miércoles, 10 de julio de 2024

DECLARACIÓN DE AMOR II A Efraín Huerta El Lagarto, in memoriam MARCOS GARCÍA CABALLERO


Cuando te beso, te guardas

en una espina candente,

cuando te toco, palpo la flama de la fe

que arde en tu mejilla silenciosa,

te guardo entonces en la constelación

de la inexorable patria que te has chupado tu misma,

ciudad, en una explosión de ira, desempleo y policías

que atracan tus glorias viejas…,

¿sabes que parecerías mejor sin ser tú, ciudad,

sino plomo y chapopote que escurre en el horizonte

de nuestras verdades y nuestros silencios?

¿Quién sino tú, para devolverte, para atestiguarte

en el cause marino de tu primavera, de tu testamento?

Dime ciudad, sino te amo cuando accedo a recoger

un pedazo de tu estómago filoso,

de tu diente que te arrastra sin decirnos nada,

de tu sueño moderno,

de lo que palpita en tus graffittis queriendo ser qué cosa?

Fundamento de nuestra realidad,

aquí y ahora, ciudad, no una tregua,

sino un cambiante presentir que no resbalamos a tu tumba,

sino que nos la asediamos,

sin pedirnos permiso, para volver a ser portadores

de individualidad, de arte, filosofía y matemáticas,

clases de inglés de 5 a 7, y recorrer todos tus submúltiplos

que son siempre dos que tres oasis para dejar la cabeza un rato.

Ahora ciudad, en el presentimiento de que te asalto

con éste poema, que no es mío sino de nadie,

ni de la esperanza, ni de la desdicha,

sino parte de tu historia que yo, como un lenitivo,

como un antídoto, me coloco bajo el brazo

cual periódico o bolsa de mandado,

tú que has hecho de mi sueño un gis que se borra interminablemente,

te digo: te odio, puta ciudad, pero te detesto, pero te amo.

 

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