jueves, 7 de noviembre de 2024

CUENTO INVITADO POR ELENA BERNAL MEDINA

 

COMO UN ECO QUE SE METE EN LAS ENTRAÑAS[1].

Para Alondra Alonso Álvarez

Pues sí, esa es la ley de la vida, que ellos se vayan pa allá, pa’ los Estados Unidos y dejen a sus mujeres solas, preñadas de una o varias criaturitas; pero lo cierto es que el destino tiene retortijones que duelen hasta el alma, casi siempre la respuesta, si es que la hay, es una carta del marido, con la promesa de regresar pronto, ‘en cuanto se pueda’.

“Aguanta un poquito, nomás junto para la camioneta y el terrenito, pa’ construir nuestra casa y tener un pedazo de tierra donde sembrar, ahí crecerán los niños y se harán hombres de bien, trabajadores, pa’ que conozcan la siembra y cultiven maíz y frijol; y si son niñas, pues tú les enseñarás a tortear, a lavar, a ser mujeres, no como tantas que por ahí andan así nomás sin hacer nada.”

 Porque si me quedo nomás aquí soy un huevón, un bueno para   nada, en cambio, si uno decide irse pa’ allá, la cosa cambia, hasta las muchachas quieren con uno y se pasean por el jardín como partiendo plaza para ver a cuál escojo, cuál es la reina, la mera dueña de mis dólares, la que diga “este hombre es mío le disguste a quien le guste”.

El viento revolotea con los rumores de este pueblo, mientras la meritita verdad se hace presente entre la nopalera, donde están mujeres solas, que esconden su amargura entre las faldas, en el baile del pueblo, en la charreada, en la comunión de los domingos, después de confesarse y decirle al padre que han pecado, que ya son muchos años de no ver a su marido y se han tocado el sexo con sus manos, tan sólo para saber que están ahí, vacías, pero esperanzadas a que su hombre llegue y cumpla con su deber.

En las noches de luna llena, como un eco lejano, se escucha el canto de los grillo.

Juan, ¿por qué no estás aquí, conmigo?... no ves que te necesito. Las noches son muy largas, los días ni se digan, parecen madejas de hilo amarradas a un carrete hasta hacer bolas y bolas de estambre, sí, de infinito estambre donde se tejen los segundos mientras yo me pregunto ¿qué estarás haciendo allá?... yo sé que trabajas en la pizca, pero quién quite y ya conozcas a alguien que te caliente la cama, quién quite y ya no me quieras y ya se te haya olvidado la promesa de volver. Y así estoy, a duro y dale con los pensamientos, haciéndoles nudos, atorándolos y desatorándolos en este tejido de recuerdos, dándole para atrás y para delante, hasta que llego a la conclusión de que sí me quieres, ¿quién le manda dinero a su mujer y a sus hijos si no los quisiera?... ¿quién?... Y sí, sigo siendo tu mujer, aunque luego se diga que ya pasaron diez años de que te fuiste y que a ti Juan te han visto en Dallas muy bien acompañado, ‘contentote el hombre’, con una mujer que presumes del brazo: “es pocha, pero ella si tiene papeles  y a él, pues eso le da segurida’.” Eso me lo contó José, el hijo de doña Chayo, el otro día que nos topamos en la tienda; luego apretó los dientes y así quedito para que no lo escuchara nadie más, me dijo: “si todavía estás buena Lupita, tú dices si quieres una noche calientita conmigo.” Faltaba más decírmelo él, si es amigo tuyo Juan, no vaya a ser que nomás por pura habladuría de la gente, te llegue el chisme y me dejes de mandar dólares. Entonces sí, me quedo como el perro de las dos tortas, sin ti y sin dinero.

Porque de aquí para allá, todo se sabe o se inventa, de acomedidos está lleno el mundo, más para el chisme, no falta que alguien de los que han venido te vaya con la noticia, sea o no sea verdad; porque de allá pa’ acá, la cosa cambia, sólo se escuchan puros rumores, puros runrunes que taladran la cabeza de tanto repasarlos como buscando una salida; cuando crees que es verdad, llega el otro y te dice, “pero comadre, cómo le va usted a creer a José, si le da harta envidia que mi compadre tenga a su mujer en México, esperándolo y él ni un perro que le ladre, no comadre; ahora que si de verdad quiere saber qué hace su Juan, pues yo se lo digo, la invito al monte a platicar y entonces sí le puedo dar santo y seña de él; claro que si no quiere ir al monte, por lo que los otros vayan a pensar, entonces la invito a la ciudad, a tomarnos una cervecita a salud de mi compadre, ¿cómo ve?...

¿Cómo ves Juan?... y ganas no me faltan, pa’ decir verdad, me siento muy sola, los chiquillos crecen como las milpas y ya ni preguntan por ti; ya se acostumbraron a que su papá es ese de la foto que está ahí en la sala. Yo creo que cuando te vean ni siquiera te van a reconocer, Juanito estaba bien chiquillo, tenía un año dos meses y Lupita, ella ni siquiera te ha visto una sola vez; yo estaba embarazada de ella cuando te fuiste, quesque para que nos fuera mejor, y yo la mera verdad no veo pa’ cuando regreses, ni tampoco veo pa’ cuando salgamos de esta pobreza; ya ves que tu mamá se hartó de tenernos y me dijo que ya no cabíamos en su casa, que mejor me fuera al terreno donde ibas a sembrar, que fincara un cuartito y lo fuera haciendo a mi antojo, ¿como si estuviera para eso?... para cumplir antojos. Si no es porque tu hermano Luis se prestó para ayudarme y construir, no sé qué hubiéramos hecho. Ya tenemos el cuarto donde dormimos todos y a un lado, una cocinita y algo que parece sala, nomás pa’ ver la televisión y dejar de estar pensando.

Ahora que si no quieres venir por las habladurías de la gente, pues allá tu conciencia Juan; si me vas a reclamar lo del niño, yo que te puedo decir, ¿qué harías tú después de tantos años de estar esperando?... Ni tu hermano ni yo tuvimos la culpa, además el chiquillo se parece a ti, le puse Juan Antonio, pa’ que se llame como tú y como su abuelo, tu papá, aunque yo no lo haya conocido; tiene las cejas gruesas como dos gusanos quemadores y la misma trompita parada como la de ustedes. Yo, si regresas, tampoco te voy a reclamar, ¡faltaba más! Si nunca me has dejado de mandar mi dinero, ¿y quién le manda a quién no quiere?... nadie Juan; si tú sigues siendo mi marido, si sólo tu hermano se atravesó en mi vida y punto. Lo del accidente donde murió, fue una desgracia, sí, pero qué se le va a hacer, el camión se le vino encima y no lo vio. Era en la noche y ni luna llena estaba pa’ alumbrarlo, ni siquiera los grillos andaban por ahí, como siempre, cantando, como un eco que se mete en las entrañas, para no salir jamás.

 

Elena Bernal Medina

 



[1] Cuento inspirado en la exposición visual “Trayectos aproximatorios”, como proyecto de beca del FONCA, de Alondra Alonso Álvarez, que se expuso en el Museo de Arte Contemporáneo No. 8, en septiembre de 2011. Se adaptó al teatro y se presentó con mi grupo Punto y coma, dentro del espectáculo “Claroscuro de una mutación involuntaria”. (2022 y 2023).

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