El soporte
material del poema
es la frente que lo
acompaña en su carrera,
la palabra en fuga que
deja en los ojos
la estela que lo cobija
o lo desnuda;
frialdad de huesos rojos
arrojados a la hoguera
o capucha sombría que
respira
antes de develar su
rostro de piedra.
Una ranura de su
estanque de vértebras
se dobla para dejar
salir una gota
después de la tormenta.
En efecto, hay una
gotera,
las vértebras lanzan
coletazos de iguana
contentas de suavizarse
un poco
la antigüedad de su
urticaria.
Las uñas del lobo
paralizan el sonido
y el poema recorre su
hilera de butacas
y sus naipes de cuellos
verdes hacia la esquina,
al doliente sopor que
pregona
en pancartas el temblor
de cosas irrebatibles.
El poema no se percibe
sin su estómago macizo,
necesita flechas para
tronchar el cordón umbilical
que le bombea una
cordillera por estos dedos.
¿Cómo arrojar al poema
sin revolución
aunque con revolución
nace el poema?
Quítame de encima esta
tierra blanda,
quítame del fuego que no
respira,
quítame tu infamia de
cartógrafo sin mundo,
que brote de tu espalda
una bala de mercurio
para saciar mi sed, pues
lo que busco es una trinchera
para apoltronarme como
una herida eterna,
pedalear con mi
bicicleta los caminos de la niebla,
hacer de ti mi hamaca
entre palmeras,
dormitar
clandestinamente en tu fotografía,
llevar el curare a donde
no hay cómo curar,
desafiar tus pantanos,
tus costras, tu
costumbre,
tu eterno sueño de tigre
que come tijeras
para moldear su sombra
del engaño.
No hay espanto en esta
noche de otoño triste,
no habrá invierno para
felicitarse a secas,
no habrá cuchillos donde
hay hachas
y no habrá hachas donde
hay tormentas.
Sólo yo decidiré cual
será mi escarcha,
mi cacique y mi fuego,
así que si me has oído
retírate al olvido,
pues de allá es de donde
vengo
y allá es donde seguiré
volviendo,
como pipa junto al fuego
seré un volcán en tus
recuerdos,
y como soy irrebatible
me llevaré
tus ojos internos,
en ellos me refocilaré
metiéndoles búhos para
aullar
lo que yo ya no puedo
aullar,
pues es imposible morder
sin perder
un trozo de oscuridad
cuando la luz
marcha como un ejército
en el rostro
que desea morir de nuevo
con un solo respirar.
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