A ti te nombro Ernesto Sábato.
Ya que cuando volví a ésta tierra desértica no había, en mi edad de Cristo, a
nada a que aferrarse y entonces te busqué a tí, y releeí La resistencia y una
bellísima edición de Sobre héroes y tumbas. Libros que no
dan tregua los tuyos, libros que inician ciudades y provocan hecatombes
personales. Y no sé por qué pero tú me escuchaste, tú comenzaste a prestarme
atención, mientras los y las jóvenes de mi edad pasaban por mi casa pregonando
que sí, que eran presumiblemente pudientes y ricos, pero que ya los dados
estaban cargados y yo no tenía oportunidad y menos con el jodido vecino que me
había tocado. Fue entonces que comprendí que tenía que serte fiel a como diera
lugar. No me resigné, no me acostumbré a vivir, pedí una beca estatal para
redactar una novela corta y tuve suerte ya que conseguí el favor de los
jurados. Era diciembre de 2008 y tendría todo el año siguiente para trabajar en
ese proyecto. Trabajé intensamente en esa novela, amor, desamor, mitomanía
autobiográfica: una novela que funcionaba porque exageraba la gloria de ser
joven y estar en la aventura del amor y los inicios de la vida intelectual. Y
tú estabas ahí conmigo Ernesto Sabato, tú, cuando yo regresaba de un viaje a la
playa al que nunca hubiera podido ir si no fuera por la beca, me recomendaste
leer a Marx, y mi padre discutía contigo en mi conciencia y la mujer de la
playa volvió a hacerme ver mi suerte, como la de la historia de la novela. Una
suerte de bagaje cultural increíble en mi ser, pero no había oportunidades, no
había trabajo, no había mas que Ernesto Sábato y su mundo que estaba por
terminar. Fue entonces que me cambié de casa, y en el imponente librero donde
irían tus obras, cuando comencé a instalarme, poco a poco los libros volvieron
a sus estantes, y tú volteaste a verme, y quise hacerte fuerte, yo sabía que
estabas muriendo, quise retenerte, pero ya no aguantaste ubicarme en otro sitio
y al momento de colocar tu obra yo vi primero como tu rostro se empequeñecía
hasta parecer una pincelada de óleo y te fuiste y así supe que habías muerto,
tal como al día siguiente La jornada me lo constató y supe de que la primavera
entera estaba contigo, falleciste rodeado de pájaros y flores. Pájaros de todo
el continente que iban a verte y darte ánimos. ¿no es obvio que los jóvenes de toda
América Latina te querían?
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