lunes, 3 de marzo de 2008

HISTORIA PARA TELEVISIÓN En un pueblo olvidado de la mano del progreso, Paguatlán, Puebla, un día de estos se apersonaron los miembros de un circo para montar su espectáculo confiados en que la monotonía rutinaria del pueblo, haría ver las presentaciones del circo como un suceso poco más que extraordinario. De inmediato se vinieron encima la propaganda y los rumores. En el supermercado Gigante de Paguatlán se exhibieron carteles con los grandes trapecistas ejecutando saltos mortales y debajo un letrero en otomí (lengua en uso por los habitantes de Paguatlán) que traducido al español bien podría ser: "ágiles, intrépidos, atrevidos, temerarios trapecistas en el circo, corta temporada". Días previos al inicio de la primera función, los trapecistas iban al Gigante de Paguatlán a comprar alimentos para los animales del circo. Roxana, la cajera que los atendía, intentaba sacarles plática a los trapecistas y ellos le contestaban que no podía faltar a la inaguración, pues ésta sería magnífica. Roxana chachareaba con las demás cajeras del Gigante de Paguatlán y acordaron que todas ellas, irían a la primera función, que sería un día después de que les dieran su quincena y se deleitarían con las grandilocuentes hazañas de los enanos payasos, el lanzacuchillos, los tigres amaestrados y por supuesto, los trapecistas. Un día antes de la función, llegó el maestro de los trapecistas con Roxana y le preguntó por el departamento de medicinas. ¿Le pasa algo a usted? ¿Está enfermo? Le preguntó Roxana. Y el maestro de los trapecistas respondió que necesitaba unas vendas, desinfectante y desinflamatorios para uno de los rinocerontes que detenían la lona bajo los actos de los trapecistas, pues uno de ellos se había herido una pata cuando los enanos payasos, jugando con él, le habían metido la pata en una cubeta. Roxana entendió que si no le prestaba ayuda al maestro de los trapecistas, la función de estreno no se llevaría a cabo, pero recordó que ese tipo de mercancías llegaban a Paguatlán hasta la noche y que se quedaban en la bodega para ser puestas de venta al público hasta el día siguiente. Pidió permiso al gerente para dejar su puesto unos instantes, (haciendo que la bruja que iba a comprar cilantro tuviera que esperar) y se llevó al maestro trapecista al estacionamiento del Gigante de Paguatlán, Puebla. Ahí le dijo que le podía conseguir la medicina sólo si entraba de contrabando al almacén para los medicamentos. El maestro trapecista dijo ni pensarlo, no quiero exponerte a que te despidan. Pero Roxana contestó que no era justo que se aplazara el estreno del circo, ¿es que no ve usted? Toda la gente de Paguatlán Puebla está esperando la función, han venido a contarme de que hasta en la taquilla de los boletos algunos están acampando para asegurar un buen lugar. Bueno, dijo el maestro, hazme ese favor pero ten mucho cuidado. Roxana no se chupaba el dedo (a menos de que se lo cortara) y le dijo al trapecista que le tenía que devolver el favor dejándola entrar gratis y en palco especial a ella y a todas las cajeras del Gigante de Paguatlán Puebla. El hombre de circo sonrió, estiró los brazos y dijo: "¡Por supuesto amiga Roxana! Tenlo por seguro". Así fue entonces como en la noche Roxana penetró con una lámpara al almacén del Gigante de Paguatlán Puebla y consiguió todos los medicamentos que necesitaba el rinoceronte. Pero no contaba con el velador del Gigante de Paguatlán Puebla, pues cuando vio la puerta abierta de la bodega la cerró y Roxana se quedó encerrada. La pobre Roxana, al verse en el embrollo, comenzó a tararear una vieja canción de The Police en honor de la cual, sus padres le habían puesto ese nombre. Pero se quedó encerrada y no pudo salir con las medicinas. Se durmió autorrecetándose cloroformo y quedó tumbada hasta el amanecer. Al día siguiente, el señor maestro de los trapecistas fue a preguntarle si lo había conseguido, pero ya era demasiado tarde. La función tendría que posponerse hasta el día siguiente. Pero a Roxana se le ocurrió una idea: está bien, el rinoceronte no podrá salir al espectáculo, pero como nadie en Paguatlán Puebla conoce un rinoceronte, mis amigas cajeras y yo nos disfrazaremos de rinos y serviremos para la manta de protección por si alguno de los trapecistas se cae. Perfecto, dijo el señor de los trapecistas, como buen amigo del espectáculo le pareció lo correcto. Así que Roxana y sus amigas se disfrazaron de rinoceronte con cartón de color gris y peluche. A la hora de la entrada de los trapecistas, en plena función, el maestro le dijo a Roxana y sus amigas que les faltaba algo para hacerla de cuerno de rinoceronte. No hay problema, dijo Roxana que ya venía preparada: sacó su trofeo de empleada del mes del Gigante de Paguatlán Puebla y lo sacó por el peluche a la hora de la función. Les amarraron un lazo y con eso Roxana y sus amigas, disfrazadas de rinoceronte, presenciaron el espectáculo y la gente de Paguatlán Puebla lo disfrutó y aplaudió como nunca. El rinoceronte fue curado al día siguiente y en las siguientes presentaciones, la gente no aplaudió tanto a la hora de los trapecistas, pues creyeron que aquél no era un rinoceronte verdadero.

No hay comentarios: