la
prosperidad y la democracia en el continente
El 26 de
marzo pasado tuvo lugar una reunión telemática de líderes de la UE sobre la
crisis del coronavirus que terminó en fracaso. La razón es que los países ricos
del Norte, encabezados por Holanda y secundados por Alemania, rechazaron un
plan de los países pobres del Sur, encabezados por Italia y España y secundados
por Francia; el plan pretendía paliar los efectos de la crisis gracias a
medidas como la mutualización de la deuda —lo que supondría emitir deuda
respaldada por los 27 socios—, medidas que permitan financiar los gastos que la
contención de la pandemia está causando, sobre todo, y de momento, en los
países del Sur. Que cada palo aguante su vela, vino a decir el Norte. El
ministro neerlandés de Finanzas, Wopke Hoekstra, sugirió incluso investigar por
qué ciertos países no han ahorrado el dinero necesario para afrontar la crisis;
no dijo que no miraba a nadie, como hubiera dicho Gila, porque todos
entendieron que se refería a España e Italia, y tampoco nos acusó de habernos
gastado el dinero en whisky y putas porque eso ya lo había dicho tras la crisis
de 2008 Jeroen Dijsselbloem, compatriota suyo y expresidente del Eurogrupo.
António Costa, primer ministro portugués, calificó la sugerencia holandesa de
repugnante.
Es difícil
no estar de acuerdo con Costa, pero no deberíamos escandalizarnos; y mucho
menos sorprendernos: lo sorprendente es que holandeses y alemanes hubieran
dicho lo contrario. Según un estudio reciente del Centro de Política Europea de
Friburgo, citado por María-Paz López en La Vanguardia, Holanda y Alemania son
los países a quienes más ha favorecido la existencia del euro, y según otro
estudio, éste de las universidades de Berkeley y Copenhague, España e Italia
perdieron respectivamente el 4% y el 3% de ingresos por impuesto de sociedades
debido al dumping fiscal de Holanda, a casi todos los efectos un paraíso fiscal
cuyo superávit comercial se acerca al 10% del PIB, lo que quiebra todas las
reglas europeas. Traducido: cuando las cosas van bien, nosotros nos
beneficiamos de la UE por todos los medios —los lícitos y también los
ilícitos—; pero cuando las cosas van mal, nos desentendemos de ella y a quien
Dios se la dé, san Pedro se la bendiga. Más aún: cuando las cosas nos van bien,
el mérito es nuestro (que somos la bomba), mientras que cuando nos van mal, la
culpa es de los otros (que son una panda de impresentables). Todo el mundo se
pregunta qué ha hecho él para merecer una desgracia, pero nadie se pregunta qué
ha hecho él para merecer una bendición. Así que no seamos hipócritas; nada de
escándalos ni de sorpresas: no hay ningún motivo serio para pensar que, si
nosotros fuéramos Holanda y Alemania, no nos comportaríamos, en este momento
brutal, de una forma tan insolidaria como se están comportando con nosotros
Holanda y Alemania (que además tienen su punto de razón: España incumple por
sistema las reglas fiscales desde 2008). En definitiva, quizá no nos merecemos
una Europa unida; quizá el proyecto de una Europa unida es demasiado noble y
ambicioso para nosotros: al fin y al cabo, se trata de un experimento inédito,
de una audacia política sin parangón, que postula o imagina la historia
asombrosa de un grupo de viejos países dotados de lenguas, culturas,
tradiciones e historias disímiles que, tras siglos de combatirse sin piedad en guerras
atroces, deciden juntarse para construir un país nuevo y unido por los valores
de la concordia, el bienestar y la libertad de sus ciudadanos… “Too good to be
true”: demasiado bueno para ser cierto. Pues sí, quizá el proyecto de una
Europa unida es demasiado bueno para los europeos.
El
problema es que no hay otro. El problema es que, a estas alturas, todos sabemos
que sólo una Europa unida de verdad puede preservar la paz, la prosperidad y la
democracia en el continente. El problema es que Europa sólo puede ir hacia
delante —hacia un Estado federal, capaz de conciliar unidad política y
diversidad cultural, y de compartir lo bueno, pero también lo malo— o hacia
atrás —hacia la vieja historia egoísta y autodestructiva del sálvese quien
pueda—. Pronto sabremos cuál de las dos direcciones toma.
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