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lunes, 15 de noviembre de 2010
A pesar de todo, amanece un poema
A pesar de todo, amanece un poema.
Sin imaginar siquiera su lugar,
Causa y caudal que origina.
Y de aquel origen que cobra su estima,
Su valor, mudará su nombre, dejará de ser
Aparente reflejo conocido del enigma.
Para volver a ser,
O no ser nunca más la fuente de su poesía.
La leve oportunidad para reconocer su nombre y constatar
Que de su rostro inmediato,
Ahora nada queda,
Se ha transformado,
Ya no es piedra, sino alfabeto que comparte el viento y el agua, ya no es un beso, sino pétalos vivos rendidos en su ofrenda.
Es la hora de allanar el vacío, más no el silencio,
Porque el silencio, el último y el primero
Corresponden al lugar de la poesía.
Desprendiéndose de sus alas cuando se eleva, al igual que un ángel cuando nos visita y llega
Para rozarnos en el instante terminal o lleno de gracia, en el eco de nuestra muerte o la fugaz claridad.
Cuando nace un poema.
Aún sin haber pretendido su búsqueda,
Ahí está, tangible al verbo, y más allá de
la imagen de la palabra y la voz
y de quien pregona solitario su escritura,
del sonido que anima su presencia
bajo el mismo canto ligero en donde todo vibra por ser
y ser en sí misma la existencia.
Viene de lejos e irá más allá de nuestra breve entrega a la expectativa.
Se descubre,
Y discurre, cómo es la sonrisa de Dios,
De los hombres,
Del universo y sus cosas.
De todo cuanto ocurre se despide y alejará,
Sin reconocer la raíz del tiempo
Porque no hay tal,
Para mitigar su honda luminosidad.
Sergio vicario
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