domingo, 17 de febrero de 2008

Cuento inspirado en la canción: "El cine", de Mecano, ja!

Por Marcos García Caballero Hasta donde yo sabía o podía saber el año pasado, mi amiga la aprendiz de sociología cuyo ídolo era Demetrio Sodi, era transtorno bipolar; una enfermedad mental común en ciudades como el distrito federal, pero de cualquier manera, yo y Luis Enrique no sabíamos que esperar fuera de ver la película en el World Trade Center. A ese maldito lugar había ido yo muchas veces, siempre maldiciendo mi precaria condición de clase media pulverizada, caminando junto a personas que si no tienen un gran poder adquisitivo, por lo menos saben fingir muy bien lo contrario. Al salir de la película pedí un capuchino y Luis Enrique venía contándome anécdotas de su trabajo de electricista en tacuba, “hace 40 años ahí todo eran llanos según dice mi papá” decía Quique, mientras ella, Licha, la trastorno bipolar, sudaba frío pero sólo hasta después de que se fue el taxi lo supe, pero al día siguiente, cuando le hablé por teléfono para seguir intentando ligármela: ya había accedido a darme dos que tres besos pero yo quería llevármela, por lo menos, si no al Ajusco una mañana a desayunar y esas cosas un poco románticas, mejor a los hoteles de Tlalpan, lugares a los que les guardo un cariño inquebrantable y donde nunca he tenido qué pagar un solo quinto. Resulta que vamos de regreso caminando hacia viaducto por avenida insurgentes, de pronto Licha ve de dirección sur a norte en la acera izquierda, un aparador con maniquíes enfundados en vestidos de novia, al lado del Taco Inn; es de noche, una de esas noches en la Ciudad de México donde todo puede tornarse seguramente imprevisible, para esto; una pareja se pelea en lo que bajan de un taxi y Licha empieza a gritar; como pude, (todavía un poco con la impresión de la película) la abrazo, le digo no me sueltes Licha no me sueltes, llora todo lo que quieras pero no me sueltes, la pareja del taxi se ha ido pero el taxista les ha gritado: ¡Chinguen a su madre pinches noviecitos!” Los novios se ven de baja extracción social, se pierden en la calle y hasta acá oímos sus risas, un auto Chevy Monza rebota en los topes del futuro metrobús y Luis Enrique dice: —Ya… en serio Licha, ¿qué tienes? Y así se lo sigue diciendo y la empieza a terapear, hasta hacer que la mujer ya no parezca que la están matando a latigazos, una furtivita lágrima le limpio con un dedo: —Hueles a café —me dice entre suspiros y sollozos. —¿Ya estás bien? —Respondo y recuerdo que se tiene que ir hasta Xochimilco a la altura de las trajineras. Luis Enrique y yo como podemos tocamos en una reja y pedimos una tarjeta ladatel para hablar a su casa de Licha; la señora (su madre) contesta que sí, que se vaya en taxi, entonces la dejamos. Silencio. Pasan 10 o 15 minutos de silencio en la noche en el distrito federal, pero el silencio, obviamente, sólo está adentro: al rato le pregunto a Luis Enrique: —Oye wey, y ¿cómo dices que se llamaba la película? Luis Enrique se ríe y toma un pesero hacia tacuba, yo sigo caminando. Pensar... pensar.... ¿Cuándo abrirán esa chingadera del metrobús?

No hay comentarios: