miércoles, 24 de febrero de 2010

Poema, Abril de 2005

Duda, hasta en el primer beso, en el recuerdo de esta ventana que tengo por memoria veo un beso junto a una camioneta jalando los destinos que se incendian, o quizá ya se incendiaron interminablemente. Mis otrora recuerdos, mis impostergables faltas, las promesas que regresan y nos avientan a la cara que no les funcionamos, porque ¿acaso no fuimos primero promesas antes que nada? Entonces, algo se agita, es la suavidad de la bestia engreída, ahora quiere un beso de largos perfumes agotados, ahora un torrente de lluvia cayendo en mi milímetro a la derecha mientras a la izquierda grita el hambre… Someto entonces a todas las luces a que miren en el abismo paralelo a mi tiempo, a mi juventud hecha utopía, a mi levantamiento del texto y de la gangrena que en el cuello me enseña lo que saben las manos de las mujeres cuando, caramba, pues son sus misterios y sus historias y sus utopías y entonces todo este dibujo representa mi tonta arrogancia, mi necedad, mi querer superar el estado ideal del sentido por el sentido mismo, la doble tierra pensada por un enfermo o un cura, donde habitará el amor y donde se rendirá la sabiduría ante su gemelo, ante su atento ojo ambidiestro, a estas alturas del partido ya no puede haber sólo un tonto en este pueblo de millones, ya no puede haber sólo un tambor de enano ni un Günter Grass en la academia, ni un grupo de vagos fuera de la iglesia, ni un solo, ni uno solo de los huelguistas del día con día, tiene qué haber algo que haga triunfar a la música, en las parcelas del caos, del silencio, del espejismo y del cancerbero, sólo música, sólo un grito cayendo hasta el fondo del silencio… y pensando su silencio.

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