lunes, 11 de julio de 2011

La Educación y la Narco-Guerra...

Mundanas y mundanos: Muy al tono que debemos volver, por la muerte del maestro Adolfo Sánchez Vázquez, les dejo éste pequeño ensayo, yo sí estoy convencido de que no es con rifles ni aqmetralladoras como se resuelve el consumo de la droga, échenle un ojo...
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En el México contemporáneo, no es necesario ser demasiado avezado para darse cuenta de lo que ocurre día con día en nuestro país: 40,000 muertos en números redondos, relacionados con la narco-guerra que la Presidencia de la República y la figura de Calderón, han impuesto a la sociedad mexicana en éste sexenio a punto de concluir. Nosotros no vamos (como se hace a diario en los medios impresos o electrónicos) a discutir si acaso la perspectiva de Calderón sea efectiva o negativa; en todo caso, nos parece que la narco-guerra es una improvisación más del gobierno, tal cual en México se improvisan las políticas públicas desde los tiempos de Lázaro Cárdenas, el último gran Presidente que tuvo México. A nuestro parecer, es decir, desde nuestra perspectiva filosófica, el fenómeno del narcotráfico no se resuelve con mil o un millón de balas o tanquetas más, sino muy por el contrario, creemos que la cuestión principal para resolver el problema del consumo de drogas (que es muy distinto a la narco-guerra), se puede y se debe resolver desde el centro mismo de la cuestión, y ese centro es la educación.


Sabemos bien, que la oferta educativa en México no alcanza en rigor para todos, pero sabemos también, que si el gobierno ladeara un poco el punto de vista, descubriría que efectivamente hay un gran consumo de drogas ilegales (principalmente mariguana y cocaína, consumidas en combinación con cerveza, licor y tabaco), pero que ese gran consumo es sólo en apariencia “gran consumo”, pues todo mundo sabe que las grandes cantidades de droga pasan por México y se van a Estados Unidos de muchas formas, pongamos por caso, los narco túneles encontrados recientemente en la frontera cerca de Tijuana.

Es por este tipo de cuestiones que nos parece coyuntural la narco-guerra: siendo honestos, en México desde hace ya mucho tiempo se consumen drogas de la forma que he mencionado, pero una cosa es consumo y otra muy diferente es decir que: “nuestra juventud está perdida en el infierno de las drogas”. Ser consumidor no es igual a estar a un pie del abismo de la adicción y… ¿desde qué instancia se puede proteger a la juventud del abismo que puede acarrear el consumo? Pues no hay nada mejor que la educación. Es aquí donde entra nuestra amada filosofía para hacer y jugar el papel que le corresponde.

La educación, desde la Preprimaria hasta los altos vuelos de las Maestrías o los Doctorados están pensados (¿cómo no?) desde los puntos de vista de las corrientes de pensamientos filosóficos de las diversas escuelas pedagógicas y a forma de vuela pluma los vamos a analizar, dadas las características de éste trabajo.

Lo que ocurre o de lo que se trata de evitar es el consumo, el acto en que un diller (traficante al menudeo) les ofrece drogas a un grupo de estudiantes, en una fiesta, por ejemplo. Pero éstos estudiantes hipotéticos, han pasado de lunes a viernes ejercitando sus capacidades intelectivas en la escuela (digamos, secundaria, bachillerato o universidad) y ellos tienen (claro, si la educación ha sido de calidad, con maestros preparados, etcétera, etc), la capacidad, el juicio y el criterio para discernir si ese acto es positivo o negativo, es decir si aceptan la droga o si dejan al diller que simplemente se vaya. Veamos un buen argumento de la filosofía de la educación de John Dewey, interpretado por el filósofo contemporáneo Fernando Savater, uno de los mayores filósofos del mundo actual en su libro La Aventura de Pensar (p.p. 263-264):

“Dewey tuvo una gran influencia en el desarrollo del progresismo pedagógico, que propone una transformación total del sistema escolar, haciendo que éste gire alrededor del estudiante y no al revés. Según esta perspectiva, la escuela debe convertirse en el ámbito en el cual el niño aprende los elementos esenciales para su futuro buen desempeño como adulto. Contra la concepción tradicional que veía el aprendizaje como la imposición de una serie de contenidos al alumno —que vendría a cumplir un papel puramente pasivo, como mero receptor— por parte del profesor, el progresismo pedagógico subraya la actividad y el juego experimental del alumno —verdadero artesano de su propio conocimiento— como determinantes en todo aprendizaje. Dewey fue el pedagogo más original, renombrado e influyente de los Estados Unidos, y uno de los educadores más perspicaces y geniales de la época contemporánea, influyendo en el curso de, por lo menos, tres generaciones”.

“El pensamiento —que según Dewey es un producto de la evolución biológica— y la conducta humana se desarrollan siempre en vinculación con un ambiente físico. Pero, por otra parte, el pensamiento y la conducta humana no se reducen a ser un simple producto de un enorme mecanismo, sino que constituyen un hecho comunicativo y social, con una matriz cultural —no sólo biológica—, con la función específica de modificar la estructura y realizar el significado de una situación de experiencia. Lo que propone Dewey entonces es tratar siempre de ubicar y pensar la conducta humana, a partir de una doble matriz: una biológica, donde el pensamiento es producto de la evolución biológica, y otra cultural, porque el pensamiento siempre va a ser un hecho también comunicativo y social”.

“La experiencia nos revela que la aventura del ser humano en el mundo es dramática, basada en la incertidumbre. No sabemos a qué atenernos y ése es un problema grave porque estamos acechados por necesidades. Entonces el conocer no es un mero saber que contempla desinteresadamente el mundo, sino que se propone sacarnos de la incertidumbre. El conocimiento siempre busca dominio y seguridad. El conocimiento no es para nosotros un mero saber desinteresado, sino que es una herramienta de dominio y seguridad que pretendemos aplicar sobre nosotros mismos y la realidad. Al menos, eso pensamos. Por lo tanto, la validez del conocimiento no se refrenda simplemente con la verdad abstracta, sino con la práctica humana, con la que, para salir adelante, necesitamos romper nuestra incertidumbre para saber a qué atenernos. Esto es la fuente, la orientación y la práctica válida del conocimiento. A ésta forma de plantear las cosas se le ha llamado pragmatismo. El que acuñó el término de manera más explícita es William James quien escribió un libro titulado precisamente Pragmatismo. James asegura que ha sido en los primeros textos de Dewey en los que él se reconoce para desarrollar la idea del pragmatismo. Efectivamente, el inspirador verdadero del pragmatismo es Dewey, quien desecha la idea de un pensar por pensar. El pensamiento es una forma de obtener los resultados que necesitamos, un dominio sobre la incertidumbre que nos es urgente. Para eso sirven la filosofía, la comunicación y el esfuerzo del conocimiento.”

[Fin de cita] Si esto se lograra con la educación, quizá ya estuviéramos pidiendo demasiado, pero lo cierto, desde éste punto de vista filosófico, es que el educando es el primer sujeto responsable de su construcción como persona y es de suponerse que cualquier persona, con las herramientas intelectuales adecuadas, por ejemplo, nuestros hipotéticos estudiantes, dejarían ir la oportunidad de consumir drogas ilegales.

Pero ocurre que el problema es todavía mayor: la narco-guerra es una estupidez que todo lo mancilla, ya que podemos afirmar, que en éstas nuevas generaciones, por utilizar la metáfora, digamos, en el momento que nuestros jóvenes están saliendo "a la luz" para ver con sus propios ojos el mundo, sólo ven que arriba de ellos, los adultos comentan pros y contras de la narco-guerra, lo cual les genera —con toda razón— un panorama desolador y triste, se puede hablar de que la generación de la narco-guerra, es una generación “perdida” como lo fue la generación después de la Segunda Guerra Mundial. Además, en su discurso, la Presidencia se engaña y nos engaña: por un lado dice querer “fortalecer la educación” y por otro lado quiere eliminar las asignaturas de la filosofía, como se lee en el periódico La Jornada del lunes 28 de febrero de 2011 en una nota de la reportera Karina Avilés titulada: “LA SEP “DECRETÓ LA MUERTE DE LA FILOSOFÍA”. Gabriel Vargas, filósofo entrevistado al respecto dice: “(el gobierno) se contradicen, “Dicen que son humanistas y eliminan las humanidades; dicen que son democráticos y hacen una reforma autoritaria; dicen que están en contra del narcotráfico y no hacen un esfuerzo por ofrecer a los estudiantes fuerzas morales a través de la educación.”

El ser humano en general, —igual que cualquier alumno— es una combinación poli factorial de elementos históricos, culturales, de condicionamientos de clase, religiosos, familiares y por supuesto, educativos. Pero ocurre que en el ámbito de acceder al consumo de drogas o no acceder, el educando o joven está él solo y su decisión y su decisión resulta que tiene qué ver más que con cualquier otro factor, con la educación, ¿por qué? Porque elegir un acto u otro es un asunto de libertad, y precisamente de encauzar bien la libertad debe de tratarse la educación. La educación debe fortalecer y saber guiar la libertad. Los actos de la libertad corresponden al libre albedrío personal, pero no es lo mismo una libertad vuelta “libertinaje” que una libertad que busca fortalecerse con juicio y capacidad de discernir entre actos positivos y actos negativos.

Seamos sensatos: la narco-guerra no es un elemento que inhiba el consumo, la narco-guerra es sólo otra improvisación política, basada “realmente” en oscuros intereses inconfesables. No nos hagamos brutos… La educación es el bastión o la trinchera verdadera para combatir el consumo, y de eso dependerán las próximas generaciones que sólo se les contamina con el amarillismo de la sangre y las balas…

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