lunes, 7 de marzo de 2011

La desaparición del sujeto Baudeleriano y schopenhaueriano

Desmedida sin par la vocación de flexibilidades,

ahorcado en su propia silla mientras escribía su poema,
al poeta le tiembla la carrocería entre palabra y palabra
para no condenarse,
entre sus fauces hay dos grillos en medio de sus colmillos
y astillas de whisky y su pobre conciencia del poeta,
lo que más le atormenta, lo que puede decirse sin mencionar sus
más que desventuras de la vida, es su parte medular,
la simbiosis parada en el eco del doliente regreso pasajero entre ciudades,
sin ser retruécano de tintes verdes o vértebras inútiles,
blandiendo sus caballos negros de la locura y el premiado y heroico sexo
de flor o fruto para deletrear la próxima pesadilla.

Es ahí, en ese pequeño logro, en ese atisbo de sagacidad cautiva,
donde el que decide ser poeta vuelve a nacer y resurge el habla:
por medio de ese ente vivo llamado lenguaje, él nos dice,
parte médium, parte casualidad, su primitiva voz es plenamente moderna.
Asqueado del caos busca a tientas entre su historia y
el hallazgo se vuelve mutua comprensión de soledades, de pares,
de silencios pares
entre dos océanos de aguas perpendiculares, y es que cuando
uno lee buena poesía…

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