COMO
UN ECO QUE SE METE EN LAS ENTRAÑAS[1].
Para
Alondra Alonso Álvarez
Pues sí, esa es la
ley de la vida, que ellos se vayan pa allá, pa’ los Estados Unidos y dejen a
sus mujeres solas, preñadas de una o varias criaturitas; pero lo cierto es que
el destino tiene retortijones que duelen hasta el alma, casi siempre la
respuesta, si es que la hay, es una carta del marido, con la promesa de regresar
pronto, ‘en cuanto se pueda’.
“Aguanta un poquito,
nomás junto para la camioneta y el terrenito, pa’ construir nuestra casa y
tener un pedazo de tierra donde sembrar, ahí crecerán los niños y se harán
hombres de bien, trabajadores, pa’ que conozcan la siembra y cultiven maíz y
frijol; y si son niñas, pues tú les enseñarás a tortear, a lavar, a ser
mujeres, no como tantas que por ahí andan así nomás sin hacer nada.”
—Porque si me quedo nomás
aquí soy un huevón, un bueno para nada,
en cambio, si uno decide irse pa’ allá, la cosa cambia, hasta las muchachas
quieren con uno y se pasean por el jardín como partiendo plaza para ver a cuál
escojo, cuál es la reina, la mera dueña de mis dólares, la que diga “este
hombre es mío le disguste a quien le guste”.
El viento revolotea
con los rumores de este pueblo, mientras la meritita verdad se hace presente
entre la nopalera, donde están mujeres solas, que esconden su amargura entre
las faldas, en el baile del pueblo, en la charreada, en la comunión de los domingos,
después de confesarse y decirle al padre que han pecado, que ya son muchos años
de no ver a su marido y se han tocado el sexo con sus manos, tan sólo para
saber que están ahí, vacías, pero esperanzadas a que su hombre llegue y cumpla
con su deber.
En las noches de luna
llena, como un eco lejano, se escucha el canto de los grillo.
—Juan,
¿por qué no estás aquí, conmigo?... no ves que te necesito. Las noches son muy
largas, los días ni se digan, parecen madejas de hilo amarradas a un carrete
hasta hacer bolas y bolas de estambre, sí, de infinito estambre donde se tejen
los segundos mientras yo me pregunto ¿qué estarás haciendo allá?... yo sé que
trabajas en la pizca, pero quién quite y ya conozcas a alguien que te caliente
la cama, quién quite y ya no me quieras y ya se te haya olvidado la promesa de
volver. Y así estoy, a duro y dale con los pensamientos, haciéndoles nudos,
atorándolos y desatorándolos en este tejido de recuerdos, dándole para atrás y
para delante, hasta que llego a la conclusión de que sí me quieres, ¿quién le
manda dinero a su mujer y a sus hijos si no los quisiera?... ¿quién?... Y sí,
sigo siendo tu mujer, aunque luego se diga que ya pasaron diez años de que te
fuiste y que a ti Juan te han visto en Dallas muy bien acompañado, ‘contentote
el hombre’, con una mujer que presumes del brazo: “es pocha, pero ella si tiene
papeles y a él, pues eso le da segurida’.”
Eso me lo contó José, el hijo de doña Chayo, el otro día que nos topamos en la
tienda; luego apretó los dientes y así quedito para que no lo escuchara nadie
más, me dijo: “si todavía estás buena Lupita, tú dices si quieres una noche
calientita conmigo.” Faltaba más decírmelo él, si es amigo tuyo Juan, no vaya a
ser que nomás por pura habladuría de la gente, te llegue el chisme y me dejes
de mandar dólares. Entonces sí, me quedo como el perro de las dos tortas, sin
ti y sin dinero.
Porque
de aquí para allá, todo se sabe o se inventa, de acomedidos está lleno el
mundo, más para el chisme, no falta que alguien de los que han venido te vaya
con la noticia, sea o no sea verdad; porque de allá pa’ acá, la cosa cambia,
sólo se escuchan puros rumores, puros runrunes que taladran la cabeza de tanto
repasarlos como buscando una salida; cuando crees que es verdad, llega el otro
y te dice, “pero comadre, cómo le va usted a creer a José, si le da harta
envidia que mi compadre tenga a su mujer en México, esperándolo y él ni un
perro que le ladre, no comadre; ahora que si de verdad quiere saber qué hace su
Juan, pues yo se lo digo, la invito al monte a platicar y entonces sí le puedo
dar santo y seña de él; claro que si no quiere ir al monte, por lo que los
otros vayan a pensar, entonces la invito a la ciudad, a tomarnos una cervecita
a salud de mi compadre, ¿cómo ve?...
¿Cómo
ves Juan?... y ganas no me faltan, pa’ decir verdad, me siento muy sola, los
chiquillos crecen como las milpas y ya ni preguntan por ti; ya se acostumbraron
a que su papá es ese de la foto que está ahí en la sala. Yo creo que cuando te
vean ni siquiera te van a reconocer, Juanito estaba bien chiquillo, tenía un
año dos meses y Lupita, ella ni siquiera te ha visto una sola vez; yo estaba
embarazada de ella cuando te fuiste, quesque para que nos fuera mejor, y yo la
mera verdad no veo pa’ cuando regreses, ni tampoco veo pa’ cuando salgamos de
esta pobreza; ya ves que tu mamá se hartó de tenernos y me dijo que ya no
cabíamos en su casa, que mejor me fuera al terreno donde ibas a sembrar, que
fincara un cuartito y lo fuera haciendo a mi antojo, ¿como si estuviera para
eso?... para cumplir antojos. Si no es porque tu hermano Luis se prestó para
ayudarme y construir, no sé qué hubiéramos hecho. Ya tenemos el cuarto donde
dormimos todos y a un lado, una cocinita y algo que parece sala, nomás pa’ ver
la televisión y dejar de estar pensando.
Ahora
que si no quieres venir por las habladurías de la gente, pues allá tu
conciencia Juan; si me vas a reclamar lo del niño, yo que te puedo decir, ¿qué
harías tú después de tantos años de estar esperando?... Ni tu hermano ni yo
tuvimos la culpa, además el chiquillo se parece a ti, le puse Juan Antonio, pa’
que se llame como tú y como su abuelo, tu papá, aunque yo no lo haya conocido;
tiene las cejas gruesas como dos gusanos quemadores y la misma trompita parada
como la de ustedes. Yo, si regresas, tampoco te voy a reclamar, ¡faltaba más!
Si nunca me has dejado de mandar mi dinero, ¿y quién le manda a quién no
quiere?... nadie Juan; si tú sigues siendo mi marido, si sólo tu hermano se
atravesó en mi vida y punto. Lo del accidente donde murió, fue una desgracia,
sí, pero qué se le va a hacer, el camión se le vino encima y no lo vio. Era en
la noche y ni luna llena estaba pa’ alumbrarlo, ni siquiera los grillos andaban
por ahí, como siempre, cantando, como un eco que se mete en las entrañas, para
no salir jamás.
Elena
Bernal Medina
[1] Cuento
inspirado en la exposición visual “Trayectos aproximatorios”, como proyecto de
beca del FONCA, de Alondra Alonso Álvarez, que se expuso en el Museo de Arte Contemporáneo
No. 8, en septiembre de 2011. Se adaptó al teatro y se presentó con mi grupo
Punto y coma, dentro del espectáculo “Claroscuro de una mutación involuntaria”.
(2022 y 2023).
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