jueves, 2 de febrero de 2012

LA BOMBA POLÍTICA DE TIEMPO

De cada 100 adolescentes internados en un centro para menores infractores, 14 ingresan, en más de una ocasión al año, por reincidir en alguna conducta delictiva.


La Encuesta Nacional de Gobierno 2010 Poder Ejecutivo Estatal (ENGPEE 10), del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), revela que del 1 de enero al 31 de diciembre de 2009 fueron recluidos 12 mil 404 adolescentes en alguna institución para menores infractores del país. De ellos, mil 681 fueron internados más de una vez en el mismo año.

En 2005 se reformó el artículo 18 constitucional, para implementar un sistema integral de justicia penal para quienes cometieran un delito y tuvieran entre 12 años y menos de 18 años de edad.

De acuerdo con el texto constitucional, el internamiento de los menores sólo debe utilizarse “como medida extrema y por el tiempo más breve que proceda (…) únicamente a los adolescentes mayores de 14 años, por la comisión de conductas antisociales calificadas como graves”.

Con ello se buscó, entre otras cosas, un sistema que procurara la recuperación y reinserción de los menores en la sociedad pero, a pesar de todo, un número importante vuelve a cometer otro delito.

Los casos de reincidencia más preocupantes se ubican en Baja California, Sonora, Nuevo León y el Distrito Federal. En Baja California, 24 de cada 100 menores infractores son reincidentes; en Sonora, 22 de cada 100; en Nuevo León, 19 de cada 100, y en el Distrito Federal, 16 de cada 100.
Por otra parte, 17% de los adolescentes internados por delitos patrimoniales —daño en propiedad ajena, fraude, abuso de confianza, despojo, entre otros— ya había estado en un centro de reclusión por cometer la misma falta u otras distintas.
En la misma situación está 15% de los internados por delitos del fuero federal; 13% de quienes robaron algún bien; 9% de quienes atentaron contra la integridad de una persona, y 7% de quienes cometieron un homicidio.

Los jóvenes que privaron de la libertad a alguna persona o que cometieron un delito de tipo sexual presentan los casos de reincidencia más bajos: 6% y 4%, respectivamente.

Lo más preocupante es que para muchos menores significa el inicio de una carrera delictiva. Una encuesta, realizada en 2009 por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) a la población adulta reclusa en el Distrito Federal y el Estado de México, reportó que 7.4% de los sentenciados ya había estado internado en alguna institución para jóvenes infractores.


Robo, el principal delito

La principal falta que cometen los menores infractores es el robo: casi cuatro de cada 10 adolescentes que ingresan a un centro de internamiento lo hacen por esta conducta. Le siguen delitos contra el patrimonio, con 28.1%, y delitos del fuero federal, con 20%.

De acuerdo con la ENGPEE 10, en 2009 fueron internados 2 mil 476 adolescentes por delitos del fuero federal, aunque no se especifica el tipo de falta que cometieron.

Sin embargo, los anuarios estadísticos estatales de esta encuesta indican que mil 59 adolescentes fueron remitidos a centros en ese año por cometer algún delito contra la salud, de los cuáles 735 fueron internados.

Al cruzar esta información en la ENGPEE 10, se deduce que aproximadamente uno de cada tres adolescentes internados por un delito federal tuvo que ver con posesión, consumo o comercio de drogas.
El resto de los menores están recluidos por homicidio (5.3%), delitos sexuales (5%), lesiones (3.3%) y privación ilegal de la libertad (1.1%).
Encuentran la muerte

El futuro de muchos menores, sobre todo aquellos relacionados con las bandas del crimen organizado, es aún más aterrador. Algunos son cooptados y adiestrados por organizaciones criminales para cometer las peores atrocidades contra integrantes de los grupos contrarios. Tal es el caso de Édgar, un muchacho de 14 años identificado por las autoridades como El Ponchis, quien fue reclutado por el cártel del Pacífico Sur para torturar y asesinar brutalmente a sus rivales.

Pero otros más forman parte de las estadísticas de los asesinados por estas rivalidades. La Base de Datos de Presuntos Homicidios Relacionados con la Delincuencia Organizada indica que entre 2007 y 2010 fueron ejecutadas 30 mil 858 personas, de las cuales 7.3% tenía menos de 20 años.

En cuatro años han sido ejecutados 312 menores de 15 años, y mil 953 jóvenes de 16 a 20 años, cifra que puede ser superior, ya que no se determina la edad de 43.6% de las víctimas.

Los estados que reportan el mayor número de ejecuciones de menores de 20 años por presunta rivalidad delincuencial son Chihuahua, con 911 asesinados; Sinaloa, con 333; Guerrero, con 141; Durango, con 140; Michoacán, con 94, y Baja California, con 81.

Las ejecuciones reportadas en esta base de datos son aquellas que, por sus características, se presume que víctima, victimario o ambos pertenecen a una organización criminal.

A simple vista se les ve cansados, permanecen sentados en su lugar durante largas jornadas de trabajo y con la mirada intranquila, se notan nerviosos e inseguros, son retraídos y prefieren la soledad durante el horario laboral; se irritan y distraen fácilmente o quizá se muestren violentos ante la menor alteración, presentan sudoración constante en manos, cara y cuerpo, así como dolores frecuentes; ellos son víctimas de Burnout o desgaste ocupacional, es decir, estrés laboral.

En la ciudad de México los niveles de estrés laboral a los que se someten principalmente las personas entre 25 y 40 años de edad son un factor de riesgo que se ha convertido en un problema de salud pública.

Deterioro físico y emocional del trabajador, pérdidas económicas para las empresas y un posible colapso para las instituciones de salud son los riesgos ante este tipo de estrés.

De acuerdo con el estudio de Desarrollo de la Escala Mexicana de Desgaste Ocupacional (Emedo) para medir Burnout o desgaste ocupacional, realizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a 510 personas de entre 24 a 33 años de edad, los resultados muestran que 100% de quienes se sometieron a la prueba presentan algún nivel de estrés, aunque 60% ya presentaba niveles altos y trastornos físicos.

De la muestra, 45% laboran en la iniciativa privada, 36% en el sector público y 20% de manera independiente.

Jesús Felipe Uribe Prado, investigador y académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, explicó que los trastornos o síntomas del estrés pueden afectar, con el tiempo, el ritmo de vida de la gente, la disminución de desempeño laboral, el agotamiento emocional y los sentimientos de incapacidad, aunados a una serie de malestares físicos que desembocan en enfermedades como depresión, asma, hipertensión, dolores, impotencia sexual, infartos, diabetes e incluso algunas adicciones como alcoholismo y tabaquismo. “El estrés es uno de los principales detonantes de enfermedades”, dijo.

El Burnout o desgaste ocupacional se compone de tres elementos: agotamiento emocional y físico, baja productividad laboral y despersonalización, es decir, irritabilidad, actitudes negativas y frías a clientes, pacientes o alumnos, según sea el caso.

Los resultados negativos son para el sujeto que lo sufre y para la organización donde trabaja. Para el primero, las alteraciones son físicas y emocionales; para la empresa, el deterioro se manifiesta en la calidad del servicio que brinda el trabajador, ausentismo y desempeño que lo obliga a renunciar o a que lo liquiden.

Este problema no distingue el puesto que desempeña el trabajador, se da en todos los niveles, desde puestos operativos, medios y ejecutivos. “Los niveles de estrés que presentan los trabajadores que habitan en el DF son altos; muy similares a los de otros países y se presentan principalmente en gente joven. Es este grupo el que más se somete a estrés, pero el impacto o la factura será cobrada cuando la persona tenga más de 40 años”, aseguró el especialista.

Estrés, un círculo vicioso

María de la Soledad Escamilla, responsable del programa de Salud Mental de la Secretaría de Salud del DF, definió el estrés como un estado de tensión cuyas causas son: constantes exigencia del jefe y el compromiso que tiene el empleado con su labor, la percepción de que no hay recursos materiales suficientes, se percibe una amenaza de perder su empleo, horarios extendidos de más de ocho horas y no saber poner límites a las exigencias, es decir, comprometerse a algo que sale de sus posibilidades cumplir.

“El estrés laboral se va convirtiendo en un estado de intolerancia que impacta al área del conocimiento y provoca bajos niveles de atención, por lo tanto no hay concentración y se convierte en un círculo vicioso”.

La especialista explicó que existe un estrés positivo, aquel que nos mueve a hacer lo que nos gusta y se llama eustrés, mientras que el distrés es del tipo negativo; este último puede afectar la salud de quien lo padece, por ejemplo, a nivel físico ocasiona trastornos de sueño porque en el horario que deberían utilizar en dormir permanece despierto y al no tener un sueño reparador el organismo continúa trabajando.

“Si una persona no duerme lo suficiente al día siguiente se levanta cansado y de mal humor, se va a trabajar ya agotado y aunado a otros factores como la saturación del transporte público, el tiempo de traslado y el tráfico vehicular, el nivel de estrés va en aumento”, señala la funcionaria.

“Es común encontrar gente peleando en el Metro o autobús porque alguien más apenas lo rozó, no es que el acto haya provocado la ira de la personas, es el cúmulo de estrés que explota con esa acción. Igual, vemos a diario gente molesta tocando el claxon de su auto cuando no existe posibilidad de avanzar, esos son signos de estrés”.
Aunque cualquier persona puede padecerlo, las mujeres son más propensas que los hombres a sufrirlo, ya que además de trabajar, tienen por consenso social roles que cumplir como ser madre, esposa, ama de casa y todo lo que ello implica; además, interfiere el factor hormonal y con ello el incremento de tensión y los niveles de estrés.
Prevención

Entre las medidas para prevenir y disminuir los niveles de estrés laboral está la implementación de programas de interacción para que el empleado se relaje y tenga menos fatiga, más horas de esparcimiento y recreación, hacer ejercicio y alimentación adecuada.

“Recomiendo permanecer hasta 40 minutos sentado frente a la computadora o trabajando, luego de ese tiempo cambiar de actividad al menos durante 10 minutos. El empleado se puede poner de pie, cambiar de postura, despejarse y respirar profundamente, de esta forma el rendimiento es mayor, ya que después de 40 minutos de concentración en una actividad el cerebro deja de retener toda la información y es más probable que se olvide a corto plazo”.
En los centros de salud del DF se brinda atención a quienes tienen estrés y otros padecimientos de salud mental mediante contención de crisis, análisis, diagnóstico y canalización con médicos especialistas, si es necesario.
María de la Soledad Escamilla advierte que debido al ritmo de vida y los altos niveles de tensión a los que está sometida la gente, así como a los cada vez más recurrentes problemas de salud derivados de ello, el estrés se ha convertido en una amenaza para el sector salud, por lo que la prevención resulta un factor fundamental para evitar complicaciones médicas de las personas y un colapso en las instituciones.
En febrero pasado entró en vigor la Ley de Salud Mental del Distrito Federal, con ella por primera vez se establece un marco legal para abordar asuntos como la integración a la comunidad de personas con trastornos mentales, prestación de atención de calidad, accesibilidad a dichos cuidados y protección de los derechos civiles, explicó la diputada perredista Maricela Contreras, presidenta de la Comisión de Salud de la Asamblea Legislativa.
“Esta Ley tiene como base incorporar la atención de salud mental en los programas de salud pública con enfoque preventivo y al primer nivel de atención, garantizar la disponibilidad de recursos para la atención, establecer una organización de los servicios de salud mental para contar con psiquiatras, enfermeras, sicólogos y trabajadores sociales, así como ofrecer atención especializada, desarrollar una política desde una perspectiva de derechos humanos, donde se erradique la discriminación y violaciones a los derechos de las personas con algún trastorno", entre otros.
En la ley se estable la creación de una línea telefónica y una página electrónica para brindar orientación y canalizar a personas con algún trastorno y se etiquetó 5% del presupuesto en salud para la atención de estos problemas, pero a siete meses de que entró en vigor la norma, no existe teléfono ni portal ex profeso al respecto.

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